Castelao, "Los muertos serán santos", grabado perteneciente a la serie Atila en Galicia.
Entre 1936 y los primeros años 40, decenas de presos republicanos de distintas ideologías confinados en las cárceles de Gando (Gran Canaria) y Fyffes (Tenerife) sobrevivieron escribiendo en improvisados cuadernillos textos poéticos, cuentos, relatos, impresiones personales… Era su manera de abrir una brecha imaginariaen el muro que les aprisionaba, de imaginar un rayo de luz en una noche oscura e interminable.
El manuscrito de esos textos salió clandestinamente de Canarias a Venezuela. Hace apenas dos años que fue recuperado en un doble volumen antológico.
El campo de concentración de La Isleta se había convertido en un auténticoquebradero de cabeza para las autoridades militares. Para impedir la masificación, trasladaron presos a Tenerife, pero el deterioro era tan grande que decidieronsuprimir el campo por uno más alejado de Las Palmas, con mayor capacidad y sobre todo más oculto a la población.
A partir de mediados de febrero de 1937, los aproximadamente 1.100 presos del campo de concentración de La Isleta fueron trasladados al Lazareto de Gando. Con toda probabilidad las razones del cambio de ubicación tuvieron que ver con la excesiva cercanía de La Isleta a un barrio obrero, desde donde las actividades y movimientos de los presos del campo estaban a la vista de los vecinos. Además, en diciembre de 1936 había habido un intento fracasado de asaltar el campo y liberar a los prisioneros.
El Lazareto de Gando. Fotografía de Teodoro Maisch.
Todo esto hizo ver a los militares golpistas el evidente peligro de tener un campo de concentración tan cerca de la ciudad. Los militares decidieron llevarse a los prisioneros a una zona más alejada y segura, donde el acceso y la visión del campo no fuese tan fácil.
Los presos fueron trasladados en camiones desde La Isleta hasta el muelle, en medio de grandes medidas de seguridad. Alrededor del campo se apostaron cientos de soldados y de falangistas armados. Las camionetas que transportaban a los presos iban escoltadas delante y detrás por coches desde los que les enfilabandocenas de fusiles. El trayecto estaba cubierto a un lado y otro de soldados y milicianos, que acordonaron el amplio sector portuario prohibiendo toda circulación de personas y vehículos hasta que hubo pasado el último camión.
Una vez en el muelle fueron embarcados en las bodegas de un pequeño barco -las fuentes no se ponen de acuerdo sobre si era el correíllo “Viera y Clavijo” o el “León y Castillo”- y llevados en una larga travesía que duró unas seis o siete horas hasta la bahía de Gando, al este de la isla de Gran Canaria.
Vapor "Vieira y Clavijo", en el que fueron probablemente transportados los presos desde La Isleta a Gando.
La travesía se convirtió en una nueva tortura para los presos amontonados y mareados, minados por la incertidumbre y el miedo a lo que iba a ocurrirles.Comosardinas en lata en las bodegas y en las carboneras del barco, iban todos de pie. Elcalor y el sudor, unido a la escasa o nula ventilación, convirtió pronto aquellas mazmorras en un horno.
Llegados a la bahía de Gando, fueron desembarcados en chalupas y ubicados en elLazareto. Construido a mitad del siglo XIX para internar a los tripulantes y pasajeros de barcos infecciosos, había sido abandonado y no se utilizaba hasta que estalló la guerra.
Sus pabellones se encontraban totalmente deteriorados, sin puertas ni ventanas, en plena ruina. En medio de un paisaje árido, de dunas de arena fina, destacaba en la lejanía con manchas blancas. Para algunos era como El Escorial en miniatura.
Los presos desde el primer momento tuvieron que dedicarse a la restauración y adecuación de los terrenos y de los diferentes pabellones que los albergarían. Uno de los primeros trabajos fue sacar la grandísima cantidad de arena que se había metido en el Lazareto. Los odiosos cabos de vara golpeaban repetidamente a lospresos en esta dura tarea.
Plano de 1896 en el que pueden verse las distintas dependencias del Lazareto de Gando, el cual se construyó con la intención de tratar a los pasajeros y tripulantes de las embarcaciones que llegaran a las islas con cualquier tipo de enfermedad contagiosa, para así mantenerlos encuarentena.
Los prisioneros ocuparon los cuatro pabellones designados como A, B, C y D y otro edificio alargado que fue utilizado como taller. En el patio central destacaba un enorme poste donde se colocó un gran foco para el alumbrado. El poste servía también como lugar de castigo a los presos: permanecían durante horas en él sin poder apoyarse, lo cual, dada la inclinación del terreno, era bastante duro por elesfuerzo que había que hacer para mantenerse erguido.
A pesar de todo, las condiciones del Lazareto fueron algo mejores que las del campo de La Isleta. Se habilitaron duchas colectivas y los presos tuvieron la posibilidad de bañarse. El trato no fue tan duro y las condiciones sanitarias mejoraron un poco. Aunque el hacinamiento, la pésima alimentación, las enfermedades y losparásitos seguían estando a la orden del día. Estos hechos, unidos a la inexistencia de una enfermería en buenas condiciones, fueron recogidos por los propios informes sanitarios franquistas.
