DOCUMENTAL JON SISTIAGA "AMARAS AL LIDER SOBRE TODAS LAS COSAS"
Corea del Norte - Amaras al Lider sobre Todas las Cosas
Documental de Jon Sistiaga acerca de la situación actual en Corea del Norte
Reportaje de Jon Sistiaga en el que realiza un viaje al último bastión comunista del planeta donde todavía se vive con los esquemas de la guerra fría: Corea del Norte, un lugar donde el culto al líder Kim jong Il es obligatorio y la disidencia no tiene cabida. La novena potencia nuclear alardea de su fuerza bélica, mientras la mitad de la población vive en los límites de la malnutrición. Las masas son movilizadas a diario para mantenerlas alerta ante enemigos imaginarios y se bloquean las emisoras extranjeras para que no se filtre ninguna información del exterior. Una enorme prisión de las ideas donde todo el mundo es supuestamente igual, aunque las elites del partido se muevan en Mercedes y el resto del pueblo lo haga en bicicleta. Un supuesto paraíso social que confina a sus deficientes psíquicos en cooperativas agrícolas como mano de obra defectuosa. Un lugar donde todavía hay campos de concentración para disidentes políticos y los periodistas se tienen que camuflar de turistas para entrar. Durante el rodaje, tres agentes del Estado velan constantemente sólo para que se grabe lo que al gobierno le interesa. Salir solo del hotel estaba terminantemente prohibido bajo la amenaza de expulsión del país. Aún así, el reportaje logra ofrecer un retrato aproximado de la verdadera realidad de los 22 millones de habitantes de Corea del Norte.
Desfile celebrando el 60º aniversario de la República, en septiembre de 2008.
Las autopistas desiertas de Corea del Norte
Por Diego González
De todos los regímenes totalitarios que en el mundo han sido, el más aislado, misterioso e impenetrable (tres adjetivos que se repiten casi invariablemente al hablar de él) es el de Corea del Norte. Nacido en su configuración actual tras el alto el fuego que paralizó la Guerra de Corea (sin ponerle fin; técnicamente aquella zona sigue en guerra, a la espera de un tratado de paz que, más de medio siglo después, termine con las hostilidades), el estado norcoreano se caracteriza por ser el más parecido, en el mundo real, al enloquecido y paranoico universo de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Lo poco que se sabe realmente del país consiste en totalitarismo, estalinismo, culto a la personalidad, fabulosos lavados de cerebro y paranoia, mucha paranoia.
Una de las consecuencias de todo sistema totalitario es la reducción de prácticamente toda la acción de gobierno a pura y dura propaganda del régimen. La otra consecuencia inevitable es la falta de objetivo real de dichas acciones. El Ryugyong, uno de los hoteles más altos del mundo, permanece con sus 105 pisos y sus 330 metros de altura completamente vacíos en el centro de Pyonyang. Su construcción comenzó en 1987, pero las obras se suspendieron en 1992, tras la caída de la URSS, que provocó una alarmante falta de recursos económicos y energéticos; la hambruna que siguió al colapso de la economía norcoreana terminó con la vida del diez por ciento de la población del país, unos dos millones de personas. Durante dieciséis años las obras en el hotel permanecieron detenidas; en el último año, al menos uno de los lados del hotel (se supone que el que pueden fotografiar los escasos turistas) ha sido finalmente revestido de cristal, dándole al hotel una apariencia más real y menos Chernobiliana.
Uno de las imágenes más repetidas y más definitorias a la vez del país es la de sus carreteras. En Corea del Norte existen aproximadamente 31.000 kilómetros de carreteras y caminos, de los cuales poco menos de dos mil están asfaltados. Cuatro superautopistas de varios carriles por sentido parten de Pyonyang. Todas ellas tienen un denominador común: la ausencia total y absoluta de tráfico. Oficialmente, las carreteras, de hasta cuatro carriles por sentido, se encuentran reservadas al tráfico militar debido a la amenaza americana sobre el país, y por eso apenas se ve nadie sobre el asfalto. La realidad es que, en toda Corea del Norte apenas existen coches que no estén reservados al uso militar o al transporte de los altos cargos del régimen (fundamentalmente Mercedes).
Pese a lo vacío de las autopistas del régimen norcoreano, de vez en cuando aparece alguien. Un barrendero, solitario, aislado, a decenas de kilómetros de cualquier sitio, limpia los arcenes. ¿Un castigo por disidente? No se sabe. Lo que ocurre dentro del país también es un misterio para los que entran en él. El dibujante canadiense Guy Delisle contó su experiencia en las autopistas de Corea del Norte en su imprescindible cómic Pyonyang (que aprovecho para recomendar). Durante un viaje en coche entre la capital y la Exposición de Amistad Internacional, un supuesto museo de los infinitos regalos que el Amado Líder Kim Jong Il y su padre Kim Il Sung han recibido de todos los pueblos del mundo, el chófer y el intérprete decidieron cambiar sus asientos, para lo cual, simplemente, detuvieron el coche en el centro de la autopista, salieron tranquilamente del automóvil, volvieron a entrar y retomaron la marcha. Respetando, eso sí, los límites de velocidad. El surrealismo al poder. O, mejor dicho, en el poder. Desde hace medio siglo.
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