sábado, 10 de mayo de 2014

CRIMINOLOGIA - RICHARD CHASE "EL VAMPIRO DE SACRAMENTO"

                          ASESINOS EN SERIE: EL VAMPIRO DE SACRAMENTO


Richard Chase - El Vampiro de Sacramento



“Si devoré a esas personas fue porque tenía hambre y me estaba muriendo”.- Richard Chase






Richard Trenton Chase  
nace el 23 de mayo de 1950 en Sacramento, California (Estados Unidos). Desde muy joven, es conocido por su conducta psicótica con rasgos de apatía y constante agresividad. Sufre enuresis hasta los ocho años, y mojar la cama es algo que le causa constante vergüenza, pero que no puede controlar. Desde los doce años, Chase  sufre las constantes peleas de sus progenitores. Su padre, alcohólico, no escatima insultos y violencia contra su esposa, quien lo acusa de querer envenenarla y de ser un drogadicto además de un borracho. Diez años duran las peleas. Este escenario termina en divorcio y su padre vuelve a casarse poco después, pero para entonces, toda la situación de violencia ha marcado profundamente la psique del chico. Su único desahogo es escribir un diario, que llevará por años. A duras penas, concluye sus estudios de secundaria. Su autoestima se devalúa cada vez más.

Para 1969, Richard Chase  consigue un empleo en el cual dura algunos meses. Después de que lo despiden, sólo encuentra trabajos de un par de días. A los veintiún años, Chase  se va de casa para compartir piso con unos amigos. Allí, continuamente drogado, su estado mental se deteriora aceleradamente: empieza a obsesionarse con la idea de que una organización criminal trata de acabar con él. Para protegerse, clava con tablas la puerta de su habitación, entrando y saliendo de ella por un pequeño agujero que hace en el fondo de un armario de pared. Duerme poco y mal, vigilando constantemente para que no lo atrapen los sicarios cuando por fin lleguen. En su diario escribe:

A veces oigo voces por teléfono. Ignoro qué voces. Amenazas. Suena el teléfono y alguien me dice cosas extrañas: que mi madre me envenena poco a poco y que me voy a morir. Me siento observado. Sé que alguien me vigila…

Incapaz de tener trabajo, sus padres lo mantienen económicamente y vive a veces en casa de uno y a veces en casa del otro. Poco tiempo después, Chase  se afeita la cabeza y acude asustado al médico, alegando que su cráneo se está deformando poco a poco y los huesos le agujerean la piel. También dice sentir que se muere porque alguien le ha extraído la arteria pulmonar, y nota que su sangre no puede circular. Para aliviarlo, se inyecta sangre de conejo en las venas. Chase  es internado en un hospital psiquiátrico, saliendo al poco tiempo, pese a la opinión de algunos médicos que lo consideran peligroso. Una vez libre, deja de tomar la medicación y su conducta comienza a empeorar. Chase  se convence de que su sangre se está convirtiendo en polvo y que necesita sangre fresca para sobrevivir. Nuevamente se inyecta y bebe sangre de conejo, tragándose además las vísceras de los animales. Al poco tiempo cae enfermo y los médicos, tras percatarse de su obsesión por consumir sangre, lo internan de nuevo, diagnosticándole esquizofrenia paranoide. De nuevo en el manicomio, Chase  emula al personaje de Renfield que aparece en la novela Drácula, de Bram Stoker, y se dedica a cazar pájaros, a los cuáles les arranca la cabeza a mordidas para beber su sangre. En su diario comenta sus acciones meticulosamente, habla sobre la forma en que mata animales pequeños y describe el sabor de la sangre. También menciona:

Mi sangre está envenenada y un ácido me corroe el hígado. Es absolutamente necesario que beba sangre fresca”.

En 1977, de nuevo en la calle, comienza a secuestrar a numerosos perros y gatos, a los cuáles decapita, descuartiza y bebe su sangre mezclada con Coca Cola. Guarda los collares, formando una macabra colección. Luego ataca vacas y ovejas en el campo para beber su sangre.