Al poco tiempo del traslado desde La Isleta, se declaró una grave epidemia de fiebres tifoideas, probablemente como consecuencia del mal estado del agua, por lo que tuvieron que evacuar a unos 34 presos al hospital, falleciendo un número indeterminado de ellos. Se tuvo que vacunar a todos los presos aunque algunos tuvieron que procurarse la vacuna por parte de familiares.
Con el tiempo, los presos tendieron a agruparse por oficios: pintores, carpinteros, abogados, maestros… o por islas de procedencia. Los que tenían conocimientos se dedicaban a enseñar a los que no sabían leer y escribir, que eran muchos, puesto que la mayoría de los presos eran trabajadores las más de las veces analfabetos.
Presos en el campo de concentración del Lazareto de Gando.
La presencia de algunos artistas e intelectuales dio lugar a que se convirtiera la prisión en una improvisada academia en la que se hablaba de muchos temas culturales. Se recordaban textos de Bécquer, Machado, Salinas, Lorca o Unamunoy se escribían en papel para pasarlos a otros. En ese ambiente se escribieron los textos de la antología citada realizados por presos en la que se alternan contenidos literarios y dibujos de muy variado calibre.
Una militante anarcosindicalista los sacó de Canarias en 1947, viajando clandestinamente en un barco italiano. Tras su fallecimiento en Venezuela, aparecieron los documentos entre sus papeles.
Escondidos y olvidados durante más de 50 años, aquellos poemas, dibujos y relatos fueron realizados por quienes, bajo unas durísimas condiciones de vida, y casi sin medios, no quisieron renunciar a la libertad del pensamiento, plasmando en esta excepcional obra sus ansias de vivir.
Aquellas Musas cautivas inspiraron un documento excepcional para la Memoria Histórica del pueblo canario.
En mi futuro no hay nada llamado esperanza. (Ajivit)
Ajivit, un niño de 10 años del distrito rojo de Calcuta, la mayor zona de prostitución de la ciudad, tenía muy claro lo que le esperaba en la vida. Afortunadamente, la fotógrafa Zana Briski no veía las cosas igual. Durante su estancia en el barrio rojo conviviendo con las prostitutas comenzó a trabar relación con los hijos de éstas y se dedicó al loco empeño de enseñarles fotografía. Gracias a su labor, se abrió un tiempo de esperanza en unas vidas que, de otro modo, tenían el destino marcado. Los niños del barrio rojo es la película que narra el día a día de este pequeño proyecto que cambió las vidas de la fotógrafa y de algunos de estos niños para siempre. La película no elude las durísimas condiciones de vida en el barrio rojo -lo que sirvió de excusa para más de una crítica en la India- ni la diferente suerte que corrieron sus protagonistas: a estas alturas de la historia, a nadie le debería sorprender saber que los salvadores no existen.
Pero lo mejor del proyecto fue la inmensa creatividad que despertó en las mentes de los niños. La fotografía se convirtió en un instrumento de expresión y crecimiento que enriqueció su percepción del entorno y de sus posibilidades. La película ganó el Oscar al mejor documental en 2005 y las ventas de las fotos y del film sirvieron para pagar la educación de los niños -aunque algunos volvieron al poco tiempo con sus familias- y para comenzar el proyecto Kids with Cameras. A los diez años, Ajivit creía que en su futuro no había esperanza. Hoy es un estudiante de Arte en Estados Unidos. Los niños del barrio rojo merecían la pena..
Fuente:http://antonioperezrio.wordpress.com
Inolvidable historia. Con este tipo de películas el cine cobra todo su sentido. Porque el cine es mucho más que entretenimiento. Buscar entretenimiento en el cine es insultarlo. El cine es reflexión, denuncia, contemplación, y eso si, se ha de ofrecer de forma entretenida. Cercana a la obra maestra. Es estremecedora, emotiva, bella y una denuncia espectacular. IMPRESCINDIBLE. KIM KI DUK 2
NONITO DONAIRE Y BRANDON RIOS GANAN A NISHIOKA Y ALVARADO
Nonito Donaire no tuvo problemas para derrotar a Toshiaki Nishioka
Nonito Donaire (30-1, 19 KOs) defendió con éxito el cinturón supergallo de la Organización Mundial de Boxeo y la Federación Internacional de Boxeo al derrotar por nocaut técnico en nueve episodios al japonés Toshiaki Nishika (39-5-3, 24 KOs) en el Home Depot Center de Carson, California.
El campanazo dio inició a las hostilidades, Nonito Donaire y Toshiaki Nishioka se tomaron las cosas con calma, se estudiaron detenidamente, ninguno se soltó arriba del ring, ambos estaban atentos a los movimientos del otro.
Donaire se soltó un poco más para la segunda vuelta, el filipino iba para delante y presionaba al japonés, quien lucía muy amarrado, trataba de encontrar los puntos débiles de su enemigo, pero no tiraba golpes.
