domingo, 18 de marzo de 2012

CRIMINOLOGIA - H.H. HOLMES


                              ASESINOS EN SERIE: "EL HOTEL DE LOS HORRORES"






Historia de H. H. Holmes

H. H. Holmes, uno de los primeros asesinos en serie de Norteamérica

"Nací con el maligno como mi patron a un lado de la cama cuando vine al mundo y ha estado conmigo desde entonces..."
H. H. Holmes

Algunos consideran a H. H. Holmes como el primer asesino en serie de Norteamérica, sin embargo hay otros casos anteriores que califican como tales, por lo que se podría remediar esto considerándolo como uno de los primeros. Su nombre real fue Hermann Webster Mudgett, nacido en el año de 1861 en el pueblo de Gilmanton en New Hampshire. Sus padres fueron Levi Horton Mudgett y Theodate Page Price.
La sociedad norteamericana tuvo conocimiento de los crímenes y delitos de Holmes gracias a una circunstancia algo fortuita, aunque más bien podría decirse que causada por la misma avaricia infinita de Holmes mismo. Después de fraguar un cuantioso fraude a una aseguradora no repartió el botín como había sido acordado con otros rufianes y uno de ellos en venganza y estando preso comenzó a cantar los detalles de la aventura. Solo así la policía pudo conocer y lentamente descubrir la montaña de crimen y oscuros delitos que tenía encima el señor H. H. Holmes.
Muy poca información se conoce de la infancia de Holmes, aunque se reporta que su padre era un alcohólico y que la vida familiar era de marcada estrechez económica. De pequeño padeció del abuso de los demás niños quienes seguramente y como siempre ocurre con los asesinos seriales, lo molestaron por ser diferente y aislado. El mismo Holmes cuenta que una vez los chicos lo forzaron a ver y tocar un esqueleto humano. Tras lo cual nació en el la fascinación por los cadáveres y la muerte que lo llevó posteriormente a estudiar medicina.
En 1884 se graduó de la escuela de medicina y comienza una carrera como farmacista. Aunque inmediatamente también efectúa otros negocios turbios en bienes raíces, promociones fantasmas y en general fraudes y timos, como vender una cura contra el alcoholismo, cosa que ni hoy en día existe. Hasta eso era imaginativo para sus fraudes pues llegó a comercializar una máquina que convertía agua en gas natural.
El 8 de Julio de 1878 se caso con Clara Lovering, luego el 28 de Enero de 1887 con Myrta Belknap y finalmente una tercera mujer de nombre Georgiana Yoke. Como puede apreciarse era un prolífico amante capaz de casarse sin haberse divorciado ni de la primera esposa y así fue la tónica de su vida, relacionándose una y otra vez con jóvenes mujeres en quienes se apoyaba para lograr alguna ganancia material. Algunas de ellas inclusive se convirtieron en sus víctimas.
Desde 1880 Holmes se había mudado a la ciudad de Chicago, lugar elegido para la feria mundial que se efectuó en 1883 con una duración de seis meses. Aquel magno evento significaba un mundo de oportunidades no solo para el desarrollo de la ciudad y los negocios sino también para los incontables estafadores y ladrones que inevitablemente aparecerían en el lugar. Uno de ellos desde luego nuestro héroe del presente relato. Su primer empleo en Chicago fue como farmacista, el equivalente antiguo del actual químico de farmacia, y trabajo para una mujer y su familia que poseían una próspera droguería en la calle 63. Con gran habilidad y carisma Holmes atendía a la clientela conformada en su mayoría por mujeres quienes por pequeños encargos tardaban enormidades dentro del negocio. Con tan eficiente empleado jamás la dueña habría de imaginar el nefasto destino que le esperaba. Meses después desapareció sin dejar rastro alguno. Evidentemente Holmes se hizo cargo a partir de entonces del negocio y cuando era interrogado sobre la anterior propietaria, comentaba que le había vendido el negocio y se había marchado a California. Lo más seguro es que murieron a manos del doctor Holmes.

