sábado, 31 de diciembre de 2011

MISTERIO - EL CRIMEN DE FAGO


                               
                             VISTA PUBLICA " EL MISTERIO DEL CRIMEN DE  FAGO" 




El crimen de Fago

Por Francisco Pérez Abellán

Miguel Grima.
Miguel Grima, alcalde popular de Fago, pequeña localidad de Huesca, fue sorprendido cuando regresaba a casa tras tomar parte de una reunión celebrada en Jaca. Era un hombre joven, bien parecido, de sólidas convicciones. De esos a los que para torcerles la mano hay que matarlos. Le vieron por última vez cuando compraba el pan en un pueblo cercano al suyo.
Se supone que después, obligado, detuvo su vehículo –un Mercedes 190, modelo antiguo, descatalogado– en la curva más cerrada de la carretera de Majones. Es posible que los asaltantes fueran dos, quizá tres. Uno le podría haber seguido desde el lugar de la reunión; el otro, los otros le tendieron la emboscada.
Rompieron la ventanilla del lado del conductor, quizá con el disparo que acabó con Grima. Le golpearon en varias partes del cuerpo, incluida la cabeza. Después arrastraron el cadáver hasta el barranco donde fue encontrado.
Miguel era un hombre que presumía de rectitud y de aplicar la ley en defensa de su pueblo, al frente de cuyo ayuntamiento llevaba tres legislaturas. Su forma de entender la gestión le había enfrentado con algunos vecinos. No era partidario de conceder el empadronamiento a quien no viviera en Fago un mínimo de seis meses y un día al año. Ponía restricciones a la actividad hostelera del único bar del pueblo. Obligaba a forrar las chimeneas, bajo amenaza de multa. Ninguna de esas cosas es capaz de generar un sentimiento de odio tal que obligue a cargar de postas una escopeta para matar a un hombre. Eso indica que la verdadera razón por la que le tendieron una trampa mortal no ha aflorado. Incluso cabe la posibilidad de que la astuta mente criminal pretenda servirse de las desavenencias vecinales para tapar el verdadero motivo del asesinato.
En Fago viven todo el año poco más de una docena de vecinos. El alcalde regentaba una casa rural. Era Miguel Grima un tipo vigoroso, muy firme en sus convicciones, imposible de manipular o de asustar. Se dice que había recibido amenazas, y existe la sospecha de que tiempo atrás le manipularon los frenos del coche. No se asustaba fácilmente. Se había hecho a sí mismo la promesa de trabajar en bien de su caserío sin dejarse arrastrar por las circunstancias.
El tipo de muerte que le han dado delata una sólida organización, y la participación de varios autores. Uno de ellos, al menos, hábil con las armas y con un punto de crueldad, detectable en la munición de postas, que antaño se utilizaba para la caza mayor pero que actualmente está estrictamente prohibida. Son cartuchos que cargan varios perdigones; al dispararlos se abren como una roseta de fuego, y causan horribles destrozos.
Dicen que el asesino sólo necesitó un disparo. Aunque fuera a corta distancia, sabía lo que hacía.
No fue un encuentro casual o producto de una riña, sino un asesinato a sangre fría, planeado, que necesitó de una cascada de sucedidos. El primero de ellos, el derrumbe sobre la carretera de varias piedras. Un vecino que pasó por ella antes que Miguel se vio obligado a despejarla. Así que se cree que posteriormente los asesinos volvieron a poner piedras para cortar la vía.



