EN LA MENTE DEL ASESINO "J.WAYNE GACY "
John Wayne Gacy: "El Payaso Asesino"
“Hay una foto de todas las víctimas juntas. Y miro las fotos y no tengo ningún recuerdo de ninguno de ellos”.
John Wayne Gacy
John Wayne Gacy nació el 17 de marzo de 1942, sobre las 12:30 horas, en el hospital de Edgewater de Chicago, hijo de Marie Elaine Robinson, de treinta y tres años, y de John Stanley Gacy, nieto de unos inmigrantes polacos, ocho años mayor que su mujer. John no era el favorito de su padre, quien prefería a sus hermanas quizá porque, como él, poseía una personalidad dominante.
John Stanley, padre de Gacy
Él no era más que el patito feo y gordo, que a menudo caía enfermo. Tuvo problemas cardíacos desde temprana edad y empezó a sufrir desmayos desde los once años. Su padre sospechaba que era una manera de atraer la atención y le decía con desprecio que era un “niño de mamá” y que más tarde no sería normal.
Gacy cuando era niño
Gacy recibió un golpe en la cabeza también a los once años: perdió el conocimiento tras ser alcanzado por un columpio. Durante los cinco años siguientes sufrió desmayos. A los catorce años tuvo un ataque de epilepsia y le tuvieron que poner una camisa de fuerza. A los dieciséis, le diagnosticaron un coágulo en el cerebro y recibió tratamiento médico para solucionar su malestar. Su madre le había inculcado la idea de que el sexo era algo maravilloso y sagrado. Aunque fue un niño muy guapo, a los dieciocho años estaba tan obeso (pesaba cien kilos) y era tan feo, que ninguna chica se hubiera fijado en él.
Gacy con sus hermanas
Cuando nació tuvo problemas respiratorios, debido a que en el útero respiró sus propias heces. Su madre le puso enemas diariamente hasta que tuvo dos años de edad. Desde temprana edad John Wayne Gacy ya tenía problemas psiquiátricos ligados a su padre, un tirano y un alcohólico, que nunca hubiera admitido que podía estar equivocado. “Si mi padre decía que el sol no se iba a levantar mañana, no se le podía contradecir. Hubiera discutido hasta convencer a cualquiera”. Gacy padre era un bebedor empedernido y solitario, que desaparecía en el sótano para beber a solas cada tarde, y se mostraba muy agresivo.
El joven Gacy con su perro
La vida de John Wayne Gacy era una lucha sin fin para recobrar su amor propio, destruido por el desprecio y las palizas de su padre. Sin embargo, cuando le hacían preguntas sobre sus relaciones familiares, Gacy negaba rotundamente que le odiara; aunque siempre hizo hincapié en que su padre lo tildaba de “mariquita” y lo calificaba repetidamente como “tonto y estúpido”. Tenía además extraños recuerdos sobre sus juegos infantiles. Una vez declaró: “Recuerdo que, de niños, jugábamos a la Mano Negra. ‘La Mano Negra llama a tu puerta...’ Se morían de miedo. Luego íbamos al cementerio judío y robábamos las flores. Yo recogía los ramos de papel maché y luego separaba la espuma de polietileno de las cintas y las flores artificiales. Montábamos una boda y utilizábamos las flores funerarias. Una vez nos encontramos un perro muerto. Recogimos todas aquellas flores, lo metimos en una especie de ataúd y lo cubrimos con ellas. Teníamos que enterrar a aquel pobre perro”.
Los padres de Gacy
John Wayne Gacy tenía también una personalidad dominante, como se vio a lo largo de su vida, y no se sometió nunca a la tiranía de su padre, al que detestaba por este motivo. Cuando era joven, el padre le pegaba y al hacerse mayor, él propinaba a menudo puñetazos a su progenitor. Todo ello explicaba su obsesión de “seguir el buen camino”, para ser querido y admirado por la gente. Como un dato curioso, Gacy vivió, durante su infancia, a sólo cuatro calles de la casa donde vivía el niño Robert K. Ressler, investigador del FBI que acuñó el término de “asesino en serie”. Incluso, Gacy llegó a llevarle encargos de la tienda a la madre de Ressler. Gacy recordaría años después unas macetas que había en el patio de la casa de Ressler. Coincidentemente, Ressler y Gacy también fueron al mismo grupo de boy scouts. Se reencontrarían muchos años después, cuando Ressler acudiera al Corredor de la Muerte para entrevistar a Gacy.
El joven John Wayne Gacy
Poco después, los problemas con su padre lo orillaron a irse de su casa. Se fue a Las Vegas, pero era difícil encontrar trabajo sin el bachillerato. Finalmente, consiguió un empleo de portero en el depósito de cadáveres de Plam y con su obsesión por la limpieza, era un excelente vigilante. La vista de los cuerpos muertos le fascinaba, sobre todo los de los chicos jóvenes. Muchos afirman que Gacy se entregó a la necrofilia, llegando a tener contactos sexuales con cadáveres, aunque él lo negó años más tarde, en sus entrevistas con los psiquiatras de la cárcel.
Gacy con su padre
Este período sin el apoyo de la familia resultó ser beneficioso, y le decidió a dejar de ser el fracasado que su padre pensaba. De vuelta a casa, fue al Northwestem Business College hasta la graduarse y, a partir de ese momento, su vida tomó un giro espectacularmente positivo. Se le vio en la ceremonia de premiación de Miss Illinois en Springfield y rodeado de nuevos amigos.
Gacy con Miss Illinois
Gacy además era un mentiroso patológico y un ladrón habitual desde temprana edad. Mentía para impresionar a la gente. Estuvo un tiempo en el ejército, pero se inventó una carrera en la Marina y decía haber estado en Corea, lo cual no era verdad.
Gacy en el ejército
Aunque quizás no mentía cuando insistía en que era una especie de Jekyll y Hyde, con un mínimo de cuatro personalidades. Pero esta afirmación no constituía una prueba de que tenía realmente varios alter egos. Además, su formación le había dejado una imperiosa necesidad de imponer su voluntad a los demás. Cuando alguien discutía con él, estaba seguro de tener razón y no hubiera sentido remordimiento en agredir.
Gacy con amigos
Como miembro de la Joven Cámara de Comercio (“Los Jaycees”), Gacy se encontraba en su elemento: popular, entusiasta. Un valor seguro. A ese paso iba a convertirse en uno de los hombres más respetados de la ciudad, el típico hombre que termina siendo alcalde.
Gacy en un periódico de la época
Su locuacidad hacía de él un perfecto vendedor, y sus ansias de ser querido lo transformaron en un ser confiado y simpático. A los veintidós años tuvo tanto éxito como ayudante del encargado de la compañía Nun Bush Shoe, que la empresa le trasladó a Springfield, en Illinois, para dirigir una tienda en un conocido almacén de ropa para caballeros.
Gacy en una cena
Liberado de la sombra de su padre, ganó seguridad, encanto y persuasión. Descubrió con agrado que su obesidad y su baja estatura no eran un obstáculo para el éxito en sociedad, y poco después cortejó a una bonita compañera y se casó con ella. Se trataba de Marlynn Myers, hija de un brillante hombre de negocios que había adquirido la franquicia del restaurante de Kentucky Fried Chicken (KFC) en Waterloo, Iowa, y quien naturalmente eligió a su ambicioso yerno como director.
Anuncio informando sobre la llegada de Gacy como gerente de Kentucky Fried Chicken (KFC)
Su perdición fue el desmedido afán sexual y la cantidad de jóvenes empleados que se cruzaron en su camino en el negocio del pollo frito. Sin duda, Gacy estaba obsesionado con el sexo y debía pensar que, como hombre de éxito, se merecía una pequeña satisfacción.
Marlynn cerraba los ojos ante las actividades extramatrimoniales de su marido. Había un rasgo de perversidad en la relación de Gacy y Marlynn. Incluso, Gacy dejó que el adolescente Richard Westphal se acostara con su esposa a cambio de una felación.
Gacy con Marlynn, su primera esposa
Gacy estaba convencido que no era homosexual; siempre repetía que lo único que quería de sus ligues era sexo fácil. Invitó a Edward Lynch, un empleado suyo de dieciséis años, a su casa mientras su mujer estaba dando a luz en el hospital. Según contó el chico, jugaron al billar y su jefe le propuso que el perdedor hiciera una felación al ganador. El adolescente se negó rotundamente y después de enseñarle unas películas pornográficas, Gacy le atacó súbitamente con un cuchillo de cocina. Lynch luchó y consiguió liberarse; el asesino se disculpó entonces repetidamente, explicando que “estaba sometido a una gran tensión”. El chico aceptó olvidar el incidente y el anfitrión le pasó otra película porno.
El restaurante KFC donde Gacy trabajó como gerente
Hacia el final, salió de la habitación y volvió con una cadena y un candado. Algo avergonzado por reaccionar tan bruscamente a la pelea anterior, y temeroso de perder su trabajo, Edward se dejó esposar las manos en la espalda. Un momento más tarde se dio cuenta de que había sido demasiado confiado: Gacy lo lanzó de bruces contra el suelo y le rodeó el cuello con las manos hasta dejarlo inconsciente. Cuando volvió en sí, su jefe le estaba desatando las manos y le preguntaba si se sentía bien. “Te voy a llevar a casa. No tenía intención de hacerte nada”, le dijo. Unos días más tarde, despidió a Lynch.