Una vez bajo su poder el  negocio de la droguería se hizo de un terreno justo enfrente de la acera. A partir de ahí comenzó la construcción de su "castillo", una edificación de 3 niveles que ocupaba un gran espacio. En la planta baja a nivel de la calle dispuso de locales comerciales y en los siguientes pisos cuartos de huéspedes. La idea era explotar la necesidad de alojamiento durante la feria. Holmes se especializaría en hospedar a las mujeres solas e ingenuas que vendrían de todo el país a la feria. Muchas de ellas se convertirían en sus amantes de las cuales la mayoría no saldría con vida del castillo. Una vez que se hospedaban nunca nadie sabría de ellas nada más.
De acuerdo a los relatos de historiadores, el castillo contaba con alrededor de 100 habitaciones sin embargo algunas de estas especialmente equipadas para convertirse en la morada final de sus ocupantes. El lugar estaba construido de modo que varias habitaciones tenían trampas en el suelo, puertas que no tenían ninguna salida, algunas tenían paredes y techos sellados con placas de asbesto y eran también a prueba de sonido. Había pasajes secretos, y mirillas que le permitían a Holmes espiar dentro de ciertos cuartos. Lo mismo estaban dispuestas tuberías que transportaban gases venenosos que Holmes inyectaba mediante mandos mecánicos que tenía en su propia habitación. La policía también descubrió en el sótano un quirófano completamente equipado así como un cremador y varias tinas de gran tamaño repletas de acido. Incluso fue hallado un tanque que explotó mientras se investigaba su contenido. ¿Cómo ocurrió que en las narices de toda una ciudad alguien haya construido un castillo de tortura como este? Aparentemente Holmes se aprovechó de una peculiarley laboral de entonces que no obligaba a un patrón a pagar por los servicios de alguien si lo despedía antes de una semana de haberlo contratado. Holmes contrataba gente para despedirlos antes que pudieran entender los complicados pasos para construir su demente proyecto. Increíblemente nadie se dio cuenta de lo que estaba construyendo.
Una vez seleccionada la o las víctimas, eran hospedadas en uno de los cuartos especiales donde quedaban aprisionadas sin posibilidad de pedir auxilio al exterior. Entonces Holmes decidía el método de tortura a aplicar. Podía ser que inyectara un gas venenoso a la habitación y por la mirilla observara las reacciones de la víctima, aunque se dice que podía incendiarla también. Era común que por una de las entradas secretas se presentara a la víctima para violarlas y asesinarlas con sus propias manos. Algunas de ellas fueron puestas en una tabla de tortura donde se les estiraba hasta la muerte. Para disponer de los cuerpos había unos conductos que desembocaban al sótano donde podía introducir los cuerpos en las tinas para descarnarlos y así vender los esqueletos a escuelas o estudiantes de medicina de escasa reputación. Otras veces incineraba los restos que no le servían. Así cuando los forenses analizaron las instalaciones y el cremador se pudo llegar a la conclusión de que ahí habían restos de por lo menos 27 personas. Niños y hombres incluidos. Cuando Holmes creyó pertinente abandonar la ciudad intentó incendiar el lugar para cobrar el seguro.
Pero fue en 1894 cuando el nombre de H. H. Holmes entró a escrutinio público. En octubre de ese año en Filadelfia, un reo de nombre Marion Hedgepeth comenzó a hablar del fraude a una compañía aseguradora que el y otros habían llevado a cabo. El asunto consistió en defraudar a la Fidelity Mutual Life Association de Chicago simulando la muerte de un hombre llamado Benjamin Pitezel y cobrar un seguro por $10,000 dólares para dividirlo entre todos los participantes. Para tal efecto se efectuó una explosión "accidental" en un laboratorio y colocando en el lugar el cuerpo de un muerto reciente. Sin embargo el cerebro de la operación, H. M. Howard había huido con el dinero sin repartir lo acordado y por tal motivo Hedgepeth confesaba como pago por la ingratitud sufrida. La declaración de Hedgepeth fue enviada a la aseguradora que rápidamente comenzó a indagar el fraude. Pronto se dieron cuenta que el tal H. M. Howard era H. H. Holmes a quien identificaban como un conocido defraudador.
