DOCUMENTAL DEL ZODIACO ( CANAL HISTORIA )
"El Asesino del Zodíaco"
“Me gusta matar gente porque es divertido”.
Carta de Zodíaco
David Arthur Faraday, de diecisiete años, un estudiante becado que jugaba en el equipo de su curso, era uno de los mejores alumnos del instituto de Vallejo, California (Estados Unidos). A finales de 1968 conoció a una chica morena de dieciséis años, Betty Lou Jensen, que vivía en la otra punta de la ciudad. Desde entonces iba a verla casi todos los días. Aquel día, viernes 20 de diciembre de 1968, a las 17:00 horas, David y Betty Lou hablaron con unos amigos en la calle Anette sobre su cita de esa noche. Iba a ser la primera. David salió de casa a las 18:00, y a las 19:10 llevó a su hermana, Debbie Faraday, a una reunión de las Rainbow Girls en el Pythian Castle, en el bulevar Sonoma. David le dijo a Debbie que a lo mejor él y Betty Lou irían después a la carretera del Lago Herman porque le habían dicho que “algunos colegas iban a salir por ahí esa noche”. David volvió a la casa de sus padres en Sereno Drive. A las 19:20 horas, David se vistió para su cita. Llevaba una camisa azul claro de manga larga, unos pantalones de pana marrón tipo Levi's, calcetines negros y botas de color ocre, de gamuza. Se puso su reloj Timex con caja y correa de cromo en la muñeca izquierda, y se metió un dólar y cincuenta y cinco centavos, en monedas, en el bolsillo derecho de adelante; también un pañuelo blanco y una botellita de pastillas para el aliento marca Binaca. En el dedo corazón se puso el anillo de metal amarillo de su curso con una piedra roja. Se despidió de sus padres y salió a las 19:30 horas. Se metió al automóvil Rambler familiar de cuatro puertas, color marrón, que estaba registrado con el nombre de su madre. Condujo hasta el número 123 de Ridgewood, una casa baja y alargada rodeada de hiedra y de árboles altos y finos. David se paró en la entrada. Eran las 20:00 horas. Betty Lou Jensen les había dicho a sus padres que iba a ir con David a un concierto de villancicos en su instituto, Hegan High, a sólo unas manzanas de distancia. Llevaba un vestido corto, color morado, con puños y cuello blancos.
Betty Lou JensenMuchas veces le decía a su hermana Melody que creía que un chico del instituto la espiaba, y, en varias ocasiones, la señora Jensen se había encontrado abierta la puerta que daba al lado de la casa. ¿Un compañero de clase? ¿O la espiaba alguien más? Mientras esperaba a Betty Lou, David habló con el padre de ésta, Verne. Sus padres eran del Medio Oeste, pero ella había nacido en Colorado, como la madre de David. Cuando Betty Lou salió, David la ayudó a ponerse el abrigo blanco de piel. Con el bolso en la mano, se despidió de su padre con un beso, le dijo que iban a ir a una fiesta después del concierto, y se fue a las 20:20, prometiendo que volvería a las 23:00 horas. Pero en vez de ir al concierto, los dos se fueron a ver a Sharon, otra estudiante, en Brentwood, cerca del instituto. A las 21:00 horas, Sharon los acompañó al coche. No le dijeron adónde iban después. Sobre la misma hora, en la carretera del lago Herman, a unos kilómetros de distancia de los límites de Vallejo, dos cazadores de mapaches que acababan de aparcar su furgoneta roja en el rancho Marshall, vieron un Chevrolet Impala blanco modelo 1960, no descapotable, de cuatro puertas, aparcado al lado de la entrada de la estación de bombeo de agua de Benicia. En ese momento un camión salía por la puerta de la estación de bombeo y se metía en la carretera vacía.
Carta de Zodíaco
David Arthur Faraday, de diecisiete años, un estudiante becado que jugaba en el equipo de su curso, era uno de los mejores alumnos del instituto de Vallejo, California (Estados Unidos). A finales de 1968 conoció a una chica morena de dieciséis años, Betty Lou Jensen, que vivía en la otra punta de la ciudad. Desde entonces iba a verla casi todos los días. Aquel día, viernes 20 de diciembre de 1968, a las 17:00 horas, David y Betty Lou hablaron con unos amigos en la calle Anette sobre su cita de esa noche. Iba a ser la primera. David salió de casa a las 18:00, y a las 19:10 llevó a su hermana, Debbie Faraday, a una reunión de las Rainbow Girls en el Pythian Castle, en el bulevar Sonoma. David le dijo a Debbie que a lo mejor él y Betty Lou irían después a la carretera del Lago Herman porque le habían dicho que “algunos colegas iban a salir por ahí esa noche”. David volvió a la casa de sus padres en Sereno Drive. A las 19:20 horas, David se vistió para su cita. Llevaba una camisa azul claro de manga larga, unos pantalones de pana marrón tipo Levi's, calcetines negros y botas de color ocre, de gamuza. Se puso su reloj Timex con caja y correa de cromo en la muñeca izquierda, y se metió un dólar y cincuenta y cinco centavos, en monedas, en el bolsillo derecho de adelante; también un pañuelo blanco y una botellita de pastillas para el aliento marca Binaca. En el dedo corazón se puso el anillo de metal amarillo de su curso con una piedra roja. Se despidió de sus padres y salió a las 19:30 horas. Se metió al automóvil Rambler familiar de cuatro puertas, color marrón, que estaba registrado con el nombre de su madre. Condujo hasta el número 123 de Ridgewood, una casa baja y alargada rodeada de hiedra y de árboles altos y finos. David se paró en la entrada. Eran las 20:00 horas. Betty Lou Jensen les había dicho a sus padres que iba a ir con David a un concierto de villancicos en su instituto, Hegan High, a sólo unas manzanas de distancia. Llevaba un vestido corto, color morado, con puños y cuello blancos.
Betty Lou JensenMuchas veces le decía a su hermana Melody que creía que un chico del instituto la espiaba, y, en varias ocasiones, la señora Jensen se había encontrado abierta la puerta que daba al lado de la casa. ¿Un compañero de clase? ¿O la espiaba alguien más? Mientras esperaba a Betty Lou, David habló con el padre de ésta, Verne. Sus padres eran del Medio Oeste, pero ella había nacido en Colorado, como la madre de David. Cuando Betty Lou salió, David la ayudó a ponerse el abrigo blanco de piel. Con el bolso en la mano, se despidió de su padre con un beso, le dijo que iban a ir a una fiesta después del concierto, y se fue a las 20:20, prometiendo que volvería a las 23:00 horas. Pero en vez de ir al concierto, los dos se fueron a ver a Sharon, otra estudiante, en Brentwood, cerca del instituto. A las 21:00 horas, Sharon los acompañó al coche. No le dijeron adónde iban después. Sobre la misma hora, en la carretera del lago Herman, a unos kilómetros de distancia de los límites de Vallejo, dos cazadores de mapaches que acababan de aparcar su furgoneta roja en el rancho Marshall, vieron un Chevrolet Impala blanco modelo 1960, no descapotable, de cuatro puertas, aparcado al lado de la entrada de la estación de bombeo de agua de Benicia. En ese momento un camión salía por la puerta de la estación de bombeo y se metía en la carretera vacía.
David Faraday
A las 21:30 horas, un acontecimiento infrecuente sucedió en aquel lugar: un chico y su novia aparcaron el coche deportivo de la chica al lado de la carretera sinuosa para que él arreglara el motor. Los dos vieron un coche, seguramente un Valiant azul, que iba por la carretera de Benicia en dirección a Vallejo. Cuando el coche rebasó a la pareja, redujo la velocidad, siguió recorriendo unos metros y se paró en medio de la carretera. Vieron que se encendían las luces blancas de marcha atrás. Entonces empezó a retroceder hacia ellos con lentitud exasperante. Las acciones parecían tan amenazadoras que el joven puso en marcha el coche de su amiga y salió a toda velocidad. El Valiant los siguió. Cuando la pareja llegó a la salida de Benicia, se metió por ella. El otro coche continuó todo recto. A las 22:00, Bingo Wesher, un pastor de ovejas del rancho Old Borges, contaba sus reses al este de la estación de bombeo de Benicia cuando vio un sedán Chevrolet Impala blanco aparcado cerca de la entrada de la estación, delante de la puerta. También vio la furgoneta Ford del 59 de los cazadores de mapaches.
El auto estacionado en el camino a Vallejo
Después de tomar una Coca-Cola en el café Mr. Ed's, David y Betty Lou siguieron al este por Georgia y giraron a la izquierda en la avenida Columbus. En el límite de la ciudad de Vallejo, giraron a la derecha por la estrecha y sinuosa carretera del lago Herman. Pasaron por las grandes torres de la empresa de materiales de pavimentación, rocas y asfalto SVAR, cuya maquinaria horadaba una ladera de color naranja y marrón. Allí había minas de plata, y a David le habían hablado de dos hombres que querían poner en marcha una mina de azogue en las tierras de cultivo. El primer kilómetro y medio de la carretera estaba lleno de pequeños ranchos. De día las laderas estaban salpicadas de vacas que pastaban en las colinas. Ahora, la noche era cerrada. David y Betty Lou se dirigieron al este, a un apartado camino donde iban las parejas. La policía lo visitaba regularmente para avisarles de los posibles peligros de aparcar en una zona tan aislada. Justo antes de las 20:15 horas, David salió de la carretera por la derecha y aparcó a cuatro metros y medio, mirando al sur, en la zona de gravilla frente a la puerta número 10, la entrada de la alambrada a la estación de bombeo del lago Herman. Cerró las cuatro puertas, dejó el abrigo blanco de piel y el bolso de Betty Lou y su chaqueta en el asiento de detrás del copiloto, y encendió la calefacción. Echó hacia atrás el asiento frontal reclinable y lo puso en un ángulo de cuarenta y cinco grados. No había farolas, y el pedregoso claro estaba rodeado de suaves montículos y tierras de labranza. Aquel sitio era popular entre las parejas porque los chicos podían ver las luces de un coche patrulla de la policía si se acercaba por la curva de la carretera, lo que les daba tiempo para desembarazarse de la cerveza o de los cigarrillos de marihuana.
A las 22:15 una mujer y su novio, un marinero, pasaron por allí en coche. Al llegar al final de la carretera y volver quince minutos después, el coche seguía allí, pero ahora miraba a la carretera en dirección sureste. A las 22:50 la señora Stella Borges llegó a su rancho en la carretera del Lago Herman, exactamente a 2.8 kilómetros de donde Betty Lou y David habían aparcado. Cuando la señora Borges entró, el teléfono sonó y empezó a hablar con su madre. Quedaron en que la señora Borges iría a recoger a su hijo de trece años de un concierto aquella noche. A las 23:00, la señora Peggy Your y su marido, Homer, fueron a la carretera del Lago Herman con su Grand Prix dorado del 67 para revisar las tuberías y las alcantarillas que su empresa iba a instalar cerca de la estación de bombeo. Al pasar al lado del Rambler, la señora Your vio a David sentado en el asiento del conductor y a la chica apoyada en su hombro. Cuando los faros del coche de los Your iluminaron la puerta, vio que David ponía las manos en el volante.
La escena del crimen
Después de echar un vistazo al lugar de las obras, los Your siguieron hasta el pie de la colina y entraron en el rancho Marshall para dar la vuelta y volver a Benicia. Vieron la furgoneta roja de los cazadores de mapaches aparcada en el campo, a siete metros y medio. Los dos cazadores, con gorro de lana y chaquetas de caza, se encontraban dentro de la furgoneta. Después de dar la vuelta, los Your volvieron a pasar al lado del Rambler. David y Betty Lou seguían sentados en la misma posición. Los cazadores de mapaches habían vuelto a la furgoneta andando por el camino al lado del río. Estaban a punto de marcharse cuando vieron que el coche de los Your se metía por el camino de entrada. Eran las 23:05 cuando al fin se fueron, y los dos hombres vieron el Rambler aparcado y solo junto a la puerta, ahora con el cofre apuntando a ésta. Cuando otro coche tomó la curva de la carretera y los iluminó con los faros, Betty Lou y David se estuvieran abrazando. En vez de dejar atrás el vehículo, este coche se paró a su lado, a unos dos metros de distancia. El conductor era un hombre con un anorak; probablemente usaba gafas. Ahí se quedaron los dos coches, uno al lado del otro, junto a una desierta carretera rural.
A las 23:10 un trabajador de la refinería Humble en Benicia volvía a casa cuando pasó junto al Rambler. Lo vio, pero no se fijó en la marca y el color del otro auto. El coche del trabajador de la refinería se perdió de vista. Una brisa seca agitaba la hierba helada de la carretera. La reconstrucción de los investigadores especularía que el recién llegado bajó al fin su ventanilla y pidió a David y Betty Lou que bajaran del coche. Sorprendida, la joven pareja seguramente se negó. El hombre corpulento abrió la puerta de su coche. Al salir, sacó una pistola de debajo del anorak oscuro. El desconocido se quedó mirando a Betty Lou, cuya ventana estaba abierta. En vez de meterse a la fuerza por la entrada más fácil (la del lado del copiloto), el desconocido empezó a acecharles dando vueltas al coche. Se detuvo, apuntó casi al centro de la ventana posterior derecha, encima de la varilla de cromo de la parte inferior, y disparó. Rompió el cristal. Se dirigió al lado izquierdo del automóvil y disparó otra vez en el hueco de la rueda posterior izquierda. Su intención parecía ser la de obligar a los jóvenes a desplazarse al lado izquierdo del coche. Lo logró.
Cuando ambos adolescentes se apartaron apresuradamente del lado del copiloto, el desconocido corrió hacia allí. Betty Lou salió del vehículo. Cuando David pasó al asiento del copiloto y volvió la cabeza para salir, el hombre metió el brazo con la pistola por la ventana abierta, puso el cañón en la parte superior de la oreja izquierda del chico y apretó el gatillo. La bala salió horizontalmente y en ángulo, dejando las quemaduras de pólvora típicas de una herida causada por contacto. La cabeza del chico explotó. Betty Lou gritó y corrió hacia el norte, en paralelo a la carretera y en dirección a Vallejo. Persiguiendo a la chica con la pistola extendida, a menos de tres metros detrás de ella, el hombre corpulento disparó a Betty Lou cinco veces. Los disparos estaban cerca unos de otros en la parte superior derecha de su cuerpo. La puntería era increíble: un blanco en movimiento, un pistolero en movimiento corriendo sobre gravilla, en una carretera rural casi completamente a oscuras. Betty Lou cayó muerta exactamente a 8.55 metros del parachoques trasero del Rambler. La chica que huía ni siquiera llegó a la calzada. Cayó sobre el costado derecho, con el rostro hacia abajo, los pies al oeste. David estaba de espaldas, con los pies apuntando a la rueda posterior derecha. Respiraba de forma áspera y casi imperceptible. Un gran charco de sangre empezaba a formarse en torno a su cabeza.
El desconocido dio marcha atrás con su automóvil y se alejó por la carretera. La señora Borges, que seguía con el abrigo puesto, colgó el teléfono y, con su suegra y su hija, cogió el coche para ir a Benicia. Miró el reloj de la cocina. Eran las 23:10. Tardó cuatro o cinco minutos, a cincuenta kilómetros por hora, en llegar al sitio donde David había aparcado. Al doblar la esquina de la carretera al lado de la alambrada, sus faros iluminaron la escena. Al principio la señora Borges creyó que el hombre se había caído del coche. Después, cerca de una señal de tráfico amarilla en forma de rombo, vio a Betty Lou. La puerta delantera derecha del Rambler seguía abierta; el zumbido de la calefacción se oía en el silencio. La señora Borges aceleró por la estrecha autopista a Benicia para buscar auxilio. Justo al norte de la Interestatal 680 vio un coche patrulla de Benicia y empezó a tocar el claxon y a manipular las luces para llamar su atención. Los dos coches se detuvieron delante de la gasolinera Enco en la calle 2 Este y la señora Borges les contó a los agentes la escena que había visto en la cuneta. Eran las 23:19.
El coche de la policía se dirigió con las luces azules intermitentes al escenario de la agresión y llegó en tres minutos. Los agentes, el comandante Daniel Pitta y el agente William T. Warner, vieron que el chico respiraba débilmente y llamaron a una ambulancia. Registraron el Rambler de dos colores. El motor estaba tibio, la llave de contacto puesta, la puerta delantera derecha abierta de par en par, las otras tres puertas y la del maletero cerradas. Encontraron un casquillo calibre .22 usado a los pies del asiento del copiloto. Como el terreno y la zona de gravilla estaban heladas, no había marcas visibles de neumáticos ni señales de lucha. Taparon a Betty Lou con una manta de lana. El gran charco de sangre que se había formado alrededor de su cuerpo procedía en su mayor parte de la nariz y la boca. El rastro de sangre conducía al coche. David estaba tumbado boca arriba. El comandante Pitta advirtió, gracias a la zona oscura alrededor de la herida de la oreja izquierda, que la bala había sido disparada a corta distancia. Tenía un gran bulto en la mejilla derecha, sangre en las manos y en las mangas de la camisa. Warner dibujó con tiza la silueta de la figura inmóvil, cuyos pies estaban cerca de la puerta del copiloto. Cuando la ambulancia llegó, pusieron a David en una camilla, lo metieron en la parte trasera del vehículo y fueron a toda velocidad, con la sirena ululando, al Hospital General de Vallejo. En el trayecto, un médico se ocupó de él. A las 23:29, Pitta llamó al juez de instrucción del condado, Dan Horan. Dado que la agresión se había producido en una zona escasamente habitada del condado de Solano, fuera de la jurisdicción de la policía de Benicia, se lo notificó a la oficina del sheriff del condado de Solano por radio y pidió una unidad y un inspector. Horan se vistió rápidamente. A medianoche ya estaba en el escenario del crimen con el doctor Byron Sanford de Benicia. Horan siempre se encargaba de la parte difícil e informaba en persona a las familias de las víctimas. Sanford certificó la muerte de Betty Lou y mandó que se llevaran el cadáver para realizarle la autopsia. Primero hicieron fotos desde todos los ángulos posibles. Un periodista de The Fairfield Daily Republic, Thomas D. Balmer, había llegado antes, pero no le dejaron pasar hasta que llegó el inspector a las 00:05 horas. A esa misma hora, David Faraday expiró; llegó muerto al hospital.
El auto de las víctimas
Se recuperaron siete balas en las víctimas y en el vehículo. Cuatro de ellas se encontraban en buenas condiciones; las otras tres estaban en mal estado. Dos de ellas no se encontraron: se perdieron en algún lugar del campo que se extendía junto a la carretera del Lago Herman. Todas las balas recuperadas tenían un ángulo de giro a la derecha en el sentido de las agujas del reloj, con seis campos y seis estrías: balas “seis y seis”. Lundblad siguió metódicamente todas las pistas que surgieron. El último día de las víctimas fue reconstruido con exactitud minuto a minuto; se recogieron treinta y cuatro testimonios detallados. Lundblad investigó la vida privada de las dos víctimas, trabajando casi las veinticuatro horas. La familia y los amigos de Betty Lou y David fueron interrogados, así como los sospechosos habituales de la zona. Entre otras posibilidades, había doscientas noventa personas registradas en el Hospital Psiquiátrico del Estado en Napa que vivían en esa región. La familia de Betty Lou le contó a Horan que había un chico despechado que la había estado molestando en el instituto y que había amenazado a David: "Estoy pensando en pegarte con unas nudilleras de metal". También sospechaban que ese chico podía ser el que merodeaba por el jardín de noche. Horan pasó esta información a Lundblad, que descubrió que el sospechoso tenía una coartada incontestable: después de la fiesta de cumpleaños de su hermana, el muchacho vio la televisión hasta las 23:00 horas, acompañado de un policía de Mare Island. Se siguieron las pistas ofrecidas por la gente. Pero los asesinatos no parecían responder a ningún motivo, aparte del puro placer de matar. Lundblad no encontró ningún indicio de intento de robo o abuso sexual en las víctimas. El reino del terror de “El Asesino del Zodíaco” había comenzado.