Marlynn, la primera esposa de Gacy
En el segundo caso era evidente que los hechos habían tenido lugar por consentimiento mutuo. El joven Donald Vorhees tenía quince años y era hijo de un compañero de la Joven Cámara de Comercio. El chico aceptó ir a casa de Gacy para ver películas pornográficas. Una vez más, su mujer no estaba en casa. Después de la sesión de cine, Gacy entabló una conversación sobre sexo, y le comentó al adolescente que tenía la reputación de practicar la felación. Luego, según el joven, lo obligó a hacerle caricias.
La colección de revistas pornográficas de Gacy
En dos ocasiones posteriores, Vorhees volvió para pedir dinero prestado a Gacy, y cada vez tuvo que satisfacer sus deseos. Poco tiempo después, su padre le mencionó que John Wayne Gacy era candidato a la presidencia de la Joven Cámara de Comercio, y que él iba a ser el organizador de la campaña. El chico, extrañado, advirtió a su padre que Gacy no era tan honrado ni tan decente como aparentaba. El padre le pidió explicaciones, y al conocer la verdad, fue directamente a la policía para denunciarle.
Donald Vorhees
El contratista fue acusado de amenazas y abuso en la persona de Edward Lynch y de Donald Vorhees y su primera reacción fue negar todos los cargos, y reclamar un detector de mentiras. Le sometieron al aparato dos veces, con el resultado de culpabilidad innegable. Sin embargo, siguió manteniendo que era inocente con tal fuerza que convenció a muchas personas. Explicó que Edward Lynch trataba de vengarse de él por haberle despedido.
Edward Lynch
En cuanto a Vorhees, admitió más adelante haber tenido relaciones con el chico, pero recalcó que con su consentimiento, y que además estaba haciendo experimentos sobre la homosexualidad para ver lo que era. Los que le creían, vieron su fe seriamente puesta a prueba cuando fue acusado de pagar a un adolescente por pegar a Donald Vorhees y de un cargo inconexo de hurto en la despensa de una empresa de madera en el pueblo vecino de Raymond.
El robo lo realizó Gacy con uno de sus jóvenes empleados, Russell Schroeder. El motivo evidente era comprometer al chico para poder chantajearle. Pero el asesino tenía otra rareza: a veces fingía ser agente de policía y conducía un coche provisto de luz auxiliar y radio.
Invitó a Schroeder a acompañarle en una de sus “rondas”, forzó una puerta para penetrar en el edificio de la empresa de madera y ordenó al joven que rompiera la máquina de bebidas y cogiera el dinero (que no pasaba de tres dólares); después él robó una cuerda extensible y un bote de pintura. Más adelante, cometieron un robo parecido en otra empresa que el falso agente tenía que “vigilar”. El adolescente insistió en que era su primer robo y que lo había hecho únicamente porque su jefe se lo ordenó.
El automóvil de Gacy
El chantaje llegó después: Gacy mandó golpear a Donald Vorhees, para obligarle a renunciar a testificar. De entrada, Schroeder se negó, pero bajo coacción se dejó convencer. Al día siguiente, el 30 de agosto de 1968, se presentó en el campus universitario y le explicó a Donald que le habían elegido para ser su “hermano mayor” durante algunos días. Donald Vorhees, halagado de que un chico con dos años más se interesara por él, aceptó encantado acompañarlo para recoger bebidas robadas, escondidas en un bosque. Una vez allí, Schroeder le pulverizó un bote de Mace (gas proporcionado por Gacy) en los ojos; el muchacho cayó gritando en un riachuelo. Mientras se esforzaba por salir del agua, el atacante le volvió a cegar y le dio puñetazos, vociferándole que no debía testificar en contra de Gacy. Vorhees asestó golpes a diestra y siniestra y consiguió alcanzar la nariz de su adversario, que se puso a sangrar. Después logró escapar corriendo a ciegas por el bosque, mientras Schroeder intentaba restañar la hemorragia. Al día siguiente, el joven fue arrestado y conducido a la comisaría. No quiso implicar a Gacy y contó que le había pegado un hombre llamado Glim. Pero más tarde la versión cambió y declaró la historia del robo y del chantaje para que atacara a Donald Vorhees.
Russell Schroeder
Mientras Gacy estaba en la cárcel, pendiente de juicio, la policía recogió el testimonio de otros dos jóvenes empleados. Uno de ellos contó una historia siniestra. Pasó la tarde emborrachándose con Gacy, y tuvo que salir a gatas del coche para vomitar. De pronto, su jefe se puso a su lado, empuñando un revólver de seis balas. "Juguemos a la ruleta rusa", le dijo mientras quitaba cinco balas de la recámara. El joven objetó: “¡Podría morir!” “Esa es la idea. Sabes demasiado”, contestó Gacy.
Apuntó el arma a su cabeza y apretó el gatillo. Un chasquido indicó que la recámara estaba vacía. Cuatro veces más volvió a apretar el gatillo, sin resultado.“Ahora sí...” Apretó por sexta vez, y de nuevo, sonó un chasquido. Gacy estalló en carcajadas y acompañó al chico a su casa.
Gacy le contó a un grupo de sus empleados que estaba escribiendo un libro sobre sexo, patrocinado por el Gobernador de Illinois, y que realizaba “investigaciones científicas” que incluían experiencias homosexuales. Al menos uno de ellos, de quince años, aceptó ir con él a un motel en interés de la ciencia. Con su tacañería habitual, facturaba al chico una cuota mensual por pertenecer a su grupo de “investigación sexual”.
Gacy con su madre
John Gacy fue juzgado en noviembre de y se declaró culpable de sodomía. El juez lo condenó a diez años de prisión. Ante el escándalo, su esposa Marlynn, entonces madre de dos hijos, solicitó el divorcio. En la cárcel para hombres de Anomosa, en Iowa, el acusado desplegó su capacidad de adaptación para parecer decente, trabajador y respetable.
Gacy con un bebé
Expresó tantas veces su desprecio por los invertidos que sus compañeros de prisión, todos heterosexuales, estaban convencidos que su encarcelamiento se debía a algún desgraciado incidente ligado a la bebida. Consiguió ser cocinero de la penitenciaría, y se dedicó a su función con gran entusiasmo.
Gacy vestido de cocinero
Incomprensiblemente, había un grupo de la Joven Cámara de Comercio en la cárcel, y Gacy llegó a ser uno de sus más destacados miembros. Su conducta fue tan buena que le pusieron en libertad condicional a los dieciocho meses y contó a tres de sus amigos de Waterloo, quienes estaban convencidos de que Gacy era la víctima de una maquinación política, que pensaba volver a establecerse en la ciudad. Pero a las veinticuatro horas de su liberación emprendía el camino de regreso a Chicago.
Gacy, arrestado por sodomía
Un hombre con su energía, encanto y voluntad estaba destinado al éxito; por ello, el oficial encargado de vigilarle lo autorizó a ir a Chicago. Se mudó a casa de su madre; su padre había muerto durante su estancia en la cárcel. Luego encontró un trabajo como cocinero. Había muchos empleos de este tipo, y se cambió varias veces para mejorar. Si se hubiera quedado en Waterloo, quizás nunca habría cometido asesinatos, ya que su deseo de parecer respetable hubiera podido dominar sus ansias sexuales. Pero en Chicago estaba de nuevo sometido a tentaciones irresistibles: bares gays llenos de chicos que podían comprarse por unos dólares y una estación de autobuses donde llegaban constantemente muchachos de provincia que no tenían dónde dormir. En cuanto a su vida profesional, cayó en la vieja rutina que le aportó éxito una vez; pero su inclinación por los chicos era más fuerte que nunca.
La casa de la madre de Gacy
Pronto decidió montar su propio negocio de construcción, que llamó PDM Contractors (Contratistas de Pintura, Decoración y Mantenimiento). En uno de los primeros encargos conoció al amigo de un cliente, cuyo apartamento estaba decorando. Era un homosexual que le propuso sostener relaciones y le indicó dónde podía ligar con chicos jóvenes, en la terminal de autobuses Greyhound. Añadió que la esquina de las calles Clark y Broadway era un sitio gay muy conocido, donde había muchachos que se prostituían. Este consejo fue el origen de los primeros problemas del contratista con la ley en Chicago.
Tarjetas de presentación de Gacy
En febrero de 1971, Mark Miller, un joven homosexual fue a la policía para denunciar que Gacy lo había abordado en la terminal de Greyhound, obligándole con violencia a tener relaciones sexuales.
Mark Miller
Pero el joven no se presentó en el Tribunal y el cargo fue olvidado. Este incidente nunca llegó al conocimiento del Comité de Vigilancia, y fue puesto en libertad total en octubre de 1971, ocho meses después.
Para entonces, John Wayne Gacy se había mudado a su propia casa, un bungalow de dos dormitorios en West Summerdale Avenue, en Des Plaines. La vivienda sólo tenía un problema: el espacio bajo el suelo tenía tendencia a llenarse de agua proveniente de una corriente subterránea, pero el inquilino lo solucionó instalando una bomba. Se presentó a sus vecinos, los Grexa, que lo encontraron encantador.