Su padre intenta acercarse a él; pasa los fines de semana en su compañía, le compra regalos y se lo lleva de excursión. Pero es inútil: Chase  está totalmente demente. No puede pensar en otra cosa más que en el ficticio deterioro de su cuerpo. También se obsesiona con los extraterrestres y habla constantemente sobre Ovnis. Cuando se encuentra a algún antiguo conocido, le dice que una agrupación nazi lo persigue desde que estaba en la secundaria. Richard Chase  está convencido de que, a causa de la supuesta falta de sangre, su estómago se está pudriendo, su corazón disminuye de tamaño y sus órganos internos se desplazan en su interior. En su mente, se trata de una metamorfosis que lo transformará en un vampiro humano.
 

Para septiembre de ese mismo año, Chase discute con su madre. Incapaz de controlar su violencia, toma al gato de la casa y lo asesina. Su colección de collares crece. Luego roba un perro que ve en la calle, y esta vez lo tortura antes de asesinarlo, beberse su sangre y comerse sus vísceras. Después se entera de que los dueños ofrecen recompensa; eufórico, los llama por teléfono y les cuenta cómo torturó y mató al animal.

El 7 de diciembre, Chase va a una armería y se compra un revólver del calibre .22. Las desapariciones de mascotas continúan. Fascinado por los crímenes de los primos asesinos, Kenneth Bianchi y Ángelo Buono, cometidos en Los Ángeles, guarda celosamente los recortes de prensa que los mencionan. Señala en los periódicos los anuncios puestos por personas que regalan gatos o venden perros.

Chase practica con su nueva pistola. Dispara contra el muro sin ventana de la casa de una familia apellidada Phares. Al otro día, dispara contra la ventana de una cocina, partiéndole el cabello a la señora Polenske, quien está inclinada y evade la muerte por milímetros.

Richard Chase decide que es hora de practicar sobre otros blancos, tiene 28 años y una mente hecha pedazos.

El 28 de diciembre toma su revólver, sale a la calle y le dispara a Ambrose Griffin, un desconocido a quien ve en la calle. Lo mata mientras el hombre regresa del supermercado con su esposa, disparándole desde su furgoneta. Griffin vive justo enfrente de la casa de los Phares, donde Chase efectuó su primer disparo. Chase comienza a coleccionar recortes de periódico sobre el crimen aparecidos en el Sacramento Bee. El 16 de enero, le prende fuego a un granero para alejar a unos adolescentes que habían puesto música a volumen alto.



Está enloquecido: necesita beber sangre y ya no queda satisfecho al conseguirla desangrando animales. Ha llegado a la conclusión de que es un vampiro, así que inicia una cacería humana. El 23 de enero por la mañana, intenta allanar una casa entrando por la ventana, pero se topa de frente con el rostro de la dueña. Se sienta entonces en el jardín y allí se queda un rato, pasmado. La mujer llama a la policía, pero Chase se marcha antes de que lleguen.

Luego se dirige a un centro comercial. Lleva la camisa manchada de rojo y tiene costras de sangre seca en la boca. Hiede y se nota perdido. Una amiga suya de la secundaria está en el aparcamiento. Ella no le reconoce hasta que él le dice quién es. Lo evade, se mete a un banco, pero él la espera hasta que sale. Ella intenta alejarse y al subirse a su auto, Chase trata de meterse por el asiento del copiloto pero la mujer logra escaparse.

Richard Chase sigue vagando, luego entra al jardín de otra casa. Es la vivienda de una mujer llamada Terry Wallin, una joven de veintidós años con tres meses de embarazo, que se encuentra sacando la basura. Chase la obliga a entrar en la casa; una vez adentro, le arranca la sudadera, en pantalón y el sujetador, y después dispara dos veces sobre ella; aún viva, le abre el vientre para arrancarle los intestinos, y los esparce cuidadosamente por el suelo.