Mientras el viejo cascarón del señorial Mercedes permanecía esquinado en la cuneta, tal vez con su dueño malherido o muerto, un vecino de Miguel trató de auxiliarlo; pero, según informan fuentes de la investigación, una sombra armada con una linterna deslumbró al conductor e hizo que siguiera adelante sin detenerse.
Miguel había acudido a una reunión a Jaca; a su conclusión, pudo haber optado por quedarse en esta ciudad, dado que tenía una vivienda allí. Pero como no era muy tarde optó por regresar a Fago, donde le aguardaba su esposa. Ésta, curiosamente, pensó que su marido se había quedado a dormir en Jaca, de ahí que no diera la voz de alarma hasta el día siguiente.
El asesino (los asesinos) fue (fueron) hasta la curva de la muerte, probablemente, en un vehículo, el mismo que empleó (emplearon) para huir. Además, se llevó (llevaron) el coche de la vícima, que aparecería a varios kilómetros de distancia. Quitemos, pues, los paréntesis: eran al menos dos; quizá tres, si controlaban sus movimientos. Demasiada organización para una disputa, quizá motivada por una injusticia, como que te nieguen el empadronamiento, te impongan una sanción excesiva o te planteen dificultades para practicar la caza. Demasiada pólvora para una molestia que tiene otros caminos de resolución, como el judicial, capaz de darte la razón y enderezar el entuerto.
Sobraban los mojicones al cuerpo indefenso, la actividad (si la hubo) de los desuellacaras, que en vez de un chirlo trazaron agujeros en el pecho, quizá culpables de crimen por encargo. Quien ha matado al alcalde lo hizo porque le estorbaba. Sufría ante su existencia, convencido hasta las trancas de que, mientras Miguel siguiera vivo, sus oscuros propósitos serían imposibles.
A todo esto: hay que dejar claro que Miguel Grima es la víctima, honorable, valiente, sin que nada oscuro o turbio, salvo prueba en contrario, pueda mancharle. Quienes se han apresurado diciendo que "esto se veía venir" tal vez respiran por la herida que les descalifica. No son objetivos, ni valoran al mismo nivel los conflictos vecinales y la actividad macabra de los matones.
Los agentes desplazados desde Madrid se encuentran casi ante un enigma clásico, como el de la habitación cerrada de las novelas de suspense. Pudo ser alguien del entorno, con un móvil oculto que podría salir a la luz; pero quizá se trate de un cerebro criminal de primera magnitud que, si no ha cometido algún error de letra pequeña, puede lograr que todo quede envuelto en el misterio.
Los agentes han inspeccionado el vehículo de la víctima y, al aparecer, encontrado pelos, fluidos u otro tipo de rastros biológicos. Tal vez Miguel le arrancó la identidad al asesino antes de que le matara. Quizá por eso han empezado a tomar el ADN de las personas cercanas al fallecido. Si en el primer círculo sólo está la cabeza fría del drama, los CSI españoles quedarán con un palmo de narices. En cambio, si alguien se dejó llevar por un arrebato, ese alguien puede darse por perdido.
 





Fago: Las claves de la tragedia


 
Era el primer crimen político en la historia de la democracia y el trágico final a una dura rivalidad fraguada dese hacía ya demasiado tiempo. El 12 de enero de 2007 alguien próximo a Miguel Grima intentaba cerrar por la vía rápida la herida que las ideas del edil popular habían causado en la pequeña pedanía oscense de Fago. Demasiado tiempo después y a pesar del trágico desenlace la herida sigue sin cerrarse, no a menos hasta que se desvelen las claves del brutal asesinato de Miguel Grima y cómo se desarrollaron los acontecimientos durante la trágica noche de 2007.

Casi dos años después, el juicio por el asesinato de Miguel Grima queda hoy visto para sentencia. Testigos, familiares y el único acusado, Santiago Mainar, han declarado durante una semana y media en la Audiencia Provincial de Huesca para resolver la fatal ecuación que sólo el asesino o los asesinos pueden desvelar. ¿Se autoinculpó Santiago Mainar por el bien de Fago o realmente fue él quien cometió el crimen? ¿Pudo una sóla persona acabar con la vida del alcalde? ¿Se trata de un crimen político o Grima tenía otros enemigos? y la última y que saltaba ayer a la luz tras la declaración de psiquiatras y psicólogos: ¿tiene Mainar un trastorno mental? 
Mainar, ¿víctima o verdugo?Pocos días después del trágico suceso el caso daba un giro de 360 grados al conocerse que Santiago Mainar, amigo de juventud del edil asesinado y eterno enemigo desde que éste se hiciese con la alcaldía, se autoinculpaba y afirmaba ser el asesino del alcalde. «Tenía que matarlo», aseguraba sin dudarlo. Sin embargo, dos años después del fatídico suceso Mainar se denominaba a sí mismo "Mesías" y argumentaba que su confesión sobre el asesinato era inventada. Una confesión que aún sin saber si es real o ficticia deja muchas incógnitas sin resolver en el aire.
Preguntas sin respuesta
Desde que se celebrase la primera sesión del juicio con la declaración de Mainar y tras los testimonios de familiares, amigos y expertos peritos y psicólogos las contradicciones no hacen más que revolotear sobre la escena del crimen dejando cabos sueltos que tanto la defensa como el fiscal intentan resolver para dar con la solución del enigma.

