Alcázar de Toledo. Fotografía de Wikimedia Commons.
Una vez ganada la guerra, Franco se propuso controlar y dominar a los españoles en todos los aspectos de la vida con todos los recursos a su alcance. Uno de los más importantes fue mediante la difusión de su propia versión de la Historia.
La idea que Franco implantó fue, sobre todo, que la guerra fue una liberación de la nación que peligraba. Asociada a esta idea de liberación y de unificación nacional vino también la idea de la “Cruzada”, la vuelta a los tiempos medievales de la Reconquista que evocan el fanatismo religioso y la pureza étnica, aspectos que encajan muy bien con la postura racista del régimen hacia los masones y los judíos.
Para entender la gestación del régimen franquista es necesario acercarse a la “mitología” de su “Cruzada” y en particular al episodio del Alcázar de Toledo. Ningún historiador ha dado aún una explicación razonable al hecho de que Franco decidiera desviar un ejército del camino hacia Madrid para “conquistar” Toledo, una ciudad sin ninguna importancia militar. Una decisión errónea a todas luces desde el punto de vista táctico, que pudo salirle muy cara pero que terminó revelándose como trascendental, ya que le dio el mando absoluto del bando nacional.
Cartel de la película "Sin novedad en el Alcázar". Se dice que ésta fue la primera frase de Moscardó a Varela al ser "liberado" el Alcázar. Realizada en 1940 en coproducción con Italia, la película refleja los rasgos más representativos de la propaganda franquista: militarismo, patriotismo exacerbado, respeto a la tradición... Imagen de la web Guerra Civil Española 1936
En el Alcázar de Toledo se encuentran los elementos esenciales del discurso y de la estética franquista: la España imperial de Carlos V, el ejército como modelo y cuna de valores, la esencia de la “raza española” y la virtualidad de ser Toledo la capital de la España católica que se funde con el fascismo falangista.
Dominando el horizonte desde la colina más alta de la ciudad de Toledo, la mole rectangular del Alcázar fue siempre, desde el pretorio romano y la defensa de la alcazaba musulmana, un lugar fortificado. Utilizado con múltiples fines, cuartel, prisión, palacio… en 1936 era la sede de la Academia de Infantería, Caballería e Intendencia.
Dominando el horizonte desde la colina más alta de la ciudad de Toledo, la mole rectangular del Alcázar fue siempre, desde el pretorio romano y la defensa de la alcazaba musulmana, un lugar fortificado. Utilizado con múltiples fines, cuartel, prisión, palacio… en 1936 era la sede de la Academia de Infantería, Caballería e Intendencia.
Con fachadas de diferentes estilos el Alcázar es, en la actualidad, sede del Museo del Ejército, donde alberga su colección. Imagen de la web El turismo en España
Cuando el 18 de julio estalló la Guerra Civil la máxima autoridad militar de Toledo, por ausencia de su titular el coronel Abeilhé, era el coronel José Moscardó, director de la Escuela Central de Gimnasia.
Moscardó, que llevaba tres días rehusando cumplir las órdenes del Gobierno que le instaba a entregar las municiones de la fábrica de armas de la ciudad, decidió proclamar el estado de guerra, quedarse con las municiones y encerrarse en el Alcázar con más de mil combatientes. Éstos se componían, sobre todo, de guardias civiles que habían dejado abandonados sus puestos en los pueblos de la provincia, soldados pertenecientes a la guarnición de la ciudad, algunos cadetes y voluntarios de Acción Popular y de la Falange. Les acompañaban cerca de 670 civiles, la gran mayoría mujeres y niños familiares de los sublevados.
Moscardó, que llevaba tres días rehusando cumplir las órdenes del Gobierno que le instaba a entregar las municiones de la fábrica de armas de la ciudad, decidió proclamar el estado de guerra, quedarse con las municiones y encerrarse en el Alcázar con más de mil combatientes. Éstos se componían, sobre todo, de guardias civiles que habían dejado abandonados sus puestos en los pueblos de la provincia, soldados pertenecientes a la guarnición de la ciudad, algunos cadetes y voluntarios de Acción Popular y de la Falange. Les acompañaban cerca de 670 civiles, la gran mayoría mujeres y niños familiares de los sublevados.
Retrato de José Moscardó, ya ascendido a Teniente General. Imagen de la web TarifaWeb
Lo que no dice oportunamente la propaganda franquista es que habían capturado y llevado con ellos a numerosas mujeres y niños de reconocidos izquierdistas toledanos a los que mantuvieron presos como rehenes y que fueron asesinados por los defensores en el transcurso del asedio antes de que las tropas de Varela “liberasen” el Alcázar.