La casa de Gacy
En Navidad, los invitó a cenar para que conocieran a su madre y a una chica llamada Carole Hoff, divorciada, con dos niñas pequeñas, y los Grexa tuvieron la impresión de que se iniciaba un romance entre ellos.
Con Carole Hoff y sus pequeñas hijas
Diez días después de Navidad, John Wayne Gacy cometió su primer asesinato y cambió la historia del crimen. La víctima era un joven sin identificar de unos dieciocho años, que recogió una noche en la terminal de Greyhound y el relato que el acusado hizo de los hechos a la policía le pareció a ésta totalmente inverosímil. Contó que después de llevar al adolescente a su casa se quedó dormido en la cama. Sobre las 04:00 horas, vio al joven encima de él amenazándole con un cuchillo de carnicero. Lucharon y cayeron al suelo. El cuchillo hirió al chico, causándole la muerte.
Entonces, Gacy ocultó el cuerpo bajo el suelo. Explicó que, en vista de sus antecedentes por delitos homosexuales, la policía nunca le hubiera creído que se trataba de un accidente. La versión más probable es que Gacy llevó al chico a su casa, lo violó, torturó y asesinó a cuchilladas, y después lo enterró debajo del suelo del sótano de su casa. Sin saberlo aún, era el primer cadáver que una larga serie que terminaría en ese lugar.
Durante su boda con Carole Hoff en la iglesia local, el 1 de junio de 1972, los vecinos que asistieron a la recepción notaron un extraño olor a moho en su casa, como a un animal muerto, pero el novio les explicó que provenía del agua que se acumulaba bajo el piso. El nuevo matrimonio parecía feliz.
La boda con Carole Hoff
Pero un día, la señora Grexa preguntó en broma a Carole cuándo pensaban tener un hijo, a lo cual ésta contestó que primero había que hacer el amor para quedar embarazada. No le comentó que su marido no disimulaba su afición por las revistas pornográficas de hombres desnudos, ni que había admitido sin tapujos su preferencia por los chicos.
La esposa número dos (click en la imagen para ampliar)
Mientras tanto, John Wayne Gacy se estaba convirtiendo en una especie de celebridad local. Demasiado mayor para la Joven Cámara de Comercio, contactó con la Organización Demócrata y se ofreció a trabajar para ellos, incluso cediendo a sus propios empleados para limpiar las oficinas. Aceptaron entusiasmados.
La Joven Cámara de Comercio (click en la imagen para ampliar)
Gacy deseaba involucrarse más profundamente en la vida social de su ciudad; se confeccionó entonces un traje de payaso. Se maquillaba y su rostro, en vez de reflejar alegría, daba una impresión macabra.
John Wayne Gacy vestido como “Pogo, el Payaso”
“Pogo el Payaso” se convirtió en un personaje familiar que recogía fondos para el Partido Demócrata o divertía a los niños del hospital local. Todos se tomaban fotos con él. Gacy no lo sabía, pero ese personaje se convertiría, con el tiempo, en el símbolo más terrible de su desintegración mental y en un referente obligado para la historia de horror de sus crímenes.
Gacy en una fiesta, personificado como “Pogo, el Payaso”
Pero sus jóvenes empleados veían otro aspecto de su carácter. Era muy tacaño con los sueldos y les pagaba sólo las horas de trabajo, sin tener en cuenta los desplazamientos entre obra y obra, y como debían viajar varias veces al día, perdían mucho dinero. Pero uno de los empleados de dieciséis años, Tony Antonucci, tenía otra queja.
Una noche de 1975, Gacy se presentó en su casa con una botella de vino. Le explicó que quería enseñarle un truco con un par de esposas, desafiándole a encontrar el método secreto para abrirlas. Tony Antonucci se cuidó de no introducir completamente una de sus manos en la manilla, y cerró la otra sobre su muñeca. Luego, cogió la llave, se liberó y ató las manos del jefe en la espalda, con las mismas esposas. Este luchó, profirió amenazas y finalmente se calmó y convenció al chico para que se las quitara. No intentó ninguna otra cosa para abusar de su empleado, quien conservó el trabajo durante nueve meses.
Los juguetes sexuales de Gacy
El hijo de los Grexa, Ron, tenía también motivos para estar furioso con su vecino. Trabajó para él, y rechazó proposiciones sexuales a cambio de dinero. Pero la gota que derramó el vaso fue la avaricia habitual del contratista que se negó a pagarle todas las horas que había empleado en el negocio.
La soga empleada por Gacy en sus crímenes
Ron Grexa se enfadó tanto que amenazó con quemarle la casa. Este fue inmediatamente a denunciar el hecho a la policía, luego llamó a sus vecinos para disculparse y pedirles que el incidente no estropeara su amistad. Los Grexa aceptaron las disculpas.
Memorabilia de Gacy
Otro joven empleado, John Butkovich, padeció también su tacañería. A finales de julio de 1975, se quejó a su padre, un inmigrante yugoslavo, de que su jefe se negaba a liquidarle las dos últimas semanas de trabajo. El padre de John, Marko, sugirió a su hijo que informara a las autoridades de que su jefe no declaraba los impuestos de la nómina de sus empleados. Esa misma tarde, Butkovich y dos amigos llamaron a la puerta de Gacy para exigirle el dinero pendiente. Gacy los tranquilizó, argumentando que el muchacho le debía dinero por algunos materiales que había utilizado para decorar el apartamento de su padre.
John Butkovich
Finalmente, los jóvenes fumaron marihuana, bebieron cerveza y se marcharon. Gacy, según su confesión, decidió ir en busca de sexo y a primeras horas de la madrugada, vio a John Butkovich saliendo de su coche. El chico aceptó volver a su casa para aclarar las cosas. Gacy le esposó las manos al joven detrás de la espalda, lo violó, lo golpeó y terminó estrangulándolo. Luego se fue a dormir.
John Butkovich con su novia
Por la mañana, Gacy se despertó y fue al salón donde había dejado al joven tumbado en el suelo. Carole y las niñas estaban fuera todo el fin de semana y Gacy arrastró el cuerpo hasta el garaje, oculto por los árboles del jardín que deliberadamente no talaba y lo enterró, cubriendo la improvisada fosa de nuevo con cemento. Los padres del chico informaron a la policía de la desaparición de su hijo y, en los dos años siguientes, llegaron a tener más de un centenar de conversaciones con Gacy sobre el joven. Finalmente, abandonaron las esperanzas y llegaron a la conclusión de que se había fugado.
Gacy con su mamá
Gacy y Carole se divorciaron en marzo de 1976. Su esposa lo acusó de serie infiel con otra mujer. Gacy estaba solo: nada le impedía llevar a sus ligues a casa. A veces se oían gritos de madrugada, y los vecinos se preguntaban qué podía motivar las peleas de Gacy con sus jóvenes amantes; para entonces, ya todos sabían que era homosexual. Un mes después de que se fuera Carole, un joven llamado Darrell Samson fue a la casa de West Summerdale Avenue y desapareció. Le vieron por última vez el 6 de abril de 1976.
El 14 de mayo, el cuerpo de otro joven, Randall Reflett, se reunió con el de Darrell en el pasadizo bajo la casa. Fue un día agitado para Gacy, quien también abordó a Samuel Stapleton, de catorce años cuando se dirigía a su casa, que distaba una manzana. Los dos cadáveres aparecieron juntos.
Samuel Stapleton
El 10 de junio, William Carroll, quien a veces se prostituía para ganar dinero, fue muerto y enterrado en el mismo lugar.
William Carroll
Unos meses más tarde, Rick Johnston, de dieciocho años, desapareció al volver de un concierto; su cuerpo terminó en el mismo sitio que los demás.
Rick Johnston
El 11 de diciembre, otro empleado del contratista, Gregory Godzik, de diecisiete años, cometió el error de llamar al domicilio de su jefe cuando regresaba a su casa después de ver a una amiga.
Gregory Godzik
Se encontró su coche abandonado. Sus padres, desesperados, contrataron a un detective privado para buscar a su hijo, pero la investigación no progresó.
Eugenia Godzik, madre de Gregory
El 20 de enero de 1977, John Szyc, de diecinueve años, también empleado de Gacy, desapareció. Nueve meses después, surgió una pista sobre la desaparición de Szyc. Un muchacho llamado Mike Rossi fue arrestado por un delito menor cuando conducía el coche de John Szyc. Rossi los remitió al hombre en casa de quien vivía, John Wayne Gacy, el cual explicó tranquilamente que había comprado el coche al adolescente porque éste le dijo que necesitaba dinero para irse de la ciudad. La policía una vez más le creyó: después de todo, era un ciudadano respetable. Cuando nevaba, Gacy se ofrecía para limpiar el camino de entrada de los vecinos con un quitanieves y estaba considerado como un hombre que bebía con moderación y desaprobaba las drogas.
John Szyc
Gacy empezaba a tener mala reputación entre los jóvenes homosexuales de Chicago. Un tal Jamie fue a su casa poco tiempo después de su divorcio y se quedó estupefacto cuando lo golpeó brutalmente en la cara. Se las arregló para tener las manos libres, pero fue arrojado en la cama y salvajemente violado. Ya que había aceptado satisfacer los deseos de Gacy, la fuerza no fue necesaria. Se dio cuenta de que el contratista era uno de esos hombres que tienen que hacer sufrir para poder gozar. Después de violarle, le dio cien dólares al chico y lo acompañó a su casa. Había recibido tantos golpes, que no pudo trabajar durante un mes.