Autoinculpación «por el bien del pueblo»: Durante su declaración, Santiago Mainar dio a entender al fiscal que la Guardia Civil le había ofrecido datos sobre el crimen. Esto, unido a la afición que Mainar dice tener a las novelas policiacas le habría proporcionado -según el propio acusado- la base suficiente para elaborar una confesión a medida días después del asesinato. La hermana de Mainar, además, defiende el "altruismo" de su hermano y su "capacidad de entrega" a los demás. 
El "croquis" perfecto: Algunos de los guardias civiles presentes en Fago durante la detención de Mainar aseguraron al fiscal que solicitaron al acusado un croquis detallado para plasmar todo lo que pudiera recordar sobre el asesinato. Uno de los guardias civiles confirmó también que Mainar no tuvo ninguna indicación de cómo tenía que elaborar dicho croquis y que actuó libremente y "sin ningún tipo de presión".
Restos de pólvora: Ante las sospechas del fiscal sobre los restos de pólvora encontrados en las manos de Mainar después del crimen, tanto el acusado como su abogado, Marcos García Montes, no han dudado en reiterar que la profesión de Mainar como agente forestal hace que, entre otras cosas, se dedique a recoger casquillos del suelo, lo que explicaría los restos de pólvora en la piel del acusado. 

Santiago Mainar padecía cataratas: El hecho de que Mainar sufriera cataratas cuando se produjo el asesinato en Fago ha sido una de las tesis fuertes sostenidas por la defensa del acusado para alegar que Mainar no podía disparar al alcalde. Sin embargo, varios médicos forenses desmontaron muy pronto la teoría de García Montes al aclarar que las personas que sufren cataratas tienen incluso mejor visión durante la noche que durante el día, y que no existía ningún impedimento para que Mainar reconociera la figura de Grima y ejecutase el disparo. 

Fago: Las claves de la tragedia

Bidegain, «casi seguro» de que no era MainarEl médico vasco Iñaki Bidegain viajaba con su mujer y su hija en coche cerca del lugar del crimen. La noche del suceso, la familia se cruzó en el punto del crimen con el coche del alcalde y, según el testigo, un hombre al que no pudo ver la cara salió del vehículo. Bidegain admitió en su declaración estar "casi seguro" de que no era Mainar, ni por la silueta de la cara ni por la altura. 
ADN en el coche de Grima: Según han demostrado las pruebas periciales, el ADN encontrado en el coche de Grima correspondía a Santiago Mainar. Una de las bazas con las que ha contado García Montes para desmontar esta teoría ha sido la afirmación por parte de Mainar y de su hermana Marisa que el alcalde dejaba a menudo el coche cerca de la puerta del domicilio de Santiago, por lo que el acusado tenía que mover en varias ocasiones el vehículo, de ahí los restos de ADN. Sin embargo, la viuda del edil asesinado, Celia Estalrich alegó que su marido "nunca dejaba el coche en la calle, sino que lo guardaba en el garaje y nunca supuso un obstáculo para Mainar".
¿Cuántas personas cometieron el crimen?: Iñaki Bidegain indicó en su declaración que su hija vio en el coche de Grima a una segunda persona sentada e inmóvil pero no pudo reconocer de quién se trataba. Varios guardias civiles y expertos criminalistas han asegurado también que es "muy difícil" que el asesinato fuera ejecutado por una sóla persona y que era necesario que un cómplice ayudara al asesino a mover el cadáver y dejarlo en la cuneta. Demasiados enemigos
Que la gestión de Grima en Fago había ocasionado evidentes desavenencias entre el edil y un número considerable de vecinos era uno de los principales motivos de preocupación de la familia. La viuda de Grima llegó a asegurar en su declaración que "íbamos a irnos de Fago por miedo" y que su marido llevaba tiempo "atemorizado" por las amenazas de los vecinos. La ex alcaldesa de Castiello de Jaca, Esther Franco, confirmó el pasado jueves en la cuarta sesión del juicio que tras conocerse la noticia de la muerte de Miguel Grima hubo "jolgorio" y "alegría" en el único bar de Fago. Sin embargo, varios testigos han negado tanto la existencia de un grupo organizado de oposición a Miguel Grima como que se celebrara su muerte con "risas y jolgorio"en el bar del pueblo. 


