Javed Iqbal
Javed Iqbal nació en 1956 en Lahore (Pakistán), y era el cuarto de los seis hijos de un prominente empresario. Cursó estudios en los mejores colegios de pago de Pakistán, y cuando los acabó, su padre le compró una gran casa en el campo. Allí estableció una fundición de acero y vivía rodeado de sus empleados, chicos jóvenes a los que daba alojamiento a parte de la paga. Era todo un referente para sus vecinos y amigos por su caridad, pues normalmente sus empleados eran huérfanos, o niños de la calle.
En Noviembre de 1999, Javed envió sendas cartas a la policía y a un periódico de Lahore en las que declaraba haber asesinado a 100 muchachos con edades comprendidas entre los 6 y los 16 años. Cuando la policía fue a su casa a contrastar esas afirmaciones, se encontraron con una casa cuyas paredes tenían manchas de sangre, así como con cadenas sujetas al suelo. Era con esas cadenas con las que sujetaba a sus víctimas antes de proceder a estrangularlas. Posteriormente las descuartizaba, las echaba en barriles de ácido clorhídrico y tiraba los restos introducidos en bolsas de basura a un río cercano. También encontraron numerosas fotografías de las víctimas muertas, desmembradas o introducidas ya en las bolsas, dispuestas para ser arrojadas al río. En el gran patio de la casa había dos barriles de ácido con restos humanos descomponiéndose en su interior, y tenían un cartel que decía:
“Estos cuerpos no han sido eliminados con el propósito de que la policía los encuentre”.
En la carta, también había confesado su intencióm de ahogarse en el río Ravi por sus crímenes. Tras un rastreo en el río que resultó infructuoso, la policía puso en marcha un impresionante despliegue para atraparlo. Arrestaron también a cuatro jóvenes que vivían en la misma casa que Javed -más tarde se supo que eran sus amantes- en Sohawa. Unos días más tarde, uno de ellos murió tras saltar por una ventana intentando huir, según la versión policial.
Un mes más tarde, el 30 de Diciembre de 1999, Javed se entregó en las oficinas de un periódico, puesto que temía por su vida si se entregaba a la policía.
A pesar de que en su casa se había hallado un diario donde describía detalladamente los asesinatos, él se declaró inocente, alegando que todo había sido un montaje para llamar la atención sobre las dificultades que tenían que afrontar los niños de la calle y las familias pobres. Declararon más de cien testigos contra él, y fue hallado culpable de los asesinatos (*).
Se le condenó a morir en la horca. Se produjo un malentendido con el juez, ya que éste al dictar sentencia comentó que le hubiese gustado que Javed muriese de la misma forma que los jóvenes que había asesinado; la prensa interpretó erróneamente que ése era el castigo.
El 8 de Octubre de 2001 Javed fue encontrado muerto en la celda que compartía con uno de sus cómplices, Sajid Ahmad, quien también estaba muerto. La causa oficial de la muerte es que se ahorcaron con las sábanas de las camas. Una autopsia reveló que los cuerpos habían sido salvajemente golpeados antes de la muerte.
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(*= Se duda de que la cifra real hayan sido 100, puesto que 26 de las presuntas víctimas fueron halladas con vida deambulando por las calles de Lahore. N. del A.)
En Noviembre de 1999, Javed envió sendas cartas a la policía y a un periódico de Lahore en las que declaraba haber asesinado a 100 muchachos con edades comprendidas entre los 6 y los 16 años. Cuando la policía fue a su casa a contrastar esas afirmaciones, se encontraron con una casa cuyas paredes tenían manchas de sangre, así como con cadenas sujetas al suelo. Era con esas cadenas con las que sujetaba a sus víctimas antes de proceder a estrangularlas. Posteriormente las descuartizaba, las echaba en barriles de ácido clorhídrico y tiraba los restos introducidos en bolsas de basura a un río cercano. También encontraron numerosas fotografías de las víctimas muertas, desmembradas o introducidas ya en las bolsas, dispuestas para ser arrojadas al río. En el gran patio de la casa había dos barriles de ácido con restos humanos descomponiéndose en su interior, y tenían un cartel que decía:
“Estos cuerpos no han sido eliminados con el propósito de que la policía los encuentre”.
