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jueves, 18 de octubre de 2012

CANARIAS:LOS CAMPOS DE LA MUERTE 1- EL CAMPO DE CONCENTRACION DE LA ISLETA



Castelao, "Castigo menor", grabado perteneciente a la serie "Atila en Galicia"




Canarias, julio de 1936. El golpe militar de Franco ha cambiado radicalmente la vida de las islas. El terror y el pánico se han sembrado entre la población. Los campos de concentración se van llenando de presos políticos a medida que pasan los días de ese fatídico verano.

Los prisioneros son cada vez más maltratados a medida que las noticias llegadas desde la Península confirman que los rebeldes fascistas se han hecho fuertes en muchas zonas . Los falangistas canarios se envalentonan a medida que Queipo de Llano en Sevilla y Mola en Navarra comienzan a cometer asesinatos en masa, sembrando el terror entre el pueblo. Esto les anima a perpetrar sus matanzas.

En las semanas posteriores a la sublevación militar del 18 de julio de 1936, cientos de detenidos políticos van abarrotando las distintas prisiones, que se ven insuficientes para albergar a tanta cantidad de reclusos.


Guardias civiles y fascistas en La Hermigua, en la Isla de La Gomera


Se tienen que improvisar otros lugares de internamiento masivo: el Campo de Concentración de La Isleta en Las Palmas de Gran Canaria y luego el de Gando, al sur de la isla, y el de Fyffes en Santa Cruz de Tenerife. Por ellos pasarán miles de canarios entre 1936 y 1945.

El campo de La Isleta estaba ubicado en los terrenos militares de la península del mismo nombre. Situado en un lugar elevado, estaba limitado por una triple hilera de alambradas de púas, sostenida cada pocos metros por gruesos postes de madera y sujetada con grapas.

En el interior se levantaron casetas de campaña de lona, capaces para 12 o 14 personas y en donde llegaron a estar 50 presos. Tenían forma de un cono, sostenido por un fuerte palo central y sogas exteriores atadas a gruesas piedras que daban tirantez a la estructura.


Fotografía tomada en Tenerife a principios de julio de 1936, de una comida celebrada por los jefes y oficiales de las Guarniciones de Canarias, bajo la presidencia del comandante general de Canarias, general Francisco Franco, en la que se ultimaron algunos detalles relacionados con el alzamiento


Fuera del recinto estaban las tiendas de los jefes del campo y las del cuerpo de guardia, así como también los almacenes para la comida y la cocina de campaña.La estrecha vigilancia hacía imposible la fuga y estaba a cargo de numerosossoldados de reemplazo que se apostaban cada cinco metros a lo largo de todo el perímetro del campo; junto a ellos se situaban falangistas que vigilaban, al mismo tiempo, a soldados y a presos. En cada uno de los vértices del campo, una garita con ametralladora.

Los cabos de vara, presos que se encargaban del cumplimiento de las estrictas normas, estaban dispuestos a apalear a los otros detenidos a cambio de librarse ellos de los palos, tener doble ración de rancho, poder fumar tabaco y tomar café y coñac

Presos republicanos con sus guardianes, en alguna prisión de las islas Canarias


La Isleta se hizo tristemente célebre por la brutalidad que se empleaba contra los presos, pues era más un auténtico campo de castigo que de concentración. También hacía las veces de campo de trabajo, pues en ese tiempo se construyeron variaspistas: una que conducía al Faro y otra a una batería de costa, aunque muchas de lastareas impuestas sólo eran un medio de agotar a los prisioneros puesto que no tenían ninguna explicación lógica.

Las sacas y los “paseos” eran frecuentes. Los testimonios cuentan que un cochellegaba por la tarde con una lista de presos y se los llevaban para el interrogatorio nocturno. No regresaban. En las playas aparecían días después hombres ahogados, con los brazos atados con alambre.

El 6 de agosto de 1936 fueron fusilados en el campo de tiro de La Isleta Eduardo Suárez, comunista, diputado del Frente Popular, y Fernando Egea, socialista, delegado del Gobierno de la República, que habían sido condenados en un Consejo de Guerra sumarísimo.