Las rencillas políticas de un pueblo que un día desembocaron en un crimen político ideado por un perfecto estratega han hecho que Fago, dos años después, siga anclado en la tragedia y el enfrentamiento, que lejos de cesar tras la muerte de Grima no ha hecho más que ocasionar una divisón permanente en el pueblo. El juicio queda hoy visto para sentencia y los secretos del crimen de Fago podrían comenzar a salir a la luz intentando calmar una herida que no parece curarse ni siquiera con el paso de los años. 

Mainar asegura que acordó con la Guardia Civil confesar el crimen del alcalde Fago



El presunto asesino de Miguel Grima afirma que se inculpó "para que se dejara de molestar a la gente del pueblo"

MANUEL ALTOZANO - Huesca - 16/11/2009

Una confesión muy detallada ante la Guardia Civil sobre el asesinato del alcalde de Fago, su huella genética en el volante y en la palanca de cambios del coche de la víctima, a la que supuestamente trató de esconder tras su muerte, y los restos de plomo, bario y antimonio -indicios de un disparo- que se encontraron en sus brazos. Son las tres pruebas que llevaron a los agentes a la detención del guardia forestal Santiago Mainar como presunto asesino de la muerte del regidor de ese pequeño pueblo del Pirineo, Miguel Grima. En la primera jornada del juicio, celebrada en la Audiencia de Huesca, Mainar ha vuelto a negar la validez de su autoinculpación asegurando que la pactó con los guardias "para que dejaran de molestar a la gente de Fago".
  • El lapsus del coche del regidor
  • "Me declaré culpable para evitar una caza de brujas"
  • Muerte en los Pirineos
  • Los agentes confirman que encontraron sangre de Mainar en el coche del alcalde de Fago
  • "Hay que pegar cuatro tiros al alcalde y tirarlo a un barranco"
Santiago Mainar, principal acusado del crimen de Fago, a la entrada del tribunal en el primer día de juico
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Casi tres años después, el juicio por el crimen de Fago comienza su andadura.- CRISTOBAL MANUEL