Otro caso fue el del chico Robert Donelly. Había aceptado ir a su casa para hacer un número sadomasoquista, pero no se esperaba lo que realmente pasó. Su cliente lo esposó, y se pasó la noche apretándole el cuello hasta hacerle perder el conocimiento, violándolo y metiéndole la cabeza debajo del agua en la bañera hasta provocarle desmayos. Cuando recuperaba la conciencia, Gacy volvía a sumergirle la cabeza hasta que volvía a perder el conocimiento. Así, una y otra vez; en todas las ocasiones, pensó que moriría.
Al otro día, Gacy lo desató, le dio dinero y lo dejó marcharse. Donelly lo denunció ante la policía. El 6 de enero de 1978, Gacy fue arrestado y conducido a la comisaría. Pero como el muchacho había aceptado tener ese tipo de relaciones, la policía decidió no seguir adelante con el caso. Otro joven contó cómo Gacy, haciéndose pasar por un policía, lo había “arrestado” una noche y llevado a su casa. Allí sufrió el mismo tratamiento que Donelly. Cuando finalmente le dejó marchar, le dijo que no le convenía avisar a la policía porque no le creerían. Aunque parezca increíble, así fue.
Gacy, arrestado en 1978
El incidente que estuvo a punto de causar la ruina de Gacy ocurrió en primavera. El 21 de marzo de 1978, un homosexual de veintiséis años, Jeffrey Rignall, aceptó subir en el coche de un hombre gordo y divertido en las primeras horas de la madrugada. En el camino, éste le ofreció un cigarro de marihuana y se lo fumaron mientras charlaban. De pronto, el gordo paró el coche y le puso un trapo húmedo en la cara. Olía a cloroformo. Rignall se despertó en un sótano, con la cabeza y las manos inmovilizadas en una especie de picota. En la pared había la foto de un payaso y el suelo estaba cubierto de látigos de cuero. Le habían arrancado toda la ropa.
Gacy torturando a Jeff Rignall
Gacy lo violó y lo durmió con el anestésico repetidas veces. Finalmente, el joven se despertó en medio de la nieve de un parque, en lamentable estado físico. Un examen médico reveló que su hígado estaba afectado irreversiblemente por culpa del cloroformo. Jeff Rignall estaba furioso y decidió dar con su agresor. Durante un mes montó guardia en las entradas de la avenida, sentado en un coche, esperando ver el vehículo negro y al conductor obeso. A finales de abril, lo reconoció y siguió su vehículo para poder anotar la matrícula; luego acudió a la policía para notificar que había encontrado a su agresor. Identificó a John Wayne Gacy en una foto, pero a pesar de ello, los agentes juzgaron que las pruebas eran insuficientes para acusarle. La víctima buscó un abogado y solicitó un mandamiento civil de arresto.
Jeffrey Rignall tras el ataque de Gacy
Mientras tanto, Gacy estaba en el desfile del Día de la Constitución y estrechaba la mano de Rosalynn Carter, la esposa de Jimmy Carter, entonces presidente de los Estados Unidos; una mujer que, curiosamente, también había estado cerca de otros dos célebres asesinos: Ted Bundy y el reverendo Jim Jones.
Apretón de mano con la Primera Dama (click en la imagen para ampliar)
Ella incluso le dedicó una fotografía que Gacy colocó en su despacho, junto a otra donde aparecía estrechando la mano del alcalde de Chicago, Michael Bilandic.
Apretón de mano con el alcalde Michael Bilandic (click en la imagen para ampliar)
Cuando supo lo de la orden de arresto, presentó rápidamente una reconvención, diciendo que Jeff Rignall había querido anestesiarle con una droga. Gacy, una vez más, quedó en libertad. El sótano de su casa estaba tan lleno que ya no cabía ningún cadáver. Gacy había sepultado los cuerpos en forma de círculo. Al ver que no le cabían más, sepultó a otros en la entrada de su casa e incluso debajo de la casa de su madre. Ya no le cabían más.
Tarjeta de colección sobre Gacy
Sobre el asunto de Rignall, Gacy declaró: “Jeff Rignall afirma que en julio regresó a mi casa con un amigo en su furgoneta. Vino hasta mi casa y se apoyó en la verja. Pero en mi casa no hay verja. Afirma que llamó al timbre y esperó a que mi madre acudiera a abrir la puerta. Pero en mi casa tampoco hay timbre. Dice que estaba atado y que alguien le estaba metiendo un atizador por el culo mientras un tipo rubio le hacía una felación. Nunca he participado en un trío. También afirma que puede identificarme porque tengo estrías. Nunca, ni cuando estaba más gordo, tuve estrías”.
A mediados de junio, un joven llamado Tim O'Rourke fue a verle a propósito de un trabajo. El cuerpo del muchacho se encontró en el río Des Plaines. Ocurrió lo mismo con el de Frank Landingin, abordado el 3 de noviembre de 1978.
Frank Landingin
Y también pasó lo mismo con el cadáver de James Mazzara, que desapareció a finales de noviembre mientras buscaba alojamiento. Lo peor era que los vecinos se quejaban del hedor que siempre brotaba del sótano de Gacy. Inclusive cuando daba fiestas a las que invitaba a más de cien personas y cocinaba carnes en enormes asadores, la gente percibía aquel tufo.
James Mazzara
A sus fiestas iba la crema y nata de la ciudad; el alcalde estaba allí siempre presente, además de empresarios, comerciantes, políticos y respetables familias. Una de sus fiestas fue de disfraces y se vistió como un soldado confederado. Su madre siempre estaba allí presente. Muchas mujeres coqueteaban con Gacy, pese a los rumores sobre su homosexualidad, y él les devolvía cumplidamente sus coqueteos.
Las fiestas de Gacy
Para combatir el mal olor, Gacy intentó muchas cosas: esparció lima, desinfectantes, desodorantes, pero el olor era insoportable. Luego, comenzaron a pulular larvas y gusanos que salían de allí y llegaban a las casas vecinas. Llamó a un hombre dedicado a exterminar plagas, pero cuando este bajó al sótano, se encontró con que estaba infestado de alimañas y que el hedor era insoportable. Un fontanero revisó las tuberías de la casa, pero no pudo hacer nada. Gacy desesperaba: pasaba el día trabajando y por la noche tenía que aguantar aquel olor, que además le causaba conflictos con los vecinos. Cubrió una parte del piso con cemento, pero no sirvió de nada. Mientras tanto, seguía matando muchachos exitosamente. Pero el éxito volvió a Gacy tremendamente descuidado. Cuando abordó a Robert Piest, su última víctima, dejó inconscientemente una estela de pistas detrás de él.
As de Picos (click en la imagen para ampliar)
La tarde del 11 de diciembre de 1978, Elizabeth Piest estaba sentada en un taburete frente al mostrador de caramelos de la farmacia Nissson, en Des Plaines, cerca de Chicago, esperando a que llegara su hijo Robert, de quince años. Había ido a recogerle a su trabajo por la tarde, pero éste le había pedido que esperara mientras hablaba con un contratista para conseguir un empleo de verano. Hacía un frío glacial aquella noche y la nieve se había endurecido en el suelo. Chicago podía ser la ciudad más fría de Estados Unidos durante el invierno, y a la señora Piest no le gustaba la idea de que su hijo volviera a casa andando. Finalmente, pidió a la dependienta que le avisara por teléfono cuando su hijo regresara, y volvió a su casa algo preocupada. Robert sabía que su madre cumplía cuarenta y seis años y que el resto de la familia, su padre, su hermano mayor y su hermana, le estaban esperando para empezar la fiesta. No era su estilo llegar tarde, y menos todavía sin avisar por teléfono.
Elizabeth Piest
Ya en casa, le comentó a Harold, su marido: “Hay algo raro, lo presiento”. A las 21:45 horas llamó a la farmacia, pero no había rastro de su hijo. Preguntó al dueño si sabía el nombre del contratista con el cual tenía cita su hijo. “John Gacy”, le contestó. Pero no había nadie con ese nombre en la guía telefónica. A las 23:30 horas, ella y su esposo fueron a la comisaría de Des Plaines para notificar la desaparición de Robert. La familia entera pasó el resto de la noche conduciendo despacio por las calles, buscando en los sitios más oscuros por si el muchacho hubiera tenido un accidente y estuviera inconsciente en alguna parte. Fue el peor cumpleaños de Elizabeth Piest. A las 08:30 horas de la mañana siguiente, el departamento de policía de Des Plaines empezó la búsqueda de Robert Piest. Una investigación en la compañía telefónica reveló que el número de teléfono de John Wayne Gacy figuraba a nombre de su empresa de construcción, PDM Contractors, y que vivía en el 8213 de West Summerdale Avenue, en Norwood Park. El policía James Pickwell llamó a la Brigada Central de Chicago para preguntar si tenía antecedentes penales. La respuesta, inquietante, llegó al cabo de unos minutos: Gacy tenía antecedentes de sodomía con adolescentes, y podía llegar a la violencia.