Mapa del crimen (click en la imagen para ampliar)
Al saberse la noticia de los crímenes, una chica llamada Darlene Ferrin le dijo a su compañera de trabajo, Bobbie Ramos: “Tengo miedo. Yo conocía a los dos chicos que han matado en la carretera del Lago Herman. Los conocía del Instituto Hagan”. El Instituto Hagan estaba sólo a una manzana de la casa de Betty Lou. Darlene había estudiado allí. Los viernes, sábados y domingos por la noche Bobbie Ramos trabajaba con Darlene hasta las 03:00 horas en el restaurante Terry's de la calle Magazine, en Vallejo. Era muy amable y la gente hacía fila para que los atendiera ella. Y tenía un llamativo parecido con Betty Lou Jensen. Darlene, su segundo marido, Dean, y su hija pequeña, Dena, vivían en el 560 de la calle Wallace. Su esposo trabajaba como cocinero en el restaurante italiano Caesar's Palace. Pam Sue, la hermana pequeña de Darlene, había encontrado dos paquetes en la puerta de la casa de los Ferrin, pero nunca había visto quién los había dejado. Un día abrió la puerta a tiempo de ver a un hombre con gafas de concha que dejaba un tercer paquete. Lo había visto antes, en un coche blanco aparcado delante de la casa. “Me dijo que bajo ningún concepto debía mirar el interior del paquete. Se quedó detrás de la puerta. Y luego afuera, en su coche, durante muchísimo tiempo después de entregar el paquete. Cuando Darlene llegó a casa preguntó si habían traído algo para ella. Le di el paquete y se lo llevó a la habitación del fondo y, cuando le pregunté qué era, no dijo nada. A partir de entonces estuvo distinta. Parecía muy nerviosa y se llevó el teléfono a su habitación e hizo una llamada, y después me hizo salir a toda prisa y me acompañó a casa muy rápido”, declararía. Pam se enteró por fin de que en el primer paquete había un cinturón de plata y un bolso de México y en el segundo una tela de flores blanca y azul. Darlene quería la tela para hacerse un vestido.
Darlene Ferrin
Un día que se reunieron para pintar paredes, Darlene invitó a muchos de sus amigos a su casa para que la ayudasen a arreglarla. Darlene, pese a estar casada, tenía constantemente relaciones con otros hombres. Entre los amigos de Darlene no era ningún secreto que tenía varios amantes, entre ellos, algunos policías de la oficina del sheriff. El rebelde hermano menor de Darlene, Leo, estuvo en aquella reunión, así como los gemelos Michael “Mike” y David Mageau, amigos íntimos de Darlene. Había cerca de veinte personas allí. Tres de los que asistieron eran policías de Vallejo. Aparte de Darlene, la única mujer era una amiga suya. Darlene llamó a su hermana Linda y le pidió que fuera también. Mientras Linda estaba de camino, otro invitado, un hombre corpulento, llegó a la nueva casa. Linda declararía tiempo después: “Aquel día mi hermana Darlene tenía tanto miedo que me dijo: ‘Vete, Linda, vete’. El tipo aquel era muy raro y ella me dijo que no me acercara a él. Era el único que iba bien vestido. Todos los demás llevaban vaqueros viejos y pintaban (…) Lo recuerdo sentado en una silla. Las gafas de montura oscura, el cabello rizado, con aspecto de hombre maduro. Entrado en kilos... Estuvo sentado casi todo el rato. Recuerdo que me metí en un dormitorio pequeño con Darlene y le pregunté: ‘Darlene, ¿qué te pasa?’. Estaba muy nerviosa. Ese tipo la tenía aterrorizada. No podía ni comer. No sonreía. No era la Darlene que yo conocía. Algo le preocupaba. Cuando llegué él ya estaba ahí. No quería que yo tuviese relación alguna con él. Me pidió que me fuera porque no quería que él conociese a una parte de la familia. Era muy extraño. Pensé en ello, pero luego me fui a Texas en mi cumpleaños, en junio. Ella dijo no sé qué sobre drogas. Grupos de personas no dejaban de entrar continuamente en el dormitorio. A mí no me dejaron entrar. Una persona dio a entender que alguien había estado siguiendo a Darlene y Darlene cambió de tema y dijo: ‘No te preocupes, nadie me va a hacer daño’ (…) (Días después vi al hombre) en Terry's. Me senté a su lado. Recuerdo que comía tarta de fresa. Y que Darlene se puso muy nerviosa porque yo me senté a su lado. Él estuvo hablando conmigo; a ella la situación la alteró mucho. No dejó de decirme entre cuchicheos que me alejara de él. El tipo llevaba una chaqueta de cuero. Siempre olía a cuero (…) Estuve allí una hora y media sentada en el mostrador y él no dejó de comer tarta de fresa (…) El hombre no siempre llevaba las gafas. Se las puso para mirar la cuenta. (…) Su coche tenía una matrícula antigua de California. Era completamente blanco”.
Darlene poco antes del ataque
El viernes 4 de julio de 1969, a las 15:45, Dean Ferrin llegó a trabajar al restaurante italiano. Quince minutos después, su esposa Darlene llamó a uno de los gemelos, Michael “Mike” Mageau y quedó con él para ir al cine en San Francisco a las 19:30 horas. Media hora después, Darlene y su hermana entraron al restaurante. Darlene había ido para ver a Dean de camino a Mare Island, donde pensaba asistir a las celebraciones del 4 de julio y el desfile de barcos en el canal. Su hermana participaba en el concurso de “Miss Fuegos Artificiales” y tenían que estar en el desfile de barcos. Dijo que regresaría a su casa hacia las 22:00 horas. Su esposo Dean le comentó que había invitado a algunas personas a su casa esa noche para hacer una fiesta. Le pidió a Darlene que comprara fuegos artificiales cuando regresara. A las 18:45, Darlene fue a Terry's a contarle a su amiga Bobbie lo de la fiesta que iba a celebrarse en su casa esa noche. A las 19:00 horas, Michael Mageau recibió una llamada de Darlene, en la que ésta le dijo que tenía que quedarse con su hermana y que llamaría o que llegaría más tarde. Cuando Darlene y su hermana regresaron de Mare Island volvieron a Caesar's Palace, y a las 22: 15 Darlene llamó a la niñera para ver cómo iban las cosas. Ésta le dijo que uno de sus amigos de Terry's había estado intentando localizarla. Darlene llegó al estacionamiento de Terry's a las 22:30 horas y habló unos diez minutos con su amiga. Al marcharse, se paró a hablar con un hombre maduro en un coche blanco. Darlene llegó a su nueva casa y la niñera de su hija, Janet Lyne, la recibió en la puerta. Le dijo que un hombre con voz madura había estado llamando toda la tarde pero que no había querido dejar su nombre ni un mensaje. “Ha dicho que volvería a llamar”, dijo Janet.
Michael Mageau
Darlene se cambió de ropa, despertó a su hija Dena y empezó a jugar con ella. Le dijo a Janet sobre la fiesta. Darlene tenía previsto llevar a la niñera a su casa y después volver para ordenar la suya. Sin embargo, cuando, con Dena en brazos, acompañó a las chicas al automóvil, el teléfono empezó a sonar dentro de la casa y corrió a cogerlo. Al volver, preguntó a la niñera si le importaba quedarse hasta las 00:15 horas y ella respondió que se quedaría. Darlene pretextó: “Tengo que volver a salir y comprar fuegos artificiales para la fiesta”. Salió inmediatamente y se dirigió a casa de su amigo Mike. Darlene se detuvo delante de la casa, apagó el motor y esperó. Enseguida salió Mike con tanta prisa que dejó las luces prendidas, la puerta abierta y el televisor encendido. Darlene arrancó el coche y emprendió la marcha; entonces, según testigos, empezó a seguirlos otro coche de color claro que estaba aparcado en las sombras de la calle arbolada. Darlene aceleró y se dirigió a la Avenida Columbus, en la misma dirección que la carretera del Lago Herman. Eran las 23:55 horas. El coche los seguía a gran velocidad. Darlene giró varias veces para despistar al desconocido. Empezó a bajar por calles adyacentes, pero el coche les seguía cada vez más deprisa y a mayor velocidad. Mike le decía: “Oh, no, ve todo recto... ¡ve todo recto! Métete por ese camino”. El otro coche, persiguiéndolos sin cesar, los empujaba a las afueras de la ciudad. A seis kilómetros del centro de Vallejo estaba el campo de golf de Blue Rock Springs, otro lugar bien conocido donde se daban cita las parejas. Hacía allí se dirigían Darlene y Mike. Darlene giró nerviosamente a la derecha y se metió en el estacionamiento. A veinte metros de la entrada chocó contra un tronco y el coche se apagó. Estaban delante del campo de golf; a la derecha de Darlene, al fondo, había un bosque. El suyo era el único coche aparcado. La pareja permaneció un momento en la oscuridad antes de que el otro coche los alcanzara, apagara las luces y se estacionara a dos metros y medio de ellos, a la izquierda. El cofre del segundo coche estaba casi al mismo nivel que el parachoques trasero del coche de Darlene; Mike vio que el conductor era un hombre. Casi inmediatamente, el otro coche se marchó a toda velocidad y con gran estruendo en dirección a Vallejo. Mike suspiró aliviado. No obstante, el coche volvió al cabo de cinco minutos. Ahora aparcó detrás de ellos, a la derecha del Corvair de Darlene, con las luces encendidas. Mike advirtió que se había estacionado formando una tangente, una técnica para bloquear el paso que utilizan los policías de tráfico. Mike había aparcado otras veces en ese lugar y había aparecido un coche de policía dispuesto de esa manera.
La hermana de Darlene
De pronto, una luz brillante e intensa, como la de un coche de policía, los iluminó desde el otro vehículo. Su único ocupante abrió la puerta y, con una linterna, avanzó hacia la pareja, sin dejar de dirigir la luz brillante de una cara a la otra. La luz se apagó. Era un farol con asa, de los que Mike había visto en barcos. Pensando que era la policía, Mike le dijo a Darlene: “Viene la policía, saca tu identificación”, y se metió la mano en el bolsillo trasero derecho para coger la cartera. Darlene sacó la suya del bolso y lo volvió a dejar en la parte trasera, detrás del asiento de Mike. El hombre se acercó al lado del copiloto; la ventana estaba bajada. Sin previo aviso, la luz cegadora volvió a abatirse sobre los ojos de Mike. El desconocido era invisible. Mike oyó el chasquido de metal en el marco de la ventana. Luego vio un estallido de luz; el hombre le había disparado. El estruendo del balazo lo dejó sordo. La bala lo golpeó, muy caliente, y Mike sintió que le salía sangre. Aunque los disparos parecían sonar fuerte, a Mike le dio la impresión de que la pistola llevaba algún tipo de silenciador. El hombre le disparó más veces a la pareja. Darlene se desplomó sobre el volante; la habían alcanzado las balas que habían atravesado el cuerpo de Mike y las balas dirigidas a ella. Recibió nueve disparos. Dos de ellos le dieron en el brazo derecho y dos en el izquierdo; cinco balas en el lado derecho de la espalda, atravesando el pulmón y el ventrículo izquierdo del corazón. Mike intentó agarrar el asa de la puerta, tanteando frenéticamente con los dedos y, para su horror, se dio cuenta de que la habían quitado. Estaba indefenso. El muchacho tenía una herida en el brazo derecho y sentía un dolor terrible cuando el atacante, sin mediar palabra, se dio la vuelta y empezó a marcharse. Mike soltó un fuerte grito de agonía. El asesino se detuvo, se dio la vuelta lentamente, y miró por encima del hombro de su anorak hacia donde estaba Mike. Con su mano en el asa de la puerta, el perfil del hombre corpulento quedó iluminado por la luz interior de su coche y, por primera vez, Mike vio el rostro de su agresor. El rostro del hombre parecía grande y no llevaba gafas. Daba la impresión de tener entre veintiséis y treinta años y el cabello castaño claro, corto, rizado, rapado al estilo militar. Su constitución era “fornida, corpulenta sin ser fofa”, quizá pesaba entre 98 y 100 kilos. Llevaba pantalones de pinzas. El intruso regresó para rematar la tarea. Se inclinó delante de la ventana abierta del Corvair y le disparó dos veces más al chico. Mike dio unas patadas en un patético intento de defenderse. Como no podía salir, se metió de un salto en la parte de atrás del coche, agitando las piernas espasmódicamente. El hombre le disparó a Darlene dos veces más, se dio la vuelta, se metió en su coche, y se fue a toda velocidad. Mike, herido en la pierna izquierda, en el brazo derecho y en el cuello, pudo llegar al fin al asiento delantero. Abrió la puerta del copiloto desde fuera, salió del coche y cayó en el aparcamiento. Las heridas de la mejilla y del cuello le sangraban profusamente; la bala le había entrado por la mejilla derecha y le había salido por la izquierda, agujereándole la mandíbula y la lengua. Sentía como si “un mazo lo hubiera golpeado” y, cuando intentó hablar, sólo articulaba un grito ahogado. Ni siquiera podía pedir ayuda. En el asiento delantero oía los gemidos de Darlene. Tres adolescentes lo encontraron un rato después y llamaron a la policía. Pese a sus heridas, Mike Mageau sobrevivió para declarar ante la policía. Darlene no; la chica murió poco después, a las 00:38 horas, camino al hospital.
El automóvil en la escena del crimen
Exactamente a las 00:40 horas, un hombre hizo una llamada a la comisaría de Vallejo desde un teléfono público a través de operadora. La telefonista Nancy Slover respondió. Una voz de hombre sin acento, regular y sin altibajos, suave pero enérgica, dijo: “Quiero informar de un doble asesinato. Si recorren un kilómetro y medio en dirección este por la avenida Parkway hasta el parque público, encontrarán a dos jóvenes en un coche marrón”. Nancy Slover intentó interrumpirlo para obtener más información, pero él habló más fuerte y la interrumpió. Le pareció que su interlocutor era de mediana edad. Éste no dejó de hablar hasta que terminó su declaración. “Han sido abatidos con una Luger de 9 milímetros. También maté yo a los chicos del año pasado. Adiós”. Al despedirse, la voz se hizo más grave y cobró un matiz provocador. Nancy oyó que colgaban el auricular. Después de colgar, el asesino debió de quedarse un minuto en una cabina telefónica iluminada. De pronto el teléfono empezó a sonar; un hombre negro de mediana edad con ropa andrajosa que pasaba por allí miró y vio al hombre corpulento en la cabina. Para que el teléfono dejara de sonar, lo cogió y lo dejó colgando. Volviendo la cabeza, el asesino abrió la puerta de la cabina y se sumió en la oscuridad. Al cabo de un momento, desapareció a paso rápido en la noche.
A las 00:47 horas, Pacific Telephone localizó la llamada en la gasolinera Joe's Union en las calles Tuolumne y Springs, justo enfrente de la comisaría de Vallejo y visible desde la casita verde de Darlene y Dean en la calle Virginia. Era posible que el hombre corpulento pasara por delante de ella después de hacer la llamada. En ese momento Dean seguía en el trabajo, y en ella sólo estaban Dena y la niñera. La policía llamó al padre de Dean porque el Corvair estaba matriculado a su nombre. Fue, por tanto, el primero en enterarse de la muerte de Darlene. Después, la policía intentó contactar telefónicamente con la casa de los Mageau, pero, al no conseguirlo, mandaron a dos agentes. Estos salieron del coche patrulla y se acercaron con sigilo a la casa, porque la puerta estaba abierta y las luces encendidas. A excepción del ruido de la televisión, no oyeron nada más. Se encontraron con la casa vacía.
La casa de Darlene y Dean, en la actualidad
Después de cerrar Caesar's Palace, los dueños y los empleados, incluido Dean, se dirigieron a casa de este último; en el camino compraron algunas botellas. Cuando llegaron y Dean no encontró a su mujer, salió a buscarla. El teléfono sonó a la 01:30 y un amigo contestó. Lo único que oyó fueron unos jadeos. Quince minutos después, los padres de Dean recibieron una llamada parecida y sólo oyeron unos jadeos. Lo único que sabían es que había alguien. A continuación, Dean recibió una llamada de un bromista. Fueron tres, por tanto, las llamadas anónimas a parientes de Darlene menos de una hora y media después de que la disparasen, mucho antes de que se divulgara el crimen en los periódicos o en la radio. Los padres de Darlene no recibieron ninguna llamada: su número no aparecía en la guía telefónica. ¿Buscaba el asesino una persona en concreto con la que hablar? ¿Era a Dean a quien quería provocar y no conocía su voz? La policía llegó poco después e informó del crimen a Dean.
Mapa del crimen (click en la imagen para ampliar)
El sobre que llegó días después al periódico The San Francisco Chronicle llevaba un matasellos de San Francisco y tenía dos timbres de seis centavos de Roosevelt, colocados verticalmente, uno encima del otro. La carta que contenía, escrita en una caligrafía pequeña y apretada, era fría y amenazadora. La misiva iba acompañada de la tercera parte de un criptograma dibujado con esmero y compuesto de símbolos extraños. Era una carta al director. En ella, su autor se declaraba responsable de los asesinatos de David, Betty Lou y Darlene. Iba firmada con el símbolo de un círculo con una cruz encima; se convertiría en el distintivo del asesino.
La firma de Zodíaco
En aquel momento, ningún asesino desde Jack el Destripador había escrito a la prensa, ni se había burlado de la policía ofreciendo pistas sobre su identidad. La carta, escrita con rotulador y abundantes faltas de ortografía, decía lo siguiente: “Soy el asesino de los 2 adolescentes las nabidades pasadas en el lago Herman y la chica el cuatro de julio cerca del campo de golf de Vallejo. Para demostrar que los he matado voy a dar ciertos datos que sólo la policía y yo sabemos. Nabidades: 1.- Nombre de la marca de munición Super X. 2.- Disparé 10 veces. 3.- el chico estaba de espaldas con los pies apuntando al coche. 4.- la chica estaba sobre el costado derecho con los pies hacia el oeste. 4 de julio: 1.- la chica llevaba pantalones con dibujos. 2.- También disparé al chico en la rodilla. 3.- El nombre de la marca de munición era Western. Esto es parte de un mensaje en clave las otras dos partes de la clave las he mandado a los directores del Vallejo times y SF Examiner. Quiero que saque esta clave en primera plana de su periódico. En esta clave se halla mi identidad. Antes de la tarde del bie. 1 de Agosto 69, saldré a matar y arrasar. Bier. noche. Daré bueltas todo el fin de semana matando gente solo por la noche luego me iré para volver a matar asta que acabe con doce personas durante el fin de semana”.
Las cartas de Zodíaco
The San Francisco Examiner y The Vallejo Times-Herald también recibieron la siniestra carta, con muy ligeras variaciones y sus correspondientes mensajes cifrados. Los periódicos publicaron parte del texto de las cartas, pero, a petición de la policía, no reprodujeron la carta completa, a fin de guardar en secreto ciertas cosas que sólo el asesino podía saber. Cada tercio del mensaje estaba compuesto de ocho líneas con diecisiete símbolos cada una: símbolos griegos, meteorológicos, código Morse, letras del alfabeto, código de señales marítimas y signos astrológicos. Después de hacer fotocopias, los periódicos mandaron a la policía las cartas originales y el mensaje en clave. A su vez, el Departamento de Policía de Vallejo hizo copias del código y las mandó a Inteligencia Naval para que lo descifrasen. Tanto el Times-Herald como el Chronicle publicaron su tercio del código en las siguientes ediciones. El jefe de la policía de Vallejo, Jack E. Stiltz, no estaba totalmente convencido de que el asesino hubiera escrito las cartas, y pidió públicamente al autor que “mandara una segunda carta con más datos para demostrado”. Stiltz reconoció que las cartas contenían detalles de los asesinatos que el público no conocía, pero dijo que los podía conocer cualquier testigo que se encontrara en el lugar del crimen. El domingo siguiente, abajo de la parte del Examiner, el periódico publicó los mensajes en clave del asesino enviados al Chronicle y al Times-Herald. Por primera vez el mensaje se conoció en su totalidad.
A Donald Gene Harden, un profesor de Historia y Economía de cuarenta y un años del instituto North Salinas, le gustaba descifrar claves desde niño, por lo que leyó el periódico con especial interés. Dado que era un domingo por la mañana y no tenía nada que hacer, decidió darle unas vueltas al criptograma; fue a su estantería y cogió su viejo manual de criptografía. Llegó a la conclusión de que era una “clave de sustitución”, en la que cada letra del alfabeto se sustituye por un símbolo, una letra o una figura. El asesino había utilizado tantos símbolos distintos que resultaba imposible una sustitución de los caracteres uno por uno. El profesor se vio obligado a inventar su propio método para encontrar elementos iguales, buscar patrones o símbolos que se repetían. Harden estuvo sentado a la mesa varias horas. La verdadera dificultad para descifrar el texto era que Harden no sabía qué parte del mensaje en clave iba primero, ni dónde se interrumpían las palabras. Tres horas después, la mujer de Harden se unió al misterio. Betty June Harden avanzó metódica y rápidamente, y trabajaron hasta por la tarde. Por la noche lo dejaron. Harden estaba dispuesto a abandonar el criptograma a la mañana siguiente, pero no pudo convencer a Betty. Aunque a veces ésta no tenía ni idea de lo que hacía, siguió trabajando; Harden terminó por acompañarla.