Esa declaración inicial del acusado ante los agentes ha marcado casi toda la sesión. El fiscal ha iniciado su intervención pidiendo que se leyera íntegramente antes de empezar con las preguntas. Durante ese interrogatorio, realizado en el domicilio de Mainar el 3 de febrero de 2007, veinte días después de la muerte de Grima (12 de enero), éste contó cómo, tras comprobar el pésimo estado de la pista que conducía a su explotación ganadera -"la gota que colmó el vaso", según el atestado-, sintió "un impulso raro" que lo condujo a asesinarlo.
Mainar sabía que esa tarde-noche, el alcalde tenía una reunión en Jaca, así que cogióuna escopeta de postas que se había encontrado en el monte, cortó con unas piedras el paso en la carretera que conduce al pueblo y se puso a esperar a Grima. Cuando el alcalde bajó de su coche a retirar los obstáculos que le impedían el paso, el guarda forestal le descerrajó un tiro que lo mató en el acto para después arrastrar su cuerpo por la carretera hasta tirarlo por un barranco y esconder el vehículo de Grima en una pista forestal valle abajo.
Su confesión iba acompañada incluso de un croquis de su puño y letra, pero este lunes, ante el tribunal -formado por el presidente de la Audiencia Provincial Santiago Serena y los magistrados Antonio Angós y José Tomás García- el presunto asesino ha negado toda veracidad a esa declaración y ha asegurado que se debió a un pacto con los guardias civiles, que hizo pensando únicamente en el bienestar de sus vecinos. "Me puse de acuerdo con ellos en que, si me declaraba culpable, no volverían a molestar a nadie", ha asegurado.
La construcción de una ficción
A partir de ese momento y con la ayuda de los guardias, que según su versión le "sugerían" los detalles de sus investigaciones, creó "una ficción teatral" pero muy minuciosa formada por los relatos de las decenas de periodistas que esos días copaban Fago, por lo que veía en la televisión o escuchaba en la radio sobre el crimen, y por lo que le contaban los vecinos y visitantes, de los que, a pesar de la insistencia de las acusaciones, no reveló la identidad.
Esa confesión, realizada supuestamente con datos que le facilitaron los investigadores, sirvió, según Mainar, para "acomodar" su "invención a la realidad". Así, el lugar exacto del asesinato no lo conocía porque lo hubiera cometido, sino porque al día siguiente, a las siete de la mañana, pasó por allí con su todoterreno y vio "unos cristalicos" de un coche y un rastro en el suelo que atribuyó al choque fortuito de un vecino con un jabalí u otro animal. Luego, ha afirmado hoy, escuchó en la televisión que había sido el cadáver de Grima el que habían arrastrado para tirarlo por el barranco, creando ese rastro. Tampoco sabía que el homicida se hubiera cruzado con el coche de otro vecino cuando todavía no se había deshecho del cuerpo porque él estuviera allí. "Era una de las cosas que me sugirieron que dijera los agentes", ha asegurado.
Rebatir la segunda prueba que inculpa a Mainar, los restos de ADN que dejó en el coche de Grima cuando supuestamente lo llevó hasta su escondite, le resultó mucho más difícil. A pesar de la indignación y animadversión que, ha admitido, sentía hacia el alcalde "por su ejercicio abyecto del poder" y sus continuos pleitos, el presunto asesino ha afirmado que había conducido el Mercedes del regidor en dos o tres ocasiones. Una de ellas había sido la misma tarde del crimen. Grima lo había aparcado en la puerta del garaje de Mainar y éste lo pudo mover porque "estaba si cerrar y con las llaves puestas", según su versión.
¿Y los restos de munición hallados por los guardias en sus manos? Muy fácil, según el acusado. "Debido a mi trabajo me paso todo el día recogiendo basura del monte y cartuchos, y varias veces al día doy la mano a los cazadores que me encuentro por el monte. De ahí pudieron salir", ha dicho Mainar, que tres años después de la muerte de Grima, no ha refrenado su resentimiento hacia él al calificarlo de "arbitrario" o "prevaricador". "Porque haya muerto no voy a dejar de pensar que lo estaba haciendo mal", ha concluido.

El lapsus del coche del regidor

La confesión inicial del crimen realizada por Santiago Mainar a la Guardia Civil -luego desmentida ante el juez- fue tan minuciosa que tanto el fiscal como las acusaciones particular (la familia de Grima) y popular (el PP, el partido del alcalde) han preguntado una y otra vez al presunto asesino cómo pudo dar tantos detalles del escenario y la ejecución del crimen, detalles que, por otra parte, los investigadores ya habían confirmado.
Una de esas cuestiones la ha planteado el representante del Ministerio Público, Felipe Zazurca, al preguntarle por qué dijo a los agentes durante su autoinculpación que, tras esconder el Mercedes de Miguel Grima en un ensanche de la carretera, a una decena de kilómetros del lugar del asesinato, había podido salir con facilidad por la puerta del conductor, ya que el vehículo no había quedado encajado al aparcarlo.
Ha sido una de las únicas veces en las que Mainar, frío e inteligente durante toda su declaración, ha titubeado. "Yo salí...", ha inicado su respuesta generando un murmullo entre el público, que ha advertido el error del acusado. Pero enseguida ha rectificado para asegurar que no era del coche del alcalde de donde salió. "Perdón", ha dicho. "Yo salí con esa declaración inducido por los guardias".



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