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domingo, 8 de enero de 2012

BOXEO - LA INCREIBLE HISTORIA DEL "HURACAN" CARTER

                           BOB DYLAN - "HURRICANE" SUBTITULADO EN ESPAÑOL



LA HISTORIA DE RUBIN "HURACÁN" CARTER




No estoy en la cárcel por asesinato. Estoy en la cárcel porque soy un negro
en Estados Unidos de América, donde quienes ostentan poder sólo
permitirían a un negro ser un bufón o ser un criminal.”
Rubin Carter, entrevista en 1975.

Corría el año de 1966 cuando la carrera del púgil Rubin “Huracán” Carter subía como la espuma. Al menos dentro del cuadrilátero, pues su condición de negro en Estados Unidos le seguía haciendo sufrir problemas de racismo. En ese mismo año hubo un triple asesinato en un bar cercano en donde el “Huracán” había estado esa misma noche. Era el principal sospechoso de las autoridades. Algunas investigaciones apuntaban a su culpabilidad. Era un ex-convicto. Era negro.
Catorce años, y tras conocer la biografía del boxeador, un muchachillo decide estudiar su caso. Tal es su interés y tan poderosas las evidencias que encuentra, que sus esfuerzos abren de nuevo la investigación.
Rubin “Huracán” Carter: campeón mundial de peso medio.
Rubin tuvo una infancia difícil. Cuando tenía 11 años un hombre blanco adinerado y viejo se acercó al grupo de amigos de Rubin intentando seducir a uno de ellos —en ese tiempo era muy común que personas adineradas buscaran cometer ese tipo de crímenes, pues los niños negros eran presa fácil. ¿Quién le iba a hacer caso a un niño negro denunciando un abuso sexual de parte de un miembro distinguido de la comunidad? (blanco obviamente). Rubin defendió a su amigo lanzando una botella de vidrio que le pegó en la cabeza al acosador. Ambos forcejearon, pero Rubin huyó tras clavarle una navaja en el brazo. Una semana después lo arrestaron; el policía que lo interrogó —se llamaba Della Pesca—,aprovechó para amenazarlo y humillarlo por ser negro. Llevaron a Rubin a una corte para menores y le dictaron sentencia de permanecer en un reformatorio hasta los 21 años.

En ese violento reformatorio aprendió a sobrevivir, entre peleas y abusos sexuales. Rubin se escapó dos años antes de cumplir su sentencia. Se enroló en el ejército y se hizo paracaidista. Superó problemas personales como su tartamudez (por la que lo discriminaban aún más) y se hizo boxeador profesional.

Cuando volvió a su pueblo natal era ya campeón de peso Welter europeo. En cuanto pisó de nuevo su territorio Della Pesca, ahora convertido en Sargento, lo encarceló para que cumpliera su condena.
Rubin salió de la cárcel el 21 de septiembre de 1961, tras entrenar mucho para convertirse en boxeador profesional, y al salir juró nunca más volver a pisar una prisión. Contrajo matrimonio con una joven de su vecindario, con quien tuvo un hijo, y al siguiente año fue nombrado púgil del año.

Aún cuando era una figura pública reconocida, sufría por ser de raza negra. Uno de los ejemplos más escandalosos sucedió el 24 de diciembre de 1964, día en que le propinó una paliza al entonces campeón mundial de peso medio (Joey Giardello); sin embargo, el cinturón se lo dieron a Giardello después de una deliberación de 35 minutos. El motivo: un negro no podía ganarle a un blanco.


En 1966 ocurrió el suceso trágico que llevó a Rubin a la cárcel: Estaba bebiendo en un bar para relajarse, donde uno de sus fans –John Artis (también negro) – lo reconoce y más tarde se ofrece llevarlo a su casa (aproximadamente a las 2:30 de la madrugada). Ya encaminados, una patrulla los detiene y sin interrogarlos, son forzados a acompañar a los policías.
Después se enterarían que se había cometido un asesinato a sangre fría en otro bar, y se reconoció a dos negros en un auto blanco como los agresores. Rubin y Artis eran sospechosos.

Sin decirles la razón por la cual los llevaban detenidos, Rubin y Artis fueron conducidos al bar donde estaban los testigos, quienes aseguraron que ellos no eran los negros que habían visto. Posteriormente los llevaron al Hospital St. Joseph para que una
de las víctimas los reconociera, y aunque estaba mal herido aseguró que ni Rubin ni Artis habían sido los agresores. En ese lugar estaba el sargento Della Pesca, quien parecía inducir al herido para que los reconociera. Rubin “Huracán” Carter se dio cuenta que aquel sargento que lo había discriminado y humillado, quería involucrarlos en el asesinato a como diera lugar.
Ese mismo año juzgaron a Rubin Carter y a John Artis, en un juicio lleno de mentiras y prejuicios raciales, condenándolos a tres cadenas perpetuas. Cabe hacer mención que el jurado estaba conformado solamente por hombres blancos.
Al leer su vida y las injusticias que cometieron con el Huracán, vinieron muchos recuerdos de mi vida y automáticamente me identifiqué con él, pues yo fui y sigo siendo víctima del racismo. Me dolieron enormemente los prejuicios raciales en contra de los negros y las injusticias que se cometen cuando alguien no aplica la justicia de igual manera para todos.¿La policía no está para defendernos a todos?, era frustrante que ellos mismos fueran los agresores. Me di cuenta que lo que yo había vivido en mi vida era sólo una muestra de los alcances del odio hacia una raza minoritaria. Aunque son derechos universales la vida, la libertad y la seguridad de la persona, hay quienes pasan sobre ellos impunemente.
Inspirado por su vida e indignado por la injusticia que le habían cometido le escribí al Huracán. Rubin me contestó, y entablamos una amistad por correspondencia que duró meses. Después tuvimos un primer encuentro en la cárcel. Esa plática marcó mi vida, y me impulsó más a encontrar la justicia para ese hombre.