Algunos símbolos utilizados por Zodíaco
Betty pensaba que el asesino era tan egocéntrico que empezaría con un“yo”. La intuición le dijo que hablaría de matar, y, aunque aún no sabían qué parte del mensaje cifrado era la primera, sugirió que el asesino podría empezar con una frase como “me gusta matar...” Mientras el mensaje se esclarecía ante sus ojos, los Harden vieron las astutas trampas que el asesino había dispuesto. Primero, había escrito el símbolo de una Q al revés para que los descifradores pensaran que era la letra E, la que más se utiliza. Para la letra E de verdad había utilizado siete símbolos distintos. El asesino había recurrido a un sistema de rotación en el que empleaba las diferentes alternativas siguiendo un orden, aunque descubrieron que dos símbolos podían ser la A o la S indistintamente. El asesino cometía faltas de ortografía, probablemente intencionadas, y en algunos puntos se había equivocado al aplicar la clave. Sin embargo, los Harden se mostraron de acuerdo en que no podía haber otra solución distinta a la que finalmente encontraron. La decodificación había supuesto veinte horas de trabajo. El mensaje en clave descifrado decía lo siguiente: “ME GUSTA MATAR GENTE PORQUE ES MUY DIVERTIDO ES MÁS DIVERTIDO QUE CAZAR ANIMALES SALVAJES EN EL VOSQUE PORQUE EL HOMBRE ES EL ANIMAL MÁS PELIGROZO DE CAZAR ALGO HACE QUE SEA LA EXPERIENCIA MÁS EMOCIONANTE ES INCLUSO MEJOR QUE COGER CON UNA CHICA LO MEJOR ES KE CUANDO MUERA RENACERÉ EN EL PARAYSO YLOS QUE HE MATADO SERÁN MIS ESCLAVOS NO DIRÉ MI NOMBRE PORQUE INTENTARIAN REDUCIR O PARAR MI COLECIÓN DE ESCLAVOS PARA EL MÁS ALLÁ EBEORIETEMETHHPITI”.
Harden llamó al director de noche del Chronicle y le dijo que había resuelto el enigma. Se encontró con una respuesta escasamente entusiasta, pues había habido cientos de llamadas al periódico desde la publicación del misterio. Dijeron a Harden que enviara por correo la solución, y que ellos se la entregarían al sargento Lynch. Pero resultó que la pareja de Salinas había descifrado realmente el mensaje en clave que había dejado perplejos a la CIA, el FBI y la Agencia Nacional de Seguridad. Inteligencia Naval pidió a Lynch las hojas de trabajo de los Harden, las revisó, y declaró que la respuesta era correcta. El asesino, respondiendo a la petición del jefe de policía Stiltz, volvió a escribir. En esta ocasión dio más detalles sobre las dos agresiones de Vallejo en una carta de tres páginas: “Estimado director, Zodíaco al habla. Respondiendo a su petición de más detalles sobre lo bien que me lo he pasado en Vallejo, estaré encantado de darle más material. Por cierto, ¿se está dibirtiendo la policía con el mensaje cifrado? Si no, dígales que se animen; cuando lo descifren me tendrán. Con respecto al 4 de julio: no abrí la puerta del coche, La Ventanilla ya estaba vajada El chico al principio estaba en el asiento delantero cuando empecé ha disparar. Cuando le disparé por primera vez a la cabeza, se echó hacia atrás al mismo tiempo y así me estropeó el tiro. Terminó en el asiento de atrás luego en el suelo agitando muy violentamente las piernas; por eso le disparé en la rodilla. No me marché del eszenario del crimen derrapando a toda belocidad como han dicho los periódicos de Vallejo. Me fui lentamente para que mi coche no llamara la atención. El hombre que le dijo a la policía que mi coche era marrón era un negro de unos 40-45 años vestido de manera andrajosa. Yo estaba en una cabina telefónica dibirtiéndome con el poli de Vallejo mientras él pasaba. Cuando colgué el teléfono el puto aparato se puso a sonar & eso hizo que él se fijara en mí & en mi coche. Las Nabidades pasadas: En ese hepisodio la policía se preguntaba cómo podía acertar a mis víctimas disparando en la oscuridad. No lo dijeron abiertamente, pero lo dieron a entender diciendo que había mucha luz esa noche y que yo podía ver siluetas en el orizonte. Una idiotez, esa zona stá rodeada de colinas & árboles altos. Lo que hice fue pegar una linternita fina al cañón de mi pistola. Si se fijan, en el centro del rayo de luz si lo dirigen a una pared o un techo verán un punto oscuro o negro en el centro del círculo de luz a unos siete o quince centímetros de distancia. Cuando está pegado al cañón de una pistola, la bala da directamente en el centro del punto negro de la luz. Yo sólo tuve que acribillar a balazos... No hacía falta destreza”.
Zodíaco había escrito que, cuando la policía descifrase la clave, “le tendrían”. Lo que el asesino no sabía era que los Harden ya la habían desvelado, pero que su identidad seguía siendo un misterio. Por fin se publicó la solución de los Harden y los aficionados a descifrar claves de toda la zona de la bahía coincidieron en que las letras del final del mensaje en clave, "EBEORIETEMETHHPITI", podían ser un anagrama del verdadero nombre del asesino. Añadiendo unas R, M Y P que faltaban, obtuvieron el dudoso anagrama de ROBERT EMET THE HIPPIE. En los días siguientes, lectores imaginativos del Chroniclesiguieron ofreciendo variaciones del anagrama: EMET O. WRIGHT, ROBERT HEMPHILL, VAN M. BLACKMAN, 1 AM O. RIET (yo soy O. RIET), KENETH O. WRIGHT, LEO BLACKMAN, F. L. BOON, TIMOTHIE E. PHEIBERTE. Un suscriptor sugirió que la policía se fijase en la nota de “Urgente, para el Director” que aparecía en los sobres de las cuatro cartas de Zodíaco y que buscara a un “señor Urgente”. Un ciudadano escribió a Lynch diciendo que las letras al final del mensaje descifrado querían decir “Hospital Psiquiátrico de San Benito”. El problema era que ese sitio no existía. En su mensaje cifrado, Zodíaco también decía que“el hombre es la caza más peligrosa”. Había una película que llevaba muchos años fuera de cartel, titulada El malvado Zaroff; estaba basada en el famoso cuento corto de Richard Conell. Narra la historia de un cazador, el Conde Zaroff, que coloca trampas para que los barcos que pasan se dirijan a los arrecifes de la isla que le sirve de bastión. Los supervivientes de los navíos hundidos se convierten en presas humanas que son cazadas en la selva privada del conde.
El conde Zaroff
El sábado 27 de septiembre de 1969, Cecelia Ann Shepard se despidió de su amigo Bryan Hartnell, alumno como ella del Pacific Union College de Angwin. Él estudiaba un curso preuniversitario de Derecho; conocía a Cecelia desde su primer semestre y habían establecido una estrecha relación. Después de pasar las vacaciones de verano con sus padres en Loma Linda, Cecelia volvió el fin de semana para recoger las pocas pertenencias que le quedaban en la universidad y mandarlas al sur de California. Después de dos años en Angwin, iba a cambiarse al Union College de Riverside en octubre, para estudiar música. Hartnell se desplazó desde Troutdale, Oregón, donde también había ido a ver a sus padres, para ayudar a Cecelia a recoger sus cosas.
Cecelia Ann Shepard
Los dos se vieron temprano y después de ir a misa, pasaron una hora metiendo las cosas en cajas. Fueron andando al comedor de la universidad desde Newton Hall. Durante la comida, el chico la invitó a ir a pasear a San Francisco; ella aceptó. Fueron en el auto modelo Karmann Ghia de él. En un mercadillo de beneficencia de una iglesia en Napa compraron una televisión vieja. Después se pararon en Santa Helena para comprar unas cosas, vieron a unos amigos y llevaron a un par de ellos a casa. Y se les hizo tarde. En vez de ir a San Francisco, Bryan propuso a Cecelia ir al Lago Berryessa; ella aceptó.
Aquel día, sobre las 14:50 horas, tres mujeres de veintiún años habían hecho el mismo camino que Bryan y Cecelia. Cuando se pararon en un aparcamiento cerca del restaurante A&W, otro coche, conducido por un hombre solitario, se paró a su lado y después dio marcha atrás para colocar su parachoques trasero al mismo nivel que el de ellas. El hombre agachó la cabeza como si leyera algo. A las chicas les dio la impresión de que no leía. El coche era un Chevrolet de dos puertas, de color plateado o azul, con matrícula de California. El conductor tenía entre veinticinco y treinta y cinco años, medía más de un metro ochenta, y pesaba entre noventa y cien kilos. No llevaba gafas; su cabello negro era liso, con raya al lado. Llevaba una sudadera negra de manga corta y pantalones azul oscuro. Una camiseta le colgaba de la parte trasera de los pantalones, pero iba bastante arreglado y cuidado. Fumaba un cigarrillo tras otro. Las chicas fueron al lago en coche. Una hora después, tomaban el sol cuando vieron que el mismo hombre las observaba. Al cabo de veinte minutos, el hombre se fue.
Bryan Hartnell
A las 16:00 horas, Bryan aparcó su automóvil en la cuneta cercana al lago. No había más coches. La pareja caminó casi un kilómetro, hasta un lugar donde se alzaban dos grandes robles. Encontraron un claro para comer; se sentaron y estuvieron abrazándose y besándose durante una hora. Estaban enfrente de la isla de Goat. La franja de arena en la que estaban se encontraba desierta, y las matas que tapaban la orilla los dejaban aún más aislados. Sobre la carretera, a un kilómetro de distancia, un dentista y su joven hijo habían estacionado el coche y se habían acercado a la orilla. Vieron a un hombre que los miraba en la quietud de la tarde. Estaba a menos de cien metros de ellos, al otro lado de una ensenada. Era un adulto blanco, corpulento, con pantalones oscuros y una camisa negra de manga larga con dibujos rojos. El hombre no llevaba nada en las manos y sólo parecía dar un paseo por la ladera de las colinas, entre la carretera y el lago.
El lago
El hombre advirtió de pronto que el dentista y su hijo le habían visto y que el chico llevaba un rifle del calibre .22. Se dio la vuelta bruscamente y empezó a subir la colina en dirección al sur, con las manos en su cazadora. Las huellas de los neumáticos indicaron que el coche del hombre corpulento estaba aparcado justo detrás del coche del dentista. Puede que el hombre estuviera siguiendo a todos los coches aparcados en el camino. Cuando vio el coche solitario, se acercó al lago para echar un vistazo a sus ocupantes. El desconocido se alejó del coche del dentista y condujo un kilómetro hacia el sur, hasta que vio el Kharmann Ghia blanco. Se paró detrás de él. Lentamente, salió de la autopista y se metió en un camino de gravilla. A unos doscientos metros de la autopista, a su izquierda, había un bosquecillo. En el extremo de la península estaban los dos únicos árboles que no formaban parte del bosque, dos robles. Debajo de ellos estaba la pareja.
Cecelia divisó a lo lejos la figura de un hombre. Estaba al otro lado del claro de color trigo de la península, y no podía verle el rostro; se le veía borroso y confuso, pero parecía que los miraba. El hombre era corpulento y de complexión fuerte; su cabello era castaño oscuro. Desapareció metiéndose en un bosquecillo a unos 240 metros de distancia de la pareja, a la derecha. Unos instantes después, volvió a ver al hombre corpulento, que salía del bosquecillo y se acercaba a ellos. Le dijo a Bryan que no estaban solos. Bryan estaba tumbado de espaldas en la manta, con la coronilla apuntando hacia la figura robusta que avanzaba lentamente por la planicie estrecha salpicada de piedras. Cecelia estaba boca abajo mirando la orilla, con la cabeza en el hombro de Bryan. El hombre ya estaba muy cerca.
Con la brisa vespertina a Cecelia se le metió un poco de polvo en el ojo y, cuando volvió a levantar la cabeza, la figura vestida de negro había desaparecido. Bryan ni siquiera se molestó en darse la vuelta, pero Cecelia estaba inquieta. Al ver al desconocido tan cerca, le había parecido mucho más amenazador que desde lejos. Andaba con paso lento y trabajoso. Poco después, Bryan oyó un crujir de hojas. El desconocido se acaba de parar detrás de un árbol. Bryan y Cecelia estaban debajo del mayor de los dos robles. El hombre corpulento estaba detrás del segundo roble, a la derecha de Cecelia, a seis metros de distancia. “¡Dios mío, lleva una pistola!”, exclamó entonces Cecelia. Bryan, por el rabillo del ojo, vio enseguida una forma negra a su izquierda, que lo contemplaba en silencio. Cuando la pareja se dio la vuelta, la figura se dirigía directamente hacia ellos.
Mapa del crimen
Detrás del árbol se había puesto una capucha ceremonial negra, cuadrada. Parecía un verdugo. La capucha le bajaba por los hombros, llegándole casi a la cintura, y no tenía mangas; el pecho se lo tapaba la tela negra. La parte de arriba era plana y estaba cosida por los lados. En la pechera, grabada en blanco, había una cruz griega encima de un círculo. Las puntas de la cruz se salían del círculo. La capucha tenía aberturas para los ojos y la boca, y el desconocido llevaba unas gafas de sol por encima. A Bryan le impresionó lo bien pensada que estaba la máscara. El hombre llevaba las mangas largas bien atadas en las muñecas, y los pantalones metidos en unas botas. En el costado izquierdo llevaba una punta de bayoneta, al menos de treinta centímetros de largo, en una funda colgada del cinturón. En la cintura, a la derecha, llevaba una pistolera negra con la tapa abierta. Por debajo de la cazadora del hombre también salían varias cuerdas de tender la ropa, de plástico blanco.
Zodíaco con su traje de verdugo
Iba con la mano extendida hacia la pareja mientras andaba; en ella llevaba una pistola semiautomática de color azul acero. Bryan y Cecelia se quedaron paralizados, viendo aproximarse al hombre fornido. El intruso les habló. La voz que salía debajo de la capucha estaba muy tranquila; no era ni aguda ni grave, con tono monocorde. A Bryan le pareció que su interlocutor tenía entre veinte y treinta años. “Quiero el dinero y las llaves del coche. Quiero el coche para ir a México”. Bryan buscó rápidamente el dinero y las llaves en los bolsillos. “Sólo tengo un poco”, dijo, y le dio el dinero que le quedaba, junto a las llaves del automóvil. El enmascarado se metió el cambio en el bolsillo, tiró las llaves en la manta, y metió la pistola en la funda. Bryan le dijo: “No te voy a seguir. Ahora no tengo dinero, pero si de verdad necesitas ayuda, a lo mejor te puedo ayudar de otro modo”. “No. Tengo poco tiempo. Soy un preso fugado de Der Lodge, en Montana. Maté a un guardia de la cárcel. Tengo un coche robado y nada que perder. Estoy totalmente sin dinero. No te hagas el héroe conmigo. No intentes coger la pistola”.
El encapuchado desenrolló entonces la cuerda para tender la ropa. El cuchillo del hombre corpulento estaba al mismo nivel que los ojos de Bryan y éste se quedó mirándolo, intentando recordar la mayor cantidad de detalles posible. El mango estaba envuelto con esparadrapo blanco de 2.5 centímetros de ancho, y el cuchillo estaba metido en una funda de madera. La hoja cortaba por ambos filos. Era una copia del cuchillo que llevaba el Conde Zaroff en su traje de caza negro, en la película a la que Zodíaco había aludido en su carta. Zodíaco les ordenó que se quedaran tumbados y luego le indicó a Cecelia que atara a Bryan; ella obedeció y lo ató sin apretar demasiado. Mientras Cecelia ataba a Bryan, le metió la mano en el bolsillo y lanzó su cartera al encapuchado. Éste no la recogió. Cuando terminó, el encapuchado la ató a ella del mismo modo. Entonces vio los nudos poco apretados de Bryan y los apretó.
Las cuerdas usadas por el asesino
Este, que duda de que el arma tuviera balas, le dijo a Zodíaco: “Bueno, ahora que ya hemos terminado, ¿me dejas ver si la pistola estaba cargada?”. Él abrió la pistola por detrás, sacó los cartuchos y le enseñó una bala. Luego les dijo: “Voy a tener que apuñalarlos”. Se puso de rodillas, sacó el cuchillo de la funda y lo levantó sobre la espalda de Bryan. Empezó a apuñalarlo en la espalda. La sangre salpicó el rostro de Cecelia. Todavía de rodillas, Zodíaco empezó a apuñalar a la chica también en la espalda. Instintivamente, Cecelia se puso boca arriba; el asesino no se detuvo. Le hundió todo el cuchillo en el torso una vez, otra vez en cada pecho, otra vez en la ingle, y otra vez en el abdomen; estaba haciendo el símbolo de Zodíaco, del círculo dentro de la cruz. La apuñaló veinticuatro veces.
La escena del crimen
Satisfecho al fin, se levantó y arrojó el dinero y las llaves en la manta al lado de sus víctimas. Cruzó lentamente la península abierta y desapareció. En la carretera, se acercó al auto cerrado de Bryan, y se arrodilló junto a la puerta del copiloto, que estaba en el otro lado de la carretera. Escribió entonces un nuevo mensaje en la puerta: “Vallejo 20-10-68 4-7-69 / 27 sept 69-18:30 con cuchillo”. Remató dibujando su símbolo y luego se fue.
El mensaje en la portezuela
Cecelia volvió en sí y la pareja empezó a pedir socorro a gritos. La preocupación más importante de Bryan era “seguir vivo”, y el siguiente paso fue desatarse. Se dio la vuelta con dolor para morder la cuerda blanca que sujetaba las muñecas de Cecelia. La sangre de las heridas de la chica había cubierto la cuerda, que estaba resbaladiza; a Bryan se le llenó la boca de sangre.
El trabajo era lento y desesperante. Ella acabó quedando libre y se dio la vuelta para desatarle las manos al chico. La intención de Bryan era pedir ayuda a gatas, pero había perdido tanta sangre que casi no se podía mover. Un pescador chino de San Francisco y su hijo oyeron gemidos, y se acercaron a echar un vistazo. Al ver la escena no se atrevieron a aproximarse más. Fueron a buscar ayuda.
Poco después llegaron dos barcas, en las que iban los guardabosques, quienes envolvieron en mantas a Bryan y Cecelia en espera de la ambulancia, que tardó casi una hora en llegar a causa de la distancia. Mientras relataban a los guardabosques lo ocurrido, la pareja perdió varias veces el conocimiento. Cecelia no dejaba de suplicar que le dieran algo que le quitara el dolor o que la dejaran inconsciente. Cuando llegó la ambulancia, trasladaron rápidamente a las víctimas, en estado crítico, al hospital. A Cecelia la intervinieron en una operación que se prolongó toda la noche. No sirvió de nada; murió poco después. Bryan Hartnell vivió para contarlo.