Robert Piest
El chico había ido al camión de Gacy mientras él estaba haciendo cuentas y le pidió un trabajo de verano. El contratista le sugirió que subiera al vehículo para hablar de ello y luego, en su casa, trató de insinuarle que podría ganar dinero vendiendo su cuerpo a homosexuales, pero era evidente que Piest era heterosexual y no tenía ningún interés por la propuesta. Entonces Gacy cogió unas esposas que tenía en el bar del salón y empezó a jugar con ellas distraídamente. El chico le preguntó para qué eran y él le explicó que se trataba de unas esposas de broma. “Mira, te voy a violar y no podrás defenderte”. Pero según declaró luego Gacy, vio al muchacho tan trastornado que cambió de idea y decidió dejar que se marchara. Lo llevó al dormitorio para coger la llave de las esposas, pero entonces se sintió sumergido por una especie de niebla que borró sus recuerdos. El teléfono sonó y fue a contestar. Era un amigo que le preguntaba el porqué del retraso a una reunión convenida. El amigo testificó más adelante que Gacy parecía totalmente normal y controlado al hablar con él. Después de disculparse, colgó y volvió a la habitación. El chico estaba tendido en la cama, y era evidente que había sido estrangulado con una cuerda a manera de torniquete, bloqueado con el mango de un martillo. Cuando Elizabeth Piest llamó a la tienda Nisson para saber si su hijo de quince años había vuelto, éste estaba ya muerto. Gacy transportó a su víctima al desván y la dejó allí durante la noche. A la pregunta de la policía de si había dormido con el cuerpo del joven, Gacy negó con indignación, diciendo: “¿Qué hombre en su sano juicio dormiría con un cadáver?”
La Farmacia Nisson
A las nueve y media de aquella mañana, el teniente de policía Joseph Kozenczak llamó a la puerta de la casa de Gacy. El agente tenía un hijo de quince años, y quizá por ello decidió encargarse personalmente del caso. La puerta del número 8213 de West Summerdale Avenue se abrió, dejando ver un hombre de unos treinta y cinco años, moreno, bajo y obeso, con la cara redonda y la barriga colgante de un payaso gordinflón. Cuando los policías le anunciaron su misión, Gacy sonrió amablemente y les invitó a pasar. Le preguntaron si había ofrecido un trabajo de verano a Robert Piest, y contestó que no, que ni siquiera conocía a ese chico. Sin embargo, había estado en la farmacia Nisson la tarde anterior, sobre las 18:00 horas, cuando Robert llegaba a trabajar; varias personas lo vieron hablar con él. “¡Oh! Ese chico”, dijo Gacy, fingiendo sorpresa. Declaró que habían intercambiado unas palabras, pero que no le ofreció ningún trabajo, ni tampoco quedaron para verse más tarde. Kozenczak le preguntó si le importaría ir a la comisaría y el sospechoso respondió con calma que era imposible en ese momento; un tío muy querido acababa de morir y estaba esperando una llamada de su madre. El policía le sugirió que llamara él a su madre y después le acompañara. La suave amabilidad de Gacy se transformó súbitamente en ira y le gritó: “¿Es que no tiene respeto por la muerte?” El cuerpo de Robert Piest estuvo en el desván todo el tiempo, mientras el teniente Kozenczak se presentaba para investigar la desaparición.
Un chico americano (click en la imagen para ampliar)
Después de hacer prometer a Gacy que iría a la comisaría tan pronto recibiera la llamada de su madre, Kozenczak se marchó. La conversación había puesto en marcha cierta alarma en su cabeza. Por supuesto, era posible que Robert Piest se hubiera fugado de su casa, pero parecía improbable. El teniente estaba seguro que John Wayne Gacy conocía el paradero del chico. Los desesperados padres de Robert aguardaban el regreso del policía en la comisaría. La madre había hablado ya con el dueño de la tienda, y estaba convencida de que su hijo estaba retenido contra su voluntad en casa de Gacy. Había pedido a la policía que registrara la casa inmediatamente y el teniente Kozenczak la calmó, haciéndole ver que no tenían pruebas. Ahora, tras hablar con el sospechoso, solicitaría una orden judicial de registro. Esperó todo el día, y también hasta la 01:00 de la madrugada siguiente, pero el contratista de cara redonda no apareció.
Robert Piest con sus perros
Gacy tenía el problema de deshacerse del cadáver. Ya no quedaba espacio en el sótano que había debajo de la casa, ni en los demás lugares. Fue un día de tensión para los nervios del contratista, quien se preguntaba si la policía iba a volver con una orden de registro. Al anochecer, cuando se disponía a sacar el cuerpo para meterlo en el coche, un antiguo empleado suyo llamó a la puerta para pedirle unas luces para el árbol de Navidad. “Están en el desván”, le comentó y subió corriendo antes de que el joven, que conocía la casa, se ofreciera a subir él mismo. Después de marcharse el visitante, Gacy se dio prisa en envolver el cadáver en una manta y llevarlo al coche. Se dirigió hacia el sur, al puente de Kankakee sobre el río Des Plaines, tiró el cargamento al agua y volvió a gran velocidad al pueblo, donde lo esperaba el teniente Kozenczak. El coche patinó sobre la carretera helada, aterrizando en una espesa capa de barro que cubría la ribera. Un guardia en la autopista vio el coche y preguntó al conductor empapado en sudor si necesitaba una grúa, pero su tacañería habitual lo hizo declinar la oferta, con el propósito de mover él solo el coche levantando la rueda de atrás con el gato, y colocando debajo la de repuesto. Al no funcionar, aceptó llamar a una grúa, que llegó veinte minutos más tarde, sacó el vehículo del barro y lo dejó en la carretera.
La tumba de Robert Piest
Gacy, que no quería pagar, pretendió ser un oficial de policía e intentó convencer al mecánico para que cargara la factura del remolque al Departamento de Alumbrado del condado de Cook, pero al ver que éste se negaba rotundamente, abrió su maletín y sacó veinte dólares. Luego, a las 03:30 de la madrugada, se dirigió a la comisaría, donde le extrañó que Kozenczak no estuviera esperándole. Cuando el policía regresó a su despacho al día siguiente, le comunicaron que Gacy se había presentado por fin a las 03:30 horas, cubierto de barro y alegando un accidente de coche.
Esquema de la casa de Gacy (click en la imagen para ampliar)
Gacy volvió a la comisaría justo antes del mediodía. Parecía tener ganas de hacer confidencias, y pidió disculpas por no haber acudido el día anterior, ya que su coche se había quedado bloqueado en la nieve. Una vez más, negó rotundamente saber nada sobre Robert Piest. No parecía tener prisa en marcharse, y charló largo rato sobre su buen negocio de construcción, que facturaba un millón de dólares al año, y de sus influyentes amigos como el alcalde de Chicago y Rosalyn Carter, la esposa del presidente. Trabajaba como voluntario para el Partido Demócrata local y era muy conocido por sus actividades caritativas. Incluso seguía visitando el hospital de la región y se disfrazaba aún de “Pogo, el Payaso” para divertir a los niños enfermos.
Plano de la casa de Gacy
Mientras el policía Pickwell mantenía con el sospechoso esta conversación, Kozenczak obtenía una orden de registro. A las 15:30 horas le anunciaron que tenían una orden y le pidieron las llaves de su casa. Mientras las entregaba, algo en su conducta impasible les hizo sospechar que no encontrarían el cuerpo del chico desaparecido en aquella casa. Era cierto, pero no del todo: sólo cinco minutos bastaron para confirmar las peores sospechas del teniente. El lugar estaba repleto de libros sobre homosexualidad y pederastia, con títulos como Adolescentes callados; Sexo entre hombres y chicos; y la Guía gay americana. Hallaron también videos pornográficos, un par de grilletes y una larga cuerda de nylon. Y más siniestro todavía: una alfombra con algo que parecía manchas de sangre. Pero no había indicio alguno que indicara que Robert Piest hubiera estado en la casa. Los policías encontraron lo que podía ser una pista: una nota de revelado de fotografías de la farmacia Nisson. Cuando se lo enseñaron a la madre del muchacho, ésta supuso que debía pertenecer a la novia de su hijo, Kim Beyers, y la chica sin dudarlo un momento lo confirmó. Había pedido prestada la chaqueta a Robert unos días antes de la desaparición, y olvidó la nota en el bolsillo. Pudo acordarse incluso de dos cifras del número de serie. Kozenczak tenía ahora la prueba de que Robert Piest había estado en casa de Gacy e intuía que lo más probable es que estuviera muerto. Pero, ¿dónde estaba el cuerpo? El contratista había tenido tiempo de esconderlo, sin arriesgarse a hacerlo de día, en las veinticuatro horas que transcurrieron hasta que se presentó en la Comisaría de Policía.
Helicópteros y perros de la policía rastrearon el bosque al borde del río de Des Plaines, pero no encontraron ni rastro del adolescente, Cabía la posibilidad de que el cuerpo estuviera sumergido en el río. Mientras tanto, Gacy empezaba a mostrar signos de tensión, quizá porque los policías encargados de seguirle no se esforzaban mucho en disimular su presencia para así ponerlo nervioso. Contó a un amigo contratista, llamado Donald Czama, que la policía intentaba colgarle una acusación de drogas, y le convenció para que fuera a su casa y viera si seguían allí, pero no había nadie. Czarna pensó que su amigo, una persona tan buena, era inocente y sufría el hostigamiento de la policía. Este apoyo de su colega animó a Gacy a pasar a la ofensiva y presentó una reclamación en el Tribunal de Derechos Civiles del distrito de Chicago por $750,000.00 dólares en concepto de daños y perjuicios, en la que exigía además el cese inmediato del acoso a que se veía sometido.