Empleados de la aseguradora que ya habían expresado sospechas sobre la muerte de Pitezel revisaron de nuevo el expediente del caso. En 1893, año del acontecimiento había sido hallado un cuerpo en el lugar de la explosión sin embargo por el rigor mortis y las severas quemaduras en el rostro había sido imposible juzgar su identidad. De todos modos H. M. Howard se presentó a identificar el cuerpo de Pitezel por otras características y datos. Había cobrado el dinero acompañado de uno de los hijos de Pitezel. Desde entonces desapareció sin dejar pista junto con todos los niños Pitezel. Entonces la compañía decidió contratar los servicios de una agencia de detectives que operaba a nivel nacional. Pronto los detectives tomaron nota de numerosos fraudes, robos y timos que Holmes había efectuado por todas partes y de como gracias a las ganancias obtenidas en estos sucios negocios había conseguido reunir dinero para construir un edificio de tres pisos en Chicago. Ciertamente era uno de los más prolíficos defraudadores de que ellos tuvieran noticia.
Tras una corta temporada de seguirle la pista finalmente dieron con Holmes el 16 de Noviembre de 1894 en Vermont cuando se disponía a dejar el lugar en un barco de vapor. Una vez que informaron a la policía de la detención, le dijeron a Holmes que lo buscaban por el robo de un caballo. Curiosamente ninguna de las dos partes pretendía estar enterada de lo que realmente sucedía y había detrás de la detención. Holmes confiaba salir del aprieto usando sus mejores armas, su labia y una gran carga de mentiras y engaños. Y los detectives guardaban para más tarde la acusación de fraude. Una vez bajo custodia, empleados de la aseguradora fueron a verlo reconociéndolo al instante. Holmes decidió confesar por completo el fraude pensando que tal vez si era acusado de ese crimen no se escarbaría de más en su pasado. Cuando le preguntaron por los hijos de Benjamin Pitezel que no estaban ya bajo su cuidado, soltó una explicación poco creíble diciendo que ya estaban con su padre quien había viajado a Sudamérica o a Florida. Evidentemente no estaba preparado lo suficiente para responder acerca de los chiquillos. La esposa de Benjamin Pitezel, de nombre Carrie, fue interrogada también. Aunque estaba al tanto del fraude, no pudo decir donde se hallaban tanto su esposo como sus hijos. Había sido engañada por Holmes quien bajo la promesa de ver pronto a sus familiares la movía constantemente de residencia. El grado de confusión que mostraba la mujer hizo entender a la policía y los detectives que Benjamin Pitezel estaba muerto, y lo mismo comenzaron a temer de los niños. Pero todavía era muy temprano para sacar conclusiones. Como el crimen que se investigaba había ocurrido en Filadelfia, Holmes fue escoltado hacia esa ciudad y en el camino comenzó a alardear de que si por sus crímenes fuera ejecutado, hasta 12 veces hubiera sido colgado ya. Inclusive trató de sobornar al oficial que lo acompañaba con $500 dólares si se dejaba hipnotizar y escapaba. Gracias a esto, muy pronto se rumoró en la prensa que Holmes poseía poderes sobrenaturales.