La mujer no deja de proferir alaridos de dolor. Le mete un cuchillo en uno de los pechos y retuerce la hoja dentro de la herida; ella muere entre espantosos dolores. Luego le extirpa el hígado, el diafragma, un pulmón y los riñones, colocándolos encima de la cama. Chase golpea varias veces el cuerpo sin vida y después va por un vaso a la cocina. Se dedica a beber la sangre de la mujer, fresca y caliente. Mastica algunos trozos de vísceras y devora parte de los órganos internos; se pinta además el rostro con la sangre. Finalmente, abandona la casa, satisfecho.

A las 18:30 horas, David Wallin, el esposo de Terry, regresa a su casa después de trabajar y se encuentra con la carnicería. Aterrado, llama a la policía. Nunca se ha visto un crimen igual en Sacramento. Los policías acuden al FBI y quien acude es el agente Robert K. Ressler, creador del concepto “asesino serial”, quien realiza un perfil del criminal, que es casi coincidente con las características de Richard Chase.

La policía busca al asesino, pero no consiguen encontrarlo. Cuatro días después, la sed se apodera nuevamente de Richard Chase, a quien los periódicos han bautizado ya como “El Vampiro de Sacramento”. Entra en una casa elegida al azar; una vez allí, se dedica a disparar contra los habitantes. Mata a Evelyn Miroth, de treinta y seis años; a su hijo Jason, de seis; y a un amigo de la familia llamado Daniel J. Meredith, de cincuenta y dos.
 

Chase lleva el cadáver de Evelyn Miroth a la recámara, donde la sodomiza. Luego le aplica una puñalada; después le vacía un ojo y se lo come. A continuación la eviscera y engulle parte de sus órganos internos y bebe su sangre en un vaso de cristal.

Lleva el cadáver del niño a la bañera; rompe y abre el cráneo del niño, y comienza a devorar el cerebro. El agua de la tina queda manchada de rojo y con trocitos de masa encefálica. Alguien llama a la puerta de la casa y se asusta, así que decide marcharse. En la casa hay además un bebé de veintidós meses, Michael Ferreira, a quien Chase secuestra. Se roba la camioneta Ranchera de Daniel J. Meredith y escapa en ella. Abandona el vehículo a unas cuantas calles, con las llaves puestas; allí lo encuentra la policía.

Ya en su casa, Chase tortura al bebé un rato. Cuando se aburre, toma un cuchillo y, mientras el bebé sufre lo indecible, le corta la cabeza, bebe la sangre con fruición, rompe el cráneo y devora el cerebro crudo.

La gente se muestra aterrorizada. La policía se ve presionada. Los medios convierten los asesinatos en noticia nacional. “El Vampiro de Sacramento” cosecha fans: mucha gente asegura que se trata de un vampiro verdadero y que hay que comprenderlo, no cazarlo. Sesenta y cinco policías dan caza al criminal, en una zona cercana al lugar donde abandonó la camioneta. Chase sale de casa y, ante el temor de que la policía lo capture, dispara contra un perro en un club de campo cercano y lo destaza, bebiendo nuevamente sangre de animal. La policía se entera y estrecha el cerco.

La ex compañera de la secundaria a quien Richard Chase encontró en el centro comercial decide acudir a la policía; les cuenta lo ocurrido y les comunica sus sospechas de que él es a quien buscan. Los agentes encuentran sus datos enseguida. Chase vive a una manzana de distancia del lugar donde se encontró la camioneta abandonada. Varios policías se colocan alrededor de su domicilio; saben que posee un revólver y que está totalmente trastornado. Vigilan la casa en espera de que se asome. Chase aparece poco después. Corre hacia su furgoneta llevando una caja bajo el brazo. Los policías caen sobre él; Chase lucha con ellos. Durante el forcejeo, intenta sacar el revólver, pero se le cae al piso. Finalmente, los agentes logran reducirlo. En la caja lleva varios trapos ensangrentados y la cartera de Daniel Meredith está en el bolsillo trasero de su pantalón.