‘The Filipino Flash’ se adueño de las acciones en el tercer y cuarto capítulo, era el que mejor armas a la ofensiva mostraba ante un Nishioka que no se decidía a ir par adelante, tenía la mano derecha bien pegada al cuerpo y en pocas ocasiones la soltaba.
Nonito forzaba la pelea, era el que presionaba, en el sexto episodio obtuvo su recompensa, el filipino dibujó un upper cut que se estrelló en la mandíbula de Nishioka quien cayó a la lona, el japonés no estaba lastimado, el golpe dañó más su orgullo, porque el nipón salió con todo a tratar de emparejar la situación, pero fue muy tarde y el round se terminó.
La pelea se volvió monótona, por momentos aburrida, hasta el octavo asalto y sólo por unos segundos Nishioka soltó las manos, pero se encontró con la respuesta rápida de Donaire, entraron al palo y palo para emoción de los aficionados, que por fin empezaban a ver una buena pelea.
Toshiaki reaccionó hasta el noveno round, tomó confianza y los papeles cambiaron era el nipón el que buscaba ofender, pero Nonito lo cazó con un derechazo y volvió a tumbar al asiático, quien se levantó, pero el réferi detuvo el combate cuando salía la esquina de Nishioka.
Brandon Ríos le ganó la guerra a Mike Alvarado en un combate espectacular
Brandon ‘Bam Bam’ Ríos (31-0-1, 22 KOs) consiguió una victoria a sangre y fuego contra Mike Alvarado (33-1, 23 KOs) al que noqueó, y quitó el invicto, técnicamente en siete rounds en el Home Depot Center de Carson, California para ganar el título latino superligero de la OMB.
Cuando los dos boxeadores salieron para caminar sobre el ring, la gente se inclinó un poco más hacía el lado de Mike Alvarado, las porras se cruzaron, la gente entró en una guerra de gritos en algo que presagiaba una buena pelea.
Alvarado empezó a atacar, pero un furibundo Ríos reaccionó y se fue encima con un par de rectos a la cara, Mike contestó la ofensa de la misma manera, al final del round los dos entraron en un candente intercambio que termino con un corte en la ceja izquierda de Alvarado.
La campana sonó para anunciar el segundo rollo, los dos gladiadores entraron a pelear en corto; Ríos descargaba la derecha y la izquierda, Alvarado respondía con ráfagas, Ríos contestaba, Alvarado no dejaba carta sin respuesta, entraban los dos al fuego graneado.
Mike trabajó más la distancia para el tercer asalto, se vio mejor, tiraba maquinitas de golpes de hasta cuatro combinaciones. El combate nos enseñó la misma faceta de los dos episodios anteriores, el cambio de estafeta y de ofensiva, los dos entraban a bayoneta calada, Ríos recibió el castigo más severo.
Ríos y Alvarado se tomaron un descanso de dos minutos y medio en el cuarto capítulo, los dos soltaban golpes, pero no con la misma intensidad de los rounds anteriores; cuando faltaban 30 segundos para que concluyera el episodio, Alvarado clavó poderosos cañonazos a Ríos, quien los absorbió como esponja y después respondió la afrenta de la misma manera, se engancharon en una pelea a palo y palo.
Los boxeadores no se tomaban respiro, se soltaban metralla con todo; Alvarado tomó la iniciativa una vez más, le metió hasta 10 golpes a Ríos, éste respondió tiró por todos lados, Alvarado contestó, el ‘Bam Bam’ ya se veía sin mucha fuerza y abría mucho la boca, logró terminar el episodio aún con vida y con fuerza todavía para conectar golpes.
El Home Depot era una locura para el sexto rollo, los dos púgiles dejaban la piel en el cuadrilátero, los dos salían al todo o nada, Ríos clavó un par de derechas demoledoras a Alvarado, quien caminó para atrás lastimado, pero siguió con la defensa activa, tiraba puñetazos que daban en el blanco.
La derecha de Ríos tenía dinamita, lo demostró en el episodio seis y en el séptimo lo confirmó; Alvarado era más boxeador, pero el poder estaba del lado del ‘Bam Bam’, quien logró conectar bien en dos ocasiones a Mike, cuando Brandon vio mal a su rival se fue encima con ambas manos, Alvarado camino el borrachito, se fue para tras, con las manos abajo, Ríos lo sacudió con la mano izquierda, Mike ya no tenía defensa y el réferi decidió detener el combate.
Brandon Ríos corrió por todo el ring, se tiro en la lona, su entrenador, Robert García, se fue encima de él y lo abrazó. El ‘Bam Bam’ no había ganado una batalla, había ganado una guerra.
Castelao, "Castigo menor", grabado perteneciente a la serie "Atila en Galicia".
Canarias, julio de 1936. El golpe militar de Franco ha cambiado radicalmente la vida de las islas. El terror y el pánico se han sembrado entre la población. Los campos de concentración se van llenando de presos políticos a medida que pasan los días de ese fatídico verano.