Holmes fue encarcelado en la prisión de Moyamensing, lugar donde los celadores le tomaron gran aprecio y tal era el carisma que destilaba que le hacían favores y diariamente le abastecían del periódico con lo cual se enteraba que nuevo fraude o delito la policía le iba descubriendo. Entonces se dio cuenta que debía sofisticar sus alegatos e historias porque la situación así lo exigía. Siempre estaba maquinando engaños e historias. Confiesa a la policía que el cuerpo hallado en Callowhill era el de Pitezel. La idea inicial era emplear un cuerpo para simular la muerte de Benjamin pero este último era muy proclive a emborracharse. En la casa que habían rentado y equipado con los productos químicos, un día había encontrado a Pitezel muerto y con una carta de suicidio a su lado. Había empleado cloroformo para drogarse y murió. Con tal de no desaprovechar la oportunidad de completar el fraude había preparado el cuerpo de Pitezel y la escena de la explosión tal y como había sido acordado desde un principio. Según Holmes se fue del pueblo en espera de noticias sobre el hallazgo del cuerpo e informó a Carrie que sus hijos estaban bajo la protección de una mujer llamada Minnie Williams en Inglaterra. El 3 de Junio de 1895 Holmes fue juzgado y bajo consejo de sus abogados se declaró culpable, esto en el entendido de que así la sentencia sería más benigna. Pero los procedimientos fueron complicándose porque tanto reporteros como autoridades y la mamá exigían conocer el paradero de los niños Pitezel. Entonces es llamado el detective Frank Geyer para descubrir el paradero de los niños. La larga jornada de búsqueda gozó de gran publicidad y fue financiada por la compañía aseguradora pues todos deseaban que cayera luz sobre el misterio.
Geyer era un sujeto de enorme estatura de quien emanaban energía y determinación. Poco antes de que se le asignara la investigación había sufrido la pérdida de su esposa e hija en un incendio por lo que esta nueva asignatura adquiría gran significado para el en vista de que los niños podrían haber sido víctimas de asesinato. Geyer declaró que no podía confiar en una sola palabra que dijera Holmes puesto que era un mentiroso y defraudador profesional, que había tenido el cinismo de llorar cuando se le dijo de frente que era sospechoso de asesinar a los niños Pitezel. Como Holmes estaba al tanto de cada noticia respecto a si mismo, cambiaba cualquier detalle para ajustar su estrategia. Geyer entendía que el sospechoso jugaba así con todas las personas a su alrededor en una suerte de juego que jugaba para si mismo, por lo que no se sabía que declaraciones eran verdaderas. La investigación debía efectuarse aparte de cualquier dato aportado por H. H. Holmes.
Sin embargo Holmes, había admitido tener en custodia a Alice Pitezel entonces de 15 años cuando fue a reclamar el dinero del seguro. Luego se había hecho cargo de los otros dos hijos de Benjamin: Howard de 8 y Nellie de 11. Las dos mujercitas escribían casi a diario a su madre relatando los acontecimientos de su vida. Todas estas comunicaciones se las había quedado Holmes que por ni equivocación las hubiera mandado por correo. Pero cuando fue detenido se encontraron entre sus pertenencias. Holmes le dijo a Carrie que los niños estaban a cargo de Minnie Williams en Inglaterra, claramente deseaba desviar la atención de Geyer y las autoridades muy lejos, pero el domicilio que mencionaba no existía en Londres, por lo que Geyer decidió enfocar la búsqueda en Norteamérica.
A fines de Junio de 1895 Geyer comienza su viaje armado de las cartas de las muchachitas, retratos de ellos y Holmes así como descripciones de ropas y vestidos. A pesar del pesimismo de las autoridades, el detective estaba decidido a encontrar el destino de los Pitezel. En la ciudad de Cincinnati visitó casi todos los hoteles mostrando fotos hasta que en un lugar un hombre reconoció al pequeño grupo de viajantes. Este señor le dio indicaciones a Geyer para seguir buscando y después de mucho indagar una mujer apareció que le habló del sujeto del bigote que se hacía acompañar de un niño y que le había dado una estufa. Al fin había una pista sólida que llevó a Geyer ahora a la ciudad de Indianápolis, lugar al que las cartas lo iban dirigiendo. Las pistas surgían aquí y allá hasta que Geyer comprendió que Holmes movía dentro de la misma ciudad a sus tres esposas y a los niños. Ninguno de los cuales sabía de la existencia ni de los movimientos de los otros. Era un enigma el porque Holmes realizaba un esfuerzo tan grande con todas estas personas, pero entonces la suerte de los niños Pitezel se hacía cada vez mas oscuro y misterioso.