Bryan Hartnell en el hospital
Darlene se cambió de ropa, despertó a su hija Dena y empezó a jugar con ella. Le dijo a Janet sobre la fiesta. Darlene tenía previsto llevar a la niñera a su casa y después volver para ordenar la suya. Sin embargo, cuando, con Dena en brazos, acompañó a las chicas al automóvil, el teléfono empezó a sonar dentro de la casa y corrió a cogerlo. Al volver, preguntó a la niñera si le importaba quedarse hasta las 00:15 horas y ella respondió que se quedaría. Darlene pretextó: “Tengo que volver a salir y comprar fuegos artificiales para la fiesta”. Salió inmediatamente y se dirigió a casa de su amigo Mike. Darlene se detuvo delante de la casa, apagó el motor y esperó. Enseguida salió Mike con tanta prisa que dejó las luces prendidas, la puerta abierta y el televisor encendido. Darlene arrancó el coche y emprendió la marcha; entonces, según testigos, empezó a seguirlos otro coche de color claro que estaba aparcado en las sombras de la calle arbolada. Darlene aceleró y se dirigió a la Avenida Columbus, en la misma dirección que la carretera del Lago Herman. Eran las 23:55 horas. El coche los seguía a gran velocidad. Darlene giró varias veces para despistar al desconocido. Empezó a bajar por calles adyacentes, pero el coche les seguía cada vez más deprisa y a mayor velocidad. Mike le decía: “Oh, no, ve todo recto... ¡ve todo recto! Métete por ese camino”. El otro coche, persiguiéndolos sin cesar, los empujaba a las afueras de la ciudad. A seis kilómetros del centro de Vallejo estaba el campo de golf de Blue Rock Springs, otro lugar bien conocido donde se daban cita las parejas. Hacía allí se dirigían Darlene y Mike. Darlene giró nerviosamente a la derecha y se metió en el estacionamiento. A veinte metros de la entrada chocó contra un tronco y el coche se apagó. Estaban delante del campo de golf; a la derecha de Darlene, al fondo, había un bosque. El suyo era el único coche aparcado. La pareja permaneció un momento en la oscuridad antes de que el otro coche los alcanzara, apagara las luces y se estacionara a dos metros y medio de ellos, a la izquierda. El cofre del segundo coche estaba casi al mismo nivel que el parachoques trasero del coche de Darlene; Mike vio que el conductor era un hombre. Casi inmediatamente, el otro coche se marchó a toda velocidad y con gran estruendo en dirección a Vallejo. Mike suspiró aliviado. No obstante, el coche volvió al cabo de cinco minutos. Ahora aparcó detrás de ellos, a la derecha del Corvair de Darlene, con las luces encendidas. Mike advirtió que se había estacionado formando una tangente, una técnica para bloquear el paso que utilizan los policías de tráfico. Mike había aparcado otras veces en ese lugar y había aparecido un coche de policía dispuesto de esa manera.
La hermana de Darlene
De pronto, una luz brillante e intensa, como la de un coche de policía, los iluminó desde el otro vehículo. Su único ocupante abrió la puerta y, con una linterna, avanzó hacia la pareja, sin dejar de dirigir la luz brillante de una cara a la otra. La luz se apagó. Era un farol con asa, de los que Mike había visto en barcos. Pensando que era la policía, Mike le dijo a Darlene: “Viene la policía, saca tu identificación”, y se metió la mano en el bolsillo trasero derecho para coger la cartera. Darlene sacó la suya del bolso y lo volvió a dejar en la parte trasera, detrás del asiento de Mike. El hombre se acercó al lado del copiloto; la ventana estaba bajada. Sin previo aviso, la luz cegadora volvió a abatirse sobre los ojos de Mike. El desconocido era invisible. Mike oyó el chasquido de metal en el marco de la ventana. Luego vio un estallido de luz; el hombre le había disparado. El estruendo del balazo lo dejó sordo. La bala lo golpeó, muy caliente, y Mike sintió que le salía sangre. Aunque los disparos parecían sonar fuerte, a Mike le dio la impresión de que la pistola llevaba algún tipo de silenciador. El hombre le disparó más veces a la pareja. Darlene se desplomó sobre el volante; la habían alcanzado las balas que habían atravesado el cuerpo de Mike y las balas dirigidas a ella. Recibió nueve disparos. Dos de ellos le dieron en el brazo derecho y dos en el izquierdo; cinco balas en el lado derecho de la espalda, atravesando el pulmón y el ventrículo izquierdo del corazón. Mike intentó agarrar el asa de la puerta, tanteando frenéticamente con los dedos y, para su horror, se dio cuenta de que la habían quitado. Estaba indefenso. El muchacho tenía una herida en el brazo derecho y sentía un dolor terrible cuando el atacante, sin mediar palabra, se dio la vuelta y empezó a marcharse. Mike soltó un fuerte grito de agonía. El asesino se detuvo, se dio la vuelta lentamente, y miró por encima del hombro de su anorak hacia donde estaba Mike. Con su mano en el asa de la puerta, el perfil del hombre corpulento quedó iluminado por la luz interior de su coche y, por primera vez, Mike vio el rostro de su agresor. El rostro del hombre parecía grande y no llevaba gafas. Daba la impresión de tener entre veintiséis y treinta años y el cabello castaño claro, corto, rizado, rapado al estilo militar. Su constitución era “fornida, corpulenta sin ser fofa”, quizá pesaba entre 98 y 100 kilos. Llevaba pantalones de pinzas. El intruso regresó para rematar la tarea. Se inclinó delante de la ventana abierta del Corvair y le disparó dos veces más al chico. Mike dio unas patadas en un patético intento de defenderse. Como no podía salir, se metió de un salto en la parte de atrás del coche, agitando las piernas espasmódicamente. El hombre le disparó a Darlene dos veces más, se dio la vuelta, se metió en su coche, y se fue a toda velocidad. Mike, herido en la pierna izquierda, en el brazo derecho y en el cuello, pudo llegar al fin al asiento delantero. Abrió la puerta del copiloto desde fuera, salió del coche y cayó en el aparcamiento. Las heridas de la mejilla y del cuello le sangraban profusamente; la bala le había entrado por la mejilla derecha y le había salido por la izquierda, agujereándole la mandíbula y la lengua. Sentía como si “un mazo lo hubiera golpeado” y, cuando intentó hablar, sólo articulaba un grito ahogado. Ni siquiera podía pedir ayuda. En el asiento delantero oía los gemidos de Darlene. Tres adolescentes lo encontraron un rato después y llamaron a la policía. Pese a sus heridas, Mike Mageau sobrevivió para declarar ante la policía. Darlene no; la chica murió poco después, a las 00:38 horas, camino al hospital.
El automóvil en la escena del crimen
Exactamente a las 00:40 horas, un hombre hizo una llamada a la comisaría de Vallejo desde un teléfono público a través de operadora. La telefonista Nancy Slover respondió. Una voz de hombre sin acento, regular y sin altibajos, suave pero enérgica, dijo: “Quiero informar de un doble asesinato. Si recorren un kilómetro y medio en dirección este por la avenida Parkway hasta el parque público, encontrarán a dos jóvenes en un coche marrón”. Nancy Slover intentó interrumpirlo para obtener más información, pero él habló más fuerte y la interrumpió. Le pareció que su interlocutor era de mediana edad. Éste no dejó de hablar hasta que terminó su declaración. “Han sido abatidos con una Luger de 9 milímetros. También maté yo a los chicos del año pasado. Adiós”. Al despedirse, la voz se hizo más grave y cobró un matiz provocador. Nancy oyó que colgaban el auricular. Después de colgar, el asesino debió de quedarse un minuto en una cabina telefónica iluminada. De pronto el teléfono empezó a sonar; un hombre negro de mediana edad con ropa andrajosa que pasaba por allí miró y vio al hombre corpulento en la cabina. Para que el teléfono dejara de sonar, lo cogió y lo dejó colgando. Volviendo la cabeza, el asesino abrió la puerta de la cabina y se sumió en la oscuridad. Al cabo de un momento, desapareció a paso rápido en la noche.
A las 00:47 horas, Pacific Telephone localizó la llamada en la gasolinera Joe's Union en las calles Tuolumne y Springs, justo enfrente de la comisaría de Vallejo y visible desde la casita verde de Darlene y Dean en la calle Virginia. Era posible que el hombre corpulento pasara por delante de ella después de hacer la llamada. En ese momento Dean seguía en el trabajo, y en ella sólo estaban Dena y la niñera. La policía llamó al padre de Dean porque el Corvair estaba matriculado a su nombre. Fue, por tanto, el primero en enterarse de la muerte de Darlene. Después, la policía intentó contactar telefónicamente con la casa de los Mageau, pero, al no conseguirlo, mandaron a dos agentes. Estos salieron del coche patrulla y se acercaron con sigilo a la casa, porque la puerta estaba abierta y las luces encendidas. A excepción del ruido de la televisión, no oyeron nada más. Se encontraron con la casa vacía.
La casa de Darlene y Dean, en la actualidad
Después de cerrar Caesar's Palace, los dueños y los empleados, incluido Dean, se dirigieron a casa de este último; en el camino compraron algunas botellas. Cuando llegaron y Dean no encontró a su mujer, salió a buscarla. El teléfono sonó a la 01:30 y un amigo contestó. Lo único que oyó fueron unos jadeos. Quince minutos después, los padres de Dean recibieron una llamada parecida y sólo oyeron unos jadeos. Lo único que sabían es que había alguien. A continuación, Dean recibió una llamada de un bromista. Fueron tres, por tanto, las llamadas anónimas a parientes de Darlene menos de una hora y media después de que la disparasen, mucho antes de que se divulgara el crimen en los periódicos o en la radio. Los padres de Darlene no recibieron ninguna llamada: su número no aparecía en la guía telefónica. ¿Buscaba el asesino una persona en concreto con la que hablar? ¿Era a Dean a quien quería provocar y no conocía su voz? La policía llegó poco después e informó del crimen a Dean.
Mapa del crimen (click en la imagen para ampliar)
El sobre que llegó días después al periódico The San Francisco Chronicle llevaba un matasellos de San Francisco y tenía dos timbres de seis centavos de Roosevelt, colocados verticalmente, uno encima del otro. La carta que contenía, escrita en una caligrafía pequeña y apretada, era fría y amenazadora. La misiva iba acompañada de la tercera parte de un criptograma dibujado con esmero y compuesto de símbolos extraños. Era una carta al director. En ella, su autor se declaraba responsable de los asesinatos de David, Betty Lou y Darlene. Iba firmada con el símbolo de un círculo con una cruz encima; se convertiría en el distintivo del asesino.
La firma de Zodíaco
En aquel momento, ningún asesino desde Jack el Destripador había escrito a la prensa, ni se había burlado de la policía ofreciendo pistas sobre su identidad. La carta, escrita con rotulador y abundantes faltas de ortografía, decía lo siguiente: “Soy el asesino de los 2 adolescentes las nabidades pasadas en el lago Herman y la chica el cuatro de julio cerca del campo de golf de Vallejo. Para demostrar que los he matado voy a dar ciertos datos que sólo la policía y yo sabemos. Nabidades: 1.- Nombre de la marca de munición Super X. 2.- Disparé 10 veces. 3.- el chico estaba de espaldas con los pies apuntando al coche. 4.- la chica estaba sobre el costado derecho con los pies hacia el oeste. 4 de julio: 1.- la chica llevaba pantalones con dibujos. 2.- También disparé al chico en la rodilla. 3.- El nombre de la marca de munición era Western. Esto es parte de un mensaje en clave las otras dos partes de la clave las he mandado a los directores del Vallejo times y SF Examiner. Quiero que saque esta clave en primera plana de su periódico. En esta clave se halla mi identidad. Antes de la tarde del bie. 1 de Agosto 69, saldré a matar y arrasar. Bier. noche. Daré bueltas todo el fin de semana matando gente solo por la noche luego me iré para volver a matar asta que acabe con doce personas durante el fin de semana”.
Las cartas de Zodíaco
The San Francisco Examiner y The Vallejo Times-Herald también recibieron la siniestra carta, con muy ligeras variaciones y sus correspondientes mensajes cifrados. Los periódicos publicaron parte del texto de las cartas, pero, a petición de la policía, no reprodujeron la carta completa, a fin de guardar en secreto ciertas cosas que sólo el asesino podía saber. Cada tercio del mensaje estaba compuesto de ocho líneas con diecisiete símbolos cada una: símbolos griegos, meteorológicos, código Morse, letras del alfabeto, código de señales marítimas y signos astrológicos. Después de hacer fotocopias, los periódicos mandaron a la policía las cartas originales y el mensaje en clave. A su vez, el Departamento de Policía de Vallejo hizo copias del código y las mandó a Inteligencia Naval para que lo descifrasen. Tanto el Times-Herald como el Chronicle publicaron su tercio del código en las siguientes ediciones. El jefe de la policía de Vallejo, Jack E. Stiltz, no estaba totalmente convencido de que el asesino hubiera escrito las cartas, y pidió públicamente al autor que “mandara una segunda carta con más datos para demostrado”. Stiltz reconoció que las cartas contenían detalles de los asesinatos que el público no conocía, pero dijo que los podía conocer cualquier testigo que se encontrara en el lugar del crimen. El domingo siguiente, abajo de la parte del Examiner, el periódico publicó los mensajes en clave del asesino enviados al Chronicle y al Times-Herald. Por primera vez el mensaje se conoció en su totalidad.
A Donald Gene Harden, un profesor de Historia y Economía de cuarenta y un años del instituto North Salinas, le gustaba descifrar claves desde niño, por lo que leyó el periódico con especial interés. Dado que era un domingo por la mañana y no tenía nada que hacer, decidió darle unas vueltas al criptograma; fue a su estantería y cogió su viejo manual de criptografía. Llegó a la conclusión de que era una “clave de sustitución”, en la que cada letra del alfabeto se sustituye por un símbolo, una letra o una figura. El asesino había utilizado tantos símbolos distintos que resultaba imposible una sustitución de los caracteres uno por uno. El profesor se vio obligado a inventar su propio método para encontrar elementos iguales, buscar patrones o símbolos que se repetían. Harden estuvo sentado a la mesa varias horas. La verdadera dificultad para descifrar el texto era que Harden no sabía qué parte del mensaje en clave iba primero, ni dónde se interrumpían las palabras. Tres horas después, la mujer de Harden se unió al misterio. Betty June Harden avanzó metódica y rápidamente, y trabajaron hasta por la tarde. Por la noche lo dejaron. Harden estaba dispuesto a abandonar el criptograma a la mañana siguiente, pero no pudo convencer a Betty. Aunque a veces ésta no tenía ni idea de lo que hacía, siguió trabajando; Harden terminó por acompañarla.
Algunos símbolos utilizados por Zodíaco
Betty pensaba que el asesino era tan egocéntrico que empezaría con un“yo”. La intuición le dijo que hablaría de matar, y, aunque aún no sabían qué parte del mensaje cifrado era la primera, sugirió que el asesino podría empezar con una frase como “me gusta matar...” Mientras el mensaje se esclarecía ante sus ojos, los Harden vieron las astutas trampas que el asesino había dispuesto. Primero, había escrito el símbolo de una Q al revés para que los descifradores pensaran que era la letra E, la que más se utiliza. Para la letra E de verdad había utilizado siete símbolos distintos. El asesino había recurrido a un sistema de rotación en el que empleaba las diferentes alternativas siguiendo un orden, aunque descubrieron que dos símbolos podían ser la A o la S indistintamente. El asesino cometía faltas de ortografía, probablemente intencionadas, y en algunos puntos se había equivocado al aplicar la clave. Sin embargo, los Harden se mostraron de acuerdo en que no podía haber otra solución distinta a la que finalmente encontraron. La decodificación había supuesto veinte horas de trabajo. El mensaje en clave descifrado decía lo siguiente: “ME GUSTA MATAR GENTE PORQUE ES MUY DIVERTIDO ES MÁS DIVERTIDO QUE CAZAR ANIMALES SALVAJES EN EL VOSQUE PORQUE EL HOMBRE ES EL ANIMAL MÁS PELIGROZO DE CAZAR ALGO HACE QUE SEA LA EXPERIENCIA MÁS EMOCIONANTE ES INCLUSO MEJOR QUE COGER CON UNA CHICA LO MEJOR ES KE CUANDO MUERA RENACERÉ EN EL PARAYSO YLOS QUE HE MATADO SERÁN MIS ESCLAVOS NO DIRÉ MI NOMBRE PORQUE INTENTARIAN REDUCIR O PARAR MI COLECIÓN DE ESCLAVOS PARA EL MÁS ALLÁ EBEORIETEMETHHPITI”.
Harden llamó al director de noche del Chronicle y le dijo que había resuelto el enigma. Se encontró con una respuesta escasamente entusiasta, pues había habido cientos de llamadas al periódico desde la publicación del misterio. Dijeron a Harden que enviara por correo la solución, y que ellos se la entregarían al sargento Lynch. Pero resultó que la pareja de Salinas había descifrado realmente el mensaje en clave que había dejado perplejos a la CIA, el FBI y la Agencia Nacional de Seguridad. Inteligencia Naval pidió a Lynch las hojas de trabajo de los Harden, las revisó, y declaró que la respuesta era correcta. El asesino, respondiendo a la petición del jefe de policía Stiltz, volvió a escribir. En esta ocasión dio más detalles sobre las dos agresiones de Vallejo en una carta de tres páginas: “Estimado director, Zodíaco al habla. Respondiendo a su petición de más detalles sobre lo bien que me lo he pasado en Vallejo, estaré encantado de darle más material. Por cierto, ¿se está dibirtiendo la policía con el mensaje cifrado? Si no, dígales que se animen; cuando lo descifren me tendrán. Con respecto al 4 de julio: no abrí la puerta del coche, La Ventanilla ya estaba vajada El chico al principio estaba en el asiento delantero cuando empecé ha disparar. Cuando le disparé por primera vez a la cabeza, se echó hacia atrás al mismo tiempo y así me estropeó el tiro. Terminó en el asiento de atrás luego en el suelo agitando muy violentamente las piernas; por eso le disparé en la rodilla. No me marché del eszenario del crimen derrapando a toda belocidad como han dicho los periódicos de Vallejo. Me fui lentamente para que mi coche no llamara la atención. El hombre que le dijo a la policía que mi coche era marrón era un negro de unos 40-45 años vestido de manera andrajosa. Yo estaba en una cabina telefónica dibirtiéndome con el poli de Vallejo mientras él pasaba. Cuando colgué el teléfono el puto aparato se puso a sonar & eso hizo que él se fijara en mí & en mi coche. Las Nabidades pasadas: En ese hepisodio la policía se preguntaba cómo podía acertar a mis víctimas disparando en la oscuridad. No lo dijeron abiertamente, pero lo dieron a entender diciendo que había mucha luz esa noche y que yo podía ver siluetas en el orizonte. Una idiotez, esa zona stá rodeada de colinas & árboles altos. Lo que hice fue pegar una linternita fina al cañón de mi pistola. Si se fijan, en el centro del rayo de luz si lo dirigen a una pared o un techo verán un punto oscuro o negro en el centro del círculo de luz a unos siete o quince centímetros de distancia. Cuando está pegado al cañón de una pistola, la bala da directamente en el centro del punto negro de la luz. Yo sólo tuve que acribillar a balazos... No hacía falta destreza”.
Zodíaco había escrito que, cuando la policía descifrase la clave, “le tendrían”. Lo que el asesino no sabía era que los Harden ya la habían desvelado, pero que su identidad seguía siendo un misterio. Por fin se publicó la solución de los Harden y los aficionados a descifrar claves de toda la zona de la bahía coincidieron en que las letras del final del mensaje en clave, "EBEORIETEMETHHPITI", podían ser un anagrama del verdadero nombre del asesino. Añadiendo unas R, M Y P que faltaban, obtuvieron el dudoso anagrama de ROBERT EMET THE HIPPIE. En los días siguientes, lectores imaginativos del Chroniclesiguieron ofreciendo variaciones del anagrama: EMET O. WRIGHT, ROBERT HEMPHILL, VAN M. BLACKMAN, 1 AM O. RIET (yo soy O. RIET), KENETH O. WRIGHT, LEO BLACKMAN, F. L. BOON, TIMOTHIE E. PHEIBERTE. Un suscriptor sugirió que la policía se fijase en la nota de “Urgente, para el Director” que aparecía en los sobres de las cuatro cartas de Zodíaco y que buscara a un “señor Urgente”. Un ciudadano escribió a Lynch diciendo que las letras al final del mensaje descifrado querían decir “Hospital Psiquiátrico de San Benito”. El problema era que ese sitio no existía. En su mensaje cifrado, Zodíaco también decía que“el hombre es la caza más peligrosa”. Había una película que llevaba muchos años fuera de cartel, titulada El malvado Zaroff; estaba basada en el famoso cuento corto de Richard Conell. Narra la historia de un cazador, el Conde Zaroff, que coloca trampas para que los barcos que pasan se dirijan a los arrecifes de la isla que le sirve de bastión. Los supervivientes de los navíos hundidos se convierten en presas humanas que son cazadas en la selva privada del conde.