Los prisioneros son cada vez más maltratados a medida que las noticias llegadas desde la Península confirman que los rebeldes fascistas se han hecho fuertes en muchas zonas . Los falangistas canarios se envalentonan a medida que Queipo de Llano en Sevilla y Mola en Navarra comienzan a cometer asesinatos en masa, sembrando el terror entre el pueblo. Esto les anima a perpetrar sus matanzas.
En las semanas posteriores a la sublevación militar del 18 de julio de 1936, cientos de detenidos políticos van abarrotando las distintas prisiones, que se ven insuficientes para albergar a tanta cantidad de reclusos.
Guardias civiles y fascistas en La Hermigua, en la Isla de La Gomera.
Se tienen que improvisar otros lugares de internamiento masivo: el Campo de Concentración de La Isleta en Las Palmas de Gran Canaria y luego el de Gando, al sur de la isla, y el de Fyffes en Santa Cruz de Tenerife. Por ellos pasarán miles de canarios entre 1936 y 1945.
El campo de La Isleta estaba ubicado en los terrenos militares de la península del mismo nombre. Situado en un lugar elevado, estaba limitado por una triple hilera de alambradas de púas, sostenida cada pocos metros por gruesos postes de madera y sujetada con grapas.
En el interior se levantaron casetas de campaña de lona, capaces para 12 o 14 personas y en donde llegaron a estar 50 presos. Tenían forma de un cono, sostenido por un fuerte palo central y sogas exteriores atadas a gruesas piedras que daban tirantez a la estructura.
Fotografía tomada en Tenerife a principios de julio de 1936, de una comida celebrada por los jefes y oficiales de las Guarniciones de Canarias, bajo la presidencia del comandante general de Canarias, general Francisco Franco, en la que se ultimaron algunos detalles relacionados con el alzamiento.
Fuera del recinto estaban las tiendas de los jefes del campo y las del cuerpo de guardia, así como también los almacenes para la comida y la cocina de campaña.La estrecha vigilancia hacía imposible la fuga y estaba a cargo de numerosossoldados de reemplazo que se apostaban cada cinco metros a lo largo de todo el perímetro del campo; junto a ellos se situaban falangistas que vigilaban, al mismo tiempo, a soldados y a presos. En cada uno de los vértices del campo, una garita con ametralladora.
Los cabos de vara, presos que se encargaban del cumplimiento de las estrictas normas, estaban dispuestos a apalear a los otros detenidos a cambio de librarse ellos de los palos, tener doble ración de rancho, poder fumar tabaco y tomar café y coñac.
Presos republicanos con sus guardianes, en alguna prisión de las islas Canarias.
La Isleta se hizo tristemente célebre por la brutalidad que se empleaba contra los presos, pues era más un auténtico campo de castigo que de concentración. También hacía las veces de campo de trabajo, pues en ese tiempo se construyeron variaspistas: una que conducía al Faro y otra a una batería de costa, aunque muchas de lastareas impuestas sólo eran un medio de agotar a los prisioneros puesto que no tenían ninguna explicación lógica.
Las sacas y los “paseos” eran frecuentes. Los testimonios cuentan que un cochellegaba por la tarde con una lista de presos y se los llevaban para el interrogatorio nocturno. No regresaban. En las playas aparecían días después hombres ahogados, con los brazos atados con alambre.
El 6 de agosto de 1936 fueron fusilados en el campo de tiro de La IsletaEduardo Suárez, comunista, diputado del Frente Popular, y Fernando Egea, socialista, delegado del Gobierno de la República, que habían sido condenados en un Consejo de Guerra sumarísimo.
A las seis de la mañana de ese día los presos del campo oyeron las descargas que acababan con las vidas de estos dos políticos de izquierda. Una gran indignaciónrecorrió los barracones de los presos, y muchos de ellos fueron apaleados por protestar por los fusilamientos.
Eduardo Suárez Morales y Fernando Egea Ramírez, asesinados el 6 de agosto de 1936 por tropas fascistas.
Desde la mismallegada, y después de hacerles unafichay otorgarles elnúmero correspondiente, los presos empezaban arecibir garrotazospor parte de los suboficiales de la oficina. Luego los cabos de vara, mientras atravesaban un estrecho pasillo de alambradas, les propinabanpalos en la cabeza, cara y espalda.
Durante el trabajo, los palos y agresiones estaban a la orden del día, por infracción de alguna de las normas: por caérseles el café, por falta de marcialidad a la hora de desfilar o carencia de entusiasmo en proferir los gritos de rigor, por quedarse dormidos, por comentar temas prohibidos con algún compañero...
Los castigos se procuraban hacer a la vista de todos para dar escarmiento y consistían en apaleamientos delante de la misma formación de reclusos, o se les iba a buscar a su chabola de noche, se les sacaba al exterior del campo y, detrás del cuerpo de guardia, les propinaban una brutal paliza esposados.
En otras ocasiones les obligaban a correr con un saco de arena a la espalda, descalzos sobre el picón o el jable, hasta que sus pies ensangrentados ya no daban más de sí.