Pero, una semana después de la desaparición de Robert Piest, se veía claramente que Gacy se estaba derrumbando; presentaba un aspecto ojeroso y sin afeitar, y llegó a conducir tan imprudentemente que los agentes que le vigilaban tuvieron que pararlo y aconsejarle precaución. Un día cogió el coche para dar un largo paseo sin rumbo y, al final del viaje, invitó a los dos oficiales de policía que lo seguían a visitar su casa. Fue un error. Nada más penetrar en la casa, el oficial Robert Schulz reconoció el olor dulzón y nauseabundo que impregnaba el caluroso ambiente. Se trataba, sin lugar a dudas, de la presencia de un cadáver. Los policías que habían registrado anteriormente el bungalow no lo habían detectado, ya que la calefacción no funcionaba ese día y el ambiente era gélido.
Cronología asesina (click en la imagen para ampliar)
Kozenczak decidió que había llegado la hora de arrestarle. El olor, que provenía del conducto de la calefacción sólo podía significar una cosa: había cadáveres debajo de la casa. El 21 de diciembre la policía rodeó el coche de Gacy y lo arrestó por tenencia de marihuana: pocos minutos antes lo vieron entregar droga al encargado de un garaje. Lo condujeron a su casa y la policía le anunció que iban a levantar las tablas del piso del sótano, lo que hizo que el detenido se pusiera pálido a la vez que decía que no era necesario. Explicó que, enterrado debajo del garaje, estaba el cuerpo de un hombre que había matado en defensa propia, y que el emplazamiento estaba marcado con una cruz en el suelo. Pero los agentes no se dejaron engañar y registraron la casa a fondo. A esas alturas, la policía no iba a perder el tiempo perforando el suelo de cemento.
Ilustración de Rocko
Encontraron una trampilla oculta en el suelo de un armario del salón y al abrirla, apareció ante sus ojos un charco oscuro de agua fétida. Vieron una clavija suelta y un enchufe en la pared, lo conectaron, y una bomba se puso en marcha debajo de ellos. El agua tardó un cuarto de hora en vaciarse y cuando desapareció por completo, un técnico de la oficina del sheriff, Daniel Genty, pudo bajar y dar tres pasos en el fango del pasadizo para hundir un pico en el lodo; se sobrecogió por el hedor de putrefacción.
El instrumento había puesto al descubierto una porción de sustancia viscosa y jabonosa, que reconoció como resultado de la carne en descomposición. Unos segundos después levantó con el pico el hueso de un brazo humano. Evidentemente, no se trataba del cuerpo de Robert Piest, que no hubiera podido descomponerse de esta manera en el poco tiempo transcurrido desde su desaparición. Pero si no era el cuerpo del muchacho, ¿de quién era? Genty llamó a Kozenczak: “Ya pueden acusarlo de asesinato”, le dijo.
Las investigaciones
La llegada de los coches de policía y de las ambulancias delante de la casa del contratista causó un gran revuelo: los vecinos no se lo podían creer. Todos le conocían como un buen tipo, amable y servicial. Conocían los recientes problemas con la policía porque les contó que había entablado acción judicial contra ellos.
Reacción de sorpresa (click en la imagen para ampliar)
Sin embargo, por lo menos un amigo suyo sabía que era sospechoso de algo más grave que de posesión de marihuana. Poco antes de ser arrestado, Gacy fue a ver a su amigo Donald Czarna al borde de la histeria, y le dijo con voz quebrada: “Se acerca el fin. He matado a treinta personas”. Reclinó la cabeza sobre su hombro y se puso a llorar.
El arresto de John Wayne Gacy
Gacy permaneció en la jefatura central de policía confesando siete años de violentos asesinatos. Su rostro no tenía expresión, como si estuviera bajo el efecto de un shock o de drogas. A ratos caía en un estado semicomatoso, del cual despertaba con un espasmo y sin saber dónde estaba. Si se trataba de una representación, había que reconocer que era muy convincente. Según dijo, él no había cometido esos crímenes. El culpable era un siniestro alter ego llamado “Jack el Malo”, que odiaba a los homosexuales y los mataba. Pero esa historia no aclaraba por qué había matado a Robert Piest, que no era homosexual ni prostituto. Gacy intentó explicarlo sin sonar muy convincente.
A medida que cavaban en el sótano hediondo, los investigadores se daban cuenta de que John Wayne Gacy era uno de los peores asesinos de la historia estadounidense. Uno después de otro, iban apareciendo los cuerpos de jóvenes, la mayoría de ellos en avanzado estado de descomposición.
Las excavaciones
Los especialistas tuvieron que trabajar en condiciones repugnantes. Tomaron toda clase de precauciones sanitarias, llevaban trajes desechables y máscaras antigás, pero, aun así, el metano que flotaba en el aire los mareaba y terminaba por ponerlos enfermos. Al terminar, tenían que bañarse con desinfectantes.
Los cadáveres en el sótano de la casa de Gacy
El primer día sacaron dos cuerpos de la casa de Gacy; el primero, totalmente cubierto de cemento, y el otro, envuelto en plástico. Al día siguiente, aparecieron tres más, uno de ellos debajo del suelo. Un carnet de conducir a nombre de Frank Landingin indicó que el contratista era también responsable de la muerte de un joven barbudo, cuyo cadáver desnudo se había rescatado del río en noviembre, y que se pudo identificar gracias a las huellas dactilares.
Otros carnets de conducir y de identidad permitieron conocer la personalidad de otras víctimas. Días más tarde se extrajeron los restos de diez personas, y horas después, de otras seis. Tres de ellas estaban tan cerca y en un estado de descomposición tan similar, que la policía supuso que fueron eliminadas en la misma fecha.
Los asesinatos estaban provocando un escándalo a nivel nacional. La casa estaba rodeada día y noche por periodistas cámaras de televisión, y cada noticiario mostraba el aspecto de una vivienda normal, con sus luces de Navidad. La banalidad de la casa y la apariencia completamente inofensiva de su dueño aumentaron el escándalo y la repulsión de los televidentes al descubrir la espantosa realidad de los actos de Gacy.
Los padres con hijos desaparecidos temblaban con la idea de que el suyo pudiera estar sepultado en aquel sótano. Los temores de algunos de ellos se confirmaron. Entre otras, se encontraban las familias de los adolescentes John Butkovich (desaparecido desde agosto de 1975), Gregory Godzik, John Szyc y Rick Johnston.
Los padres de John Butkovich
Una semana después de empezar las tareas de rescate, el doctor Robert Stein, forense del condado de Cook, tenía ya veintisiete cadáveres en el depósito. El número de víctimas encontradas en la casa de Gacy alcanzaría finalmente el número de veintinueve, más cuatro descubiertas en el río.
Los cadáveres en la morgue
Después de extraer los veintinueve cadáveres, sólo quedó el armazón de la casa, que fue declarada insalubre y demolida en primavera. La parcela vacía era la atracción de los turistas morbosos que se quedaban desilusionados al ver sólo una especie de ciénaga amarilla.
El funeral de las víctimas
A finales de abril, con el descubrimiento del cuerpo de Robert Piest en el río Illinois, en Dresden Dam, terminó el recuento de las víctimas de Gacy. Los padres del muchacho crearon la Fundación Robert J. Piest para luchar contra el crimen de menores.
La casa de Gacy tras ser derribada
Mientras tanto, en el hospital psiquiátrico de Chicago, Gacy fue sometido a un examen médico. El asesino pretendía que la mayoría de los crímenes habían sido en defensa propia, incluyendo el primero, el del chico de la terminal de autobuses. Otros tuvieron lugar en el curso de peleas: la que precedió al crimen de Butkovich fue a propósito del salario; la anterior a la muerte de Godzik fue sobre drogas; en el caso de Szyc fue sobre un coche, etc., aunque estas versiones fueron variando continuamente y al final sólo reinaba el caos. Lo que era cierto es que John Wayne Gacy, en su doble vida, había asesinado a veintinueve jóvenes sin sentir el mínimo remordimiento.
Las víctimas (click en la imagen para ampliar)
El juicio se abrió el 6 de febrero de 1980, presidido por el juez Louis B. Garippo, con un discurso en el cual uno de los fiscales, Robert Egan, declaró que el acusado era un hombre demoníaco. El abogado defensor, Robert Motta, trató de demostrar que un hombre que duerme con veintinueve cadáveres en su casa no es más que un loco.
Se supo después que Gacy estaba furioso con sus abogados por no haber imaginado y planeado algo para obtener la absolución. El examen psiquiátrico demostró que el inculpado no sentía remordimiento alguno por los crímenes y siempre tenía una buena excusa para justificarlos.