El conde Zaroff
El sábado 27 de septiembre de 1969, Cecelia Ann Shepard se despidió de su amigo Bryan Hartnell, alumno como ella del Pacific Union College de Angwin. Él estudiaba un curso preuniversitario de Derecho; conocía a Cecelia desde su primer semestre y habían establecido una estrecha relación. Después de pasar las vacaciones de verano con sus padres en Loma Linda, Cecelia volvió el fin de semana para recoger las pocas pertenencias que le quedaban en la universidad y mandarlas al sur de California. Después de dos años en Angwin, iba a cambiarse al Union College de Riverside en octubre, para estudiar música. Hartnell se desplazó desde Troutdale, Oregón, donde también había ido a ver a sus padres, para ayudar a Cecelia a recoger sus cosas.
Cecelia Ann Shepard
Los dos se vieron temprano y después de ir a misa, pasaron una hora metiendo las cosas en cajas. Fueron andando al comedor de la universidad desde Newton Hall. Durante la comida, el chico la invitó a ir a pasear a San Francisco; ella aceptó. Fueron en el auto modelo Karmann Ghia de él. En un mercadillo de beneficencia de una iglesia en Napa compraron una televisión vieja. Después se pararon en Santa Helena para comprar unas cosas, vieron a unos amigos y llevaron a un par de ellos a casa. Y se les hizo tarde. En vez de ir a San Francisco, Bryan propuso a Cecelia ir al Lago Berryessa; ella aceptó.
Aquel día, sobre las 14:50 horas, tres mujeres de veintiún años habían hecho el mismo camino que Bryan y Cecelia. Cuando se pararon en un aparcamiento cerca del restaurante A&W, otro coche, conducido por un hombre solitario, se paró a su lado y después dio marcha atrás para colocar su parachoques trasero al mismo nivel que el de ellas. El hombre agachó la cabeza como si leyera algo. A las chicas les dio la impresión de que no leía. El coche era un Chevrolet de dos puertas, de color plateado o azul, con matrícula de California. El conductor tenía entre veinticinco y treinta y cinco años, medía más de un metro ochenta, y pesaba entre noventa y cien kilos. No llevaba gafas; su cabello negro era liso, con raya al lado. Llevaba una sudadera negra de manga corta y pantalones azul oscuro. Una camiseta le colgaba de la parte trasera de los pantalones, pero iba bastante arreglado y cuidado. Fumaba un cigarrillo tras otro. Las chicas fueron al lago en coche. Una hora después, tomaban el sol cuando vieron que el mismo hombre las observaba. Al cabo de veinte minutos, el hombre se fue.
Bryan Hartnell
A las 16:00 horas, Bryan aparcó su automóvil en la cuneta cercana al lago. No había más coches. La pareja caminó casi un kilómetro, hasta un lugar donde se alzaban dos grandes robles. Encontraron un claro para comer; se sentaron y estuvieron abrazándose y besándose durante una hora. Estaban enfrente de la isla de Goat. La franja de arena en la que estaban se encontraba desierta, y las matas que tapaban la orilla los dejaban aún más aislados. Sobre la carretera, a un kilómetro de distancia, un dentista y su joven hijo habían estacionado el coche y se habían acercado a la orilla. Vieron a un hombre que los miraba en la quietud de la tarde. Estaba a menos de cien metros de ellos, al otro lado de una ensenada. Era un adulto blanco, corpulento, con pantalones oscuros y una camisa negra de manga larga con dibujos rojos. El hombre no llevaba nada en las manos y sólo parecía dar un paseo por la ladera de las colinas, entre la carretera y el lago.
El lago
El hombre advirtió de pronto que el dentista y su hijo le habían visto y que el chico llevaba un rifle del calibre .22. Se dio la vuelta bruscamente y empezó a subir la colina en dirección al sur, con las manos en su cazadora. Las huellas de los neumáticos indicaron que el coche del hombre corpulento estaba aparcado justo detrás del coche del dentista. Puede que el hombre estuviera siguiendo a todos los coches aparcados en el camino. Cuando vio el coche solitario, se acercó al lago para echar un vistazo a sus ocupantes. El desconocido se alejó del coche del dentista y condujo un kilómetro hacia el sur, hasta que vio el Kharmann Ghia blanco. Se paró detrás de él. Lentamente, salió de la autopista y se metió en un camino de gravilla. A unos doscientos metros de la autopista, a su izquierda, había un bosquecillo. En el extremo de la península estaban los dos únicos árboles que no formaban parte del bosque, dos robles. Debajo de ellos estaba la pareja.
Cecelia divisó a lo lejos la figura de un hombre. Estaba al otro lado del claro de color trigo de la península, y no podía verle el rostro; se le veía borroso y confuso, pero parecía que los miraba. El hombre era corpulento y de complexión fuerte; su cabello era castaño oscuro. Desapareció metiéndose en un bosquecillo a unos 240 metros de distancia de la pareja, a la derecha. Unos instantes después, volvió a ver al hombre corpulento, que salía del bosquecillo y se acercaba a ellos. Le dijo a Bryan que no estaban solos. Bryan estaba tumbado de espaldas en la manta, con la coronilla apuntando hacia la figura robusta que avanzaba lentamente por la planicie estrecha salpicada de piedras. Cecelia estaba boca abajo mirando la orilla, con la cabeza en el hombro de Bryan. El hombre ya estaba muy cerca.
Con la brisa vespertina a Cecelia se le metió un poco de polvo en el ojo y, cuando volvió a levantar la cabeza, la figura vestida de negro había desaparecido. Bryan ni siquiera se molestó en darse la vuelta, pero Cecelia estaba inquieta. Al ver al desconocido tan cerca, le había parecido mucho más amenazador que desde lejos. Andaba con paso lento y trabajoso. Poco después, Bryan oyó un crujir de hojas. El desconocido se acaba de parar detrás de un árbol. Bryan y Cecelia estaban debajo del mayor de los dos robles. El hombre corpulento estaba detrás del segundo roble, a la derecha de Cecelia, a seis metros de distancia. “¡Dios mío, lleva una pistola!”, exclamó entonces Cecelia. Bryan, por el rabillo del ojo, vio enseguida una forma negra a su izquierda, que lo contemplaba en silencio. Cuando la pareja se dio la vuelta, la figura se dirigía directamente hacia ellos.
Mapa del crimen
Detrás del árbol se había puesto una capucha ceremonial negra, cuadrada. Parecía un verdugo. La capucha le bajaba por los hombros, llegándole casi a la cintura, y no tenía mangas; el pecho se lo tapaba la tela negra. La parte de arriba era plana y estaba cosida por los lados. En la pechera, grabada en blanco, había una cruz griega encima de un círculo. Las puntas de la cruz se salían del círculo. La capucha tenía aberturas para los ojos y la boca, y el desconocido llevaba unas gafas de sol por encima. A Bryan le impresionó lo bien pensada que estaba la máscara. El hombre llevaba las mangas largas bien atadas en las muñecas, y los pantalones metidos en unas botas. En el costado izquierdo llevaba una punta de bayoneta, al menos de treinta centímetros de largo, en una funda colgada del cinturón. En la cintura, a la derecha, llevaba una pistolera negra con la tapa abierta. Por debajo de la cazadora del hombre también salían varias cuerdas de tender la ropa, de plástico blanco.
Zodíaco con su traje de verdugo
Iba con la mano extendida hacia la pareja mientras andaba; en ella llevaba una pistola semiautomática de color azul acero. Bryan y Cecelia se quedaron paralizados, viendo aproximarse al hombre fornido. El intruso les habló. La voz que salía debajo de la capucha estaba muy tranquila; no era ni aguda ni grave, con tono monocorde. A Bryan le pareció que su interlocutor tenía entre veinte y treinta años. “Quiero el dinero y las llaves del coche. Quiero el coche para ir a México”. Bryan buscó rápidamente el dinero y las llaves en los bolsillos. “Sólo tengo un poco”, dijo, y le dio el dinero que le quedaba, junto a las llaves del automóvil. El enmascarado se metió el cambio en el bolsillo, tiró las llaves en la manta, y metió la pistola en la funda. Bryan le dijo: “No te voy a seguir. Ahora no tengo dinero, pero si de verdad necesitas ayuda, a lo mejor te puedo ayudar de otro modo”. “No. Tengo poco tiempo. Soy un preso fugado de Der Lodge, en Montana. Maté a un guardia de la cárcel. Tengo un coche robado y nada que perder. Estoy totalmente sin dinero. No te hagas el héroe conmigo. No intentes coger la pistola”.
El encapuchado desenrolló entonces la cuerda para tender la ropa. El cuchillo del hombre corpulento estaba al mismo nivel que los ojos de Bryan y éste se quedó mirándolo, intentando recordar la mayor cantidad de detalles posible. El mango estaba envuelto con esparadrapo blanco de 2.5 centímetros de ancho, y el cuchillo estaba metido en una funda de madera. La hoja cortaba por ambos filos. Era una copia del cuchillo que llevaba el Conde Zaroff en su traje de caza negro, en la película a la que Zodíaco había aludido en su carta. Zodíaco les ordenó que se quedaran tumbados y luego le indicó a Cecelia que atara a Bryan; ella obedeció y lo ató sin apretar demasiado. Mientras Cecelia ataba a Bryan, le metió la mano en el bolsillo y lanzó su cartera al encapuchado. Éste no la recogió. Cuando terminó, el encapuchado la ató a ella del mismo modo. Entonces vio los nudos poco apretados de Bryan y los apretó.
Las cuerdas usadas por el asesino
Este, que duda de que el arma tuviera balas, le dijo a Zodíaco: “Bueno, ahora que ya hemos terminado, ¿me dejas ver si la pistola estaba cargada?”. Él abrió la pistola por detrás, sacó los cartuchos y le enseñó una bala. Luego les dijo: “Voy a tener que apuñalarlos”. Se puso de rodillas, sacó el cuchillo de la funda y lo levantó sobre la espalda de Bryan. Empezó a apuñalarlo en la espalda. La sangre salpicó el rostro de Cecelia. Todavía de rodillas, Zodíaco empezó a apuñalar a la chica también en la espalda. Instintivamente, Cecelia se puso boca arriba; el asesino no se detuvo. Le hundió todo el cuchillo en el torso una vez, otra vez en cada pecho, otra vez en la ingle, y otra vez en el abdomen; estaba haciendo el símbolo de Zodíaco, del círculo dentro de la cruz. La apuñaló veinticuatro veces.
La escena del crimen
Satisfecho al fin, se levantó y arrojó el dinero y las llaves en la manta al lado de sus víctimas. Cruzó lentamente la península abierta y desapareció. En la carretera, se acercó al auto cerrado de Bryan, y se arrodilló junto a la puerta del copiloto, que estaba en el otro lado de la carretera. Escribió entonces un nuevo mensaje en la puerta: “Vallejo 20-10-68 4-7-69 / 27 sept 69-18:30 con cuchillo”. Remató dibujando su símbolo y luego se fue.
El mensaje en la portezuela
Cecelia volvió en sí y la pareja empezó a pedir socorro a gritos. La preocupación más importante de Bryan era “seguir vivo”, y el siguiente paso fue desatarse. Se dio la vuelta con dolor para morder la cuerda blanca que sujetaba las muñecas de Cecelia. La sangre de las heridas de la chica había cubierto la cuerda, que estaba resbaladiza; a Bryan se le llenó la boca de sangre.
El trabajo era lento y desesperante. Ella acabó quedando libre y se dio la vuelta para desatarle las manos al chico. La intención de Bryan era pedir ayuda a gatas, pero había perdido tanta sangre que casi no se podía mover. Un pescador chino de San Francisco y su hijo oyeron gemidos, y se acercaron a echar un vistazo. Al ver la escena no se atrevieron a aproximarse más. Fueron a buscar ayuda.
Poco después llegaron dos barcas, en las que iban los guardabosques, quienes envolvieron en mantas a Bryan y Cecelia en espera de la ambulancia, que tardó casi una hora en llegar a causa de la distancia. Mientras relataban a los guardabosques lo ocurrido, la pareja perdió varias veces el conocimiento. Cecelia no dejaba de suplicar que le dieran algo que le quitara el dolor o que la dejaran inconsciente. Cuando llegó la ambulancia, trasladaron rápidamente a las víctimas, en estado crítico, al hospital. A Cecelia la intervinieron en una operación que se prolongó toda la noche. No sirvió de nada; murió poco después. Bryan Hartnell vivió para contarlo.
Bryan Hartnell en el hospital
A las 19:40 horas, una hora y diez minutos después de la agresión, sonó el teléfono en la comisaría de Napa, y respondió el telefonista. Una voz masculina dijo: “Quiero dar parte de un asesinato; no, de un doble asesinato. Se encuentran tres kilómetros al norte del cuartel general del bosque. Estaban en un volskwagen Karmann Ghia blanco. Soy el que lo ha hecho”. Luego colgó.
La caseta telefónica desde la cual llamó Zodíaco
La policía descubrió que la llamada procedía de un teléfono público situado en el número 1231 de Main Street, el Lavado de Coches de Napa. Estaba sólo a cuatro manzanas y media de la comisaría. La policía pudo sacar una huella clara de la palma de una mano del auricular.
El sábado 11 de octubre de 1969, Zodíaco volvió a aparecer. Esta vez fue en San Francisco. Estuvo un rato en Union Square, mirando las filas de taxis de color amarillo canario que entraban y salían por la puerta del viejo hotel St. Francis. Aquella tarde llevaba una sudadera azul y negra para protegerse del viento frío de la bahía. Cruzó Powell y empezó a andar por Geary, hacia Mason. A su lado pasaban haces de faros rojos y vio el movimiento de las parejas bajo los focos brillantes del barrio de los teatros, a una manzana de distancia. Eran las 21:30 horas y el público de la primera función de la obra Hair salía del Teatro Geary.
El taxista Paul Stine
El taxista Paul Lee Stine estaba aparcado en la parada de taxis delante del St. Francis cuando lo llamaron para ir a la Novena Avenida. Stine tuvo que reducir la velocidad a causa del tráfico. Cuando pasó por el restaurante Pinecrest, un hombre robusto salió de debajo de un toldo a rayas, puso la mano en el lado del conductor, cerca del retrovisor y miró dentro del taxi. Después de subir al asiento de atrás, el desconocido le pidió ir a una dirección en el barrio residencial de Presidio Heights. Paul Stine escribió la dirección en su hoja de ruta, “Calle Washington y Maple”, y arrancó. El taxi tomó hacia el oeste. Después de once manzanas giró otra vez a la izquierda, y siguió avanzando al oeste por Washington. La noche era cerrada. Bien iluminada y húmeda por la niebla, la Calle Washington tenía a ambos lados mansiones con grandes escalinatas.
Cuando el taxi disminuyó la velocidad en Maple y Washington, el destino previsto, un hombre apareció delante de los faros del taxi de Stine, un hombre que paseaba a su perro. El desconocido le dijo al taxista:“Avance otra cuadra”. Stine obedeció. El taxi se detuvo entre dos árboles en la esquina de Washington con Cherry, justo delante del número 3898 de la Calle Washington. Súbitamente, el desconocido puso con fuerza la boca de una pistola en la mejilla derecha del taxista, cerca de la sien; haciendo un gancho con el brazo izquierdo le agarró la garganta. Stine intentó levantar la mano izquierda por encima del hombro derecho, en vano. El hombre apretó firmemente el gatillo; el arma se disparó, produciendo una perforación cónica en el cráneo del taxista. La bala creó múltiples fracturas en el cráneo, se deshizo y se partió en cuatro fragmentos. El asesino salió por la puerta de atrás y entró por la puerta delantera derecha. Se puso la cabeza de Stine en el regazo mientras cogía su cartera y le arrancaba un trozo de camisa.
La casa frente al lugar del crimen, en la actualidad
A las 21:55 horas, una chica de catorce años, justo enfrente del taxi, en la misma calle, miraba por la ventana central del segundo piso de su edificio. Se estaba celebrando una fiesta, pero ella se había puesto la mano sobre los ojos y miraba la calle brumosa. De pronto llamó a su hermano de dieciséis años y a otro hermano menor para que se acercaran a la ventana. Estaban casi a quince metros de distancia y veían directamente el taxi. La cabeza del taxista reposaba en el regazo de un hombre corpulento. Éste parecía pelear con el taxista, o registrarle. Luego se agachó sobre el asiento del conductor, por encima del cuerpo del taxista, y dio la impresión de que limpiaba el interior del taxi. El hombre estaba haciendo algo con el cuerpo del taxista, pero los asistentes a la fiesta, que ahora se arremolinaban en torno a la ventana del piso superior, no podían ver qué.
El lugar del crimen, visto desde la casa de enfrente
La puerta del copiloto se abrió, y el hombre grueso salió al fin. Dio la vuelta al taxi, llevando consigo una especie de trapo o toalla, y empezó a limpiar la puerta del conductor, la manilla, los alrededores del espejo exterior y el lado del copiloto. En cierto momento abrió la puerta del conductor y se agachó a limpiar otra vez. Para no perder el equilibrio, apoyó la mano derecha en la franja que separaba las ventanas delanteras de las traseras. Seguía teniendo el trozo de tela en la mano izquierda. Entonces cerró la puerta y se marchó.
El sitio tocado por Zodíaco
Cuando dobló la esquina, pasando al lado de un buzón de correos. Los chicos lo perdieron de vista. Iba hacia el norte, por Cherry, en dirección a Presidio. No corría. Mientras todo esto sucedía, los asistentes a la fiesta habían llamado a la centralita de la policía. El operador tomó nota de la llamada a las 21:58 horas. Notó que su interlocutor se encontraba sometido a una fuerte tensión. Intentó obtener una descripción física del hombre y, en ese momento, por algún motivo, se cometió un error increíble: el hombre fue erróneamente descrito como un “AN”, un “Adulto Negro”. El operador entregó la ficha al agente que organizaba las salidas, que se acercó a su panel de luz, consultó un complejo mapa de San Francisco que estaba dividido en distritos y sectores, e hizo un llamamiento general a todas las unidades de policía, a los coches y furgones.
Un coche patrulla de la policía se encontraba cerca de Cherry y Washington y se desplazó a toda velocidad al lugar de los hechos. La patrulla llegó a Jackson y Cherry a las 22:00 horas y vio a un hombre robusto “andando lentamente” en medio de la niebla, hacia Presidio. La unidad de radio, los patrulleros Donald Foukes y Eric Zelms, que buscaban a un hombre negro, llamaron con un grito al desconocido y le preguntaron si había visto algo raro en el último minuto, aproximadamente. El hombre grueso respondió que había visto a un hombre blandiendo una pistola que corría hacia el este por Washington, y el coche patrulla partió velozmente en esa dirección. El desconocido era Zodíaco. Si la patrulla lo hubiera parado, habrían visto que tenía empapado de sangre el regazo, donde se había posado la cabeza de Stine. Su ropa oscura y las sombras penetrantes de los árboles de la calle ocultaron las manchas. Los agentes, debido al malentendido en la comunicación, no tenían motivo alguno para buscar a un “AB”, un “Adulto Blanco”. Si le hubieran pedido al hombre corpulento que se acercara al coche para hacerle unas preguntas rápidas, podrían haber sido abatidos a tiros; el asesino habría tenido la ventaja que le concedía la pistola de 9 milímetros oculta en la mano derecha. El patrullero más veterano vio claramente el perfil del hombre, pero pasó algún tiempo antes de que los dos policías se dieran cuenta de que habían hablado con el asesino de Stine. Habían estado a punto de atraparlo. Aquél fue el comienzo de la obsesión patológica del “hombre corpulento” por parte de la policía de San Francisco.
A las 22:55 horas, llegaron al lugar del crimen los agentes Armand Pelisetti y Frank Peda, al mismo tiempo que el inspector de Homicidios Walter Kracke, que estaba en las inmediaciones e iba a su casa. Los dos coches se detuvieron justo detrás del taxi. Al salir, vieron a Paul Stine con un tiro en la cabeza, la parte superior de su torso en el asiento del copiloto y la cabeza apoyada en el suelo del coche. Cuando Kracke abrió la puerta, la mano izquierda del conductor cayó hacia fuera, con la palma hacia arriba, casi tocando la calle. El asaltante no se había molestado en quitarle el reloj y el inspector vio la fina correa negra en la muñeca del asesinado. Un Timex. El agresor también le había dejado el anillo del instituto. El taxímetro seguía puesto. Las llaves del taxi habían desaparecido. Los agentes llamaron a una ambulancia. Interrogaron a los adolescentes y transmitieron una descripción corregida del asesino, diciendo que era un hombre blanco adulto.