Quiso también la “historia oficial” hacernos creer que la mayoría de los defensores eran cadetes imberbes y poco experimentados que tuvieron que hacer frente a barbados “rojos” duchos en el arte de la guerra. Pero la realidad es que, al estar en período vacacional, había exactamente 8 cadetes en el Alcázar.
Para defenderse, contaban con 1.200 fusiles, dos piezas de artillería de 7 milímetros, 13 ametralladoras, 13 fusiles ametralladoras y un mortero. Además de los 800.000 cartuchos que lograron traer de la Fábrica de Armas tenían 50 granadas rompedoras, 50 granadas de mortero, cuatro cajas de granadas de mano, unos 100 petardos de trilita y un detonador.
Quiso también la “historia oficial” hacernos creer que la mayoría de los defensores eran cadetes imberbes y poco experimentados que tuvieron que hacer frente a barbados “rojos” duchos en el arte de la guerra. Pero la realidad es que, al estar en período vacacional, había exactamente 8 cadetes en el Alcázar.
Para defenderse, contaban con 1.200 fusiles, dos piezas de artillería de 7 milímetros, 13 ametralladoras, 13 fusiles ametralladoras y un mortero. Además de los 800.000 cartuchos que lograron traer de la Fábrica de Armas tenían 50 granadas rompedoras, 50 granadas de mortero, cuatro cajas de granadas de mano, unos 100 petardos de trilita y un detonador.
Milicianos republicanos disparando contra el Alcázar. Imagen de la web Toledo olvidado
Las tropas republicanas, compuestas en su mayoría de anarquistas y guardias de asalto, asediaron el Alcázar desde el 21 de julio sin conseguir conquistarlo. Pero tampoco es cierto, como la propaganda franquista quiso hacer creer, que se organizara un ataque desde el primer día. Lo cierto es que la República trató, básicamente, de negociar con Moscardó. De hecho, el mismísimo Vicente Rojo, que llegaría a jefe del Estado Mayor de la República, le entregó el 9 de septiembre una oferta de rendición que fue rechazada.
Cuando el Alcázar empezó a ser bombardeado con piezas de gran calibre, los republicanos comenzaron a confiar en un pronto desenlace, pues la situación de los sitiados era dramática: los alimentos escaseaban, el agua estaba racionada y la moral estaba muy baja. Suicidios y deserciones (al menos 23 personas se pasaron a los republicanos), convenientemente ocultados por la historia franquista pero fielmente reflejados por Moscardó en su diario de operaciones, se sucedían.
Conviene aquí reconocer las penalidades y la heroicidad de los sitiados, aunque relativizado todo ello por las tremendas carencias alimenticias y los bombardeos aéreos sufridos por la población civil en la retaguardia republicana.
Hasta aquí todo parecería una batalla más, un episodio de una larga y sangrienta guerra. Pero es ahora cuando aparece el mito. El mito del Alcázar se sostiene básicamente en el asunto del fusilamiento de Luis, hijo de Moscardó. El 23 de julio, un supuesto jefe de las milicias republicanas llamó por teléfono a Moscardó exigiéndole la rendición del Alcázar. Para conseguir su propósito, el republicano amenazó al coronel con fusilar a su hijo Luis, a quien tenía prisionero, y para amedrentar a su interlocutor puso al propio Luis al aparato. Así pues hablaron padre e hijo. Dicha conversación es el plato fuerte de la versión franquista de los hechos.
Hasta aquí todo parecería una batalla más, un episodio de una larga y sangrienta guerra. Pero es ahora cuando aparece el mito. El mito del Alcázar se sostiene básicamente en el asunto del fusilamiento de Luis, hijo de Moscardó. El 23 de julio, un supuesto jefe de las milicias republicanas llamó por teléfono a Moscardó exigiéndole la rendición del Alcázar. Para conseguir su propósito, el republicano amenazó al coronel con fusilar a su hijo Luis, a quien tenía prisionero, y para amedrentar a su interlocutor puso al propio Luis al aparato. Así pues hablaron padre e hijo. Dicha conversación es el plato fuerte de la versión franquista de los hechos.
Algunos historiadores han cuestionado que existiera tal conversación por teléfono, argumentado que éste había sido cortado. Existiera o no, el mensaje está claro: el héroe Moscardó al igual que el héroe de Tarifa, prefiere el sacrificio de su propio hijo antes de rendir la fortaleza que defiende. La ilustración pertenece al libro de exaltación histórica de la patria, "Santa Tierra de España", de la editorial Altés, 1942, cuyo autor es José Muntada.