Los siguientes destinos fueron Chicago y Detroit, de donde Alice escribe su última carta. En ella relata a su madre la tristeza que la embargaba por hallarse separados. Y añade el escalofriante hecho de que Howard no los acompaña mas. Por cierto, Geyer descubre que Holmes trae a Detroit a la misma Carrie con sus otros dos hijos a quienes coloca solamente a tres cuadras de distancia.
El siguiente punto a visitar fue la ciudad de Toronto, donde Geyer se embarca en la exhaustiva tarea de mostrar fotos e imágenes a todos los agentes de bienes raíces que pudo. La cansada estrategia dio frutos y llego a una casa donde los residentes de ese momento le comentaron de un lugar dentro de la propiedad donde la tierra había sido removida hacía poco tiempo. Aunque se excavó a profundidad nada estaba enterrado ahí. A pesar del fracaso, el olfato de Geyer le indicaba que estaba cerca del sitio correcto. Tras más averiguaciones detecta otro lugar donde había rentado Holmes con sus jóvenes acompañantes. Va al lugar y le informan del sótano donde hay algo de tierra en el suelo recientemente removida. Inmediatamente al clavar la pala el hedor de un cuerpo en descomposición surgió de la tierra. Con la ayuda de un enterrador descubre a unos pocos pies de profundidad los cuerpos desnudos de dos mujeres. Supuso que serían los cadáveres de Nellie y Alice Pitezel. Finalmente tras considerables esfuerzos y sacrificio la investigación producía tristes noticias, pero resultados al fin. Oficiales de policía locales hicieron el levantamiento de los cuerpos ante la congratulada mirada de Geyer que telegrafió a Filadelfia para informar a sus superiores del hallazgo. Gracias a los fragmentos de ropas quemadas y un juguete listado entre las pertenencias de las niñas, Geyer estableció fuera de toda duda la identidad de los cuerpos. Para finalizar la diligencia la señora Carrie Pitezel fue enviada a la morgue de Toronto donde le fue permitido ver únicamente el cabello y los dientes de los cadáveres dado que los restos, estaban en muy avanzado estado de putrefacción para poder ser vistos por ella. Tan pronto vio los restos, se dio cuenta que Holmes le había mentido y asesinado a sus hijos.
Pero la odisea de Geyer aún no terminaba pues faltaba por hallar al pequeño Howard así que guiado por la correspondencia regresó a Indianápolis a seguir buscando. Esta vez Geyer se había convertido casi en una celebridad, su investigación era de interés nacional lo cual fue bueno y malo a la vez pues recibió numerosas pistas que no lo llevaban a ninguna parte. La investigación lo llevo a otros lugares cercanos pero nada ocurría y el desaliento aumentaba. Mientras tanto agentes de Filadelfia estudiaban con lupa las cartas y hallaron que Holmes y los niños habían permanecido más tiempo del inicialmente estimado en Indianápolis. Reordenando su estrategia comenzó a explorar los pueblos circundantes mostrando la foto de Holmes dondequiera se rentaran cuartos o espacios hasta que en un lugar llamado Irvington un hombre reconoció a Holmes. Precisamente las maneras groseras de este se quedaron grabadas en la memoria del señor. Holmes había estado ahí con un muchachito el pasado mes de Octubre. Geyer finalmente creyó llegar al final de su viaje. De inmediato viajó a la propiedad en busca de un lugar donde estuviera enterrado el cuerpo del pequeño Howard sin embargo en el sótano no halló ningún lugar recientemente alterado. Fue gracias a la ayuda de varios vecinos que identificaron a Holmes por la fotografía que Geyer persistió y peinó de nuevo la propiedad hallando en la chimenea algunos restos humanos. Entonces un médico local dijo haber hallado partes de un fémur y otros restos en el mismo sitio. Aquello no podía ser mera casualidad por lo que procedieron a desmontar el mueble y para su sorpresa encontraron la cadera y partes del cuerpo de un niño de aproximadamente 7 años de edad. Los restos se hallaban bastante chamuscados.