La ambulancia llegó a las 22:10 horas. El enfermero certificó la muerte de Stine. Kracke había llamado a todas las unidades con perros disponibles y pidió un coche de bomberos con faro para iluminar la zona. A continuación informó al juez de instrucción de San Francisco. Como el inspector Kracke había oído el primer comunicado por radio de la policía y había respondido al instante, con la ayuda de los dos policías de la comisaría de Richmond pudo conservar un escenario del crimen sin alteraciones. A las 22:20 horas llamaron al equipo de homicidios de guardia.
Mapa del crimen
Al otro día, una nueva carta llegó al San Francisco Chronicle: “Zodíaco al habla. Soy el asesino del taxista en la esquina de Washington con Maple ayer por la noche, para demostrado aquí está un trozo manchado de sangre de su camisa. Soy el mismo hombre que mató a las personas de la zona norte de la bahía. La policía de S.F. me podría haber cogido ayer noche si hubiera registrado bien el parque en vez de hacer carreras con sus motos a ver quién hacía más ruido.
Carteles de búsqueda de Zodíaco
“Los conductores de los coches tendrían que haber aparcado el coche y quedarse esperando en silencio a que yo saliera de mi escondite. Los escolares son buenos blancos. Creo que una mañana me voy a cargar un autobús escolar. Dispararé a la rueda delantera y luego liquidaré a los niños cuando salgan dando saltitos” . Acompañaba a la carta un trozo de tela ensangrentada. La policía confirmó que, en efecto, pertenecía al taxista.
En diciembre fue descubierto un poema tallado en la parte inferior de un pupitre de la biblioteca del colegio de Riverside titulado: "Enfermo de vivir/indispuesto para morir"; el lenguaje del poema y la escritura se parecía a la de las cartas de Zodíaco. Fue firmado con lo que serían las iniciales "rh". Sherwood Morril, analista de los documentos cuestionados, externó su opinión de que el poema fue escrito por Zodíaco.
La inscripción en el pupitre
Un vidente llamado Joseph DeLouise ofreció su ayuda a la policía para capturar al criminal, pero ellos lo rechazaron. Luego, en Santa Rosa, un hombre aterrorizó a tres mujeres diferentes que viajaban en moto, entre las 03:00 y las 04:00 horas. A las 05:10, la policía paró a un individuo cuyo coche y matrícula se correspondían con la descripción de las mujeres. Lo identificaron como residente en Vallejo. Dijo que se había perdido y que buscaba el camino para salir del pueblo. Asombrosamente, la policía lo dejó marchar y lo acompañaron a la salida del pueblo.
El vidente Joseph DeLouise
Otra mujer, Kathlen Johns, y su hija de diez meses de edad, Jennifer, fueron agredidas en la carretera por un hombre que le ponchó un neumático trasero. Con engaños la subió a su auto; cuando iba conduciendo, supuestamente hacia una gasolinera, le dijo a Kathlen que iba a matarla y amenazó con tirar a la bebé por la ventanilla. El desconocido hablaba con voz monótona, sin acento. “Sin emoción. Sin rabia. Sin ninguna emoción”, declararía la mujer. Aprovechó un alto forzoso para bajar del auto con su hija y correr. El hombre se estacionó, bajó con una linterna y la buscó, gritándole que regresase. Pero ella se escondió. Entonces pasó un remolque; el hombre se subió a su auto y se fue. El conductor de un tráiler ayudó a la mujer. La llevó a la estación de policía. Mientras declaraba, se fijó en el tablón de anuncios de la comisaría y se le escapó un grito: “¡Oh, Dios mío! ¡Es él! ¡Es ése de ahí!”En el tablón de anuncios había un retrato robot del asesino de Paul Stine: un retrato robot de Zodíaco.
Kathlen Johns
El oficial a cargo mantuvo bajo custodia a Johns en un restaurante en la oscuridad, temiendo que Zodíaco llegara a matarlos. Su auto fue hallado incendiado y destrozado. Pese a todo, existían muchas inconsistencias en el supuesto secuestro de Johns; las afirmaciones de que el individuo había amenazado con matarla mientras manejaba, son discutidas al menos por un informe policial.
Retrato robot de Zodíaco
Johns contó su historia al periodista Paul Avery del San Francisco Chronicle indicando que su secuestrador abandonó el auto y las buscó a ella y a su bebé en la oscuridad con una linterna; sin embargo, en los dos testimonios que dio a la policía aseguró que el tipo no se bajó del vehículo. Algunos testimonios mencionan que el vehículo de Johns fue movido e incendiado posteriormente, mientras que otros afirman que el auto permaneció en donde Johns lo había dejado. Las diversas discrepancias entre las versiones de Johns han llevado a los investigadores a cuestionar si ella efectivamente fue una víctima del Zodíaco.
A las 02:00 horas del 20 de octubre de 1969, alguien afirmó que Zodíaco había llamado al Departamento de Policía de Oakland exigiendo que uno de los dos prominentes abogados, F. Lee Bailey o Melvin Belli, apareciesen en el show televisivo de mesa de exposiciones de Jim Dunbar por la mañana. Lee Bailey, famoso por haber defendido a Albert DeSalvo, “El Estrangulador de Boston”, no pudo asistir, pero Marvin Belli se presentó en el programa. Dunbar pidió a los telespectadores mantener las líneas telefónicas abiertas, y entonces alguien que aseguraba ser Zodíaco llamó varias veces y dijo que su nombre era "Sam".
Marvin Belli en el programa de Jim Dunbar
El abogado Marvin Belli aceptó encontrarse con él en Daly City, pero el sospechoso nunca apareció. Los policías que anteriormente habían escuchado al Zodíaco escucharon la voz de "Sam" y concluyeron que él no era el asesino. Llamadas subsecuentes que el sospechoso hizo a Marvin Belli a su casa durante su cumpleaños, fueron rastreadas y provenían del Hospital Estatal de Napa, en donde se supo que "Sam" era un enfermo mental al que habían dado acceso al teléfono. Sin embargo, el 20 de diciembre de 1969, Zodíaco le envió una misiva a Marvin Belli, incluyendo una muestra más de la camisa de Paul Stine; en la carta, Zodíaco afirmó que quería que Belli lo ayudara.
La policía durante la transmisión del programa
En una carta del 26 de julio de 1970, Zodíaco parafraseó una canción de El Mikado, añadiéndole su propia letra acerca de hacer una "pequeña lista" de las maneras en que planeaba torturar a sus "esclavos" en el "paraíso". La carta fue firmada con un enorme símbolo del círculo cruzado. Una nota final al reverso de la carta indicaba: "P.D. El código de Diablo refiere Radianes +# pulgadas por radianes". En un examen detallado del "indicio radian", el investigador Gareth Pen descubrió un ángulo que siguiendo las instrucciones de Zodíaco, al colocarlo sobre un mapa apuntaba a dos sitios en los que Zodíaco había atacado.
El abogado Marvin Belli
Zodíaco continuó comunicándose con las autoridades durante 1970 a través de cartas y tarjetas postales dirigidas a la prensa. En una carta fechada el 20 de abril de 1970, Zodíaco escribió: "Mi nombre es [____]", seguido de trece caracteres cifrados. Zodíaco también envió una tarjeta de felicitación fechada el 28 de abril de 1970, dirigida al San Francisco Chronicle. El texto escrito en la carta decía: "Espero que ustedes gocen cuando tenga mi EXPLOSION", seguido por la firma del círculo cruzado. Al reverso de la carta, amenazó con usar una bomba en un autobús muy pronto, a menos que el periódico publicara detalladamente sus escritos. También deseaba ver a la gente comenzando a usar "algunos agradables botones Zodíaco", distintivos con el famoso símbolo. El 26 de junio de 1970 escribió que estaba enojado al no ver a la gente usando sus "Botones Zodíaco" y afirmó: "disparé a un hombre que se encontraba en un auto estacionado con una .38”.
Los investigadores
En una historia aparecida en el Vallejo Times Herald el 13 de noviembre de 1972, el Sheriff y Detective Bill Barker teorizó que el asesinato de una joven pareja perpetrado en el Condado Santa Barbara habría sido obra del Zodíaco. El 4 de junio de 1963, cinco años y medio antes del primer asesinato de Zodíaco en el Lago Herman, el estudiante de preparatoria Robert Domingos y su novia Linda Faye Edwards fueron tiroteados en una playa cercana a Lompoc, California, habiéndose ausentado de la escuela ese día debido a una tradición entre los estudiantes estadounidenses llamada "Senior Ditch Day".
Robert Domingos
La policía creyó que el agresor intentó atar a las víctimas, pero cuando lograron liberarse para huir, el individuó les disparó en varias ocasiones en la espalda y el pecho con un arma calibre .22. Después colocó los cuerpos en una pequeña cabaña e intentó infructuosamente incendiarla. Algunos creen que los asesinatos de Domingos y Edwards son obra de Zodíaco a partir de las similitudes entre este caso y el ataque del asesino efectuado en Lago Berryesa.
Linda Faye Edwards
Zodíaco envió una nueva carta, amenazando al periodista Paul Avery, delSan Francisco Chronicle. Avery había estado publicando artículos donde insultaba al asesino. Después de que este lo amenazara de muerte, Avery comenzó a cargar una pistola. Se obsesionó con que Zodíaco iba a matarlo; comenzó a beber y el alcoholismo destrozó su carrera profesional. Después, Zodíaco se retiró: dejó de enviar cartas y no hubo ninguna otra noticia sobre él. Durante varios años, no se sabría nada más del desconocido asesino. La policía, frustrada, se había quedado sin pistas.
El periodista Paul Avery
El 29 de enero de 1974, Zodíaco envió una carta elogiando al filme El Exorcista como "la mejor comedia satírica que nunca vio". La carta incluía un verso de The Mikado, y un símbolo en el fondo que aún no ha sido explicado por los investigadores. Zodíaco concluyó la carta con un nuevo marcador: "Me (Yo) = 37, SFPD = 0". El San Francisco Chroniclerecibió otra carta sellada el 14 de febrero de 1974, informando al editor que las iniciales para el Ejército Simbiótico de Liberación deletreadas en Nórdico antiguo significaban "mata". Sin embargo, el manuscrito no fue autentificado como de Zodíaco.
Otra carta recibida en el Chronicle, sellada el 8 de mayo de 1974, presentaba una queja de que el filme Badlands (Malas tierras), basado en la historia del asesino Charles Starkweather y de su novia, Caril Fugate, era una "glorificación del asesinato", y pedía al diario retirar la publicidad de la película, firmando solamente "Un ciudadano". La letra, el tono y la ironía superficial eran similares a las comunicaciones previas de Zodíaco. El periódico recibió una carta anónima sellada el 8 de julio de 1974, quejándose de uno de sus columnistas, Marco Spinelli. La carta fue firmada por "El Fantasma Rojo (rojo, con rabia)". La autoría de Zodíaco es aún debatida.
Los titulares
El 24 de abril de 1978, Zodíaco rompió su silencio. Envió una nueva carta al San Francisco Chronicle. El periódico la publicó al otro día; el titular decía: “Zodíaco pone fin a su silencio: ‘Estoy otra vez con ustedes’”. La carta decía: “Querido director: Zodíaco al habla Estoy otra vez con vosotros. Dígales a todos que estoy aquí, que siempre he estado aquí. Los polis de mierda son buenos, pero yo soy más listo y mejor ellos se cansarás y me dejarán en paz. Estoy esperando una buena película sobre mí. ¿Quién hará mi papel? Ahora yo lo controlo todo. Atentamente: adivínelo”.
Era la vigésimo primera carta del asesino desde 1969. Contando la inscripción que había dejado en un pupitre en los sesenta, la puerta del coche y las cartas, el asesino había mandado a la policía veintisiete mensajes escritos. Como era habitual, llevaba más sellos de los necesarios, un intento subconsciente por parte del asesino de que su nota llegara más de prisa y no se perdiera en el correo.
Historieta sobre Zodíaco
Uno de los principales sospechosos en el caso del “Asesino del Zodíaco” fue Marvin Bernell, un hombre que se había encargado de una sala de cine, programando películas y proyectándolas. El periodista Robert Graysmith, quien se había obsesionado con el caso, descubrió que el símbolo de Zodíaco era idéntico a la marca que se utilizaba para marcar los rollos de películas; la policía lo había interpretado como la estilización de una mira telescópica.
Siguiendo una serie de pistas, descubrió que el proyeccionista podía tener relación con los homicidios; en el techo de la sala del cine había un zodíaco pintado, pero casi nadie lo había notado. También poseía copia de la cinta sobre el Conde Zaroff, pues la había proyectado en varias ocasiones. Su letra, plasmada en varios carteles, se parecía a la del asesino. Otro sospechoso era el ex presidiario Lawrence Kane.
Lawrence Kane
Pero el principal sospechoso para el periodista Robert Graysmith era Arthur Leigh Allen, un hombre que por muchas razones también era el sospechoso favorito de la policía. Entre otros detalles. Allen, en la época de los asesinatos conocidos de Zodíaco (1968-70), era un estudiante que vivía con su madre en la casa de ésta en Vallejo. Era muy inteligente; tenía un cociente intelectual cercano a los 135 puntos. En 1971 vivía en una caravana en Santa Rosa. Su aspecto era muy similar al retrato robot de Zodíaco. Siempre estaba solo, coleccionaba rifles del calibre .22 y cazaba animales, A su cuñada y a su hermano les dijo en una ocasión que “el hombre era la verdadera caza”. Allen solía definir al hombre como “el animal más peligroso de cazar". A sus familiares les preocupaba su salud mental.
Arthur Leigh Allen
En noviembre de 1969, Sheila, su cuñada de veintiséis años, vio un papel que Allen llevaba en la mano y le preguntó qué era. Él lo tenía guardado en una caja de metal en la habitación de su hermano en North Bay. Ocultando unas líneas con símbolos extraños, dijo: “Esto es obra de un loco. Te lo enseñaré después". Nunca lo hizo. La preocupación de la familia aumentó. Cuando su cuñada le preguntó por un cuchillo ensangrentado en el asiento delantero de su coche el día de uno de los ataques de Zodíaco, Allen respondió: “Es sangre de pollo. Lo utilizo para matar pollos". El sargento Mulanax ya sospechaba de él por otro delito: la violación de un niño en un colegio donde Allen trabajaba. Eso concordaba con el hecho de que Zodíaco conociera las rutas de los autobuses escolares y las vacaciones de los niños. Allen tenía un gran encanto personal con las mujeres, pero además tendía a hablar de forma hiriente y solía padecer fuertes dolores de cabeza.
Arthur Leigh Allen durante su juventud
A comienzos de 1971, su madre, su hermano y su cuñada empezaron a sospechar, debido a su comportamiento desordenado, que Allen podía ser Zodíaco. Después de mucha angustia y de consultarlo con el tío de Allen, llamaron a la policía y les contaron lo que temían. Armados con la información brindada por la familia, los agentes Armstrong y Toschi empezaron a preparar el terreno para una orden de registro. Fred Wiseman, de la oficina del fiscal del distrito de San Francisco, llamó a la oficina del fiscal del condado de Sonoma, que a su vez encargó el caso a Toschi y Armstrong, junto a dos detectives de Sonoma. La policía de San Francisco tenía grandes expectativas con el sospechoso. La orden de cateo mencionaba que debían buscar “trozos de camisa ensangrentada, cuerda, rotuladores, gafas, pantalones de pinzas, anorak azul o negro tipo náutico, un cuchillo con una funda y una capucha ligera". Incluso se hablaba de las gafas de pinza.
La familia de Allen había dicho a los dos detectives de San Francisco dónde estaban la caravana y el coche en que Allen vivía. La familia del sospechoso nunca había ido a verlo ahí, pero sabía que la caravana no tenía ruedas. Toschi pidió al encargado del parque de caravanas que les enseñase la plaza que ocupaba concretamente el estudiante. El encargado les dijo que acababa de irse justo antes de que ellos llegaran. Los detectives vieron que la puerta de la caravana estaba abierta y decidieron llevar a cabo un registro rápido mientras esperaban a que Allen volviera. Había papeles y basura por todas partes. Un olor acre invadía el interior. Toschi apartó la cama de la pared y vio un bote de vaselina junto a varios dildos grandes y sucios. En el congelador de la cocina había corazones de animales, hígados y cadáveres de roedores mutilados. Allen estudiaba una licenciatura en Biología y el gobierno del estado le había dado permiso para guardar y hacer experimentos con animales pequeños, pero los ineptos policías no lo sabían.
Esperaron cuarenta y cinco minutos a que Allen volviera. Escucharon que su coche se acercaba y corrieron a la puerta de la caravana. El automóvil estaba sucio; en el asiento de atrás había ropa, papeles, libros y exámenes de hacía varios años. El estudiante salió y se dirigió a la puerta. Dos meses atrás, unos detectives lo habían interrogado en su centro de trabajo, provocando que lo despidieran. Allen los encaró; llevaba puesto en la muñeca un reloj marca Zodíaco. También portaba un anillo con una letra “Z”. Cuando el agente Toschi se lo señaló, Allen le dijo que su hermana se lo había mandado en 1967.
La licencia de manejo de Allen
Los detectives comenzaron un registro más completo, moviendo los muebles y la cama. Toschi quitó las sábanas y apartó la cama de la pared. Aunque no estaban autorizados por una orden judicial, presionaron a Allen y le tomaron las huellas dactilares. Allen estaba visiblemente molesto y se resistió. Luego lo obligaron a darles muestras de su escritura, dictándole las frases que Zodíaco había escrito en algunas de sus cartas.
En la Marina, Allen había estudiado lenguaje cifrado, había sido operario de teletipos y había fabricado velas. Pese a tener problemas de peso y de tensión arterial, Allen seguía practicando el buceo. Después de que lo arrestaran por abuso de menores y saliera bajo fianza, les dijo a todos sus amigos que lo habían detenido porque “era Zodíaco”. Mientras estaba en prisión, Allen escribió a sus amigos: “espero que Zodíaco mate o escriba otra carta a los periódicos. Eso me absolvería”. Pero cuando los policías enviaron las muestras al laboratorio, les dijeron que las huellas no coincidían.
En 2002 Robert Graysmith publicó un libro titulado Zodíaco Unmasked, donde insistía en la culpabilidad de Allen, pese a que las huellas dactilares y la caligrafía seguían sin concordar con las de Zodíaco. Arthur Leigh Allen murió en 1992 de causas naturales; dos días después de su muerte, la policía registraba de nuevo su casa sin resultados. En 2002 se comparó una muestra de su ADN con una encontrada en una de las cartas de Zodíaco y no se halló coincidencia.
Entre las personas que fueron identificadas como probables víctimas potenciales de Zodíaco, aunque las evidencias no eran concluyentes y no todas eran aceptadas como víctimas de este asesino, se encontraban Robert Domingos (dieciocho años) y Linda Evans, (diecisiete años), asesinados por arma de fuego el 4 de junio de 1963 en una playa cercana a Lompoc, California. Evans y Domingos fueron considerados posibles víctimas debido a las similitudes de su ataque con el del Lago Berryesa. Cheri Jo Bates, de dieciocho años, muerta por arma blanca, casi decapitada el 30 de octubre de 1966 en Riverside Comunity College en Riverside, California.
La posible conexión de la muerte de Bates con el Zodíaco se dio cuatro años después, a partir de una pista recibida por el reportero Paul Avery del San Francisco Chronicle, sugiriéndole ciertas similitudes entre los asesinatos cometidos por el Zodíaco y las circunstancias que rodearon a la muerte de Bates. Kathlen Johns, de veintidós años, secuestrada el 22 de marzo de 1970 en la carretera 132 al oeste de Modesto, California. Johns escapó del auto del hombre que la conducía a ella y a su pequeña hija por las calles entre Stockton y Patterson durante casi tres horas. Después de escapar se dirigió a la Estación de Policía ubicada en Patterson, donde vio el cartel de denuncia con el retrato robot del Zodíaco, identificándolo como su secuestrador.
Mapa de los crímenes
Otra fue Dona Las, veinticinco años, vista por última vez el 26 de septiembre de 1970 en South Lake Tahoe, California; una postal con una dirección, Condominios Forrest Pines, anotada al reverso, fue recibida en el San Francisco Chronicle el 22 de marzo de 1971, y fue interpretada por algunos como una afirmación del Zodíaco de llevar trece víctimas.