Se dice que Moscardó le pidió a su hijo que encomendara su alma a Dios y que muriera valerosamente. Y supuestamente Moscardó oyó por teléfono el disparo que acabó con la vida de su hijo. Sin embargo, testigos republicanos de la conversación afirmaron que el tono fue más bien de duda, fatalismo e incluso debilidad.
La amenaza de matar a Luis fue sólo eso, y no una orden ejecutiva: fue enviado a la Prisión Provincial y un mes después de estos hechos, tras un bombardeo aéreo, los milicianos asaltaron la prisión, le incluyeron en una saca masiva de prisioneros y fue fusilado, sin que la conversación antes aludida tuviera nada que ver.
La amenaza de matar a Luis fue sólo eso, y no una orden ejecutiva: fue enviado a la Prisión Provincial y un mes después de estos hechos, tras un bombardeo aéreo, los milicianos asaltaron la prisión, le incluyeron en una saca masiva de prisioneros y fue fusilado, sin que la conversación antes aludida tuviera nada que ver.
Otra prueba de que esta leyenda propagada por los fascistas es apócrifa es su sospechosa semejanza con la de Guzmán el Bueno, que sacrificó valerosamente la vida de su hijo durante el sitio de Tarifa por los árabes en el siglo XIII.
Guzmán el Bueno, lanzando el puñal que degollará a su hijo. Ilustración de Antonio Cobos para la obra de narraciones históricas para escolares "Glorias Imperiales", publicada por Magisterio Español en 1958. Personajes llenos de dignidad, en perfecta armonía con el mensaje que se procuraba transmitir: su paralelismo con los héroes y caudillos vencedores en la Guerra Civil.
Los apologistas del franquismo, que vieron enseguida el paralelismo en ambos episodios de la cobardía por los asesinatos de inocentes, callaron sin embargo lo que no les interesaba. El hecho incontestable de que tanto Guzmán el Bueno como Moscardó tenían en común las deslealtades compartidas ya que ambos se alinearon en contra de la legalidad establecida. Moscardó contra la legalidad republicana y Guzmán apoyando al ilegítimo Sancho IV el Bravo.
El Alcázar se convirtió en el bastión del franquismo y la biografía de Moscardó en inserción obligada en todos los manuales. En la posguerra no hay recato en glorificar a los mercenarios marroquíes quienes guiados por jefes “tan valientes como Varela, Yagüe o El Mizzian " marcharon hacia la liberación del Alcázar, “reducto en el que 500 hombres animados por un español insigne, con temple de héroe y de mártir, y poseído de las más sublimes virtudes de la raza, el coronel Moscardó” resistía el acoso de “los enemigos de la Religión y de la patria” (*)
Reconstrucción del despacho de Moscardó en el Alcázar de Toledo. Las paredes de la habitación están cubiertas de textos que reproducen la famosa conversación telefónica entre padre e hijo. Incluso puede escucharse en varias lenguas. Los turistas de todo el mundo que visitan el edificio se van convencidos de que se trata de una transcripción taquigráfica de la conversación y de que Luis Moscardó fue fusilado a continuación. Próximamente será retirado de la vista por el Ministerio de Defensa. Imagen del diario La Razón.es
Como era de prever se ocultan otros hechos. Como el gran número de cadáveres arrastrados por las aguas del Tajo de toledanos que intentaban escapar en barca o a nado de los legionarios y marroquíes “salvadores” del Alcázar que les tirotearon desde las orillas. Como el degüello a manos de los rifeños de más de 200 soldados republicanos heridos en el hospital de San Juan Bautista (Tavera). O como las 20 mujeres embarazadas de la Maternidad fusiladas contra las tapias del cementerio (**).
Pero ya se sabe que las leyendas apelan a lo mágico y lo maravilloso. Y este tipo de detalles sólo servirían para oscurecer al héroe de la nueva España, al mito.
Y eso no queda bonito.
Pero ya se sabe que las leyendas apelan a lo mágico y lo maravilloso. Y este tipo de detalles sólo servirían para oscurecer al héroe de la nueva España, al mito.
Y eso no queda bonito.
(*) Pérez Rodrigo, A. Una vida al servicio de la Patria.Imp. M. Montañana, Madrid, 1943.(**) Ver, en este mismo blog, la entrada "Grandes asesinos fascistas (II). Ben Mezzian y los moros de Franco"
fuente: Fusilados de Torrellas.
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