Gacy en su celda
Al segundo día testificaron los padres de las víctimas, algunos perdieron el conocimiento y muchos de ellos lloraron. Gacy les miraba con desprecio e irritación, convencido de que todo era puro teatro. Unos días más tarde, dos adolescentes que habían vivido en casa del asesino y según él fueron sus amantes, se sentaron en el estrado de los testigos.
Los titulares
David Cram y Mike Rossi contaron cómo Gacy los había hecho cavar zanjas en el sótano, diciéndoles que eran para unas tuberías. Luego, los policías que lo interrogaron en comisaría dieron fe de las confesiones. Uno de ellos, Greg Bedoe, relató que el acusado recitaba el Salmo 23 a una de sus víctimas mientras la estrangulaba. Gacy había explicado que el chico era un masoquista, y que le estaba haciendo “un favor”.
Gacy en la cárcel
La defensa empezó llamando al estrado a Jeff Rignall, que contestó a las preguntas del abogado Sam Amirante y describió la noche de violación y tortura a la que lo sometió Gacy. Convino en que un hombre capaz de hacer tales cosas no podía estar en posesión de todas sus facultades mentales. El fiscal Willian Kunkle, subrayó que el testigo estaba escribiendo un libro sobre su encuentro con el acusado y que su presencia en el tribunal no tenía más objeto que promocionarlo.
Gacy en el juicio
Indudablemente, los psiquiatras tuvieron el papel más importante del juicio. El doctor Thomas S. Eliseo declaró que la inteligencia de Gacy estaba muy por encima de la media pero que, según las pruebas, se trataba de un esquizofrénico paranoico. Sin embargo, Kunkle disminuyó su credibilidad, preguntándole si creía que el hombre del banquillo había cometido treinta y tres crímenes sin ser consciente de hacer el mal.
Los Fiscales
El segundo psiquiatra de la defensa, Lawrence Z. Freedman, explicó que Gacy era una de las personalidades más complejas que jamás había conocido, e insistió en que era un psicótico. Estuvo de acuerdo con su colega anterior en que la psicosis probablemente empezó en la cárcel de Anamosa, alrededor de las Navidades de 1969, cuando murió su padre.
Reconstrucción facial de las víctimas de Gacy
Subrayó también la falta completa de sentimientos del acusado al relatar sus crímenes, y avanzó una explicación interesante de los asesinatos. John Wayne Gacy odiaba profundamente a los homosexuales; no se consideraba como tal, sino bisexual. Una vez comentó a la policía que sus víctimas “merecían la muerte”. Según el doctor Freedman, el acusado proyectaba su propia homosexualidad culpable sobre sus víctimas en un intento pervertido de protegerse. Otros dos psiquiatras, los doctores Robert Traisman y Richard G. Rappaport, testificaron también sobre la personalidad del inculpado. Rappaaport fue sometido a un duro interrogatorio por parte del fiscal Kunkle, pero siguió manteniendo que el sadismo del acusado era una forma de reacción contra un padre tirano y alcohólico.
Retratos reconstruidos de las víctimas de Gacy
El testimonio de este psiquiatra encantó a Gacy, que sonreía a los miembros del jurado como si les dijera que escucharan atentamente. Parecía menos contento cuando Robert Donelly describió la temible noche que pasó en su casa, soportando alternativamente violación e intentos de estrangulamiento. Le gustó menos todavía el informe del psiquiatra Arthur Hartman que afirmó que, a pesar de ciertos trastornos de la personalidad. Gacy no estaba loco. El doctor Robert A Reifman lo confirmó al explicar que era “un clásico narcisista”, tan preocupado en quererse a sí mismo que las demás personas apenas existían para él. “No puedo creer que existan treinta y tres casos de locura temporal”, terminó diciendo. El hecho de que Gacy obligara a Cram y Rossi a cavar tumbas en el sótano, indicaba que planeaba los asesinatos. Según él, el acusado fingía la locura; tesis que fue confirmada por otro psiquiatra de la acusación, el doctor James Cavanaugh.
El Jurado
En el alegato final, la acusación repitió que John Wayne Gacy era un demonio de maldad. La defensa sostuvo de nuevo la teoría de la enajenación mental. El Dr. Morrison apareció como testigo psiquiátrico y declaró que Gacy tenía "el maquillaje emocional de una infante". El 12 de marzo de 1980, el jurado tardó sólo dos horas en decidir que estaba de acuerdo con la acusación: Gacy no estaba loco. Al día siguiente, el juez Garippo le condenó a muerte en medio de los aplausos del tribunal.
El veredicto
Gacy, encadenado pero con aire desafiante, se adentró en su nuevo hogar: el Corredor de la Muerte de Illinois, un lugar poco acogedor donde residiría por varios años, durante los cuales debería soportar ataques físicos. Situado en la confluencia de la carretera estatal 150 y Kaskaskia Street, aquel edificio de ciento veinticinco años de antigüedad se alzaba exhibiendo una mezcla de arquitectura federal y renacentista griega, a escasa distancia de unas vías ferroviarias donde las malas hierbas asomaban entre la gravilla.
La Penitenciaría
Bajo las nubes y la pesada lluvia de Illinois, la fachada ladrillo marrón con su imponente pórtico de cuatro pilares semejaba las fauces de un monstruo. A unos cuantos metros de allí corría un tramo particularmente apagado del río Misisipí, un río que John Wayne Gacy no podía ver.
El Corredor de la Muerte donde permaneció Gacy
En el interior de aquella estructura sombría, al igual que otros cincuenta condenados, esperaba a que el tribunal aprobara su apelación o a que una inyección letal (un cambio por la silla eléctrica a la que había sido sentenciado en un principio) pusiera fin a su vida.
Dulces para niños con Gacy como adorno
La mayoría de los abogados y psiquiatras se olvidó de Gacy una vez no hubo sueldo que cobrar. Uno o dos doctores intentaron obtener más información para sus libros, pero no llegaron muy lejos. Robert Egan, uno de los fiscales del caso, se embarcó en una especie de espectáculo barato en el que exhibía diapositivas y pronunciaba un discurso cargado de humor negro con ánimo de estimular a los fanáticos que asistían a las convenciones de películas de terror.
Gacy se integró al Coro de la prisión. La psiquiatra Helen Morrison, quien había fungido como testigo en el juicio, le pidió a Gacy que empezara a escribir sus sueños. En su libro Mi vida con los asesinos en serie, transcribe algunas de las cartas de Gacy:
“Me fui a dormir a las 21:35. A la 01:53, me desperté semidormido y oriné. Soñé con la agenda del día y me desperté para desayunar. He soñado con un desfile a través de un cementerio con grandes bandas de música y una formación colorida para que esas dos personas ricas se casaran en una especie de 'Jovencito" conoce a 'Jovencita’. Los invitados a la boda y al funeral eran gente que conocía de la escuela primaria y secundaria. Parece que yo los había reunido a todos. El desfile recorría un bonito jardín, limpio, grande y perfectamente podado. Con mucha música de fondo”.
Gacy cantando en el Coro de la prisión
En junio de 1983, Gacy le escribió a Helen Morrison una carta diciéndole:
“Durante el mes de mayo recibí 143 correos y envié 59. Durante 1982, recibí 1,167 e-mails. De las 8,760 horas del año estuve fuera de mi celda 2,274 horas y 20 minutos. Envié 568 unidades de correo, me di 353 duchas, me tomaron la presión 16 veces y de las 1,095 comidas que se sirvieron, comí 463. Hoy se cumple mi 39 mes aquí.
Dibujo de la silla eléctrica realizado por Gacy
“He estado ocupado enyesando y pintando. Han cambiado la sala de visitas y yo iba a encargarme de la remodelación, pero, después de pensármelo, les dije que deberían contratar a otra persona. No me importa trabajar para ellos, pero construir zonas de seguridad no está contemplado en el código de internos y sólo me comportaría problemas. Una vez construida, me encargué del encolado y el enyesado, y ahora ya sólo me queda pintar.
“Un preso me atacó con un lápiz. Me lo clavó en el brazo izquierdo, a unos cuatro centímetros de profundidad. Perdí mucha sangre, pero me hicieron una trasfusión en el hospital. La semana pasada me enfrenté a un tipo en la biblioteca, que me pidió que le acompañara al cuarto trastero para hablar, junto con otros cuatro tipos de su banda. Informé al capitán delante de él de que aquel individuo me había amenazado, pero lo único que me dijo fue que fuera y le diera una patada en el culo.
Carta y postal de Gacy para Helen Morrison
“En realidad, no tengo miedo de él, sino de mí mismo. No creo en las peleas, nunca he creído en ellas, pero, si tengo que dar ejemplo, entonces alguien podría resultar muerto. Le pregunté al tipo con qué parte de mí quería hablar y con cuál quería pelear. No me respondió, simplemente se fue. Sin embargo, antes o después, dejará de funcionar. Me da miedo herir a alguien. Porque una vez que empieza, pierdo el control sobre ello…”
Autorretrato de Gacy
Gacy fumaba hasta una cajetilla de cigarrillos al día. Permaneció en prisión catorce años, entre apelaciones y posposiciones de la ejecución. Su madre siempre sostuvo que era inocente, pese a las pruebas en su contra.