Dona Las debería haber sido la decimocuarta y no la que indicaba la postal, por lo cual no fue relacionada concluyentemente al asesino. El cuerpo de la mujer no fue encontrado, no se condujo investigación oficial, debido a desacuerdos de tipo jurisdiccional entre la policía de South Lake y la Oficina del Sheriff, y no se sabe aún si el crimen fue siquiera cometido.
Marca de relojes Zodíaco: el símbolo es igual a la firma del asesino
El 3 de marzo del 2003, se reportó que una tarjeta postal navideña enviada al San Francisco Chronicle, sellada en 1990 en Eureka, California, fue descubierta en sus archivos de fotos por el asistente editorial David King. Dentro del sobre, junto a la tarjeta postal, estaba la copia fotostática de dos llaves del Servicio Postal de los Estados Unidos en un llavero magnético. El manuscrito en el sobre parecía la huella de Zodíaco, pero fue declarada no auténtica por el analista forense Lloyd Cuningham. No obstante, no todos los expertos en el tema están de acuerdo con él análisis. No hay dirección del remitente y su firma (el círculo cruzado) no está. La postal en sí no tiene más marcas. ElChronicle envió todo el material al Departamento de Policía de Vallejo para análisis posteriores.
Carátula de un reloj marca Zodíaco
Una línea de investigación vinculaba a Zodíaco con Charles Manson y “La Familia”; inclusive se llegó a especular que quizás Manson era Zodíaco. Otra sospecha fue hacia Theodore Kaczynski, “Unabomber”. El departamento de Policía de San Francisco investigó por lo menos a 2500 sospechosos en un periodo de varios años.
Ted Kaczynski, “Unabomber”
Otro sospechoso fue un criminal llamado Bruce Davis. Los últimos investigadores del Departamento de Policía de San Francisco fueron los Inspectores de homicidios Michael N. Maloney y Kelly Carroll; ellos fueron los primeros en enviar evidencia de ADN de Zodíaco obtenido de las cartas para su análisis, el cual arrojó un perfil genético parcial.
Bruce Davis, sospechoso
Las pruebas de ADN excluyeron al principal sospechoso circunstancial, Arthur Leigh Allen, y después a Michael O’Hare, un prominente hombre de negocios quien vivía cerca de la escena del crimen de Paul Stine.
Michael O’Hare, sospechoso
Zodíaco recibió varios homenajes de las artes. El periodista Robert Graysmith escribió los dos más exhaustivos libros sobre el asesino:Zodíaco y Zodíaco desenmascarado; en el proceso de sus investigaciones perdió su vida familiar. Varias novelas y comics tomaron al asesino como personaje. La película Harry, el sucio, protagonizada por Clint Eastwood, fue filmada en San Francisco y presentó a un asesino llamado “Scorpio”, quien resulta muy similar a Zodíaco.
Las investigaciones
El "Geminis Killer" en la película El Exorcista III también está vagamente inspirado en él. Edward James Olmos protagonizó The Limbic Region, filme basado en el libro de Robert Graysmith. Basado en ese mismo libro, en 2007 se estrenó la película Zodíaco dirigida por David Fincher, quien ya lo había tomado como base de su filme Seven.
Una escena de la película de David Fincher
A raíz del estreno de esta película, Deborah Pérez, la hija de cuarenta y siete años de un carpintero del condado de Orange llamado Guy Ward Hendrickson, fallecido en 1981, convocó a una rueda de prensa en las escaleras de la sede del San Francisco Chronicle para revelar que su padre era Zodíaco. "Quiero corregir todos sus errores", afirmó. "Sólo quiero que se sepa la verdad".
Deborah Pérez durante la conferencia de prensa
Reveló que supuestamente acompañó a su padre en dos de los asesinatos, que escribió una carta en nombre de su padre al abogado Melvin Bellli y que tiene en su posesión uno de los "trofeos" de su padre: las gafas de la que, hasta ahora, es su última víctima confirmada, Paul Stine, el taxista asesinado en 1969; un objeto que, según la investigación policial, desapareció de la escena del crimen.
Las supuestas gafas de Paul Stine
La carta que dice haber escrito, fechada en diciembre de 1969, podría ser, en efecto, obra de un niño. Llena de faltas de ortografía, comenzaba con un: "Querido Melvin, soy el Zodíaco, te deseo feliz Navidad". Sin embargo, algunas cosas hacen que su historia se tambalee: Deborah Pérez contrató los servicios de una firma de relaciones públicas y está ultimando un documental sobre la vida de su padre, en el que detalla las supuestas pruebas que demuestran que él fue Zodíaco.
Guy Ward Hendrickson: el nuevo sospechoso
Afirmó que su padre mató a más de treinta personas y que llevaba un cuaderno, hoy convenientemente desaparecido, en el que escribía e ilustraba sus asesinatos. También poseía un automóvil blanco, similar al utilizado por Zodíaco. La supuesta hija asegura que reconoció en un retrato robot a su padre y que de pequeña no cayó en la cuenta de que aquella noche en que su padre la llevó a dar un paseo, no escuchó dos cohetes, sino dos disparos.
Guy Ward Hendrickson con su hija Deborah y el auto blanco
"Reconocí a aquella persona como mi padre. Investigué sobre el Asesino del Zodíaco, y me sorprendió encontrar tarjetas y cartas de la policía que habían sido escritas por mi padre o por mí misma" . Pero la propia familia de Deborah Pérez ha desmentido su versión de los hechos. Su hermana, Janice Hendrickson, de sesenta y cinco años, ha dicho que su padre "no le hubiera hecho daño a una mosca" y que su hermana se ha pasado años en psicoanálisis, inventando recuerdos de cosas que nunca ocurrieron y obsesionada por el exhibicionismo y el nudismo a través de Facebook y otras páginas de Internet. Un extraño colofón digno de la historia de un asesino cuyo nombre y trayectoria siguen fascinando al mundo.
Deborah Pérez, semidesnuda, en una de sus fotografías de Facebook
La policía de San Francisco cerró el Caso Zodíaco en 2004. Aunque Zodíaco afirmó en sus cartas enviadas a los diarios, que había asesinado a treinta y siete personas, las víctimas oficiales de Zodíaco ascendían solamente a siete víctimas conocidas, de las cuáles sobrevivieron dos.
La identidad del asesino siguió siendo una incógnita. El Departamento de Policía de San Francisco declaró la investigación "inactiva" en abril de 2004, pero a causa de la presión de la opinión pública y de los medios de información, reabrió el caso en marzo de 2007.
La caseta telefónica desde la cual llamó Zodíaco
La policía descubrió que la llamada procedía de un teléfono público situado en el número 1231 de Main Street, el Lavado de Coches de Napa. Estaba sólo a cuatro manzanas y media de la comisaría. La policía pudo sacar una huella clara de la palma de una mano del auricular.
El sábado 11 de octubre de 1969, Zodíaco volvió a aparecer. Esta vez fue en San Francisco. Estuvo un rato en Union Square, mirando las filas de taxis de color amarillo canario que entraban y salían por la puerta del viejo hotel St. Francis. Aquella tarde llevaba una sudadera azul y negra para protegerse del viento frío de la bahía. Cruzó Powell y empezó a andar por Geary, hacia Mason. A su lado pasaban haces de faros rojos y vio el movimiento de las parejas bajo los focos brillantes del barrio de los teatros, a una manzana de distancia. Eran las 21:30 horas y el público de la primera función de la obra Hair salía del Teatro Geary.
El taxista Paul Stine
El taxista Paul Lee Stine estaba aparcado en la parada de taxis delante del St. Francis cuando lo llamaron para ir a la Novena Avenida. Stine tuvo que reducir la velocidad a causa del tráfico. Cuando pasó por el restaurante Pinecrest, un hombre robusto salió de debajo de un toldo a rayas, puso la mano en el lado del conductor, cerca del retrovisor y miró dentro del taxi. Después de subir al asiento de atrás, el desconocido le pidió ir a una dirección en el barrio residencial de Presidio Heights. Paul Stine escribió la dirección en su hoja de ruta, “Calle Washington y Maple”, y arrancó. El taxi tomó hacia el oeste. Después de once manzanas giró otra vez a la izquierda, y siguió avanzando al oeste por Washington. La noche era cerrada. Bien iluminada y húmeda por la niebla, la Calle Washington tenía a ambos lados mansiones con grandes escalinatas.
Cuando el taxi disminuyó la velocidad en Maple y Washington, el destino previsto, un hombre apareció delante de los faros del taxi de Stine, un hombre que paseaba a su perro. El desconocido le dijo al taxista:“Avance otra cuadra”. Stine obedeció. El taxi se detuvo entre dos árboles en la esquina de Washington con Cherry, justo delante del número 3898 de la Calle Washington. Súbitamente, el desconocido puso con fuerza la boca de una pistola en la mejilla derecha del taxista, cerca de la sien; haciendo un gancho con el brazo izquierdo le agarró la garganta. Stine intentó levantar la mano izquierda por encima del hombro derecho, en vano. El hombre apretó firmemente el gatillo; el arma se disparó, produciendo una perforación cónica en el cráneo del taxista. La bala creó múltiples fracturas en el cráneo, se deshizo y se partió en cuatro fragmentos. El asesino salió por la puerta de atrás y entró por la puerta delantera derecha. Se puso la cabeza de Stine en el regazo mientras cogía su cartera y le arrancaba un trozo de camisa.
La casa frente al lugar del crimen, en la actualidad
A las 21:55 horas, una chica de catorce años, justo enfrente del taxi, en la misma calle, miraba por la ventana central del segundo piso de su edificio. Se estaba celebrando una fiesta, pero ella se había puesto la mano sobre los ojos y miraba la calle brumosa. De pronto llamó a su hermano de dieciséis años y a otro hermano menor para que se acercaran a la ventana. Estaban casi a quince metros de distancia y veían directamente el taxi. La cabeza del taxista reposaba en el regazo de un hombre corpulento. Éste parecía pelear con el taxista, o registrarle. Luego se agachó sobre el asiento del conductor, por encima del cuerpo del taxista, y dio la impresión de que limpiaba el interior del taxi. El hombre estaba haciendo algo con el cuerpo del taxista, pero los asistentes a la fiesta, que ahora se arremolinaban en torno a la ventana del piso superior, no podían ver qué.
El lugar del crimen, visto desde la casa de enfrente
La puerta del copiloto se abrió, y el hombre grueso salió al fin. Dio la vuelta al taxi, llevando consigo una especie de trapo o toalla, y empezó a limpiar la puerta del conductor, la manilla, los alrededores del espejo exterior y el lado del copiloto. En cierto momento abrió la puerta del conductor y se agachó a limpiar otra vez. Para no perder el equilibrio, apoyó la mano derecha en la franja que separaba las ventanas delanteras de las traseras. Seguía teniendo el trozo de tela en la mano izquierda. Entonces cerró la puerta y se marchó.
El sitio tocado por Zodíaco
Cuando dobló la esquina, pasando al lado de un buzón de correos. Los chicos lo perdieron de vista. Iba hacia el norte, por Cherry, en dirección a Presidio. No corría. Mientras todo esto sucedía, los asistentes a la fiesta habían llamado a la centralita de la policía. El operador tomó nota de la llamada a las 21:58 horas. Notó que su interlocutor se encontraba sometido a una fuerte tensión. Intentó obtener una descripción física del hombre y, en ese momento, por algún motivo, se cometió un error increíble: el hombre fue erróneamente descrito como un “AN”, un “Adulto Negro”. El operador entregó la ficha al agente que organizaba las salidas, que se acercó a su panel de luz, consultó un complejo mapa de San Francisco que estaba dividido en distritos y sectores, e hizo un llamamiento general a todas las unidades de policía, a los coches y furgones.
Un coche patrulla de la policía se encontraba cerca de Cherry y Washington y se desplazó a toda velocidad al lugar de los hechos. La patrulla llegó a Jackson y Cherry a las 22:00 horas y vio a un hombre robusto “andando lentamente” en medio de la niebla, hacia Presidio. La unidad de radio, los patrulleros Donald Foukes y Eric Zelms, que buscaban a un hombre negro, llamaron con un grito al desconocido y le preguntaron si había visto algo raro en el último minuto, aproximadamente. El hombre grueso respondió que había visto a un hombre blandiendo una pistola que corría hacia el este por Washington, y el coche patrulla partió velozmente en esa dirección. El desconocido era Zodíaco. Si la patrulla lo hubiera parado, habrían visto que tenía empapado de sangre el regazo, donde se había posado la cabeza de Stine. Su ropa oscura y las sombras penetrantes de los árboles de la calle ocultaron las manchas. Los agentes, debido al malentendido en la comunicación, no tenían motivo alguno para buscar a un “AB”, un “Adulto Blanco”. Si le hubieran pedido al hombre corpulento que se acercara al coche para hacerle unas preguntas rápidas, podrían haber sido abatidos a tiros; el asesino habría tenido la ventaja que le concedía la pistola de 9 milímetros oculta en la mano derecha. El patrullero más veterano vio claramente el perfil del hombre, pero pasó algún tiempo antes de que los dos policías se dieran cuenta de que habían hablado con el asesino de Stine. Habían estado a punto de atraparlo. Aquél fue el comienzo de la obsesión patológica del “hombre corpulento” por parte de la policía de San Francisco.
A las 22:55 horas, llegaron al lugar del crimen los agentes Armand Pelisetti y Frank Peda, al mismo tiempo que el inspector de Homicidios Walter Kracke, que estaba en las inmediaciones e iba a su casa. Los dos coches se detuvieron justo detrás del taxi. Al salir, vieron a Paul Stine con un tiro en la cabeza, la parte superior de su torso en el asiento del copiloto y la cabeza apoyada en el suelo del coche. Cuando Kracke abrió la puerta, la mano izquierda del conductor cayó hacia fuera, con la palma hacia arriba, casi tocando la calle. El asaltante no se había molestado en quitarle el reloj y el inspector vio la fina correa negra en la muñeca del asesinado. Un Timex. El agresor también le había dejado el anillo del instituto. El taxímetro seguía puesto. Las llaves del taxi habían desaparecido. Los agentes llamaron a una ambulancia. Interrogaron a los adolescentes y transmitieron una descripción corregida del asesino, diciendo que era un hombre blanco adulto.
La ambulancia llegó a las 22:10 horas. El enfermero certificó la muerte de Stine. Kracke había llamado a todas las unidades con perros disponibles y pidió un coche de bomberos con faro para iluminar la zona. A continuación informó al juez de instrucción de San Francisco. Como el inspector Kracke había oído el primer comunicado por radio de la policía y había respondido al instante, con la ayuda de los dos policías de la comisaría de Richmond pudo conservar un escenario del crimen sin alteraciones. A las 22:20 horas llamaron al equipo de homicidios de guardia.
Mapa del crimen
Al otro día, una nueva carta llegó al San Francisco Chronicle: “Zodíaco al habla. Soy el asesino del taxista en la esquina de Washington con Maple ayer por la noche, para demostrado aquí está un trozo manchado de sangre de su camisa. Soy el mismo hombre que mató a las personas de la zona norte de la bahía. La policía de S.F. me podría haber cogido ayer noche si hubiera registrado bien el parque en vez de hacer carreras con sus motos a ver quién hacía más ruido.
Carteles de búsqueda de Zodíaco
“Los conductores de los coches tendrían que haber aparcado el coche y quedarse esperando en silencio a que yo saliera de mi escondite. Los escolares son buenos blancos. Creo que una mañana me voy a cargar un autobús escolar. Dispararé a la rueda delantera y luego liquidaré a los niños cuando salgan dando saltitos” . Acompañaba a la carta un trozo de tela ensangrentada. La policía confirmó que, en efecto, pertenecía al taxista.
En diciembre fue descubierto un poema tallado en la parte inferior de un pupitre de la biblioteca del colegio de Riverside titulado: "Enfermo de vivir/indispuesto para morir"; el lenguaje del poema y la escritura se parecía a la de las cartas de Zodíaco. Fue firmado con lo que serían las iniciales "rh". Sherwood Morril, analista de los documentos cuestionados, externó su opinión de que el poema fue escrito por Zodíaco.
La inscripción en el pupitre
Un vidente llamado Joseph DeLouise ofreció su ayuda a la policía para capturar al criminal, pero ellos lo rechazaron. Luego, en Santa Rosa, un hombre aterrorizó a tres mujeres diferentes que viajaban en moto, entre las 03:00 y las 04:00 horas. A las 05:10, la policía paró a un individuo cuyo coche y matrícula se correspondían con la descripción de las mujeres. Lo identificaron como residente en Vallejo. Dijo que se había perdido y que buscaba el camino para salir del pueblo. Asombrosamente, la policía lo dejó marchar y lo acompañaron a la salida del pueblo.
El vidente Joseph DeLouise
Otra mujer, Kathlen Johns, y su hija de diez meses de edad, Jennifer, fueron agredidas en la carretera por un hombre que le ponchó un neumático trasero. Con engaños la subió a su auto; cuando iba conduciendo, supuestamente hacia una gasolinera, le dijo a Kathlen que iba a matarla y amenazó con tirar a la bebé por la ventanilla. El desconocido hablaba con voz monótona, sin acento. “Sin emoción. Sin rabia. Sin ninguna emoción”, declararía la mujer. Aprovechó un alto forzoso para bajar del auto con su hija y correr. El hombre se estacionó, bajó con una linterna y la buscó, gritándole que regresase. Pero ella se escondió. Entonces pasó un remolque; el hombre se subió a su auto y se fue. El conductor de un tráiler ayudó a la mujer. La llevó a la estación de policía. Mientras declaraba, se fijó en el tablón de anuncios de la comisaría y se le escapó un grito: “¡Oh, Dios mío! ¡Es él! ¡Es ése de ahí!”En el tablón de anuncios había un retrato robot del asesino de Paul Stine: un retrato robot de Zodíaco.
Kathlen Johns
El oficial a cargo mantuvo bajo custodia a Johns en un restaurante en la oscuridad, temiendo que Zodíaco llegara a matarlos. Su auto fue hallado incendiado y destrozado. Pese a todo, existían muchas inconsistencias en el supuesto secuestro de Johns; las afirmaciones de que el individuo había amenazado con matarla mientras manejaba, son discutidas al menos por un informe policial.
Retrato robot de Zodíaco
Johns contó su historia al periodista Paul Avery del San Francisco Chronicle indicando que su secuestrador abandonó el auto y las buscó a ella y a su bebé en la oscuridad con una linterna; sin embargo, en los dos testimonios que dio a la policía aseguró que el tipo no se bajó del vehículo. Algunos testimonios mencionan que el vehículo de Johns fue movido e incendiado posteriormente, mientras que otros afirman que el auto permaneció en donde Johns lo había dejado. Las diversas discrepancias entre las versiones de Johns han llevado a los investigadores a cuestionar si ella efectivamente fue una víctima del Zodíaco.
A las 02:00 horas del 20 de octubre de 1969, alguien afirmó que Zodíaco había llamado al Departamento de Policía de Oakland exigiendo que uno de los dos prominentes abogados, F. Lee Bailey o Melvin Belli, apareciesen en el show televisivo de mesa de exposiciones de Jim Dunbar por la mañana. Lee Bailey, famoso por haber defendido a Albert DeSalvo, “El Estrangulador de Boston”, no pudo asistir, pero Marvin Belli se presentó en el programa. Dunbar pidió a los telespectadores mantener las líneas telefónicas abiertas, y entonces alguien que aseguraba ser Zodíaco llamó varias veces y dijo que su nombre era "Sam".
Marvin Belli en el programa de Jim Dunbar
El abogado Marvin Belli aceptó encontrarse con él en Daly City, pero el sospechoso nunca apareció. Los policías que anteriormente habían escuchado al Zodíaco escucharon la voz de "Sam" y concluyeron que él no era el asesino. Llamadas subsecuentes que el sospechoso hizo a Marvin Belli a su casa durante su cumpleaños, fueron rastreadas y provenían del Hospital Estatal de Napa, en donde se supo que "Sam" era un enfermo mental al que habían dado acceso al teléfono. Sin embargo, el 20 de diciembre de 1969, Zodíaco le envió una misiva a Marvin Belli, incluyendo una muestra más de la camisa de Paul Stine; en la carta, Zodíaco afirmó que quería que Belli lo ayudara.