El 17 de junio de 1936 tuvo lugar la reunión de jefes y oficiales en en el monte de La Esperanza. Esta concentración supuso la puesta a punto de la organización del golpe de Estado en la isla de Tenerife y el Archipiélago.
La ingesta de purgantes, como aceite lubricante, cristales de sal de la Higuera, epsomita o sulfato de magnesio, solía ser el castigo menos doloroso, pero tremendamente efectivo a la hora de debilitar el organismo.
Muchos de los presos de La Isleta tuvieron que pasar también por interrogatorios a cargo de los temibles policías de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Las Palmas. Muchos eran sacados del campo y remitidos a la propia comisaría para regresar después de unos días de tratamiento especial.
Algunos no regresaron al campo por lo que es probable que murieran en pleno interrogatorio. Es el caso conocido del presidente de la Federación Obrera de Las Palmas, Agustín Cabrera, que salió del campo el 27 de enero de 1937 y se sabe, por testimonios directos, que fue ahorcado en la misma comisaría en presencia de otros presos.
Uno de los centros de detención y tortura más importantes fue el de la calle Luis Antúnez, en Las Palmas. Allí fueron llevados numerosos detenidos y luego conducidos a la Sima de Jinámar para ser asesinados.
En el campo los prisioneros dormían hacinados en sus chabolas, hasta tal punto que una variación de la postura para dormir conllevaba el cambio automático de toda la hilera. Dentro, el olor era insoportable y numerosos parásitos se enseñorearon de sus cuerpos, sufriendo plagas de piojos y pulgas.
La alimentación era claramente insuficiente: café clarucho por la mañana y unos cazos de rancho dos veces al día, un mejunje pardo a base de fideos y papas, a veces con carne cocida en el mismo caldo o tocino. Esto con una ración de gofio de millo para mezclarlo con el rancho. El internamiento, el castigo, la reeducación y la reutilización de la mano de obra de los prisioneros republicanos en la Guerra Civil fue tan importante entonces como infravalorado ha sido después a la hora de forjar una imagen pública de la dictadura de Franco.
En esta serie de artículos veremos los ejemplos de los campos de concentración en Canarias y lo que significaron en la historia de la violencia y de la represión franquista durante la guerra y la posguerra.
Hay que recordar que en las islas no hubo frente de guerra, ya que quedaron en manos de Franco desde el 17 de julio de 1936, y que en esa situación de dominio absoluto los falangistas y otros fascistas cometieron en toda Canarias milesdeasesinatos
Paul Joseph Goebbels (1897-1945) se ha convertido en mucho más que un cliché nazi: el paradigma del fanatismo, del odio enfermizo contra los judíos, el constructor de toda una imaginería colectiva acerca del Reich nacionalsocialista, el hombre que con su mujer no duda en asesinar a sus cinco hijos y luego suicidarse, pues no contemplaba poder vivir en un mundo sin nacionalsocialismo. Ministro de Instrucción Pública y de Propaganda (abril de 1933-abril de 1945), efímero canciller del Reich a la muerte de Hitler, su nombre ha estado asociado a la histeria de masas y convirtió la propaganda en un término despectivo, intrínsecamente relacionado con la idea de control, manipulación y engaño.
En el mercado español coinciden dos biografías publicadas recientemente: por un lado, Goebbels, una biografía de Ralf Georg Reuth, aunque escrita hace casi veinte años, y el presente libro, Joseph Goebbels. Vida y muerte de Toby Thacker, catedrático de historia moderna en la Universidad de Cardiff. El propio Thacker se pregunta en la introducción si es necesaria otra biografía sobre Goebbels, «el más célebre demagogo del siglo XX». La respuesta es afirmativa si tenemos en cuenta que en los últimos años se han publicado, tras décadas de trabajo, los 29 volúmenes de los diarios de Goebbels, que abarcan el período de octubre de 1923a abril de 1945, y que han dado pie a la publicación de numerosos artículos y libros sobre Goebbels. Y pueden dar más frutos, pues los diarios son fuente fundamental para cotejar la vida pública, día a día, de Goebbels, de lo que decía y escribía. Y son, al mismo tiempo, una fuente primordial para conocer la complicada vida personal e interior de este personaje.
