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viernes, 28 de octubre de 2011

BOXEO - LEYENDAS DEL BOXEO - JOE LOUIS


                                    
                                                      JOE LOUIS KNOCKOUTS




                                           

"Joe Louis" fue un boxeador estadounidense, cuyo nombre completo era Joseph Louis Barrows. Pasó a la historia también por su sobrenombre, "el bombardero de Detroit," campeón mundial del peso pesado 1936-1949..

Joe Louis
Joe Louis by van Vechten.jpg
NombreJoseph Louis Barrow
Nacimiento3 de mayo de 1914
La Fayette, Alabama
Defunción14 de abril de 1981
Las Vegas, Nevada
ApodoThe Brown Bomber
EstiloOrtodoxo
PesoPesado
NacionalidadBandera de los Estados Unidos Estados Unidos
Estadísticas
Total71
Victorias68
 • Por nocaut54
Derrotas3
Empates0
No presentado0

Joe Louis, "el bombardero de Detroit", nació el 13 de mayo de 1914 en una cabaña de algodoneros de Lexington (Alabama, Estados Unidos). Era el séptimo hijo de una familia muy pobre, y quedó huérfano de padre a los 4 años.
Louis, con diez años, se traslada con su padrastro y su nueva familia a Detroit, donde empezó a trabajar como repartidor de hielo y luego como aprendiz de ebanista. A través de un amigo comenzó a asistir a un gimnasio en el que le vieron condiciones para el boxeo.
En julio de 1934 pasa al campo profesional con John Roxborough como representante y Jack Blackburn como entrenador. Louis disputó su primer combate contra Jack Kracken, al que derrotó en Chicago en el primer asalto.
Su carrera, desde entonces, fue fulgurante. El 14 de diciembre de ese mismo año vence, contra pronóstico, a Lee Ramage. En 1935 Mike Jacobs convence a sus apoderados para que acepten ser su mánager, adquiriendo Joe pronto fama e importancia convirtiéndose en el gran ídolo de las masas, especialmente de los hombres y mujeres de color que vieron en él una oportunidad de que un hombre de su raza se convirtiera por primera vez en campeón de los pesos pesados, después de que en 1915 lo fuera Jack Johnson .
En 1935 disputa 15 combates, ganando por K.O. doce de ellos, algunos contra rivales muy cualificados como Primo Carnera, King Levinsky, Gus Dorazzio, Max Baer o el español Paulino Uzcudun.
El 19 de junio de 1936 sufre un importante revés. Se enfrenta al alemán Max Schmeling en el Yankee Stadium de Nueva York y es derrotado por K.O. en el duodécimo asalto. Aunque pide la revancha con el alemán, se enfrenta antes con James J. Braddock, con el título mundial en juego el 24 de junio de 1937, logrando la victoria en el octavo asalto.
Conservó el entorchado mundial durante doce años (record absoluto de años como campeón en el peso pesado), en los que peleó con los mejores boxeadores del panorama mundial, incluida la deseada revancha ante Schmeling, que se celebra en 1938. Un combate vibrante que termina en el primer asalto con la victoria de Louis, y Schmeling con dos costillas rotas. Más tarde serían excelentes amigos, pese a que Schmeling era considerado por los nazis un prototipo de la raza aria.
Durante la guerra mundial se alista en el ejército, y recorre los campamentos aliados efectuando exhibiciones boxísticas.
Tras dos defensas frente a Jersey Joe Walcott, la última en 1948 pretendía retirarse como campeón. Sin embargo, el Fisco americano le obliga a volver a boxear para pagar el millón de dólares que debía, según Hacienda. Nunca debió volver. En 1950 pelea con Ezzard Charles, por la reconquista del título, y es derrotado sin paliativos. Su último combate tuvo lugar el 26 de octubre de 1951, ante Rocky Marciano. Eran los principios del gran Marciano, que a la postre sería el único boxeador de los pesos pesados en retirarse imbatido. En ocho asaltos, Marciano machacó a Louis, acabando con el mito. Era la tercera pelea que perdía en su vida.
Al poco de abandonar definitivamente el boxeo, quedó totalmente arruinado al serle confiscados todos sus bienes por el fisco. Al igual que años atrás Primo Carnera, intentó hacer lucha libre, pero fracasó, así como en otros negocios que intentó, hasta que en los años 60 fue a Las Vegas donde se desempeñó trabajando en el área de relaciones públicas de un famoso casino, viviendo de eso hasta que en 1969 sufrió un colapso en plena calle y en 1970 fue ingresado en un hospital psiquiátrico en Denver. En 1977, una operación quirúrgica como consecuencia de tener la aorta obstruida, lo postró en una silla de ruedas. El 12 de abril de 1981 murió como consecuencia de un fallo cardíaco en Las Vegas, NV. Fue enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington, por expreso deseo del Presidente Ronald Reagan. Su antiguo amigo Max Schmeling costeó los gastos de su enfermedad y su entierro. Disputó un total de 71 combates, con 68 victorias (54 por K.O.) y 3 derrotas.





Joe Louis, la Esfinge Negra en La Habana


En nada se parecía aquel anciano, postrado en su silla de ruedas, golpeado por los años, por los infortunios y por el olvido al joven negro que maravilló al universo boxístico con su peculiar estilo y feroz consistencia que le permitieron mantener el título mundial de los pesos pesados durante 12 años.