En la carta, también había confesado su intencióm de ahogarse en el río Ravi por sus crímenes. Tras un rastreo en el río que resultó infructuoso, la policía puso en marcha un impresionante despliegue para atraparlo. Arrestaron también a cuatro jóvenes que vivían en la misma casa que Javed -más tarde se supo que eran sus amantes- en Sohawa. Unos días más tarde, uno de ellos murió tras saltar por una ventana intentando huir, según la versión policial.
Un mes más tarde, el 30 de Diciembre de 1999, Javed se entregó en las oficinas de un periódico, puesto que temía por su vida si se entregaba a la policía.
A pesar de que en su casa se había hallado un diario donde describía detalladamente los asesinatos, él se declaró inocente, alegando que todo había sido un montaje para llamar la atención sobre las dificultades que tenían que afrontar los niños de la calle y las familias pobres. Declararon más de cien testigos contra él, y fue hallado culpable de los asesinatos (*).
Se le condenó a morir en la horca. Se produjo un malentendido con el juez, ya que éste al dictar sentencia comentó que le hubiese gustado que Javed muriese de la misma forma que los jóvenes que había asesinado; la prensa interpretó erróneamente que ése era el castigo.
El 8 de Octubre de 2001 Javed fue encontrado muerto en la celda que compartía con uno de sus cómplices, Sajid Ahmad, quien también estaba muerto. La causa oficial de la muerte es que se ahorcaron con las sábanas de las camas. Una autopsia reveló que los cuerpos habían sido salvajemente golpeados antes de la muerte.
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(*= Se duda de que la cifra real hayan sido 100, puesto que 26 de las presuntas víctimas fueron halladas con vida deambulando por las calles de Lahore. N. del A.)
Javed Iqbal – Pakistán condena a un hombre a morir como él mató a sus 100 víctimas
Un tribunal paquistaní condenó ayer a un hombre a ser estrangulado, su cuerpo cortado en pedazos y los trozos introducidos en una vasija con ácido para que se deshagan, por el asesinato, con el mismo método, de un centenar de niños y adolescentes. La sentencia contra el acusado Javed Iqbal, de 38 años, fue emitida por un juez de la ciudad de Lahore, capital del Punjab, en una estricta aplicación del ojo por ojo.
«Javed Iqbal ha sido encontrado culpable de 100 asesinatos. La sentencia es que debe ser estrangulado 100 veces en Minar-e-Pakistán (un distrito de Lahore). Su cuerpo será cortado en 100 trozos y puesto en ácido como él hizo con sus víctimas», declaró el juez Alá Baksh. «Morirá delante de los padres cuyos hijos ha asesinado», añadió.
En la misma sentencia se condena a un cómplice de Iqbal, de nombre Sajir Ahmad, de 17 años, por su participación en 98 de los 100 asesinatos. La sentencia es idéntica a la primera, pero variando el número de estrangulamientos y trozos en los que su cuerpo será cortado. Uno por cada niño asesinado. Otros dos cómplices, de 15 y 13 años de edad, fueron condenados a penas que van desde los 182 a los 63 años de cárcel.
La sentencia, que también impone al principal acusado 700 años de cárcel, es recurrible ante una instancia superior. Ambos acusados se han declarado inocentes durante todo el proceso.
La decisión judicial confirma que el caso de Iqbal, un ingeniero químico, es el del peor asesino en serie en los 53 años de historia independiente de Pakistán. El tribunal asegura que está probado cómo Iqbal y su cómplice recogían a sus víctimas en un suburbio de Lahore y, tras someterles a múltiples atrocidades, les asesinaban y, a fin de hacer desaparecer los cuerpos, troceaban los cadáveres y trataban de disolverlos en ácido.
En un arriesgado acto de exhibicionismo, Iqbal remitió una carta a la policía de Lahore en la que se confesaba autor de nueve de las numerosas desapariciones de menores ocurridas en la ciudad. En el texto señalaba que los niños habían sido agredidos sexualmente y se mofaba de las autoridades por no ser capaces de ponerle entre rejas.