El libro de Thacker no es un repaso pormenorizado a la vida de Goebbels, pero en sus 400 páginas se analiza su trayectoria, desde que en 1923, como ex estudiante en paro, vivía casi como un recluso en casa de sus padres, sin oficio ni beneficio, con ambiciones literarias y teatrales no satisfechas, no interesado en la política de partidos, pero participante poco a poco de la retórica de los grupos völkisch –y que podríamos traducir por populista, radical e incluso patriota, pero con un componente nacionalista muy exacerbado en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial–. Hay que tener en cuenta que casi la mitad del libro está dedicado a los tiempos de la Kampfzeit, los tiempos de la lucha antes de llegar al poder (1924-1933), siendo de hecho la parte más interesante del libro. En ella se nos cuenta que Goebbels no fue un camarada nazi de la primera hornada, no participó en el Putsch de Munich de 1923, ni se forjó en los primeros años del partido nazi y de un programa con tintes socialistas que posteriormente evolucionaron. Goebbels, incluso, conoció antes el partido nazi que a Hitler, estando influenciado por el sentimiento völkisch de su Renania natal, y no fue hasta 1924, un año después de la intentona golpista, cuando aparece Hitler en sus diarios. Desde el principio, Goebbels idealizó a Hitler, comparándolo con la figura de Cristo, aportando a sus escritos gran parte de su bagaje intelectual y de su educación fuertemente católica; un catolicismo que Goebbels fue dejando poco a poco por el camino, aunque utilizara su retórica e incluso sus símiles. No es de extrañar, que, ya siendo ministro de Propaganda, Goebbels se sintiera aludido cuando en su encíclica Mit brennender Sorge» («Con ardiente preocupación) de 1937 el papa Pío XI se refiriera directamente a éste al añadir: «Quien no desee ser cristiano, por lo menos debería renunciar a enriquecer el vocabulario de su no-creencia con el legado de las ideas cristianas» (citado en p. 233).
Pero esta no pertenencia al núcleo fundamental del partido nazi no arredró a Goebbels que, como un hombre hecho a sí mismo, pronto destacó entre los círculos völkisch e hizo migas con Gregor Strasser, de cuya mano, en cierto modo, entró en el NSDAP en 1924. Pero no sería hasta su nombramiento comoGauleiter de Berlín-Brandenburgo en 1926 cuando asistimos al auge de Goebbels, tras haberse ganado la confianza de Hitler. Una confianza que se tambaleó en algunos momentos del período 1936-1938,a causa de los devaneos extramatrimoniales de Goebbels, pero que prácticamente se mantuvo incólume hasta el final del régimen nazi. Desde 1926 y hasta la llegada de los nazis en poder en enero de 1933, Goebbels construyó el aparato propagandístico del partido nazi, exaltando la violencia del partido, escribiendo centenares de panfletos y pronunciando multitud de discursos. Goebbels el orador, forjado en sus primeros años de agitador de masas en Renania, encontró en Berlín el escaparate hostil donde desarrollar sus dotes demagógicas. Más cómodo ante grupos obreros que con audiencias burguesas o de clase media-alta, poseía un talante extraordinario para hablar en público, logrando persuadir a sus oyentes y utilizando «un registro lingüístico elevado para comunicarse con gente de a pie y para sacar a relucir sus emociones» (p. 86). Aunque curtido con lecturas cercanas al socialismo en su juventud, Goebbels vio en el partido nazi el lugar adecuado para desarrollar su carrera política y, al mismo tiempo, encuadrar sus filias y fobias. Goebbels,
«que hablaba casi de manera exclusiva para gentes de clase trabajadora, pretendía convertir a los obreros marxistas a su ideología de una “comunidad alemana de necesidad, pan y destino”. Esta comunidad estaba definida sobre todo por la exclusión de los judíos de todos los mítines del Partido Nazi, y en sus discursos Goebbels se identificaba con su público, utilizando expresiones como “el mismo espíritu y la misma sangre que la nuestra”» (p. 87).
Esta pasión retórica no escondía unas fuertes convicciones, aunque se ha acusado a menudo a Goebbels de ser un actor que decía lo que creía más oportuno para cada momento. Pero Goebbels creía en una comunidad alemana pura, racialmente aria, donde los judíos debían estar ausentes y exterminados de la sociedad; fue casi el único de los jerifaltes nazis que no se escondió tras el eufemismo de la «solución final» de la cuestión judía y desde años antes de la puesta en marcha del Holocausto hablaba clara y directamente del exterminio de los judíos de Europa.
Thacker analiza en la segunda parte del libro los años del régimen nazi y la Segunda Guerra Mundial quizá con un ritmo más apresurado que en las páginas precedentes. No se detiene de manera pormenorizada en estos años, aunque sigue una línea cronológica clara. Como todo el libro en sí, los diarios de Goebbels son la fuente fundamental. A través de ellos asistimos a su relación con frau Magda Quandt, a quien conoció en 1931 y con quien se casó poco después. El matrimonio fue conflictivo, con múltiples infidelidades por parte de Goebbels pero también con diversos affaires extramatrimoniales de Magda. Goebbels amó a, necesitó a y huyó para volver siempre con Magda durante prácticamente catorce años, fruto de los cuales nacieron cinco niñas y un niño, sacrificados en mayo de 1945 en el altar de un régimen nacionalsocialista que se había derrumbado. Este matrimonio fue, en cierto modo, un triángulo, pues Hitler también sintió un enorme cariño, cuando no amor, por Magda. Finalmente, tras meses de flirteo que no llegó a nada, Hitler se resignó y dio su bendición al matrimonio de Magda con Goebbels, aunque estableció con ella un lazo muy fuerte que perduraría hasta su último día. Goebbels no dejó de registrar en su diario esta curiosa relación y el modo en el que finalmente Hitler cedió el paso a la pareja:
«[Hitler] Es un amigo y un hermano. Un ángel de felicidad, como dice él. Ama a Magda, pero no envidia mi felicidad. “Es una mujer inteligente y hermosa. No te pondrá freno, sino que te apoyará”. Me toma ambas manos y se llenan los ojos de lágrimas. ¡Me expresa mejores deseos! Le estoy muy agradecido. Dice muchas cosas buenas de mí. ¡Mi valiente camarada y Führer! Nos casaremos de inmediato. Está un tanto resignado. La fortuna no le ha sonreído. ¡Mi pobre y querido Hitler! ¡Te seré eternamente leal! Él también busca una buena mujer con la que casarse [aún no había conocido a Eva Braun y poco después se produjo el suicidio de su sobrina Geli Raudal, con quien mantuvo una extraña relación]. Yo he encontrado a Magda. Soy un diablo con suerte. Los tres seremos buenos el uno al otro. Él será nuestro amigo más fiel. Se me llenan los ojos de lágrimas. ¡Que tengas una buena vida, Hitler!» (citado en p. 155).