Eran dos personas diferentes, aunque siguieran respondiendo al mismo nombre: Joseph Louis Barrows o sencillamente Joe Louis. Apenas podía moverse, su cuenta bancaria se acercaba a cero y muchos lo tildaban de loco. Este no fue el final que esperó el llamado “Bombardero de Detroit”, un hombre que en las décadas del treinta y el cuarenta del siglo pasado acabó con cuanto rival tuviera el valor de enfrentarlo sobre un cuadrilátero.
Pero la vida nunca fue fácil para Joe. Huérfano desde los cuatro años y conocedor de los más disímiles trabajos, menos el de estudiante, el boxeo apareció en su vida como una vía, quizás la única, para salir del asfixiante cuadro familiar que tenía en Detroit, la ciudad a la que se había trasladado con su madre y hermanos.
En el ring sabía cómo hacer las cosas y esto llamó la atención de grandes mafiosos-promotores del boxeo profesional, entre ellos Mike Jacobs. Su ritmo de peleas fue impresionante y nadie parecía capaz de detener a Joe. Entonces vino la fatídica noche de junio de 1936, en el Yankee Stadium, cuando el alemán Max Schmeling cortó su racha de triunfos en línea y con un K.O impresionante lo dejó tendido en la lona.
No hubo tiempo para las lamentaciones y un año después de su primer fracaso en el ring, Joe se convirtió en campeón mundial al derrotar a James J. Braddock. Así comenzaría una cadena impresionante de 25 defensas consecutivas de su corona. Por 12 años mantuvo el invicto. Incluso, en una pelea largamente esperada, el “Bombardero de Detroit” acabó con las aspiraciones de Schmeling de repetir el fuera de combate de 1937 y ahora fue él quien recibió el conteo hasta 10 en el mismo primer round.
La Segunda guerra mundial se interpuso en el camino y Joe se alistó en el Ejército estadounidense, tal y como hicieron otros deportistas, entre ellos el estelar jardinero central de los Yankees de Nueva York, Joe Dimaggio. En ese período él se dedicaba a recorrer los campamentos y animaba a los soldados con sus exhibiciones boxísticas. Luego de finalizado el conflicto bélico continuaron los éxitos.
En 1948, con 34 años, el declive del campeón era evidente para todos. Joe también lo había comprendido y planteó la idea de retirarse. Hubiera sido mejor que el ansiado descanso llegara en ese momento; sin embargo, las enormes deudas lo obligaron a permanecer activo y la vida demostró que sus mejores épocas habían pasado.
El hombre que visitó a Cuba en 1949, como parte de un cartel boxístico que lo enfrentó a Omelio Agramonte, no se parecía en nada al monarca mundial que maravilló al mundo por tanto tiempo. En La Habana Joe fue parco con la prensa y de seguro no recordó con agrado su salida de la habitación donde se pesó, pues su figura atraía tanto a los fanáticos que alguien por ¿curiosidad? ¿malicia? le robó los pantalones.

 
La carrera de Joe siguió en caída libre. Perdió su segunda pelea—no cedía desde 1937—ante Ezzard Charles y un año más tarde volvió a recibir una decisión adversa frente a Rocky Marciano, el único campeón de los pesos pesados que se retiró invicto. Solo entonces Joe comprendió que, definitivamente, había llegado la hora de colgar los guantes. Su figura había marcado al boxeo y eso nadie podría negarlo.
Una década después de su último combate, Joe regresó a Cuba. Esta vez no venía a combatir, sino como un empresario que buscaba promocionar a la Isla como un destino interesante para viajes turísticos de afro norteamericanos. Muchas cosas habían cambiado después del triunfo de enero de 1959 y una de ellas era la apreciable disminución, al menos desde el punto de vista legal, del racismo.
En su reencuentro con La Habana, entre finales de diciembre de 1959 y los primeros días del 60, Joe vino acompañado por personalidades de la comunidad negra que conocieron de primera mano lo que sucedía realmente con la Revolución; pero desde Washington apreciaron el gesto del campeón como un apoyo abierto al gobierno revolucionario y en momentos de creciente tensión entre ambos países, con la Guerra Fría de por medio, la prensa fue muy dura con Joe.
No obstante, él persistió por algún tiempo e incluso se registró como agente que promocionaba el turismo hacia la Isla. En sus declaraciones a la prensa dijo que Cuba era el único sitio del mundo donde los negros podían entrar sin ser marginados.
Ante esta situación, los medios de comunicación arreciaron los ataques contra los intentos de Joe y la empresa que él representaba. El gobierno estadounidense, a través de sus agencias, intentó detener la negociación hasta que en junio de 1960, Joe anunció que desistía de su propósito y que lo habían juzgado erróneamente por “vender a su país”. La experiencia dejó al campeón, según sus propias palabras, “deprimido y confundido”.
La personalidad de Joe se descontroló por completo a finales de los años setenta. Tuvieron que internarlo en un hospital psiquiátrico y terminó en una silla de ruedas. Sin dinero, olvidado por no pocos, el corazón de la Esfinge Negra escuchó el último campanazo en abril de 1981. La situación financiera del hombre que lo ganó absolutamente todo sobre el ring era tan grave que su antiguo rival y gran amigo, Max Schmeling, pagó los gastos del funeral. Fue un triste final para uno de los boxeadores más completos de la historia.
Publicado en Habana Radio

                            

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