DANIEL Y MANUELA RUDA: “LOS SICARIOS DE SATÁN”.
Manuela se
había hecho implantar colmillos de origen canino en sustitución de los suyos
naturales. Dormía en un ataúd y había aprendido a beber sangre humana, que
conseguía de donantes voluntarios a través de Internet. Se aficionó a este tipo
de prácticas vampíricas cuando trabajaba en un pub gótico londinense, cuya
clientela estaba formada “por vampiros y también por personas normales”, según
sus propias palabras. Fue allí donde, una noche de invierno, en la verde
campiña inglesa, recibió su impío bautismo, iniciándose a la fe de Satán bajo
la luz de la luna.
De vuelta a su
Alemania natal, llevó con ella toda aquella liturgia y ritualidad
satánico-vampírica aprendida. Daniel Ruda, otro joven teutón, había insertado
en el diario un anuncio en el que buscaba “princesa de la oscuridad que odie a
toda la humanidad”. Cuando Manuela lo leyó, supo que aquellas líneas estaban
destinadas a ella.
Fue de esa
manera que se conoció una de las parejas de asesinos más espeluznantes que han
existido. Manuela y Daniel Ruda: los
sicarios de Satán.
El 6 de Julio
de 2001, el matrimonio formado por Daniel y Manuela Ruda logró acabar
brutalmente con la vida de su amigo Frank Hackert. Habían recibido órdenes
claras y precisas del Diablo: si querían asegurarse el Infierno, habrían de
ganar su lugar él. Al igual que los seguidores de Cristo se hacen merecedores del suyo en el
Cielo con obras piadosas y buenas obras, ellos habrían de hacerlo a través de
un baño de sangre, repartiendo muerte y asegurándose de que sus víctimas pereciesen sufriendo.
Todo comenzó
en el apartamento que se encuentra situado en la localidad de Witten, al oeste
de Alemania. Aquella mañana del 6 de Julio de 2001 la pareja llevó a Frank
Hackert antiguo compañero de trabajo de su esposo y amigo, a su casa con la
intención de pasar un buen día.
Una vez en el
interior de la casa, ajenos a miradas indiscretas, el joven Daniel se puso en
pie y golpeó a su amigo con un martillo en la cabeza. Su esposa Manuela, que
por aquel entonces contaba con veintitrés años de edad, se abalanzó sobre su
amigo y le clavó un cuchillo en el corazón. El cuerpo del joven recibió un total
de treinta y tres martillazos y sesenta y seis puñaladas. El número del Diablo
a falta de las centenas.
Tras su
fallecimiento, la pareja decidió grabarle en el pecho un pentagrama invertido,
símbolo con el que suele representarse al Diablo. Posteriormente la pareja
extrajo parte de la sangre de su víctima, la vertió en diversos recipientes y
la bebió.
Durante el
ritual la pareja recitó una letanía satánica por el alma de su amigo ya
fallecido. Tras finalizar, se introdujeron en el ataúd que Manuela utilizaba
para dormir e hicieron el amor.
La carta de Manuela a su madre.
Manuela Ruda
le envió una carta a su madre en la que le decía lo siguiente:
“No soy de este mundo. Debo liberar mi alma
de la carne mortal”
La madre de
Manuela sospechaba de que algo no iba bien y que su hija podía haber cometido
un terrible error. Alertada por este mal presentimiento avisó a la policía para
que fueran a investigarla.
Tres días más
tarde, los policías entraron en la vivienda del matrimonio, donde hallaron el
cuerpo sin vida del joven Frank Hackert. En el interior del piso los agentes se
quedaron sin palabras: la decoración era más que siniestra, la sangre del joven
asesinado impregnada las paredes, había imitaciones de cráneos humanos por
doquier, objetos de culto satánico y una lista en la que figuraban quince
posibles víctimas.
La nota venía
acompañada de una anotación que decía lo siguiente:
“Alegraos, vosotros sois los siguientes”
Detención y Juicio.
Tras el
hallazgo del cuerpo sin vida del joven Frank Hackert la policía emite una orden
de búsqueda y captura por todo el país.
Los jóvenes
son arrestados tres días más tarde en una gasolinera en un pueblo al este de
Jena, en Alemania.
El juicio se
celebró a comienzos del 2002. El joven matrimonio apareció durante el juicio
con su indumentaria satánica: ropas negras, botas militares, cruces invertidas,
llamativos tatuajes...
El encargado
de llevar el caso fue el juez Arnjo Kersting- Tombroke, quien escuchó
atentamente las declaraciones de los acusados.
Durante el
juicio, Manuela Ruda declaró cómo habían logrado matar a su amigo.
“Estábamos sentados en el sofá y de pronto
Daniel se puso de pie. Golpeó con el Martillo a Frank. Mi cuchillo brillaba y
escuché una voz que decía: “Apuñálale en el corazón”. Entonces se lo clavé. Vi
una luz a su alrededor. Era su alma, que había salido del cuerpo. En ese
momento recitamos una letanía satánica“.
Continuo su
relato diciendo:
“No fue un asesinato, sino una ejecución.
Satán nos lo ordenó. Debíamos obedecer, Teníamos que matar. No podríamos ir al
infierno a menos que lo hiciéramos“.
Tras tomarse
su tiempo, Manuela Ruda añadió fríamente:
“Queríamos asegurarnos de que la víctima
sufriera”.
Los médicos
que evaluaron a la pareja y que posteriormente declararon en el juicio
informaron al juez de que la responsabilidad de los implicados estaba
notablemente disminuida y ambos individuos mostraban síntomas de estar
profundamente perturbados. A lo largo del juicio surgieron numerosos datos que
apoyaban el carácter ritual del crimen. Los asesinos se habían casado el 6 de
junio (el 6 del sexto mes), y llevaron a cabo su sacrificio el 6 de julio.
Estas fechas configuran una conocida cifra: 666, el número de la bestia en el
Apocalipsis de San Juan.
Durante el
juicio, Manuela mostraba una gran repulsa hacia la luz del sol e hizo alarde de
su introducción al satanismo. Al parecer todo había comenzado en el Reino
Unido, el ambiente metalero la había seducido. Incluso declaró ser asidua a
ciertos locales en los que se practica vampirismo. Manuela aseguró haber
ingerido sangre humana de voluntarios que conocía por Internet.
Su
desequilibrio la llevó a reemplazarse dos de sus dientes por colmillos
similares a los de los animales para parecerse más a un vampiro. Incluso
aseguro haber sido sepultada en un cementerio para saber qué se sentía.
El juez Arnjo
Kersting- Tombroke dictó sentencia. La pareja debería recibir tratamiento
psiquiátrico antes de ingresar en prisión.
Durante el
alegato final el juez declaró lo siguiente:
“Actuaron motivados por la ira, la ira de
sus mentes atrofiadas contra lo sano. No se trata de mística o magia, sino de
un crimen deplorable. Los acusados se han agarrado al satanismo para huir de sí
mismos. No han tenido una vida feliz. ¿A quién le gustaría estar en su piel?”
Manuela Ruda
fue sentenciada a pasar trece años en prisión, mientras que su esposo pasaría
quince. La familia Hackert no está en absoluto conforme con la condena que ha
recaído sobre los asesinos de su hijo. Y es que el veredicto del tribunal fue
bastante más leve de lo que se esperaba. No obstante, la Ley alemana permite mantener
en prisión a una persona aun después de haber cumplido su condena, cuando
razones de seguridad así lo aconsejan. Dada la peligrosidad y profundo estado
de perturbación de Manuela y Daniel, es posible pues que jamás salgan de la
cárcel.