La misiva desencadenó una auténtica caza del hombre que se prolongó durante un mes y concluyó con la captura del criminal en serie. En su domicilio se encontraron fotos de los 100 jóvenes asesinados y numerosos objetos personales y ropas pertenecientes a las víctimas. Los familiares tuvieron que identificar a los niños a través de estas fotos y de los restos que quedaban en dos vasijas.
«No siento remordimientos. He matado a 100 niños. Podría haber matado a 500. No era ningún problema. El dinero no era ningún problema. Pero había prometido matar 100 niños y no quise ir más allá», señaló al periódico The News de Lahore. Sin embargo, durante el juicio se declaró inocente y negó sus confesiones iniciales.
El proceso ha hecho rememorar una serie de misteriosos ataques acaecidos a mediados de los años ochenta, cuando decenas de personas fueron asesinadas en el Punjab durante unos ataques nocturnos protagonizados por una banda a la que la policía denominaba «el grupo del martillo». Los atacantes irrumpían en las viviendas durante la noche y asesinaban a martillazos a sus víctimas. Nunca fueron encontrados.
Fuentes: Matando que es gerundio y Criminalia.es
«Javed Iqbal ha sido encontrado culpable de 100 asesinatos. La sentencia es que debe ser estrangulado 100 veces en Minar-e-Pakistán (un distrito de Lahore). Su cuerpo será cortado en 100 trozos y puesto en ácido como él hizo con sus víctimas», declaró el juez Alá Baksh. «Morirá delante de los padres cuyos hijos ha asesinado», añadió.
En la misma sentencia se condena a un cómplice de Iqbal, de nombre Sajir Ahmad, de 17 años, por su participación en 98 de los 100 asesinatos. La sentencia es idéntica a la primera, pero variando el número de estrangulamientos y trozos en los que su cuerpo será cortado. Uno por cada niño asesinado. Otros dos cómplices, de 15 y 13 años de edad, fueron condenados a penas que van desde los 182 a los 63 años de cárcel.
La sentencia, que también impone al principal acusado 700 años de cárcel, es recurrible ante una instancia superior. Ambos acusados se han declarado inocentes durante todo el proceso.
La decisión judicial confirma que el caso de Iqbal, un ingeniero químico, es el del peor asesino en serie en los 53 años de historia independiente de Pakistán. El tribunal asegura que está probado cómo Iqbal y su cómplice recogían a sus víctimas en un suburbio de Lahore y, tras someterles a múltiples atrocidades, les asesinaban y, a fin de hacer desaparecer los cuerpos, troceaban los cadáveres y trataban de disolverlos en ácido.
En un arriesgado acto de exhibicionismo, Iqbal remitió una carta a la policía de Lahore en la que se confesaba autor de nueve de las numerosas desapariciones de menores ocurridas en la ciudad. En el texto señalaba que los niños habían sido agredidos sexualmente y se mofaba de las autoridades por no ser capaces de ponerle entre rejas.
La misiva desencadenó una auténtica caza del hombre que se prolongó durante un mes y concluyó con la captura del criminal en serie. En su domicilio se encontraron fotos de los 100 jóvenes asesinados y numerosos objetos personales y ropas pertenecientes a las víctimas. Los familiares tuvieron que identificar a los niños a través de estas fotos y de los restos que quedaban en dos vasijas.
«No siento remordimientos. He matado a 100 niños. Podría haber matado a 500. No era ningún problema. El dinero no era ningún problema. Pero había prometido matar 100 niños y no quise ir más allá», señaló al periódico The News de Lahore. Sin embargo, durante el juicio se declaró inocente y negó sus confesiones iniciales.
El proceso ha hecho rememorar una serie de misteriosos ataques acaecidos a mediados de los años ochenta, cuando decenas de personas fueron asesinadas en el Punjab durante unos ataques nocturnos protagonizados por una banda a la que la policía denominaba «el grupo del martillo». Los atacantes irrumpían en las viviendas durante la noche y asesinaban a martillazos a sus víctimas. Nunca fueron encontrados.
Fuentes: Matando que es gerundio y Criminalia.es