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martes, 17 de enero de 2012

LOS ESBIRROS DE FRANCO 2- LA CAZA DEL NIÑO ROJO


Cartel del Auxilio Social. 


23 de agosto de 1938. El comandante y psiquiatra Antonio Vallejo Nágera recibe un telegrama firmado por el mismísimo Franco. Desde ese día, tiene luz verde para llevar a cabo sus experimentos psiquiátricos con los miles de prisioneros que empiezan a llenar campos de concentración y cárceles españolas. Con la creación del Gabinete de Investigaciones PsicológicasVallejo tendrá una ocasión única para confirmar su tesis: el marxismo es una enfermedad. Y el régimen, a su vez, dispondrá de una excusa científica para aplastar sin misericordia a los vencidos.

Siguiendo las doctrinas de la eugenesia y convencido de que la tara del socialismo se transmite a quienes rodean al afectado, el estrambótico médico promueve el tratamiento conelectrochoques a esos rojos de una especie humana inferior, su aislamiento en granjas y quitarles a sus hijos para evitar el contagio. Esto último da lugar a  una expresión macabra, pero que hace rápidamente  fortuna: hay que separar el grano de la paja.


El coronel Vallejo Nágera, jefe de los servicios psiquiátricos militares de Franco


Los golpistas de 1936 no sólo pretendían exterminara sus rivales, como demuestran las más de150.000 personas enterradas en las fosas comunes que el Tribunal Supremo le impide abrir a Garzón, sino también erradicar su ideología. Para conseguirlo, pensaron en quitarles a los republicanos sus hijos para poder sembrar en ellos la doctrina nacional sindicalista y el odio a las ideas de sus familiares.

Las cárceles estaban  llenas de miles de mujeres, solas, embarazadas o con niños pequeños. Éstos serán sus primeros objetivos,  material a moldear para la construcción de la “nueva España”. No les faltaron para ello los numerosos esbirros del entramado del régimen.

Una de las más famosas fue María Topete Fernández, la directora de la Prisión de Madres Lactantes de Madrid. Su objetivo allí era reducir al máximo el contacto entre madres e hijos. Tenía a los niños todo el día en el patio, tanto si hacía frío como si hacía calor, y a las madres no las dejaba coger a los niños aunque tuvieran hambre, estuvieran sucios o lloraran. Muchos niños enfermaban y morían porque La Topete -como la llamaban las presas-  impedía que los atendiera el médico.

En dicha prisión, situada junto al río Manzanaresse llevaban a los recién nacidos horas antes de fusilar a sus madres.
Visita de autoridades a laPrisión de Madres Lactantes de Madrid en 1943. A la izquierda, María Topete Fernández, la directora.


Gumersindo de Estella, un fraile capuchino destinado a la prisión de Torrero, enZaragoza, se encargaba de dar asistencia espiritual a los presos condenados a muerte. Sus memorias, en las que recoge cómo a muchas mujeres condenadas a muerte les intentaban arrancar a sus criaturas a la fuerza del pecho y de los brazos mientras ellas se defendían a brazo partido, resultan escalofriantes. Unas monjas se llevaban a los bebés a la Casa de Maternidad donde les cambiaban los apellidos y eran adoptados por familias católicas y adictas al régimen.

Pero éste no se conformó con reeducar a los hijos de los presos y de los fusilados. Tenían que asegurarse de que la “plaga roja” nunca más mancharía la nueva España. Y aprovechando la impunidad que tenían sobre los vencidos, se dieron casos de robos y secuestros de niños, sobre todo en la España rural. También aquí lo tuvieron fácil, pues la combinación de miedo, antiguos odios y delaciones hacían la vida imposible a personas que tenían alguien señalado como rojo.

La guerra había dejado huérfanos o desprotegidos a miles de niños que se convirtieron en vagabundos forzados. Miembros de la policía o de Falange hacían redadas de manera periódica para recogerlos y llevarlos a orfanatos. Cuando los hospicios del Auxilio Social, la organización caritativa fundada por Mercedes Sanz Bachiller, viuda del líder falangista Onésimo Redondo, se llenaron de huérfanos o hijos de presos, los ladrones de niños tuvieron lugares de sobra donde escoger subotín.


Niños realizando el saludo fascista en el comedor de un hospìcio del Auxilio Social. Pan a cambio de adoctrinamiento.


Gestionados la mayor parte de las veces pormonjas o curas, la vida de los niños en estos «hogares» estaba marcada por elaislamiento, el hambre, la frialdad con la que eran tratados y las humillaciones cotidianas. Abundan los testimonios en los que recuerdan que les decían que eran escoria, hijos de horribles rojos, asesinos, ateos, criminales, que no merecían nada y que estaban ahí por pura caridad pública. Los niños, como es natural, no entendían bien de qué eran culpables. Sin embargo, en sus relatos aún hay espacio para elcompañerismo y para el recuerdo del afecto que en el pasado habían recibido y que ahora les era negado.

Pero el régimen de Franco no se conformó solo con los hijos de los “rojos” en territorio español. Durante la guerra civil, muchos padres tuvieron que tomar la difícil decisión de confiar sus hijos a la República para que los evacuara al extranjero. Confiaban en que sus hijos, terminada la guerra, podrían regresar a una Españaliberada del fascismo. Pero la guerra la ganó Franco y decidió que todos estos niños tenían que regresar a España, con o sin la autorización de sus padres.

El régimen convirtió la repatriación de los menores en una gran operación propagandística“Franco devuelve a las madres de España la alegría y el cariño de los que un día, por orden del Gobierno marxista, fueron arrancados de su patria y entregados a la tutela de las más antiespañolas instituciones internacionales”, decía el narrador de una película propagandística de la época. En muchos casos, sin embargo, el menor no era entregado a sus familias e iba a parar directamente a un asilo.

A muchos los fue a raptar al extranjero el Servicio Exterior de la Falange, a menudo, a los campos de concentración donde habían ido a parar los exiliados. Según datos recopilados por el historiador Ricard Vinyes, de 32.037 niños enviados por sus padres al exterior fueron repatriados 20.266.




Documento de la Falange relativo a larepatriación de niños. Fondos UGT. 




Para que el asunto se revistiese de legitimidad, al poco de acabar la guerraFranco dictó dos leyes, según las cuales la patria potestad de todos los niños que entraban en el Auxilio Socialpasaba a manos del Estado, que de esa manera podía cambiarles el nombre y entregarlos a quien quisiese.

Las ayudas oficiales para el esclarecimiento de esa trama macabra han sido nulas, como suele ocurrir con lo relacionado con la memoria histórica, y, de hecho, una de las cosas que proponía investigar el magistrado Baltasar Garzónen su intento de enjuiciar el franquismo era la odisea de los niños arrebatados a sus familias por los vencedores, pero la Audiencia Nacional lo paró.

Durante años los familiares se han topado con un muro de silencio cómplice. Un silencio que se pactó en la transición y que ha cubierto con un espeso velo nuestro pasado más reciente. El régimen de Franco aplicó sobre los hijos de los vencidos su mano más dura y cruel. Muchos niños murieron de inanición, otros fueron convertidos en enemigos de sus propios padres y algunos desaparecieron

Han tenido que pasar cuarenta años de dictadura y muchos de democracia para que estos terribles crímenes empiecen a salir a la luz.


Fuente: Fusilados de Torrellas.

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