Las palabras de Goebbels, «los tres seremos buenos el uno al otro», no eran simplemente el reflejo de la euforia del momento. Hitler medió siempre en la pareja, especialmente con la crisis matrimonial de otoño de 1938, cuando Magda acudió al dictador, harta de la relación de Goebbels con la actriz checa Lida Baarova. Hitler le exigió a su ministro que terminara su affaire, y Goebbels sufrió una considerable pérdida de prestigio en el seno del partido y del gobierno. Goebbels accedió, pero durante ocho semanas se mantuvo apartado de Magda, volcándose en el trabajo. Finalmente, Hitler reunió a la pareja en su retiro de Berchtesgaden, en las montañas bávaras, en octubre de 1938 e impuso una tregua a la pareja. «El hecho de que Hitler aceptara pasar tanto tiempo ocupándose de sus asuntos privados, y la confianza de éstos en que él mediara en la disputa, denota el tipo de relación que había entre los tres», afirma Thacker (p. 248). Y esta relación se mantuvo hasta el final: Magda fue leal a Hitler hasta el extremo de estar de acuerdo con su marido en asesinar a sus seis hijos, pues un mundo sin Hitler no valía la pena de que lo vieran.
El libro de Thacker también trata la renuencia de Goebbels de acercar a Alemania a una guerra con Francia y el Reino Unido, aunque una vez iniciada puso toda la maquinaria de su ministerio a disposición de la propaganda belicista. En cambio, desde la llegada al poder, Goebbels atizó la persecución y el exterminio de la población judía. Pero, ¿de dónde le venía a Goebbels este odio? Ya desde sus primeros escritos, Goebbels acusa al «judaísmo internacional» como la fuente de todos los problemas de Alemania e incluso de los suyos propios, y «sin duda alguna hay una vena psicótica en las expresiones más virulentas de su odio» (p. 402), posiblemente relacionados con traumas infantiles, aunque Thacker no entra a fondo en esta cuestión. Pero Goebbels tuvo un papel:
«Capital en la destrucción de los judíos, no sólo por su papel como ministro de Propaganda, sino por ser el colega más próximo a Hitler y su confidente. Con poquísimas excepciones, cada vez que esos dos hombres estuvieron juntos más de unos pocos minutos hablaron de lo que llamaban la “cuestión judía”. Nunca sabremos quién llevaba la iniciativa en esas conversaciones, quién fue el primero en proponer ideas y a quién le cupo en cambio el papel de secuaz. Sabemos a ciencia cierta que Goebbels abogó constantemente por políticas radicales al respecto. Ya antes de 1939 esperaba ver algún día un gueto en Berlín, aunque tal proyecto nunca se llevó a cabo. Sabemos que Goebbels llevaba cierto tiempo presionando a Hitler cuando se adoptó en septiembre la decisión de obligar a los judíos alemanes a llevar una señal distintiva. Desde el inicio de la guerra Goebbels sostuvo en privado que había que exterminar a los judíos, y a partir de noviembre de 1941 trasladó esa idea a la esfera pública, recurriendo al auxilio de los medios de comunicación de masas (periódicos y radios). Poco después de la invasión de la Unión Soviética, en junio de 1941, anotó una conversación con Hitler en la que, según parece, lo urgió a que aprovechara la ocasión de exterminar “a aquellos contra los que hemos estado luchando toda nuestra vida”» (pp. 403-404).