A las seis de la mañana de ese día los presos del campo oyeron las descargas que acababan con las vidas de estos dos políticos de izquierda. Una gran indignaciónrecorrió los barracones de los presos, y muchos de ellos fueron apaleados por protestar por los fusilamientos.


Eduardo Suárez Morales y Fernando Egea Ramírez, asesinados el 6 de agosto de 1936 por tropas fascistas. 


Desde la misma llegada, y después de hacerles una ficha y otorgarles el número correspondiente, los presos empezaban a recibir garrotazos por parte de los suboficiales de la oficina. Luego los cabos de vara, mientras atravesaban un estrecho pasillo de alambradas, les propinaban palos en la cabeza, cara y espalda.

Durante el trabajo, los palos y agresiones estaban a la orden del día, por infracción de alguna de las normas: por caérseles el café, por falta de marcialidad a la hora de desfilar o carencia de entusiasmo en proferir los gritos de rigor, por quedarse dormidos, por comentar temas prohibidos con algún compañero...

Los castigos se procuraban hacer a la vista de todos para dar escarmiento y consistían en apaleamientos delante de la misma formación de reclusos, o se les iba a buscar a su chabola de noche, se les sacaba al exterior del campo y, detrás del cuerpo de guardia, les propinaban una brutal paliza esposados.

En otras ocasiones les obligaban a correr con un saco de arena a la espalda, descalzos sobre el picón o el jable, hasta que sus pies ensangrentados ya no daban más de sí.


El 17 de junio de 1936 tuvo lugar la reunión de jefes y oficiales en en el monte de La Esperanza. Esta concentración supuso la puesta a punto de la organización del golpe de Estado en la isla de Tenerife y el Archipiélago


La ingesta de purgantes, como aceite lubricante, cristales de sal de la Higuera, epsomita o sulfato de magnesio, solía ser el castigo menos doloroso, pero tremendamente efectivo a la hora de debilitar el organismo.

Muchos de los presos de La Isleta tuvieron que pasar también por interrogatorios a cargo de los temibles policías de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Las Palmas. Muchos eran sacados del campo y remitidos a la propia comisaría para regresar después de unos días de tratamiento especial.

Algunos no regresaron al campo por lo que es probable que murieran en pleno interrogatorio. Es el caso conocido del presidente de la Federación Obrera de Las Palmas, Agustín Cabrera, que salió del campo el 27 de enero de 1937 y se sabe, por testimonios directos, que fue ahorcado en la misma comisaría en presencia de otros presos.


Uno de los centros de detención y tortura más importantes fue el de la calle Luis Antúnez, en Las Palmas. Allí fueron llevados numerosos detenidos y luego conducidos a la Sima de Jinámar para ser asesinados.


En el campo los prisioneros dormían hacinados en sus chabolas, hasta tal punto que una variación de la postura para dormir conllevaba el cambio automático de toda la hilera. Dentro, el olor era insoportable y numerosos parásitos se enseñorearon de sus cuerpos, sufriendo plagas de piojos y pulgas.

La alimentación era claramente insuficiente: café clarucho por la mañana y unos cazos de rancho dos veces al día, un mejunje pardo a base de fideos y papas, a veces con carne cocida en el mismo caldo o tocino. Esto con una ración de gofio de millo para mezclarlo con el rancho.
El internamiento, el castigo, la reeducación y la reutilización de la mano de obra de los prisioneros republicanos en la Guerra Civil fue tan importante entonces como infravalorado ha sido después a la hora de forjar una imagen pública de la dictadura de Franco.

En esta serie de artículos veremos los ejemplos de los campos de concentración en Canarias y lo que significaron en la historia de la violencia y de la represión franquista durante la guerra y la posguerra.

Hay que recordar que en las islas no hubo frente de guerra, ya que quedaron en manos de Franco desde el 17 de julio de 1936, y que en esa situación de dominio absoluto los falangistas y otros fascistas cometieron en toda Canarias miles deasesinatos

Fuente: Fusilados de Torrellas.

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