No me enteré hasta después cuántas dificultades tienen los reclusos para recibir visitas familiares, dificultades que rayan en la humillación. Por ejemplo, desnudan a todos los presos que reciben visitas y los “revisan” minuciosamente para que no guarden
nada. Sobra decir que los métodos de “buena conducta” que la autoridad administraba no eran sino golpizas, aislamiento, privación de los alimentos, y cosas innombrables. Me pregunto si hay alguna justificación para que se les trate así. ¿Es justicia no tratar a los reclusos como personas? Los delincuentes cometieron un delito, pero ¿cuál es la medida para que la sociedad pase de la justicia a la venganza? Muchas personas piensan que es más fácil encerrarlos y olvidarse de ellos, no importando las condiciones en que vivan, pues si son injustas o deshumanizadas, “se lo ganaron a pulso”.

Yo era sólo un muchacho, pero les pedí a Terry, Sam y Lisa que me ayudaran. Ellos no tenían prejuicios raciales. Dedicamos todo nuestro tiempo y esfuerzos para sacar al Huracán de la cárcel, comenzando por las investigaciones. Visitamos también a los abogados de Rubin, quienes nos recibieron desanimados: llevaban ya una década con el caso del Huracán.
Descubrimos que había personas influyentes e importantes a quienes íbamos a exponer, el tipo de persona que por un prejuicio no se tientan el corazón para destruir la vida de un hombre inocente encarcelándolo. En la investigación encontramos todo tipo de declaraciones falsas e incongruentes con las que se culpaba al Huracán.
En la cárcel el Huracán volvía a recibir amenazas. En esta ocasión fue el director del reformatorio quien le aclaró que, en caso de que alguien quisiera hacerle daño, él no podría protegerlo. Yo mismo fui amenazado por el sargento Della Pesca, quien ahora
a la hora en la que se llamó para denunciar los asesinatos, Rubin y Artis estaban aún en el otro bar; sin embargo los policías declararon que había sido antes.
Uno de los testigos que estaba en el bar, declaró esa noche que no reconocía a Rubin ni Artis como los asesinos. Sin embargo, como tenía problemas con la autoridad, mintió en el juicio a cambio de su propia libertad.
Patty Valentine —otra testigo—, dijo que el auto en que se alejaban los asesinos era un Dodge Monaco; sin embargo el modelo que conducía Artis era un Dodge Polaro.

Había ido en ascenso en puestos públicos. Como ven, las presiones de las autoridades en turno porque no se supiera la verdad eran muy grandes.
Reunimos pruebas de corrupción policial y ministerial, de los prejuicios raciales de los tribunales que juzgaron el caso de Rubin “Huracán” Carter.
Hubo entonces que hacer una elección difícil, pues si se presentaban las pruebas al Tribunal Estatal podrían pasar años antes de la resolución; en cambio, si se presentaban al Tribunal Federal, el juez tendría la oportunidad de rechazar esas pruebas (por saltar al Tribunal Estatal) y entonces se perderían para siempre. Todo dependía de si el juez se daba la oportunidad de revisar las pruebas y de su aceptación.

Teníamos miedo, pues ya en los dos juicios anteriores se había chantajeado a jueces, fiscales y abogados. Todos tenemos derecho a un justo proceso, pero ¿cómo podríamos confiar en las autoridades estatales si había de por medio la idea generalizada de la inferioridad de la raza negra?, ¿podríamos confiar nuevamente en las instituciones judiciales, si no estatales, federales, ante el caso de un negro? No lo sabíamos…
Pero sí sabíamos que de haber justicia, el esfuerzo de civiles comunes y corrientes en busca de la verdad daría fruto. Comprobaríamos que si la ley busca la verdad sin prejuicios, se puede ejercer la justicia; y sobre todo, que denunciando la corrupción se puede realizar el ideal de una sociedad justa. Cualquier persona que deje pasar una injusticia, se hace cómplice, pues el silencio o la apatía frente a hechos injustos dañan a la sociedad enormemente. Una sociedad callada y apática frente a la injusticia es una sociedad corrupta.
Durante nuestras investigaciones sufrimos un “accidente”. Al ir por la autopista inexplicablemente se salió una llanta y tuvimos un choque fuerte; la intención era matarnos, estoy seguro.
Todos los jurados eran personas de raza blanca.
En noviembre de 1985 se le da la oportunidad a Carter de presentar las pruebas.
El juez, tras revisar las pruebas, le concedió a Carter la libertad inmediatamente. Se reconocieron los elementos de racismo durante el proceso penal. Se reconoció la corrupción de la fuerza policial con la que se coercionaron declaraciones y se manipularon pruebas.
Carter fue puesto en libertad. 

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