TRAILER "ANVIL EL SUEÑO DE UNA BANDA DE ROCK" (2008)
Título original
Anvil! The Story of Anvil aka
Año
2008
Duración
90 min.
País
Canadá
Director
Sacha Gervasi
Guión
Sacha Gervasi
Música
David Norland
Fotografía
Christopher Soos
Productora
Metal on Metal Productions, Inc.
Género
Documental | Documental sobre música
Sinopsis
Documental sobre Anvil, la banda más popular del heavy metal
canadiense. Entre 2005 y 2006 Gervasi filmó algunos shows de la banda y
también entrevistó a algunos amigos de Anvil. Cuando consideró que ya
tenía suficiente material, estrenó el documental. Se estrenó en el
festival Sundance y obtuvo una excelente acogida por parte de la
crítica. (FILMAFFINITY)
'Anvil: El sueño de una banda de rock'. Cuando el documental imita a la ficción
No hace falta saber que Anvil fueron, a su manera, unos pioneros del thrash metal: el eslabón perdido entre bandas como Iron Maiden y Metallica. Ni saber, como este documental explica con concisión y claridad al inicio, que Anvil fueron
una banda “para músicos” muy influyente – ellos perfeccionaron para el
metal la técnica del doble bombo –, pero que no supieron estar “en el
momento adecuado en el lugar adecuado”. Lo importante es que el
director, Sacha Gervasi, ha hecho una canónica, eficaz y
emotiva historia sobre personas que persiguen sus sueños luchando
contra todo y contra todos. Sólo que, en vez de apostar por las formas
de la ficción melodramática, lo ha hecho por el documental sobre heavy metal.
Gervasi es guionista de 'La terminal', de Steven Spielberg. Si se ve 'Anvil! The Story of Anvil' sin conocer este dato, no es difícil adivinar que quien ha estructurado el material es un guionista, ya que el resultado es una demostración
palpable de cómo los documentales pueden someterse igual que las
ficciones a las estrategias y los recursos que se emplean en los
guiones. Cuando se habla de manipulación en un documental, se
suelen estar planteando trucos más demagógicos o ilícitos, como la
selección sesgada de los datos que se van a transmitir, la omisión
completa de una parte de la información que no interesa que se conozca,
la elección parcial de las personas que van a intervenir e incluso la
pura y dura mentira.
Pero, sin llegar a una manipulación interesada en que el espectador
se quede con una idea o quede orientado hacia una tendencia política que
al autor le conviene, puede existir una manipulación realizada con la intención de que el espectador se emocione o de que le guste lo que está viendo más
que si fuese un mero relato de los hechos. Si los analizamos bien,
veremos que ningún documental o casi ninguno plantea los hechos con pura
frialdad y con una objetividad absoluta. La intervención es inevitable,
desde el momento en el que se está haciendo una selección, pues no se
puede mostrar todo —es igual que para hacer una fotografía se elige
desde dónde tomarla, qué incluir dentro del encuadre y qué dejar fuera—.
Pero en este caso no hablaríamos simplemente de ese tipo de
intervención imprescindible, sino de una intencionalidad mayor. Como ocurriría en las buenas películas de ficción, aquí sucede que
nos importa bien poco cuál sea el ambiente en el que se desarrolla la
historia narrada. Se trata de un grupo de heavy-metal, lo cual,
en un documental al uso, sería motivo más que suficiente para que los
únicos espectadores posibles fuesen los seguidores de este estilo
musical. Sin embargo, en el film que nos ocupa, incluso alguien que
prefiera a Laura Pausini se puede emocionar con los integrantes del
grupo Anvil. Porque lo que interesa es la historia humana que hay detrás y lo que emociona es la actitud y la personalidad de sus protagonistas. De esta manera, aunque muchos estuviesen tentados de comparar ‘Anvil! The Story of Anvil’ con el otro gran documental sobre metal de la historia reciente – la excelente ‘Some Kind of Monster’ sobre la banda Metallica – lo cierto es que son películas diametralmente opuestas. Si bien es cierto que las dos sacan a la luz aspectos del heavy metal a los que se da poco (doble) bombo – principalmente, ver a los heavies llorando
– ‘Some Kind of Monster’ adopta ropajes más propios del reality show
para que veamos la oscura trastienda que acompaña al éxito masivo. Sin
embargo, ‘Anvil’, es un drama canónico sobre perdedores con una precisión en su desarrollo argumental y con una perfección en su montaje que asustan más que el más satánico de los riffs que pudiesen componer los miembros de Anvil. Cuando hablo de casi “perfección” me refiero a que, en sus
ajustadísimos 80 minutos, todos los elementos que se ponen en juego son
tan necesarios y relevantes como aquellos que se escribirían en un buen
guión clásico: no es casual, por ejemplo que haga una somera descripción
del grupo, al inicio del documental, aprovechando las imágenes de su
participación en el Monsters of Rock de Japón. Como este detalle, muchos
más que tampoco desvelaré para no estar escribiendo “spoiler” toda la
crítica.
Rítmicamente, ‘Anvil. The Story of Anvil’ también
sabe equilibrar, de forma ejemplar, los momentos de peripecia de la
banda con aquellos otros instantes introspectivos de sus protagonistas
en los que podemos ver, con más sosiego, la amistad entre el cantante (Lips) y el batería (Robb Reiner, nada que ver con el director de ‘This is Spinal Tap’)
o la relación de éstos con sus amistades y, sobre todo, su familia. Los
personajes secundarios – productores musicales, promotores... – también
son administrados sabiamente a lo largo del metraje para ir logrando
los correctos puntos de inflexión que esta “falsa ficción” necesita. Por
poner un ejemplo: todo se estructura para que la entrada en juego el
mítico productor Chris Tsangarides – un gurú del metal
que también ha trabajado con gente como Depeche Mode o Tom Jones –
funcione como un clímax. Pero el guión, a continuación, tras haber
introducido a Tsangarides como posible salvador de Anvil, presenta un
obstáculo monetario. Y así sucesivamente: cada resolución de un
conflicto genera un conflicto nuevo. Como en las películas mejor
escritas. Incluso, en ocasiones, reaparecen ciertos personajes en situaciones
que suelen ser definidas como “oro documental” – expresión inventada a
raíz de la suerte/desgracia que tuvo Michael Moore en ‘Fahrenheit 911’ cuando
la ultraderechista y belicista madre de un soldado cambia radicalmente
de opinión después de que su hijo muera en la guerra de Irak—. No revelaré la resolución de la película pero, como en la mejor versión posible de ‘Rocky’, creo que es casi imposible no echar una lagrimita al final. Que eso pueda hacerse con un señor que toca un estridente ‘Metal on Metal’ haciendo
el solo de la guitarra con un vibrador, sólo es el mejor testimonio
posible de lo bien que ha llevado a puerto Sacha Gervasi su difícil
apuesta documental. Me pregunto si el éxito masivo de los documentales —hasta ahora eran productos para minorías o destinados a las televisiones— llevará a un futuro en el que todos estén tan estructurados como éste, a modo de ficción.
Y, de ser así, me pregunto también si esa distinción que hacemos ahora
debería borrarse, pues ya las diferencias van a ser pocas y más bien
carentes de importancia, como que los sujetos se interpreten a sí mismos
en lugar de que haya actores y que las situaciones se tomen en directo
en lugar de recrearlas. Con el tiempo, obtendremos la respuesta. Aunque
quizá la mejor pregunta no es si ocurrirá, sino si será algo positivo o, por el contrario, la pérdida de una de las vertientes del cine que más pureza podrían tener.
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