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martes, 2 de julio de 2013

CRIMINOLOGIA - JIM JONES

                                        DOCUMENTAL SECTAS SATANICAS: JIM JONES










“Quitadnos la vida. Renunciamos a ella.
Estamos cansados. No hemos cometido suicidio,
hemos cometido un acto de suicidio revolucionario
en protesta por las condiciones de este mundo inhumano”.

Jim Jones momentos antes del suicidio colectivo.

James Warren Jones (Indiana, EE. UU., 13 de mayo de 1931 – Jonestown, Guyana, 18 de noviembre de 1978), más conocido como Jim Jones, fue un estadounidense que fundó la secta Templo del Pueblo en el año 1953, fusionando creencias del cristianismo con doctrinas del comunismo, e instando a sus seguidores a crear una comunidad autoexcluida del resto de la sociedad.
Jim Jones cometió suicidio intencional masivo con veneno (mosto mezclado con cianuro) el 18 de noviembre de 1978, en unagranja aislada del grupo llamada Jonestown (en inglés ciudad de Jones), localizada en el noroeste de Guyana, cercana a Port Kaituma. En ese mismo acto, con ayuda de los demás líderes del Templo del Pueblo, Jones incitó (y en algunos casos obligó) al resto de sus seguidores a suicidarse con él, pereciendo en total 913 individuos, inclluyendo unos 270 niños.
No seremos nosotros los que vayamos a desmitificar la fe y la convirtamos en un ente espiritual cuanto menos problemático, pero a las pruebas nos remitimos. La historia de Jim Jones es una de las terrenalmente más apocalípticas que se han vivido, al menos, durante el siglo XX y, sin embargo (y terriblemente), uno de los fanatismos que mejor ha sabido plasmar en acciones concretas (o más, valga la redundancia, concretamente, en una acción: LA acción) tremebundamente caóticas e históricas desde el punto de vista de una de las masacres más relevantes del mundo sectario occidental un ideario tan extremo y surrealismo como pretenciosamente fanático. Ni macumbas ni pamplinas: Jim Jones, uno de los predicadores reconvertido a rockstar ficticia (¿o al revés?) más importantes de la historia del proto-evangelismo más contradictorio y supuestamente social y utópico que haya parido el cultismo religioso, logró convencer a cientos de sus seguidores más fieles a hacer un viaje a la tierra prometida (Guyana, aquel pequeñísimo país-reducto del norte de Sudamérica) casi como un mesías del apocalipsis, proclamar el fin del mundo y tener la “gran” (guiño, guiño, claro) idea de propiciar el suicidio masivos y colectivo más multitudinario, trágico, subversivo y revolucionario de la historia de las creencias populares más marcianas. Y de los otros, también. El Armagedón antes del Armagedón. El caos antes de que Nostradamus sea pop. El fin del mundo antes que nos vendieran la profecía maya. El rock and roll por vía intravenosa y espiritual desde la voz y mandato de uno de los líderes cultistas religiosos más megalómanos de la historia. Como para que luego vengaCharles Manson o los satánicos de la época y nos vendan la moto… 

La Felguera, editorial que persigue fielmente la contracultura más inédita y desconocida, subterránea y oscura del siglo XX, se corona publicando Jim Jones. Prodigios y milagros de un predicador apocalíptico, libro que imprime el retrato biográfico de, precisamente, aquel profeta que, en su tierra (el sur de los Estados Unidos) y fuera de ella (la conquista y recorrido por otros estados de su país, la asociación de grupos étnicos –o no- minoritarios y socialmente desplazados y, claro, el traslado a ciertas zonas de la Sudamérica más virgen para conseguir crear su propia ciudad y la sede del caos final: Jonestown) logró transformar la fe en un arma de doble filo en donde el prestidigitador, mesías y todopoderoso líder parlante e ideólogo del Templo del Pueblo convierte a sus feligreses, cegados por el diezmo y por el fanatismo exacerbado, en un acto de solución salina hitleriano pero sin recurrir a la violencia. Si bien en el libro se nos cuenta cómo Jim Jones (una especie de mix entre Elvis PresleyRoy Orbison, el Michael Jackson del Dangerous y, ¿por qué no?, Hugo Chávez) fue desarrollando sus labores como predicador y pasó de verdugo de negros y clases sociales desplazadas en fiel escudero de ellas, proveedor de una imagen mestiza y cosmopolita (de hecho, él adoptó cerca de seis o siete niños de clases étnicas que no son la suya, como indio-americanos o negros), proclamando un formato de familia que no le molaría mucho a Rouco Varela (la “Familia Arcoiris”), acercándose a la militancia socialista y comunista y a grupos como las Panteras Negras o elEjército Simbiótico de Liberación, y siendo (auto)denominado como un predicador negro en el cuerpo de un blanco; la carnaza más jugosa del libro (dividido en tres partes) es el discurso (literalmente) final de Jones mientras promulgaba el suicidio masivo y daba sus razones para que ello ocurra.









El escalofriante colofón final del libro, redactado a partir de grabaciones caseras transcriptas encontradas en cintas de casete, es un documento de muerte en directo, de acto discursivo apocalíptico, de unión popular y masacre misiva. Aquel noviembre de 1978, casi 1.000 de sus feligreses, residentes de Jonestown (la “tierra prometida” y reconversión de una selva guyanesa en zona de acción de Jones y sus fieles) cedieron ante la creencia de un Armagedón y un rapto inminente de los niños que allí se encontraban vía actos violentos y procedieron a convertir aquella selva en un campo minado de muertos tranquilos, sin signos de violencia, en paz después su protocolar visión del fin del mundo previo. Jim Jones. Prodigios y milagros de un predicador apocalíptico se convierte en un documento purista y bastante underground de la actitud sectaria más extremista, fanática y, en definitiva, arraigada a la fe: tanto vía el prólogo de Jordi Valls como el relato biográfico-documental de Servando Rocha o la reproducción de ese discurso final-fatal hacen las veces de testigo testimonial de una de las acciones de marginalidad mortuaria más míticas y revolucionarias paridas nunca. Ya les molaría a los papaflautas.

Fuente: Notodo.com

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