Hay muchos aspectos que se pueden comentar de esta magnífica biografía de un personaje como Goebbels. Thacker, con amenidad y rigor, aprovechando al máximo lo que el propio personaje escribió en sus diarios, nos ofrece una imagen global del personaje, «presentado aquí como un ser humano que pasó del olvido provinciano a la fama y la notoriedad públicas». Un personaje que «pregonaba el odio hacia el enemigo, y se deleitaba en tratar con violencia a quienes le contradijeran» y que «respaldó implacablemente los castigos más duros para quienes se resistieran a la autoridad nazi en laEuropa ocupada y para los ciudadanos alemanes que incumplieran la ley, a menudo en actos triviales». Pero también un «padre devoto y un amante de la literatura, la poesía, la música y el paisaje», así como un «administrador muy competente, y un escritor con talento. Aunque puedan horrorizarnos el contenido de sus discursos y las ideas que promulgó con tanto vigor, no cabe duda de que fue uno de los oradores públicos más dotados del siglo XX». Y no se trata de destacar ambas caras, como si quisiéramos buscar un equilibrio en torno al personaje: no, Goebbels fue un criminal, aunque no se manchara él mismo las manos con sangre. Pero conviene no olvidar que «hasta los últimos días de la guerra fue –aunque en modo alguno universalmente popular– un líder nazi con el que numerosos soldados, trabajadores y amas de casa sentían un vínculo auténtico. Se mire por donde se mire, su vida fue extraordinaria» (p. 19).
En definitiva, estamos ante una biografía tremendamente atractiva. Se podría criticar a esta edición en castellano bastantes erratas tipográficas halladas, pero el libro, en su globalidad, es más que recomendable. Y necesario.
Goebbels PRINCIPIOS DE LA PROPAGANDA
Sobre la base de Goebbels Principios de Propaganda de Leonard W. Doob, publicado en Opinión Pública y Propaganda, un libro de lecturas editadas por la Sociedad para el Estudio Psicológico de las Cuestiones Sociales .
1. Propagandista debe tener acceso a información sobre los acontecimientos y de la opinión pública.
2. La propaganda debe ser planeada y ejecutada por una sola autoridad.
a. Se debe emitir todas las directivas de propaganda.
b. Debe explicar las directivas de propaganda a los funcionarios importantes y mantener su moral.
c. Se debe supervisar las actividades de otras agencias que tengan consecuencias propagandísticas
3. Las consecuencias propagandísticas de una acción debe ser considerado en la planificación de la acción.
4. La propaganda debe afectar a la política del enemigo y la acción.
a. Por material de suprimir propagandísticamente deseable que pueda proporcionar el enemigo con inteligencia útil
b. Por abiertamente la difusión de propaganda cuyo contenido o tono hace que el enemigo a sacar las conclusiones deseadas
c. Al provocar al enemigo para que revele información vital acerca de sí mismo
d. Al hacer ninguna referencia a una actividad enemiga deseada cuando cualquier referencia sería desacreditar a esa actividad
5. Desclasificados, la información operativa debe estar disponible para implementar una campaña de propaganda
6. Para ser percibida, la propaganda debe evocar el interés de una audiencia y debe ser transmitida a través de un medio de comunicación para llamar la atención.
7. La credibilidad sólo debe determinar si la salida propaganda debe ser verdadera o falsa.
8. La finalidad, el contenido y la eficacia de la propaganda enemiga, la fuerza y los efectos de una exposición, y la naturaleza de las campañas de propaganda actuales determinar si la propaganda enemiga debe ser ignorada o refutada.
9. La credibilidad, la inteligencia y los posibles efectos de la comunicación de determinar si los materiales propagandísticos deben ser censurados.
10. El material de propaganda enemiga puede ser utilizado en operaciones cuando ayuda a disminuir el prestigio que enemigo o presta apoyo a propio objetivo del propagandista.
11. Negro en lugar de propaganda blanca puede ser empleado cuando este último es menos creíble o produzca efectos indeseables.
12. La propaganda puede ser facilitada por líderes de prestigio.
13. La propaganda debe ser cuidadosamente programado.
a. La comunicación debe llegar a la audiencia por delante de propaganda competencia.
b. Una campaña de propaganda debe comenzar en el momento óptimo
c. Un tema de la propaganda debe ser repetido, pero no más allá de cierto punto de disminución de efectividad
14. La propaganda debe etiquetar los acontecimientos y las personas con frases o lemas característicos.
a. Se debe evocar respuestas deseadas que la audiencia posee previamente
b. Ellos deben ser capaces de ser fácilmente aprendido
c. Ellos deben ser utilizadas una y otra vez, pero sólo en situaciones apropiadas
d. Ellos deben ser a prueba de boomerang
15. La propaganda en el frente interno debe evitar el aumento de las falsas esperanzas que pueden ser disparados por eventos futuros.
16. La propaganda en el frente interno debe crear un nivel de ansiedad óptima.
a. La propaganda debe reforzar la ansiedad sobre las consecuencias de la derrota
b. La propaganda debe disminuir la ansiedad (que no sea relativa a las consecuencias de la derrota) que es demasiado alta y que no puede ser reducido por las personas se
17. La propaganda en el frente interno debe disminuir el impacto de la frustración.
a. Frustraciones inevitables deben ser anticipados
b. Frustraciones inevitables deben ser colocados en perspectiva
18. La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión, especificando los objetivos para el odio.
19. La propaganda no puede afectar inmediatamente fuertes contra-tendencias, sino que debe ofrecer algún tipo de acción o distracción, o ambas cosas.