La madre de Gacy durante el encierro de su hijo
Convenció a las autoridades para pintar su celda de color azul cielo. Poco después de que lo sentenciaran al Corredor de la Muerte, empezó a pintar lienzos con óleo. Como en el caso de Issei Sagawa “El Caníbal de Japón”, terminó convirtiéndose en un artista plástico cuyas obras se cotizaban muy caras, debido a que se trataba de un asesino en serie.
Gacy con uno de sus cuadros
En general, dibujaba payasos como “Pogo”, el pavoroso animador de boca aterradora y distorsionada en el que Gacy se convertía, cuando era libre, para hacer reír a los niños. En dos años pintó doscientas cincuenta obras que vendió por diez mil dólares.
“Pogo, el Payaso” en varias versiones macabras
Su tema favorito eran los Siete Enanos que aparecían en la película deBlancanieves; esto fue hasta que Disney lo demandó.
“Los Siete Enanos conocen a Pogo el Payaso”
Después se puso a pintar payasos, calaveras, paisajes, retratos de criminales y asesinos en serie a los que admiraba, como Al Capone, Adolf Hitler, Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, Ed Gein, David Berkowitz, Albert Fish y el Asesino del Zodíaco. También realizó autorretratos. Montó varias exposiciones dentro y fuera de prisión y vendió sus cuadros en buenos precios, pese a sus obvias deficiencias como pintor.
Algunos asesinos en serie pintados por Gacy: Ted Bundy, Ed Gein, Albert Fish, David Berkowitz y El Asesino del Zodiaco
Durante aquella época, un empleado del gobierno causó un gran revuelo al adquirir una de sus obras, revuelo que se convirtió en escándalo cuando se descubrió que se trataba de Mars Kennedy, el fotógrafo del gobernador James Thompson.
Invitaciones a las exposiciones pictóricas de Gacy
Dicho gobernador intentó ordenar que las pinturas de Gacy fueran retiradas de la Feria Estatal de Illinois, donde se exhibían quinientas piezas de arte realizadas por presos, pero su decreto llegó demasiado tarde: las seis obras que Gacy expuso se vendieron en un abrir y cerrar de ojos. Muchas de las pinturas de Gacy fueron vendidas en una subasta luego de su muerte.
Uno de sus cuadros con la imagen de “Pogo el Payaso” se la obsequió Gacy al criminalista y ex agente del FBI, Robert K. Ressler, autor del término “asesino en serie”, quien lo entrevistó en prisión en varias ocasiones.
Gacy con Robert K. Ressler, investigador del FBI
El cineasta John Waters también compró un cuadro de Gacy. Según él, estaba colgado en la habitación de huéspedes de su casa "para que las visitas no se quedasen demasiado tiempo".
Titulares sobre la actividad artística de Gacy
El escritor Stephen King se inspiró en Gacy para la creación de Pennywise, el payaso homicida que protagoniza la novela y la película It (Eso). Tras leer el libro y ver la película, Gacy se sintió tan alabado de haber inspirado a Stephen King que incluso realizó una pintura donde retrata a Pennywise en la versión del actor Tim Curry.
El payaso Pennywise pintado por Gacy
Durante los meses previos a su reclusión, y mientras concedía entrevistas a Robert K. Ressler, Gacy enviaba cartas con su monograma y la frase: "Ejecuten la Justicia, no a los Hombres".`Pero llegó su hora. Mientras las agujas del reloj se aproximaban a la medianoche del 9 de mayo de 1994, una multitud integrada por varios cientos de personas aguardaba en el exterior. Algunas rezaban arrodilladas, mientras otras bebían y alborotaban como si estuvieran en un concierto de rock. Quedaba una última oportunidad de que el gobernador modificará la condena a cadena perpetua en prisión, pero no ocurrió.
Gacy en 1993
En el interior, un empleado de la prisión sujetó con firmeza al asesino en serie más célebre de Estados Unidos con seis cuerdas a una camilla metálica con ruedas. Refunfuñando, los familiares de las víctimas fueron trasladados a la sala del sótano, no para presenciar la ejecución, sino para ver las noticias que la cadena televisiva local emitía en directo.
Gacy con su abogada, poco antes de su ejecución
John Wayne Gacy había comido un plato de pollo frito, langostinos y fresas que costó dieciocho dólares. El día antes estuvo arropado por familia. Incluso los dos hijos que tuvo con su primera esposa acudieron a hablar con él por última vez. Finalizadas las despedidas, Gacy no dejó de hablar hasta el último momento:“Quitarme la vida no compensará por las vidas de los demás. Esto es sólo un asesinato de Estado”, le dijo al guardia de la cámara de la muerte.
Gacy días antes de su muerte
Colocaron a John Wayne Gacy dos agujas en el brazo, una adicional por si la primera no funcionaba. Un equipo del personal de la cárcel supervisó su corazón. Justo cuando una gota salió y empezó a fluir con lentitud por las venas de su brazo, se abrió la cortina y los testigos quedaron a la vista en la sala contigua. Sus últimas palabras fueron: “¡Bésenme el culo!” Luego, la dosis doble de pentotal sódico anestésico que se le suministró a través del brazo derecho, lo durmió en cuestión de segundos. Se estiró ligeramente, gimió y emitió un grito ahogado. Sus manos, con los puños cerrados, quedaron sin vida. El bromuro de pancuronio le dejó los músculos rígidos y su respiración cesó. Por último, el cloruro de potasio detuvo el corazón. La muerte acechaba a Gacy desde hacía mucho tiempo, y al final lo doblegó, con ayuda de una sobredosis de anestesia y un paro cardiorrespiratorio que se produjo cuando estaba dormido. Unos treinta testigos empezaron a susurrar al contemplarlo con la tez lívida por la muerte.
Gacy rumbo a su ejecución
Gacy se había ido. Ya no volvería a torturar, a violar ni a matar, no volvería a estrangular ni a ahogar a sus víctimas. Fue declarado muerto a las 12:58 de la mañana. El cadáver se cargó en una furgoneta para trasladarlo a la sala de autopsias, pero los medios de comunicación la persiguieron, de modo que se metió a escondidas en un segundo vehículo para esquivar a los reporteros. Además del patólogo que iba a practicar la autopsia, un policía alto y corpulento permanecía de pie en silencio. Era raro que un policía estuviera presente durante la autopsia de un convicto, pero dada la notoriedad de Gacy y la atención que recibía de la prensa, su presencia era necesaria.
Muñeco de “Pogo, el Payaso”
Se extrajo el cuerpo cianótico de Gacy de la furgoneta y se depositó sobre una mesa de aluminio. Luego se abrió el tronco del cadáver y se extrajeron los órganos internos, se midieron y se etiquetaron. Luego, con la doctora Helen Morrison como ayudante, el patólogo abrió cuidadosamente el cráneo de Gacy con una sierra eléctrica y extrajo el callo.
Gacy con un fan
A continuación apareció el cerebro. Lo extrajeron e introdujeron en un tarro de vidrio lleno de formalina, una mezcla de gas de formaldehído y agua. Esta solución tiene dos funciones: impedir la descomposición y espesar la materia para que se pueda tocar sin romperla. No había anomalías visibles. Se cortó su cerebro en láminas y se colocó en el microscopio, listo para su estudio. Tiempo después, Helen Morrison se llevó a su casa el cerebro de Gacy para guardarlo como recuerdo.
El cerebro de Gacy
La antigua celda de John Wayne Gacy fue utilizada durante la filmación de la serie estadounidense Prison Break. Jonathan Davis, vocalista de la banda Korn, compró el traje de payaso de Gacy. La banda argentina de rock Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, escribió un tema sobre John Wayne Gacy titulada “Pogo”. El tecladista de la banda de Marilyn Manson tomó parte del nombre de John para su "nueva identidad": Madonna Wayne Gacy.
El criminalista Robert K. Ressler, en su libro Dentro del monstruo, describió así su experiencia la noche de la muerte de Gacy:
“En 1994 se agotó el tiempo de John Wayne Gacy. La noche del 9 al 10 de mayo de 1994, en que Gacy iba a ser ajusticiado con una inyección letal, yo estaba en un motel de otro estado. Me di cuenta de que era el aniversario de su primera detención, acaecida en 1968 en Iowa, por sodomía. Puse la CNN para conocer detalles de las últimas tentativas para detener la ejecución, pero recapacité: ‘No voy a quedarme aquí sentado esperando a que ocurra’, y cambié a otro canal, donde emitían una película antigua. Me quedé, sin embargo, dormido con la televisión encendida.
“De madrugada, cuando aún estaba oscuro, me desperté sobresaltado. Respiraba con dificultad, entrecortadamente, como tras una pesadilla, pero no había tenido ninguna. Tenía palpitaciones, estaba sufriendo un extraño ataque de ansiedad. Di unas vueltas por la habitación, me bebí un vaso de agua y pensé que tal vez tuviera un ataque al corazón. Me senté en la cama y volví a poner la CNN. En aquel momento decían: ‘A tal y tal hora, John Wayne Gacy ha sido ejecutado’, y la hora que anunciaron coincidía al minuto con el momento en que me había despertado aquel extraño sobrecogimiento. No puedo decir si John Wayne Gacy, de camino al infierno, pasó por mi habitación dispuesto a asustar al cazador de asesinos en serie que se había criado sólo a cuatro calles de él, pero fue una extraña experiencia”.
Fuente: Escrito con Sangre.