La casa de Chase es un sitio hediondo: lleno de basura, excremento y trozos de vísceras podridas. Hay sangre seca por todas partes, periódicos viejos, latas de cerveza vacías, cartones de leche, trapos sucios, un plato con restos de cerebro encima de la cama y recipientes con órganos humanos y animales. La policía encuentra un cuchillo de caza con una hoja de treinta centímetros, una caja de herramientas cerrada con llave y unas botas de caucho manchadas de sangre. También hallan su colección de collares de perro y gato, así como tres licuadoras que Chase usa para moler órganos y sangre.

“La primera persona a la que maté fue por accidente. Mi coche estaba estropeado. Quería irme pero no tenía transmisión. Tenía que conseguir una casa. Mi madre no me quería acoger en Navidades. Aquel año no me dejó ir a su casa y disparé desde el coche y maté a alguien. La segunda vez, las personas habían ganado mucho dinero y tenía envidia. Me estaban vigilando y disparé a una señora (conseguí algo de sangre de aquello). Fui a otra casa, entré y había una familia entera ahí. Les disparé a todos. Alguien me vio allí. Vi a una muchacha. Ella había llamado a la policía y no habían podido localizarme, yo estaba intentando sacar información. Dijo que se había casado con otro y no quiso hablar conmigo. Toda la Mafia estaba ganando dinero haciendo que mi madre me envenenara. Sé quiénes son y creo que se puede sacar esto en un juicio si, como espero, logro recomponer las piezas del rompecabezas…”

El juicio se cambia de la ciudad de Sacramento a Palo Alto. Chase trata de justificar sus macabros crímenes diciendo que unas voces de seres extraterrestres y otras criaturas lo acosaban continuamente, obligándolo a matar. El juicio se inicia a principios de 1979 y el 6 de mayo de aquel año.

Sólo hay juicio porque la fiscalía se empeña en pedir la pena de muerte, la defensa quiere que Chase sea considerado mentalmente enfermo e incapaz de someterse a juicio, pero la fiscalía argumenta que Chase ha tenido suficiente “astucia y conocimiento” en el momento de los crímenes para ser considerado responsable de sus actos y tener que responder por ellos.

El jurado sólo delibera un par de horas y lo declara culpable de todos los asesinatos. El juez lo manda al Corredor de la Muerte de San Quintín a la espera de su ejecución en la silla eléctrica.

Tras el juicio, Robet K. Ressler describe su encuentro con Richard Chase en su libro Asesinos en serie:



John Conway
y yo visitamos a Chase en el Corredor de la Muerte de San Quintín en 1979. Conway era el enlace del FBI con las cárceles de California.


“Visitar a Richard Chase fue una de las experiencias más extrañas que jamás tuve. Escuché ruidos extraños, gemidos y otros sonidos casi inhumanos provenientes de las celdas. Nos sentamos en un cuarto a esperar a Chase y lo oímos acercarse por el pasillo. Llevaba grilletes en las piernas y hacía un sonido metálico seco al andar, lo que me hizo pensar enseguida en el fantasma de Marley del libro Una canción de Navidad de Charles Dickens. Además de llevar grilletes, iba esposado y tenía puesto uno de esos cinturones a los que van atadas las esposas. Sólo podía arrastrar los pies a duras penas.”