El 12 de Septiembre Holmes fue acusado de la muerte de Benjamin Pitezel y mientras esto sucedía se le iban conociendo más tropelías en Chicago. La suerte del doctorcito estaba cayendo dramáticamente pues todo indicaba que era responsable de no pocos muertos. Siendo así la situación Holmes decide escribir un libro acerca de su vida, asistido por un editor cuenta su vida desde su niñez hasta la época en la que se le acusa de los homicidios. El tono general es de hacerse siempre la víctima, algo típico de los criminales seriales narcisistas. En todo momento niega haber cometido crimen alguno, así como el haber cometido transacciones fraudulentas. Respecto a muertos y desaparecidos atribuidos a su persona da explicaciones vagas de como solos desaparecieron o teorías suyas de quien pudo haberlos eliminado. Tuvo incluso la intención de hacerse ver como un hombre ordinario incapaz de cometer ninguna clase de delito. Ni el público ni autoridad alguna se tragó una sola palabra de su libro, prefiriendo la gente los picantes y espectaculares relatos de sus crímenes que aparecían en los periódicos.
Su juicio se reinició el 28 de Octubre y duró seis días únicamente. Al principio Holmes solicitó al juez Arnold ser su propio abogado, petición que fue aprobada, pero el acusado nunca pudo establecer algún punto a su favor. Aunque se debe notar que Holmes fue el primer acusado de homicidio en defenderse solo, por lo que su juicio llamó la atención de estudiosos y alumnos de derecho. Según testigos, Holmes se comportaba deferente con el juez y mordaz contra el fiscal siendo siempre atento y vigoroso en sus argumentos. En un momento dado solicitó se efectuaran exhaustivos análisis toxicológicos al líquido con el que lo acusaban de envenenar niños. El mismo se ofrecía efectuar los estudios pues era conocedor del tema, sin embargo la gente tuvo la impresión de que se quería exonerar usando a la ciencia como medio para tal fin. Otro error grave que cometió fue cuando en el juicio se describió con extensos detalles el estado del cuerpo mutilado y quemado de Pitezel. A pesar del repulsivo recuento, Holmes solicitó un receso para almorzar, porque tenía hambre. Es decir la gente se dio cuenta que no le afectaba en nada la suerte de su socio. Cansado y sin suerte, Holmes solicitó la ayuda de sus abogados. El jurado entendió que el acusado perdía la batalla legal que el mismo se había impuesto. Poco a poco las pruebas de que Benjamin Pitezel había sido asesinado se apilaban contra Holmes. Quedo probado que el cloroformo que supuestamente había empleado en si mismo Pitezel le había sido introducido a la fuerza al cuerpo cuando ya había fallecido. Pero Holmes había confesado estar con Pitezel en esos momentos finales, de modo que al jurado no le quedaba otra opción que condenarlo. La sentencia fue colgarlo en la horca.