La policía durante la transmisión del programa
En una carta del 26 de julio de 1970, Zodíaco parafraseó una canción de El Mikado, añadiéndole su propia letra acerca de hacer una "pequeña lista" de las maneras en que planeaba torturar a sus "esclavos" en el "paraíso". La carta fue firmada con un enorme símbolo del círculo cruzado. Una nota final al reverso de la carta indicaba: "P.D. El código de Diablo refiere Radianes +# pulgadas por radianes". En un examen detallado del "indicio radian", el investigador Gareth Pen descubrió un ángulo que siguiendo las instrucciones de Zodíaco, al colocarlo sobre un mapa apuntaba a dos sitios en los que Zodíaco había atacado.
El abogado Marvin Belli
Zodíaco continuó comunicándose con las autoridades durante 1970 a través de cartas y tarjetas postales dirigidas a la prensa. En una carta fechada el 20 de abril de 1970, Zodíaco escribió: "Mi nombre es [____]", seguido de trece caracteres cifrados. Zodíaco también envió una tarjeta de felicitación fechada el 28 de abril de 1970, dirigida al San Francisco Chronicle. El texto escrito en la carta decía: "Espero que ustedes gocen cuando tenga mi EXPLOSION", seguido por la firma del círculo cruzado. Al reverso de la carta, amenazó con usar una bomba en un autobús muy pronto, a menos que el periódico publicara detalladamente sus escritos. También deseaba ver a la gente comenzando a usar "algunos agradables botones Zodíaco", distintivos con el famoso símbolo. El 26 de junio de 1970 escribió que estaba enojado al no ver a la gente usando sus "Botones Zodíaco" y afirmó: "disparé a un hombre que se encontraba en un auto estacionado con una .38”.
Los investigadores
En una historia aparecida en el Vallejo Times Herald el 13 de noviembre de 1972, el Sheriff y Detective Bill Barker teorizó que el asesinato de una joven pareja perpetrado en el Condado Santa Barbara habría sido obra del Zodíaco. El 4 de junio de 1963, cinco años y medio antes del primer asesinato de Zodíaco en el Lago Herman, el estudiante de preparatoria Robert Domingos y su novia Linda Faye Edwards fueron tiroteados en una playa cercana a Lompoc, California, habiéndose ausentado de la escuela ese día debido a una tradición entre los estudiantes estadounidenses llamada "Senior Ditch Day".
Robert Domingos
La policía creyó que el agresor intentó atar a las víctimas, pero cuando lograron liberarse para huir, el individuó les disparó en varias ocasiones en la espalda y el pecho con un arma calibre .22. Después colocó los cuerpos en una pequeña cabaña e intentó infructuosamente incendiarla. Algunos creen que los asesinatos de Domingos y Edwards son obra de Zodíaco a partir de las similitudes entre este caso y el ataque del asesino efectuado en Lago Berryesa.
Linda Faye Edwards
Zodíaco envió una nueva carta, amenazando al periodista Paul Avery, delSan Francisco Chronicle. Avery había estado publicando artículos donde insultaba al asesino. Después de que este lo amenazara de muerte, Avery comenzó a cargar una pistola. Se obsesionó con que Zodíaco iba a matarlo; comenzó a beber y el alcoholismo destrozó su carrera profesional. Después, Zodíaco se retiró: dejó de enviar cartas y no hubo ninguna otra noticia sobre él. Durante varios años, no se sabría nada más del desconocido asesino. La policía, frustrada, se había quedado sin pistas.
El periodista Paul Avery
El 29 de enero de 1974, Zodíaco envió una carta elogiando al filme El Exorcista como "la mejor comedia satírica que nunca vio". La carta incluía un verso de The Mikado, y un símbolo en el fondo que aún no ha sido explicado por los investigadores. Zodíaco concluyó la carta con un nuevo marcador: "Me (Yo) = 37, SFPD = 0". El San Francisco Chroniclerecibió otra carta sellada el 14 de febrero de 1974, informando al editor que las iniciales para el Ejército Simbiótico de Liberación deletreadas en Nórdico antiguo significaban "mata". Sin embargo, el manuscrito no fue autentificado como de Zodíaco.
Otra carta recibida en el Chronicle, sellada el 8 de mayo de 1974, presentaba una queja de que el filme Badlands (Malas tierras), basado en la historia del asesino Charles Starkweather y de su novia, Caril Fugate, era una "glorificación del asesinato", y pedía al diario retirar la publicidad de la película, firmando solamente "Un ciudadano". La letra, el tono y la ironía superficial eran similares a las comunicaciones previas de Zodíaco. El periódico recibió una carta anónima sellada el 8 de julio de 1974, quejándose de uno de sus columnistas, Marco Spinelli. La carta fue firmada por "El Fantasma Rojo (rojo, con rabia)". La autoría de Zodíaco es aún debatida.
Los titulares
El 24 de abril de 1978, Zodíaco rompió su silencio. Envió una nueva carta al San Francisco Chronicle. El periódico la publicó al otro día; el titular decía: “Zodíaco pone fin a su silencio: ‘Estoy otra vez con ustedes’”. La carta decía: “Querido director: Zodíaco al habla Estoy otra vez con vosotros. Dígales a todos que estoy aquí, que siempre he estado aquí. Los polis de mierda son buenos, pero yo soy más listo y mejor ellos se cansarás y me dejarán en paz. Estoy esperando una buena película sobre mí. ¿Quién hará mi papel? Ahora yo lo controlo todo. Atentamente: adivínelo”.
Era la vigésimo primera carta del asesino desde 1969. Contando la inscripción que había dejado en un pupitre en los sesenta, la puerta del coche y las cartas, el asesino había mandado a la policía veintisiete mensajes escritos. Como era habitual, llevaba más sellos de los necesarios, un intento subconsciente por parte del asesino de que su nota llegara más de prisa y no se perdiera en el correo.
Historieta sobre Zodíaco
Uno de los principales sospechosos en el caso del “Asesino del Zodíaco” fue Marvin Bernell, un hombre que se había encargado de una sala de cine, programando películas y proyectándolas. El periodista Robert Graysmith, quien se había obsesionado con el caso, descubrió que el símbolo de Zodíaco era idéntico a la marca que se utilizaba para marcar los rollos de películas; la policía lo había interpretado como la estilización de una mira telescópica.
Siguiendo una serie de pistas, descubrió que el proyeccionista podía tener relación con los homicidios; en el techo de la sala del cine había un zodíaco pintado, pero casi nadie lo había notado. También poseía copia de la cinta sobre el Conde Zaroff, pues la había proyectado en varias ocasiones. Su letra, plasmada en varios carteles, se parecía a la del asesino. Otro sospechoso era el ex presidiario Lawrence Kane.
Lawrence Kane
Pero el principal sospechoso para el periodista Robert Graysmith era Arthur Leigh Allen, un hombre que por muchas razones también era el sospechoso favorito de la policía. Entre otros detalles. Allen, en la época de los asesinatos conocidos de Zodíaco (1968-70), era un estudiante que vivía con su madre en la casa de ésta en Vallejo. Era muy inteligente; tenía un cociente intelectual cercano a los 135 puntos. En 1971 vivía en una caravana en Santa Rosa. Su aspecto era muy similar al retrato robot de Zodíaco. Siempre estaba solo, coleccionaba rifles del calibre .22 y cazaba animales, A su cuñada y a su hermano les dijo en una ocasión que “el hombre era la verdadera caza”. Allen solía definir al hombre como “el animal más peligroso de cazar". A sus familiares les preocupaba su salud mental.
Arthur Leigh Allen
En noviembre de 1969, Sheila, su cuñada de veintiséis años, vio un papel que Allen llevaba en la mano y le preguntó qué era. Él lo tenía guardado en una caja de metal en la habitación de su hermano en North Bay. Ocultando unas líneas con símbolos extraños, dijo: “Esto es obra de un loco. Te lo enseñaré después". Nunca lo hizo. La preocupación de la familia aumentó. Cuando su cuñada le preguntó por un cuchillo ensangrentado en el asiento delantero de su coche el día de uno de los ataques de Zodíaco, Allen respondió: “Es sangre de pollo. Lo utilizo para matar pollos". El sargento Mulanax ya sospechaba de él por otro delito: la violación de un niño en un colegio donde Allen trabajaba. Eso concordaba con el hecho de que Zodíaco conociera las rutas de los autobuses escolares y las vacaciones de los niños. Allen tenía un gran encanto personal con las mujeres, pero además tendía a hablar de forma hiriente y solía padecer fuertes dolores de cabeza.
Arthur Leigh Allen durante su juventud
A comienzos de 1971, su madre, su hermano y su cuñada empezaron a sospechar, debido a su comportamiento desordenado, que Allen podía ser Zodíaco. Después de mucha angustia y de consultarlo con el tío de Allen, llamaron a la policía y les contaron lo que temían. Armados con la información brindada por la familia, los agentes Armstrong y Toschi empezaron a preparar el terreno para una orden de registro. Fred Wiseman, de la oficina del fiscal del distrito de San Francisco, llamó a la oficina del fiscal del condado de Sonoma, que a su vez encargó el caso a Toschi y Armstrong, junto a dos detectives de Sonoma. La policía de San Francisco tenía grandes expectativas con el sospechoso. La orden de cateo mencionaba que debían buscar “trozos de camisa ensangrentada, cuerda, rotuladores, gafas, pantalones de pinzas, anorak azul o negro tipo náutico, un cuchillo con una funda y una capucha ligera". Incluso se hablaba de las gafas de pinza.
La familia de Allen había dicho a los dos detectives de San Francisco dónde estaban la caravana y el coche en que Allen vivía. La familia del sospechoso nunca había ido a verlo ahí, pero sabía que la caravana no tenía ruedas. Toschi pidió al encargado del parque de caravanas que les enseñase la plaza que ocupaba concretamente el estudiante. El encargado les dijo que acababa de irse justo antes de que ellos llegaran. Los detectives vieron que la puerta de la caravana estaba abierta y decidieron llevar a cabo un registro rápido mientras esperaban a que Allen volviera. Había papeles y basura por todas partes. Un olor acre invadía el interior. Toschi apartó la cama de la pared y vio un bote de vaselina junto a varios dildos grandes y sucios. En el congelador de la cocina había corazones de animales, hígados y cadáveres de roedores mutilados. Allen estudiaba una licenciatura en Biología y el gobierno del estado le había dado permiso para guardar y hacer experimentos con animales pequeños, pero los ineptos policías no lo sabían.
Esperaron cuarenta y cinco minutos a que Allen volviera. Escucharon que su coche se acercaba y corrieron a la puerta de la caravana. El automóvil estaba sucio; en el asiento de atrás había ropa, papeles, libros y exámenes de hacía varios años. El estudiante salió y se dirigió a la puerta. Dos meses atrás, unos detectives lo habían interrogado en su centro de trabajo, provocando que lo despidieran. Allen los encaró; llevaba puesto en la muñeca un reloj marca Zodíaco. También portaba un anillo con una letra “Z”. Cuando el agente Toschi se lo señaló, Allen le dijo que su hermana se lo había mandado en 1967.
La licencia de manejo de Allen
Los detectives comenzaron un registro más completo, moviendo los muebles y la cama. Toschi quitó las sábanas y apartó la cama de la pared. Aunque no estaban autorizados por una orden judicial, presionaron a Allen y le tomaron las huellas dactilares. Allen estaba visiblemente molesto y se resistió. Luego lo obligaron a darles muestras de su escritura, dictándole las frases que Zodíaco había escrito en algunas de sus cartas.
En la Marina, Allen había estudiado lenguaje cifrado, había sido operario de teletipos y había fabricado velas. Pese a tener problemas de peso y de tensión arterial, Allen seguía practicando el buceo. Después de que lo arrestaran por abuso de menores y saliera bajo fianza, les dijo a todos sus amigos que lo habían detenido porque “era Zodíaco”. Mientras estaba en prisión, Allen escribió a sus amigos: “espero que Zodíaco mate o escriba otra carta a los periódicos. Eso me absolvería”. Pero cuando los policías enviaron las muestras al laboratorio, les dijeron que las huellas no coincidían.
En 2002 Robert Graysmith publicó un libro titulado Zodíaco Unmasked, donde insistía en la culpabilidad de Allen, pese a que las huellas dactilares y la caligrafía seguían sin concordar con las de Zodíaco. Arthur Leigh Allen murió en 1992 de causas naturales; dos días después de su muerte, la policía registraba de nuevo su casa sin resultados. En 2002 se comparó una muestra de su ADN con una encontrada en una de las cartas de Zodíaco y no se halló coincidencia.
Entre las personas que fueron identificadas como probables víctimas potenciales de Zodíaco, aunque las evidencias no eran concluyentes y no todas eran aceptadas como víctimas de este asesino, se encontraban Robert Domingos (dieciocho años) y Linda Evans, (diecisiete años), asesinados por arma de fuego el 4 de junio de 1963 en una playa cercana a Lompoc, California. Evans y Domingos fueron considerados posibles víctimas debido a las similitudes de su ataque con el del Lago Berryesa. Cheri Jo Bates, de dieciocho años, muerta por arma blanca, casi decapitada el 30 de octubre de 1966 en Riverside Comunity College en Riverside, California.
La posible conexión de la muerte de Bates con el Zodíaco se dio cuatro años después, a partir de una pista recibida por el reportero Paul Avery del San Francisco Chronicle, sugiriéndole ciertas similitudes entre los asesinatos cometidos por el Zodíaco y las circunstancias que rodearon a la muerte de Bates. Kathlen Johns, de veintidós años, secuestrada el 22 de marzo de 1970 en la carretera 132 al oeste de Modesto, California. Johns escapó del auto del hombre que la conducía a ella y a su pequeña hija por las calles entre Stockton y Patterson durante casi tres horas. Después de escapar se dirigió a la Estación de Policía ubicada en Patterson, donde vio el cartel de denuncia con el retrato robot del Zodíaco, identificándolo como su secuestrador.
Mapa de los crímenes
Otra fue Dona Las, veinticinco años, vista por última vez el 26 de septiembre de 1970 en South Lake Tahoe, California; una postal con una dirección, Condominios Forrest Pines, anotada al reverso, fue recibida en el San Francisco Chronicle el 22 de marzo de 1971, y fue interpretada por algunos como una afirmación del Zodíaco de llevar trece víctimas.
Dona Las debería haber sido la decimocuarta y no la que indicaba la postal, por lo cual no fue relacionada concluyentemente al asesino. El cuerpo de la mujer no fue encontrado, no se condujo investigación oficial, debido a desacuerdos de tipo jurisdiccional entre la policía de South Lake y la Oficina del Sheriff, y no se sabe aún si el crimen fue siquiera cometido.
Marca de relojes Zodíaco: el símbolo es igual a la firma del asesino
El 3 de marzo del 2003, se reportó que una tarjeta postal navideña enviada al San Francisco Chronicle, sellada en 1990 en Eureka, California, fue descubierta en sus archivos de fotos por el asistente editorial David King. Dentro del sobre, junto a la tarjeta postal, estaba la copia fotostática de dos llaves del Servicio Postal de los Estados Unidos en un llavero magnético. El manuscrito en el sobre parecía la huella de Zodíaco, pero fue declarada no auténtica por el analista forense Lloyd Cuningham. No obstante, no todos los expertos en el tema están de acuerdo con él análisis. No hay dirección del remitente y su firma (el círculo cruzado) no está. La postal en sí no tiene más marcas. ElChronicle envió todo el material al Departamento de Policía de Vallejo para análisis posteriores.
Carátula de un reloj marca Zodíaco
Una línea de investigación vinculaba a Zodíaco con Charles Manson y “La Familia”; inclusive se llegó a especular que quizás Manson era Zodíaco. Otra sospecha fue hacia Theodore Kaczynski, “Unabomber”. El departamento de Policía de San Francisco investigó por lo menos a 2500 sospechosos en un periodo de varios años.
Ted Kaczynski, “Unabomber”
Otro sospechoso fue un criminal llamado Bruce Davis. Los últimos investigadores del Departamento de Policía de San Francisco fueron los Inspectores de homicidios Michael N. Maloney y Kelly Carroll; ellos fueron los primeros en enviar evidencia de ADN de Zodíaco obtenido de las cartas para su análisis, el cual arrojó un perfil genético parcial.
Bruce Davis, sospechoso
Las pruebas de ADN excluyeron al principal sospechoso circunstancial, Arthur Leigh Allen, y después a Michael O’Hare, un prominente hombre de negocios quien vivía cerca de la escena del crimen de Paul Stine.
Michael O’Hare, sospechoso
Zodíaco recibió varios homenajes de las artes. El periodista Robert Graysmith escribió los dos más exhaustivos libros sobre el asesino:Zodíaco y Zodíaco desenmascarado; en el proceso de sus investigaciones perdió su vida familiar. Varias novelas y comics tomaron al asesino como personaje. La película Harry, el sucio, protagonizada por Clint Eastwood, fue filmada en San Francisco y presentó a un asesino llamado “Scorpio”, quien resulta muy similar a Zodíaco.
Las investigaciones
El "Geminis Killer" en la película El Exorcista III también está vagamente inspirado en él. Edward James Olmos protagonizó The Limbic Region, filme basado en el libro de Robert Graysmith. Basado en ese mismo libro, en 2007 se estrenó la película Zodíaco dirigida por David Fincher, quien ya lo había tomado como base de su filme Seven.
Una escena de la película de David Fincher
A raíz del estreno de esta película, Deborah Pérez, la hija de cuarenta y siete años de un carpintero del condado de Orange llamado Guy Ward Hendrickson, fallecido en 1981, convocó a una rueda de prensa en las escaleras de la sede del San Francisco Chronicle para revelar que su padre era Zodíaco. "Quiero corregir todos sus errores", afirmó. "Sólo quiero que se sepa la verdad".
Deborah Pérez durante la conferencia de prensa
Reveló que supuestamente acompañó a su padre en dos de los asesinatos, que escribió una carta en nombre de su padre al abogado Melvin Bellli y que tiene en su posesión uno de los "trofeos" de su padre: las gafas de la que, hasta ahora, es su última víctima confirmada, Paul Stine, el taxista asesinado en 1969; un objeto que, según la investigación policial, desapareció de la escena del crimen.
Las supuestas gafas de Paul Stine
La carta que dice haber escrito, fechada en diciembre de 1969, podría ser, en efecto, obra de un niño. Llena de faltas de ortografía, comenzaba con un: "Querido Melvin, soy el Zodíaco, te deseo feliz Navidad". Sin embargo, algunas cosas hacen que su historia se tambalee: Deborah Pérez contrató los servicios de una firma de relaciones públicas y está ultimando un documental sobre la vida de su padre, en el que detalla las supuestas pruebas que demuestran que él fue Zodíaco.
Guy Ward Hendrickson: el nuevo sospechoso
Afirmó que su padre mató a más de treinta personas y que llevaba un cuaderno, hoy convenientemente desaparecido, en el que escribía e ilustraba sus asesinatos. También poseía un automóvil blanco, similar al utilizado por Zodíaco. La supuesta hija asegura que reconoció en un retrato robot a su padre y que de pequeña no cayó en la cuenta de que aquella noche en que su padre la llevó a dar un paseo, no escuchó dos cohetes, sino dos disparos.
Guy Ward Hendrickson con su hija Deborah y el auto blanco
"Reconocí a aquella persona como mi padre. Investigué sobre el Asesino del Zodíaco, y me sorprendió encontrar tarjetas y cartas de la policía que habían sido escritas por mi padre o por mí misma" . Pero la propia familia de Deborah Pérez ha desmentido su versión de los hechos. Su hermana, Janice Hendrickson, de sesenta y cinco años, ha dicho que su padre "no le hubiera hecho daño a una mosca" y que su hermana se ha pasado años en psicoanálisis, inventando recuerdos de cosas que nunca ocurrieron y obsesionada por el exhibicionismo y el nudismo a través de Facebook y otras páginas de Internet. Un extraño colofón digno de la historia de un asesino cuyo nombre y trayectoria siguen fascinando al mundo.
Deborah Pérez, semidesnuda, en una de sus fotografías de Facebook
La policía de San Francisco cerró el Caso Zodíaco en 2004. Aunque Zodíaco afirmó en sus cartas enviadas a los diarios, que había asesinado a treinta y siete personas, las víctimas oficiales de Zodíaco ascendían solamente a siete víctimas conocidas, de las cuáles sobrevivieron dos.
La identidad del asesino siguió siendo una incógnita. El Departamento de Policía de San Francisco declaró la investigación "inactiva" en abril de 2004, pero a causa de la presión de la opinión pública y de los medios de información, reabrió el caso en marzo de 2007.
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