“Su aspecto me dio otro susto. Era un hombre joven, flaco, extraño, con el pelo negro y largo, pero lo que realmente me impactó fueron sus ojos. Nunca los olvidaré. Eran como los ojos del monstruo de la película Tiburón. No había pupilas, sólo puntos negros. Eran ojos malvados que recordé durante mucho tiempo después de la entrevista. No mostró ninguna señal de agresividad, simplemente se sentó y se quedó pasivo. Tenía un vasito de plástico en las manos, algo de lo que no habló al principio. Chase y yo hablamos con bastante facilidad, considerando su estado mental.
Lo que ponía en peligro su vida era el ‘envenenamiento de jabonera’. Cuando le dije que no conocía la naturaleza del envenenamiento de jabonera, me ilustró al respecto. Todo el mundo tiene una jabonera, dijo. Si levantas la pastilla de jabón y la parte de abajo está seca, estás bien. Pero si esa parte está pegajosa, significa que sufres de envenenamiento de jabonera. Le pregunté por los efectos del veneno y me contestó que convierte la sangre en polvo, lo pulveriza básicamente; la sangre entonces va consumiendo el cuerpo y su energía y reduce las habilidades de la persona.”


“ Simplemente acepté su explicación y no me puse a discutir al respecto. Apliqué la misma regla cuando empezó a contarme que era judío de nacimiento (sabía que no era verdad) y que los nazis lo habían perseguido toda su vida porque tenía una estrella de David en la frente, que procedió a mostrarme (cosa que no tenía). Dijo que los nazis habían estado conectados con los Ovnis que flotan continuamente sobre la tierra y le habían ordenado por telepatía que matara para reponer su sangre. Concluyó su exposición diciéndome: ‘Así que ya ve, señor Ressler, está muy claro que maté en defensa propia "

“Quizá la información más relevante que saqué de la entrevista fue la respuesta que me dio cuando le pregunté cómo había elegido a sus víctimas. Había estado escuchando voces que le decían que matara y simplemente fue de casa en casa, probando si la puerta estaba cerrada o no. Si la puerta estaba cerrada, no entraba. Pero si estaba abierta, entraba. Le pregunté por qué no rompió simplemente una puerta si quería entrar en una casa en particular. ‘Oh’, dijo, ‘si una puerta está cerrada, significa que no eres bienvenido’. ¡Qué delgada era la línea entre los que evitaron ser víctimas de un crimen horrendo y los que sufrieron una muerte atroz a manos de Chase! Finalmente, le pregunté por el vasito de plástico que llevaba en la mano. Me dijo que era una prueba de que en la cárcel estaban intentando envenenarle. Me lo enseñó y dentro había una sustancia amarilla y pegajosa que más tarde identifiqué como los restos de una cena precocinada de macarrones y quesos. Quería que me lo llevara al laboratorio del FBI en Quántico para que lo analizaran. Era un regalo que no podía rechazar. La información obtenida en esa entrevista ayudó a confirmar el retrato que estábamos elaborando del ‘asesino desorganizado’, que era radicalmente diferente del retrato del ‘asesino organizado’. Chase no se limitaba a encajar en el perfil del asesino desorganizado, sino que se podría afirmar que era su personificación.”

“Chase también nos escribía a Conway y a mí para decimos que tenía que desplazarse a Washington, D.C., para trabajar en su apelación. Tenía la convicción de que al FBI le interesaría saber que los Ovnis estaban relacionados con los accidentes aéreos y las armas antiaéreas que los iraníes empleaban contra Estados Unidos. ‘Sería fácil para el FBI detectar los Ovnis por radar’, me escribió, ‘y verían que me siguen y que son estrellas en el cielo por la noche que se encienden por medio de algún tipo de máquina de fusión controlada.”

“Fue la última vez que Chase me escribió. Justo después de la Navidad de 1980, lo encontraron muerto en su celda en Vacaville. Había estado ahorrando muchas pastillas antidepresivas de las que recibía para controlar sus alucinaciones y convertirlo en un preso manejable, y se las había tomado todas de una vez. Algunos dijeron que era un suicidio; otros siguieron creyendo que había sido un accidente, que Richard Trenton Chase había ingerido todas las pastillas en un intento de acallar las voces que lo habían impulsado a matar y que lo atormentaron hasta el día de su muerte”.

Fuente: Universo paranormal



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