Fallida una última apelación de sus abogados y sentenciado a muerte, Holmes decide tomar de nuevo el lápiz y el papel para confesar sus delitos, admitiendo que no tenía ya ningún sentido negar su responsabilidad en los crímenes que le atribuían. Inclusive apreciaba al detective Geyer quien diligentemente había sacado a la luz pública sus delitos. Siempre tratando de sacar ventaja hasta de las desfavorables situaciones ahora Holmes pretendía en convertirse en el peor asesino del mundo, subiendo su marca a los 100 asesinatos. Aunque verificables la cifra bajaba a 27. En su momento fue el rufián más detestado del mundo. Su carrera de asesinatos comenzó desde que era estudiante de medicina cuando envenenó a un compañero de la escuela para cobrar dinero del seguro. El siguiente fue por una pelea contra un hombre que le debía también dinero. Y así poco a poco fue haciéndose adicto a la sangre y la violencia. En cuanto a mujeres y amantes no pasaba una con cuya relación el no obtuviera ganancias materiales. En su castillo de torturas en Chicago terminó con la vida de no pocas mujeres que habían entrado a rentar cuartos. Cualquier oficina que tuviera en ciudades o pueblos era buena para abrir agujeros en el suelo para enterrar cómplices o rivales de negocios. En cuanto a Benjamin Pitezel, afirmó que desde el primer instante que lo conoció supo que habría de asesinarlo algún día, claro esta no antes de sacarle el máximo provecho a su relación de negocios. Cada gesto de amabilidad para con el tenía por propósito ganarse cada vez más su confianza. Pitezel si tenía un problema con el alcohol pero una vez manipulada la familia y que mediante engaños Holmes la había separado, se dedicó a escribirle cartas falsas haciéndole pensar que su mujer lo quería abandonar. El día halló a Pitezel suficientemente ebrio, lo ato y procedió a rociarle benceno en el cuerpo para incendiarlo, a pesar de las súplicas de éste por acabar rápido con su vida dejó que se quemara vivo. Una vez fallecido Pitezel procedió a rociarlo ahora con el cloroformo y colocó el cadáver al sol para que cuando fuera descubierto la identificación fuera imposible. Se alejó de la escena del crimen sin sentir el menor remordimiento por sus actos. Así había sido siempre.
En cuanto a los niños Pitezel, el objetivo fue siempre el de deshacerse de ellos, pero lo habría de hacer sin levantar sospechas por lo que tuvo que moverlos por varias partes hasta encontrar el momento preciso para matarlos. Al pequeño Howard lo envenenó y una vez fallecido procedió a cortarlo en partes que cupieran en la puerta de una estufa en la que incineró los restos. A las niñas las había hecho entrar a un baúl para posteriormente inyectarle un gas venenoso por un orificio. Ninguno de estos actos le produjo pena alguna, es más, ya iba por Carrie Pitezel y los otros niños a quienes planeaba matar con nitroglicerina, pero antes de conseguirlo fue detenido. La mayoría de las confesiones de Holmes fueron desacreditadas en los círculos policíacos, sin embargo la realidad al respecto se la llevó el condenado a su tumba.
El 7 de Mayo de 1896 H. H. Holmes fue ejecutado por la mañana, según testigos del hecho su cuello no se rompió inmediatamente al caer del cadalso y tardó hasta quince minutos en fallecer. Para evitar que su cuerpo fuera mutilado o robado el mismo Holmes pidió que fuera enterrado en un ataúd lleno de cemento. De hecho hubo guardias presentes durante su entierro en una fosa del doble de profundidad igualmente rellenada con cemento y sin lápida que identificara su lugar. Los abogados de Holmes rechazaron una oferta de $15,000 dólares que un instituto médico les ofreció por el cerebro del asesino.
Tras su muerte no dejaron de ocurrir extraños sucesos alrededor del mismo. Tal parece que Holmes dejó una maldición contra aquellos que lo rodearon en vida o en alguna de sus truculentas aventuras. Un par de semanas después de la ejecución uno de los testigos claves, médico legista de profesión súbitamente cayó muerto de un envenenamiento sanguíneo. Otros participantes de su juicio cayeron enfermos de muerte días después. Uno de los guardias de la prisión donde había estado interno Holmes cometió suicidio. Luego inexplicablemente una de las oficinas de investigación de la aseguradora que Holmes había defraudado se incendió por completo. Curiosamente solo quedaron unas fotos de Holmes y la orden de presentación del mismo. Y así, varias personas relacionadas con Holmes o su juicio encontraron muertes violentas. En cuanto a Hedgepeth, tras muchos años de buscar el perdón por haber ayudado en la captura de Holmes salió liberado pero para reincidir en sus actividades delictivas. No pasó mucho tiempo antes de que fuera abatido mientras robaba un salón de juegos.
FUENTE: ASESINATO SERIAL

 

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